Hace cien años un simple folleto daba cuenta de las profundas modificaciones que estaban ocurriendo en el sistema capitalista mundial y que se manifestarían a lo largo de todo el siglo pasado. Hoy las evidencias indican que se estaría en una nueva fase dentro de lo que desde entonces se conocería como fase superior. En […]
Hace cien años un simple folleto daba cuenta de las profundas modificaciones que estaban ocurriendo en el sistema capitalista mundial y que se manifestarían a lo largo de todo el siglo pasado. Hoy las evidencias indican que se estaría en una nueva fase dentro de lo que desde entonces se conocería como fase superior.
En 1916 editado como un folleto -1ra. Edición como libro en 1917- apareció «El imperialismo. Fase superior del capitalismo» del líder de la revolución bolchevique V. I. Lenin. En cierta forma el texto siguió el mismo derrotero que El Manifiesto Comunista de Marx y Engels, editados para la coyuntura terminaron siendo libros de lectura imprescindible para comprender la evolución del capitalismo contemporáneo y para la formación de generaciones y generaciones de jóvenes que soñaron -muchos lo hacen aún- con cambiar el mundo de raíz.
Doble función
El texto del que en estos días se cumple un siglo fue escrito en Zúrich durante la primavera de 1916. Según dice el autor en el prólogo la censura zarista lo obligó a limitarse a un análisis exclusivamente teórico, muy centrado en lo económico, formulando pocas e indispensables observaciones de carácter político, esperanzado en que el folleto, «un ensayo popular», ayudaría a comprender la política de aquellos años, la esencia económica del imperialismo y por lo tanto el papel de la guerra.
La importancia del libro de Lenin es que también permite periodizar al capitalismo. Distingue entre un capitalismo «viejo» exportador de mercancías y un capitalismo «nuevo» exportador de capitales, se pasaba a una nueva fase bajo el dominio del capital financiero. Así el imperialismo es la etapa de la senilidad del sistema como tal y de la guerra como un componente inevitable e imprescindible para su continuidad.
El texto conceptualizaba las principales transformaciones del sistema mundial operadas en la primera década del siglo y también las implicancias geopolíticas de la 1ra. Guerra Mundial. Desde entonces el texto cumplió una doble función.
Era analítico, porque desmenuzaba las principales tendencias en curso y al mismo tiempo estratégico, porque ayudaba a ver el impacto de estas hacia adelante. Esas tendencias que se manifestarían a lo largo de todo el siglo XX pueden sintetizarse en: a) la fusión del capital bancario e industrial que dio lugar al capital financiero, b) la concentración de la producción y los monopolios, c) la exportación de capitales, producto de la acumulación de excedentes financieros, d) la concentración bancaria y el nuevo papel de los bancos que subordinan al comercio y a la industria y e) la redistribución de la áreas de influencia y el reparto del mundo como consecuencia de la 1ra. Guerra mundial.
Un nuevo período dentro de la fase superior
Desde entonces a hoy mucha agua ha corrido bajo los puentes. Sintéticamente la crisis mundial del ’30 y la 2da. Guerra Mundial; la llamada guerra fría producto del enfrentamiento entre bloques con formas de propiedad y organización social diferentes; las guerras de liberación nacional; la descolonización negociada; revoluciones en China, Cuba, Argelia, Vietnam; la conferencia de Bandung y el surgimiento del movimiento de Los No Alineados; el desarrollismo de la CEPAL…
La crisis de los años ’70 del siglo pasado puso fin a la época dorada de la pos-guerra (1945-1975) y abrió un nuevo período. Fue a la vez una crisis clásica de caída de la tasa media de ganancia y una crisis de la gobernabilidad imperial (derrota en Vietnam). Esta doble crisis permite comprender porque fue tan fuerte la ofensiva neoliberal a partir de los años ’80.
Como respuesta a su crisis el capital lanzó a escala mundial un extendido proceso reestructurador de sus espacios productivos y de servicios, lo que fue acompañado por la ofensiva generalizada y sostenida sobre el trabajo, buscando desmontar las conquistas sociales que los trabajadores, generación tras generación, habían levantado como barreras frente a la voracidad capitalista. El keynesianismo armamentista de la administración Reagan y finalmente el estrepitoso derrumbe del estalinismo y el fin del enfrentamiento Este-Oeste dieron un nuevo impulso a la mundialización capitalista que ingresa así en la globalización. Un nuevo período dentro de la fase superior, asentada en el crecimiento de las multinacionales, la libertad de comercio, el libre flujo de capitales, el debilitamiento persistente de los Estados nacionales y la idea futurista de una «sociedad mundial uniforme, armónica y cooperativa».
Imperialismo hoy
Un primer momento de este nuevo período ha sido la creciente interdependencia entre los países y la constitución de bloques económicos regionales (UE, MERCOSUR, NAFTA, ASEAN). En los ’90 emergió con fuerza la Organización Mundial de Comercio (OMC) que arbitraba entre las naciones mientas impulsaba un comercio sin trabas. Pero ahora es esta misma OMC la que se está convirtiendo en una traba para un capitalismo rapaz que ha regresado a ciertas formas primitivas, la llamada acumulación por desposesión (de territorios, de saberes originales, de recursos estratégicos, de espacios y servicios públicos, de conquistas laborales). El desenvolvimiento de esta lógica capitalista no reconoce fronteras ni territorios, intenta formatear un espacio planetario mercantil, homogéneo y sin barreras, sustentado en la supuesta competencia perfecta de una economía mundial sin regulaciones y el individualismo de una sociedad global. Esto está inscripto en los tratados de libre comercio que, impulsados por las multinacionales y los estados centrales, han cobrado nuevos bríos, y no casualmente se están negociando en estos días a escala mundial (TPP, TTIP, TISA, UE-Mercosur).
Impacto político
Como hace cien años las políticas de austeridad, el desempleo estructural, la destrucción de fuerzas productivas y las confrontaciones bélicas son la muestra de la decadencia del sistema.
En este nuevo período el imperialismo concentra, centraliza y homogeniza por arriba a la par que escinde, fragmenta y hetereogeniza por abajo. No elimina el orden de las dominaciones estatales, sino que las superpone. Por arriba es mucho más multipolar y el carácter transnacional de las corporaciones es mayor de lo que era pero siguen referenciándose en la potencia militar y económica de los países centrales. Por abajo la repuesta se vertebra en una multiplicidad de movimientos sociales que expresan un conjunto variopinto de subjetividades, pero muchas de ellas no alcanzan a tener determinaciones de clase, por lo tanto corren el riesgo de ser reabsorbidas por la lógica del capital.
Dentro del imperialismo la jerarquización es hoy más compleja. EEUU sigue siendo una superpotencia, mientras que es notable el fracaso del imperialismo europeo y se verifica el ascenso de proto imperialismos (China, Rusia) y sub imperialismos (Brasil).
Hay entonces una contradicción estructural que lo recorre íntegramente, la acumulación mundializada y su territorialización estatal lo que lleva aparejado una inestabilidad geopolítica permanente, que se expresa en las disputas entre potencias por las zonas de influencia, por los flujos comerciales, por el control de los territorios y la multiplicidad de guerras localizadas.
Comprender estas nuevas tendencias que definen el hoy del imperialismo y medir su impacto social y político es una necesidad imprescindible para avanzar en la transformación de un sistema cada vez más inmoral e inhumano.
Eduardo Lucita, Integrante del colectivo EDI -Economistas de Izquierda.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.