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Citar mucho, decir poco

Fuentes: Rebelión

En cada ocasión que se va a escribir un artículo científico, o mejor dicho, socialmente reconocido como científico, es necesario usar ciertas normas. Una de ellas -bien parametrada-, es la dosis de citas que deben emplearse en dichos artículos. Se hace necesario un cierto número de estas, y preferentemente que sean de revistas o referentes […]

En cada ocasión que se va a escribir un artículo científico, o mejor dicho, socialmente reconocido como científico, es necesario usar ciertas normas.
Una de ellas -bien parametrada-, es la dosis de citas que deben emplearse en dichos artículos. Se hace necesario un cierto número de estas, y preferentemente que sean de revistas o referentes de renombre.
El investigador debe referenciar lo que han dicho otros sobre el tema. Por eso, uno encuentra textos -no solo científicos-, que citan, y citan, y citan, a diferentes autores. Los que escriben estos textos vuelven a decir lo que otros han dicho, y ellos, ¿qué tienen que decir?
Cuentan que en una ocasión alguien se le acercó, nada más y nada menos que a Sigmund Freud. Le comento a la figura del psicoanálisis, que debían estudiar la obra de Nietzsche. Tal propuesta recibió una negativa. Claro estaba que regresar a la obra de aquel filósofo implicaba hasta cierto punto reconocer algunos antecedentes, y por tanto, aceptar en el pasado ideas atribuidas al presente.
Aunque pudiera cuestionarse la integridad intelectual de Freud, en realidad la lección es positiva: Freud tenía algo que decir. No podía dedicarse a estudiar a alguien del pasado y a replicarlo, debía expresar todo aquello que había estudiado y estaba desarrollando, porque él tenía su propio objeto de estudio.
 Claro está que tal actitud tiene sus límites, y mal empleada puede caer en la ignorancia, o en pensamientos de lo más malo de lo posmoderno. Veamos la lección positiva, para valorar la importancia de sostener con responsabilidad dicha actitud. Para ello,  se puede pensar en  cuál es la repercusión o implicación de esas reglas de escritura que se observan hoy.
Al mirar con detenimiento toda esa estructura que es generada dentro del capitalismo, que hace lógicas de negocios en cualquier actividad humana, claro está, que la académica no escapa.
Por eso, habría que preguntarse quién se beneficia  con todo eso. Resulta ser la maquinaria de la industria académica el beneficiario (no es sólo dinero, sino en dominación). Esta establece cuál es el conocimiento científico.
 En ese proceso de diferenciación, como en toda lucha de clases, van a imponerse los que poseen los medios de producción  -y en este caso más- de la realidad en cuestión. Así, los círculos académicos de las zonas más avanzadas y con más recursos, imponen sus condiciones.
Al sistema dominante le es necesario que exista la propiedad intelectual, para comercializar con ella. Se imponen las normas de citado, para obligar a que el investigador tenga que ir a las fuentes que a los que dominan el sector, les interesa que vayan. Entonces, que en el mundo académico haya que citar para escribir, es  un mecanismo de los que lucran con el conocimiento, una herramienta para controlar la  distribución de este.
Esto es parte de la hegemonización de  la producción intelectual, y para lo cual se crean las  reglas que favorecen a unos sobre otros. Por eso, en nombre de la «honestidad científica», el que pone esas reglas para la producción científica, teórica, académica, te dice a su conveniencia – en función de la industria que ahí habita- qué, y cómo hay que referenciar.
Esa cuestión de citar tiene muchas más determinaciones que bastarían no menos de un ensayo sobre ellas, por lo que solo quería descartar lo que mencioné. Después de todo, ese asunto tiene sus matices, y la hegemonía sobre el conocimiento puede ser bien aprovechada para el bien de las mayorías.
Ocurre que hay otra cara de esa realidad que me parece que puede ser más preocupante, y es el esquema colonizador que está escondido, no solo del conocimiento edificado, sino de las lógicas que enseña.
