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Cinco jóvenes cubanos presos en EE.UU.

Fuentes: La Arena

Los espías buenos Hay un caso judicial revelador del imperio estadounidense y el bloqueo que estableció contra Cuba a partir de febrero de 1962. No se trata de un mero expediente de los tribunales de Miami que condenaron a cinco jóvenes cubanos a severas penas de prisión sino de algo mucho peor. Es que uno […]

Los espías buenos

Hay un caso judicial revelador del imperio estadounidense y el bloqueo que estableció contra Cuba a partir de febrero de 1962. No se trata de un mero expediente de los tribunales de Miami que condenaron a cinco jóvenes cubanos a severas penas de prisión sino de algo mucho peor. Es que uno de los rostros más impresentables de ese bloqueo eran -en rigor, son- las acciones terroristas de la llamada «gusanera de Miami». Los cinco jóvenes fueron a espiar esos círculos para prevenir atentados contra su país, ya que el dueño de casa hacía la vista gorda ante el terrorismo. Son cinco espías buenos.

Los espías malos

Decir que hay cinco espías buenos, injustamente encarcelados en Estados Unidos, puede sonar extraño a oídos argentinos, latinoamericanos y mundiales.

Es que cuando se dice «espía», nos representamos a los inescrupulosos agentes de la CIA y el FBI, el Mossad y el Shin Bet israelíes, el MI-5 británico. Peor aún, uno piensa en los antecesores de esos organismos para la vigilancia exterior e interior, como la Gestapo nazi.

Excepcionalmente alguno de esos espías luce como un caballero y play boy, como Hollywood presentó a James Bond, el agente 007. Pero la mayoría de ellos hace un trabajo sucio al servicio de los monopolios y su clase política. Como escribió un agente del MI-5 en sus memorias: «durante cinco años atravesamos Londres instalando micrófonos y violando domicilios, por mandato del Estado, mientras pomposos empleados públicos de sombrero hongo, en Whitehall, fingían mirar hacia otro lado». 1

Desde la Guerra Fría en adelante, aún los agentes de las potencias «democráticas», hicieron cosas espantosas. No sólo pincharon teléfonos a opositores y embajadas de países socialistas. Concibieron planes para asesinar a líderes molestos y miles de sus partidarios, y prepararon a dictaduras varias -la pinochetista, la videlista, etc- para llevarlos a cabo.

Por suerte algunos complots fracasaron y sus blancos quedaron indemnes. Uno de los más famosos es Fidel Castro al que casi un centenar de atentados no pudo eliminar, como el cubano le contó a Oliver Stone. 2 Aquí no debe entenderse lo dicho al pie de la letra: no fue por «suerte». Lo que salvó al legendario comandante fue el trabajo de sus servicios de inteligencia, de reputada eficiencia. Es que, como titulamos, también hay espías buenos.

No todos son como el mariscal Hermann Goering que dirigía los servicios hitlerianos o los jefes de la CIA, donde se alternaron neonazis como Allen Dulles, Richard Helms, William Casey y el propio George Bush (padre).

Los cinco cubanos

No hace falta ser espía para saber que desde el comienzo de la revolución cubana y al calor del bloqueo estadounidense, hubo acciones terroristas. Aunque ideadas, financiadas y preparadas por las administraciones que se alternaron en el Salón Oval, esas actividades contra Cuba fueron encaradas por elementos reaccionarios de nacionalidad cubana (es una forma de decir, en realidad no tenían ninguna cubanía; habían nacido en la isla y se fueron tras la revolución).

La propia invasión de abril de 1961 en Bahía Cochinos fue decidida por John F. Kennedy pero protagonizada por mercenarios emigrados a la patria del dólar.

Tampoco es necesario un curso de espionaje para conocer que la meca de esas trapizondas es Miami. Allí está el centro de las conspiraciones de la Fundación Nacional Cubano-Americana que supo presidir el extinto Jorge Mas Canosa y de otras «orgas» terroristas como Alpha 66, Hermanos al Rescate, CORU, Omega 7, Brigada 2506, etc. Algunos de sus integrantes, como Luis Posada Carriles, reconocieron haber recibido fondos de Mas Canosa y haber enviado a agentes a colocar bombas en hoteles cubanos para sabotear el turismo, con el saldo de un turista italiano muerto y varios heridos. 3

En ese momento histórico fue que los cinco jóvenes cubanos comenzaron a husmear en los grupos anticastristas para frustrar nuevos atentados. Un trabajo insalubre desde todo punto de vista: por la altísima contaminación ideológica de esos recipientes repletos de mafiosos en «Litle Havana» de Miami, y por los riesgos para las integridades físicas de quienes otearan esos horizontes.

Los Cinco tienen nombres y apellidos. Son Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González. Aunque no estaban espiando a EE.UU. sino a la «gusanera», fueron detenidos en setiembre de 1998 y condenados en junio de 2001 a severísimas penas. A Gerardo le dictaron dos cadenas perpetuas más 15 años; a Ramón, a una cadena perpetua más 18 años; a Antonio, a una cadena perpetua más 10 años; a Fernando, a 19 años, y a René, a 15 años. Para mortificación extra, los dispersaron por cárceles de todo EE.U. y les impusieron largos períodos de aislamiento total en el «hueco», prohibiéndoles visitas de sus familiares y abogados.

