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Parte III de “Universidad abierto por reformas”

Cita a las 4

Fuentes: Rebelión

No por azar en estos días de cielos brillantes y vacíos buscamos sin cesar, como disimuladamente, el hueco de lo posible: esa confluencia de casualidades donde algo podría conmovernos, ese lugar incierto, ilocalizado, que ya no ha vuelto a aparecer donde solía, esa ruptura del silencio donde las voces más preciadas parecen a veces no […]

No por azar en estos días de cielos brillantes y vacíos buscamos sin cesar, como disimuladamente, el hueco de lo posible: esa confluencia de casualidades donde algo podría conmovernos, ese lugar incierto, ilocalizado, que ya no ha vuelto a aparecer donde solía, esa ruptura del silencio donde las voces más preciadas parecen a veces no querer volver.

Nuestros recursos de otro tiempo tienden, con alarmante frecuencia, a abandonarse, desmadejados, como títeres sin nuevos argumentos cuando no alcanzan, desesperadamente, a re-escribir las voces del enardecimiento en el clamor de los no- con-vencidos.

Todo pareció indicar que, contra todas las evidencias, nos adentrábamos en una nueva era muda, a la inversa de lo que ocurrió con la invención del sonoro en el cine: una era de la impotencia de lo divergente. Quizá la película «The Artist» quiso avisarnos de ello vistiendo de comedia la premonición de lo inminente ¿Quién vencerá en las decisivas batallas de los medios de comunicación controlados, contra los medios libres? De momento, no nos engañemos, los primeros controlan casi abrumadoramente, constatación que nos convoca día a día a acrecentar las fuerzas, a readecuar los recursos de quienes consideramos vital el auge de la resistencia. Hoy podríamos volver a proponer «La imaginación al poder» y alguien nos contestaría, desde el espíritu de El Roto: «ya se la quedaron».

Necesitamos pues algo más que la imaginación. Aki Kaurismäki nos abre espacios reales en su reciente película El Havre que alguien califica de cuento de hadas. No hagamos nuestro el sistema calificador del enemigo. Espacios reales son todos aquellos que ponen una y otra vez ante nuestros ojos, por los medios que sea, nuestras capacidades de decidir qué puede ser la felicidad una vez consensuado su carácter fugaz, una vez consensuada la capacidad de cada cual de generar felicidad y también de arrasarla. Necesitamos algo más que la imaginación para encontrar nuestro lugar en proyectos, en realidades colectivas, con rostro, con historias personales que nos importan, con capacidades personales de trasmitir afecto en la cotidianidad y a través de lo simbólico, de la generación de arte-factos que condensan lo simbólico para ser transferido y compartido, para cada uno poder dar a los demás cuanto fundamenta y construye lo mejor de nuestros ánimos.

Historias de solidaridad, y en consecuencia de los recursos poéticos que nos ayudan a reconstruir la otra cara del mundo, a nombrarla, a reconocerla detrás de escombros, enmohecimientos y depresiones, de falsas fealdades y corazones equívocamente hoscos en las personas y en las cosas. Confidencias no oídas, encantos no concedidos, empatías negadas. La película El Havre es un compendio de recursos poéticos en lo cotidiano, incluso marginal: un levantar el manto oscuro del prejuicio, de las malas leches que nos generan las cotidianas frustraciones.

Se trata de elegir: «mala bilis, escepticismo, aburrimiento» o «refundación de lo mejor de cuanto somos». Las artes, si quieren seguir teniendo sentido, ya sólo pueden optar por este último camino, si es que el concepto «tener sentido» quiere seguir relacionándose con el sentir como parte del conocer, si no queremos también renunciar a cuanto constituye aquel vibrar primigenio de la vida que se fundó en la intuición de que lo mágico no nos era ajeno, no era ajeno a nuestro simple hecho de vivir a la espera de construir belleza: belleza simbólica, significativa, perdurable, quizá efímera, belleza como gratitud y como ofrenda a cuanto restablece el proyecto y el recuerdo de ser.

Las diversas artes que nos transfieren sus poderes habitan en los sustratos de nuestros imaginarios sensibles y surgen en la relación con lo que nos con-mueve. Es el beso de lo otro, en el imaginario popular de lo dormido, lo que despierta a la fiesta de la con-moción. Es la conjunción con lo extraño lo que disuelve nuestra extrañeza. Toda mezcla de recursos vale, todo cartón arrumbado puede sostener la más luminosa de las frases, todo conjunto de latas oxidadas la más cautivadora de las melodías. Es el espíritu individual, reforzado en el común, el responsable de que eso pueda ocurrir. Son esas fuerzas lo que buscamos levantar. No es posible el uno sin el otro. No nos pueden robar también los fundamentos de la cultura. ¿Dónde cotizan los recursos poéticos? En las nuevas barricadas: en cada lugar donde nos encontramos construyendo sentido para un hoy que se siente futuro.

Toda expoliación comienza por los ánimos, por aceptar culpabilidades impuestas. Somos culpables de convocar a la insurrección y aún peor de incluir en la convocatoria la concurrencia de nuestras cotidianas artes, lejos de los valores y las presuntas dignidades que tratan de imponernos desde la cultura oficial. Otras dignidades, otros recursos poéticos están en alza en las bolsas que quieren ser cotidianas: en las bolsas de pan, en las bolsas de libros, en las bolsas de afecto, en las bolsas de tiempo…

Una propuesta abierta ( cita a las 4): http://con-formarnos.blogspot.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.