I. Los aniversarios suelen ser fechas muertas. «Muertos vivientes» a menudo abusados según las necesidades del presente. Pero hay aniversarios que genuinamente duelen. Viven e interactúan con la realidad. Incluso con ellos mismos. Veamos el 70 aniversario de la Nakba -la «catástrofe»- (15 de mayo), el éxodo, el desplazamiento forzoso y la «limpieza étnica» (Ilan […]
I.
Los aniversarios suelen ser fechas muertas. «Muertos vivientes» a menudo abusados según las necesidades del presente. Pero hay aniversarios que genuinamente duelen. Viven e interactúan con la realidad. Incluso con ellos mismos.
Veamos el 70 aniversario de la Nakba -la «catástrofe»- (15 de mayo), el éxodo, el desplazamiento forzoso y la «limpieza étnica» (Ilan Pappé dixit) de cientos de miles de palestinos tras la guerra árabe-israelí de 1948.
Es en su marco que el 30 de marzo -a su vez el aniversario del Día de la Tierra que conmemora el asesinato de seis palestinos por las fuerzas israelíes durante una protesta en contra de la confiscación de sus terrenos en 1976-, arranca en Gaza la Gran Marcha del Retorno (véase: Haidar Eid, «C ontextualizing the Great March of Return «, en: Mondoweiss, 12/4/18), una nueva iniciativa pacifica que clama por: a) el «derecho de retorno» de los refugiados a sus casas (más de 70% de habitantes de Gaza son refugiados y/o sus familiares); b) el fin de la ocupación israelí; y c) el fin del inhumano bloqueo de Gaza.
En la medida en que el colonialismo israelí sigue tragando más tierra, demoliendo casas, construyendo nuevos asentamientos y masacrando al pueblo palestino -como hoy a los gazaítes desarmados que cada consecutivo viernes hasta las mitades de mayo se reúnen para tratar de «caminar rumbo a sus antiguos pueblos»- la Nakba es hoy.
La catástrofe sigue.
Veamos el 200 aniversario del nacimiento de Carlos Marx (5 de mayo) que tras la mal interpretada vía Hegel época del «fin de la historia» vio su resurgimiento con la crisis financiera (2008), pero cuya radical y estructural crítica del capitalismo como siempre les resulta too much a muchos.
En la medida en que a dos siglos «la verdadera lucha -en teoría y en práctica- apenas empieza» (véase: John Bellamy Foster, «Marx’s Open-Ended Critique«, en: Monthly Review, vol. 70, núm. 1, mayo 2018) el momento del pensamiento marxiano es hoy.
La crítica sigue.
II.
Hace unos meses -seguramente sin mirar el calendario y sin poder prever los acontecimientos en curso- Norman Finkelstein, el conocido politólogo y autor judío-estadunidense anticipó de alguna manera esta «colusión de fechas».
Hablando de su nuevo libro sobre el inimaginable sufrimiento de Gaza, el cruel cinismo de las políticas israelíes y la indiferencia del mundo que los acompaña –Gaza: An Inquest Into Its Martyrdom ( UCPress 2018, 440 pp.)-, rememoraba:
«Crecí leyendo a Marx y su El capital, lleno de hechos, sumergido en la dialéctica hegeliana, pero a la vez repleto de la indignación moral. Marx estaba furioso [con el sistema], atacaba a los llamados ‘economistas burgueses’. Escribía que ‘el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros…’. Y yo infundí el mismo tipo de indignación en mi libro» (véase: » Finkelstein Talks About ‘Gaza: An Inquest…’, Part 1 of 4″, en: www.normanfinkelstein.com , 8/1/18).
Su minuciosa disección de la catástrofe humanitaria en Gaza causada por Israel (y sus aliados estadunidenses), es un libro «nacido de la rabia y de la frustración» causadas por las incontables mentiras contadas sobre este «olvidado por Dios» lugar.
Un desesperado «J’accuse…!«.
III.
Tras seis semanas de protestas -y junto con algunos «incidentes» en otros días-, los soldados israelíes, sobre todo más de un centenar de fuertemente armados francotiradores posicionados en la «zona de seguridad» alrededor de Gaza mataron a sangre fría a 50 palestinos desarmados con balas vivas (entre ellos a 5 niños y a 2 periodistas) e hirieron a más de 1600, muchos gravemente con la prohibida munición de fragmentación. O tros 4 mil fueron heridos por balas de goma, gases lacrimógenos o sus recipientes.