El sistema por referentes, y antecedentes teóricos, de la obligatoriedad de consultar a otros que hayan desarrollado el tema, condiciona a usar constantemente ideas de otros, a estar mezclando conocimientos ya hechos. Por lo que  delimita a trabajar dentro de un marco de saberes establecidos. Es decir, a reproducir paradigmas. Le pone en el campo del desenvolvimiento del pensamiento, un límite a este.
Por otro lado, al reproducirse conocimientos se arrastra también la lógica que reproduce el sistema que lo creó. ¿Cuál? Una lógica formal que te establece los límites. ¿A quién le es funcional ponerle límites al conocimiento? Cómo siempre ha sido, a quien ejerce la dominación.
El sistema dominante ejerce esa capacidad a través de los conocimientos y los esquemas mentales que produce y reproduce. Para ello, se intenta generar las subjetividades que creen el instrumental para la reproducción del sistema y que, parte de ello, es un pensamiento que no vea más allá del sistema.  No digo que esas lógicas las haga el sistema, estas son generadas por la propia forma en que el hombre se relaciona con el mundo (1), pero lo cierto es que le es funcional al sistema dominante la forma en que actualmente se hace ciencia -me limito a hablar de la social-.
Piénsese en la investigación. El que la realiza, en el ejercicio de citar, en la búsqueda de algún criterio de autoridad, saca una idea que fue resultado de la investigación de otro objeto teórico, y se le impone al objeto que se va a estudiar.
Eso es más común de lo que parece. Está en cualquier apreciación que se hace a priori sobre un objeto, e incluso, en otras que son resultado de profundas investigaciones.
Cualquier reflexión, como le llama la dialéctica a la investigación (2), el intento de conocer un objeto, debe generar la propia lógica del objeto. Si no se hace esto, no se está viendo al objeto, o sí, pero a la luz de la dinámica de otro. Algo así, como la sabia del genio, de juzgar a un pez por su capacidad de volar. Para esos casos, la capacidad de reflexionar, de reflejar al objeto, se ha quedado en la reflexión extrínseca, es decir, ni siquiera es reflexión. No lo es, porque se cree que está reflejando al objeto pero es a otro, porque arrastra su lógica (la de otro objeto).
Pero si se revisa en los alrededores, se verá como el sistema de pensamiento dominante, lejos de darnos la idea de elaborar la propia lógica del objeto que se quiere aprender (sin asumir contradicciones en este, sin asumir antagonismos o teleologías), se dan lógicas, fórmulas, esquemas que se pretenden ser universales, cuando no es otra cosa que el esquema del objeto del pensamiento del dominante, que intenta imponerlo. 
Entonces, nos queda un mundo, donde algunos hacen las lógicas, otros construyen conocimientos sobre estas, para que otros, tengan que ir a reproducir esos conocimientos, y que impide decir mucho sobre lo que intenta estudiar.
A eso nos ha llevado el esquema de reproducción intelectual y académico que muchos producen. Por eso hay, mucho que citar, y poco que decir. No solo porque hay que y qué citar, sino porque se está entrenando a la gente para citar.
Al igual que Freud, con responsabilidad, no se trata de tener qué citar, sino  qué decir. Es necesario crear formas propias de pensamiento. Algo necesario para romper los esquemas mentales del sistema dominante.
Y no se trata de que este se haga más rico monetariamente hablando, como si fuera el problema. Se trata de que con esos esquemas que perpetúan el pensamiento actual,  se perpetúa también el estado de cosas, donde a los que están bien les conviene.

Mejorar siempre ha sido superar lo existente. Se trata de que es necesario pensar el objeto desde su lógica, y no desde la que se impone. Sin eso, siquiera se verá el problema. Y así, difícilmente se resolverá.

Bibliografía
1. Hayes Martínez, Miguel Alejandro. Forma y movimiento. La Trinchera. [En línea] 2018. [Citado el: 07 de 01 de 2019.] desdetutrinchera.com/teoria/forma-y-movimiento-marxismo.

2. Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. La Ciencia de la Lógica. s.l. : Ediciones Solar, 1982.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.