Ellos no mataron, no torturaron, no violaron y no secuestraron a nadie. Simplemente colectaron información para que Cuba pudiera armar sus defensas ante la agresión. No estaba de por medio sólo la muerte del turista italiano Fabio Di Celmo, en 1997, sino 5 mil cubanos muertos y heridos a lo largo de todo el bloqueo de su mal vecino. Por eso los jóvenes espiaron al terrorista de origen cubano José Basulto y su grupo «Hermanos al Rescate», de la mafia de La Florida impulsora de la emigración ilegal para generar conflictos entre los dos países. 4

Los hechos justificaron a los Cinco. Desde que Bush llegó a la Casa Blanca recrudecieron el bloqueo económico y la desestabilización contra La Habana. Los «oscuros rincones del planeta» se iluminaron con el fuego e impacto de los misiles Tomahawk y algunas naciones fueron invadidas.

Otros espias buenos

Esos muchachos cubanos son militantes antiimperialistas y antifascistas. Por eso en muchas ciudades del mundo se han formado comités en su apoyo y una serie de personalidades ha pedido un nuevo juicio y sus libertades. Entre los peticionantes están la premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú, los profesores universitarios Noam Chomsky y James Petras, el ex fiscal general de EE.UU. Ramsey Clark, la premio Nobel de literatura Nadine Gordimer; el obispo auxiliar de Detroit, Thomas J. Gumbleton; el ministro de Prisiones de Namibia, Andimba Toivo, etc.

El caso de los Cinco no es el único ni el primero en su género. Como muchos pueblos han sido objetos de agresiones políticas, económicas y aún militares, es lógico que entre sus mecanismos de autodefensa hayan utilizado el espionaje. Veamos algunos ejemplos internacionales y nacionales:

-La Unión Soviética organizó la célebre red de espionaje en el corazón de la Alemania nazi, dirigida por Leopold Trepper. Su actividad favorable a los aliados quedó inmortalizada en la literatura. 5 Muchos de esos espías fueron asesinados. El mismo fin tuvieron en 1953 los esposos Julius y Ethel Rosenberg, acusados burdamente en los EE.UU. maccartistas de entregar secretos a Moscú.

-El MI-5 de Londres tardó décadas en descubrir y acusar de «espías comunistas» a quienes -incrustados en áreas sensibles de la cultura y el gobierno- dificultaban los planes de la OTAN y el Pentágono. La literatura los bautizó los «Cinco Magníficos»: Kim Philby, Guy Burgess, Donald Maclean, Anthony Blunt y John Cairncross.

-En la historia argentina, durante las luchas por la independencia, hubo próceres que apelaron al espionaje y a la «guerra de zapa» para confundir a los ejércitos realistas, conocer sus disposiciones y facilitar la victoria sobre España. Uno de los adelantados en la materia fue el general José de San Martín, que entre 1814 y 1817, mientras estaba en Cuyo preparando el Ejército de los Andes, utilizó esos métodos. De ese modo desorientó al «presidente de Chile» brigadier Mariano Osorio y a su sucesor Francisco Marcó del Pont, sobre cuáles serían los pasos a utilizar para el cruce de la cordillera y las batallas de Chacabuco y Maipú. Se ha escrito que San Martín había logrado atraerse a un secretario de Marcó del Pont e introducir un agente como su criado, «de manera que siempre estaba enterado de todas las disposiciones del (español) presidente chileno». 6

-Más acá en el tiempo se pueden citar dos militantes populares que a su manera incursionaron en ciertas áreas de espionaje.

Uno fue el periodista, escritor y militante montonero Rodolfo Walsh, uno de los 30 mil desaparecidos y asesinados. Walsh descifró cables de la CIA referidos a agresiones contra Cuba. Luego hizo inteligencia contra la dictadura videlista. De allí que su «Carta de un escritor a la Junta Militar» contuviera datos inéditos como la denuncia de los vuelos de la muerte.

Otra fue Tamara Haydé Bunke Bider, nacida en Buenos Aires de padres inmigrantes alemanes. ¿Qué no se la conoce con ese nombre? Es lógico, también fue «Haydé González», «Marta Iriarte» y «Laura Gutiérrez Bauer», entre otros alias. ¿Tampoco la saca? Entonces digámosle «Tania la guerrillera», que se infiltró en Bolivia alternando en círculos de la burguesía y el Ejército, para finalmente incorporarse a la guerrilla de Ernesto Che Guevara. Ella y varios de sus compañeros murieron en agosto de 1967 en una emboscada tendida por los rangers entrenados por la CIA. Un campesino, espía del Ejército, los llevó a una trampa al cruzar un río.

Ese es otro ejemplo de que hay espías y espías: Tania mujer fundamental y el soplón sin conciencia, apenas con una pobre paga.


NOTAS:

1 Peter Wright, «Cazador de espías», Javier Vergara Editor.

2 Oliver Stone, película «Comandante».

3 The New York Times, 12 y 13 de julio de 1998.

4 «El terrorismo yanqui contra Cuba», Colección Nicolás Guillén.

5 Gilles Perrault, «La orquesta roja».

6 «La actividad informativa de la Campaña de los Andes», Ejército Argentino, volumen nº 1.