Según los militares israelíes se trata de una «organizada actividad terrorista disfrazada de protesta» [sic].
Según la prensa internacional de «enfrentamientos» (que supone un choque entre fuerzas iguales y omite que ningún israelí -soldado o civil- resultó siquiera herido).
Nada es culpa de Israel. Todo es «culpa de Hamas» (y de las propias víctimas).
Los apologetas de Israel que justifican el sufrimiento palestino con el fetiche de la «seguridad», actúan igual que los «economistas burgueses» que justifican el sufrimiento humano bajo el capital con el fetiche del «progreso».
¿Alguien se imagina un otro país haciendo lo mismo de manera tan impune ante los ojos del mundo a un pueblo subyugado que Israel le está haciendo a Palestina?
Esto se explica solo por la amplia persistencia del mismo racismo y de los mismos constructos coloniales hacia ellos («bestias», «seres inferiores», etc.) que una vez sostenían la dominación británica en la India y de la que el propio Marx escribía famosamente (véase: Futuros resultados de la dominación británica en la India, 1853) aludiendo en su última frase a una imagen del «ídolo pagano que bebe el néctar en el cráneo del sacrificado».
IV.
El 30 de marzo tras matar a 15 y herir a más de mil manifestantes el ejército israelí (IDF) tuiteó -y luego borró este tuit- que «nada fue llevado a cabo al azar» y que «sabemos dónde acabó cada bala» [sic] ( bit.ly/2w2Lwc1 ).
Nosotros también (incluso limitándose solo a una selección de casos documentados en video):
En el cuerpo de Muhammad Ayyoub (14 años) que se encontraba lejos del «perímetro» y no representaba ninguna amenaza a las fuertemente armadas fuerzas de ocupación.
En el cuerpo de Tahrir Mahmoud Said Wahbeh (18 años) disparado en la cabeza cuando estaba volteado de espaldas hacia los soldados israelíes.
En el cuerpo de Abd al-Fattach Abd al-Nabi (19 años) que recibió un tiro en la cabeza cuando se alejaba de la cerca fronteriza (y siguió recibiendo bala tras bala yaciendo ya en el suelo).
En el cuerpo Abdallah al Shamali (20 años) cuando estaba parado en un grupo de hombres y niños a cientos metros de la cerca.
En el cuerpo de Ahmad Abu Hussein (24 años), un periodista disparado en el pecho que llevaba un casco y chaleco de la prensa.
Disculpen la pregunta ingenua, pero ¿dónde está la indignación del mundo que siempre está allí para criticar la «violencia palestina», pero sobre la totalmente desmesurada y criminal violencia israelí no tiene nada que decir?
V.
El ultra-nacionalista ministro de defensa de Israel, Avigdor Lieberman aseguró que aquellos soldados israelíes «merecen una medalla» por lo que hacen en la frontera y que «en Gaza no hay gente inocente» (The Jerusalem Post, 8/4/18).
¿Quién es Lieberman?
Uri Avnery un decano del periodismo israelí y un ex-soldado herido gravemente en la guerra de 1948 hace unos años lo describió como un «quintaesencial ‘emigrante ruso’ (si bien ya tiene unos cuarenta años desde que vino de la Moldavia soviética)», de una «apariencia siniestra» que «proyecta la avaricia por el poder en su forma más brutal».
Los «rusos» -más de un millón de migrantes que vinieron de la URSS a Israel entre los años 70 y 90- aunque provenían de diferentes clases sociales trajeron consigo el amor al «gobierno fuerte», el desdeño a la democracia y a todo lo que olía a la izquierda junto con fuertes clichés racistas hacia los «morenos» del Cáucaso que inmediatamente traspasaron a los árabes. El visceral odio a los palestinos se volvió una de las principales herramientas de su integración con la sociedad israelí.
Se hicieron una base natural de la derecha radical y racista de la cual Lieberman se volvió incluso el principal representante. Su desvergonzado credo político siempre era «el Estado judío libre de los árabes (Arab-rein)».
«Hace tiempo -escribía Avnery- acuñé una ecuación: ‘Bolchevismo – Marxismo = Fascismo'» («Das System«, en: Gush Shalom, 3/11/12).
Una realidad poco agradable en la víspera -si ya estábamos en lo de las conmemoraciones- del 70 aniversario de la creación de Israel (14 de mayo), un régimen colonial que «chorrea sangre y lodo por todos los poros».
-Una versión del texto que apareció en La Jornada: http://www.jornada.unam.mx/2018/05/04/opinion/021a1pol