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Reseña de El Estado y la conflictividad político-social en el siglo XX

Claves interpretativas de un colapso civilizatorio

Fuentes: El viejo topo

Ramón Fernández Durán, El Estado y la conflictividad político-social en el siglo XX. Claves para entender la crisis del siglo XXI. Madrid, Virus editorial, 2010, 142 páginas.

El Estado y la conflictividad político-social en el siglo XX. Claves para entender la crisis del siglo XXI es el capítulo introductorio de un próximo libro, ya en marcha, de Ramón Fernández Durán que llevará por título Quiebra del Capitalismo Global: 2000-2030. Preparándose para el inicio del colapso de la Civilización Industrial. Sea como sea, no es sólo una introducción a ese nuevo ensayo, sino que, en palabras del autor, «pretende ser también una especie de síntesis (parcial) del libro en su conjunto».

El Estado y la conflictividad político-social en el siglo XX. Claves para entender la crisis del siglo XXI está estructurado en dos partes diferenciadas. «El Estado en el mundo durante el siglo XX» es la primera y está subdividida en nueve apartados. Entre ellos, «El (nuevo) Estado-nación en el Sur global» y «Crisis, colapso y reconversión brutal del Estado del socialismo real». La segunda parte lleva por título «La conflictividad político-social mundial en el siglo XX» y está compuesta por siete apartados. «Nacionalismo, militarismo y conflictividad político-social» y «Globalización, crisis del socialismo, movimiento antiglobalización e Islam político» son dos de estos apartados. Una bibliografía esencial cierra este sucinto pero sustantivo ensayo que puede ser visto como dos caras de una moneda conjuntada: más analítica la primera, más estrictamente política la segunda.

En el trabajo, así se señala en la presentación, y en la contraportada, una pieza más de los análisis elaborados por el autor sobre el siglo XX, se dedica una especial atención a la evolución del papel del Estado y la conflictividad político-social en el despliegue del capitalismo global. Algunas de las tesis defendidas por Ramón Fernández Durán: 1. La institución del Estado se amplía al mundo entero después de la irrupción de un gran número de nuevos Estado tras el fin del dominio colonial europeo. 2. La forma que adquiere el estado es la del Estado-nación de corte capitalista, forma que alcanza su apogeo con el derrumbe de la Unión Soviética. 3. Se ha seguido un ciclo dialéctico, por decirlo en términos clásicos: de un Estado fuertemente liberal a inicios del siglo XX, se pasó a un Estado social a mediados de siglo especialmente en los territorios centrales occidentales, para finalizar en el Estado neoliberal en el que estamos inmersos. 4. Implicación de esa evolución: desmantelamiento de gran parte de las conquistas políticas y sociales alcanzadas, con pérdida de legitimidad del sistema-mundo en algunas zonas de la periferia.

Ramón Fernández Durán no se olvida del sentido de esta evolución: el nuevo Estado-nación que las poblaciones abrazaron como una institución que les debía proteger de sus antiguos amos se convirtió, en la mayoría de los casos, en una amenaza permanente para los desfavorecidos, para «los muchos», «salvo por supuesto para las elites y para unas limitadas clases medias, allí donde los procesos de industrialización propios habían llegado a tener un mayor recorrido, antes de la llegada de la globalización de las dos o tres últimas décadas del siglo XX» (p. 27).

Son tantos y tantos los temas tratados que es imposible su comentario detallado en esta reseña. RFD, forzosamente, dada las características de su trabajo que, recuerdo, es una introducción a un libro de mayor amplitud, se ha visto obligado a tratar una enorme diversidad de temáticas de manera apretada pero siempre brillante y documentada. Como es razonable pensar no siempre el lector/a queda complacido con la argumentación y presentación de sus afirmaciones (hubiera deseado más madera) pero es altamente significativo el interés que despierta el ensayo en el lector más allá de diferencias o matices puntuales. Así, por ejemplo, Ramón Fernández Durán afirma, en el apartado dedicado a la crisis del marxismo en la segunda parte del ensayo, que esa tradición no fue, «dicho irónicamente», lo suficientemente materialista dado que también concibió la evolución del sistema económico separada del sistema físico, de la misma Naturaleza. El comunismo de la abundancia que propugnaron los clásicos marxista no era posible alcanzarlo. Sin duda, estas fueron posiciones centrales y dominantes en la tradición pero es sabido también que desde los años sesenta autores marxistas fueron críticos respecto a esa forma de entender la liberación y el progreso social. El mismo Marx, sabido es también, vislumbró en ocasiones la antinatural cara oscura del sistema.

Ramón Fernández Durán es criticó de Marx y su tradición en otro punto. La ciencia y la tecnología que Marx tanto veneró, señala un pelín anacrónicamente, y que percibió como instrumentos liberadores, «se demostraban como mecanismos que reproducían y profundizaban las condiciones de dominación del capital sobre el trabajo, sobre el conjunto de la sociedad y sobre la propia naturaleza» (p. 107). Hay más cera de la que arde sobre este punto en la obra de Marx y, en mi opinión, a riesgo de abonar irracionalismo no menos peligrosos, la aproximación al papel social de la ciencia y la tecnología contemporáneas, no sólo en sus nudos serviles al capitalismo sino también en sus numerosos vértices críticos, exige matices que seguramente el autor desplegará en su obra de mayor dimensión.

El ensayo, puede verse así, es también un ejercicio de política-ficción, asentado sobre bases los más reales posibles y con manifiesta voluntad movilizadora y transformadora. La intención, así lo ha manifestado el propio autor, es «ayudar a impulsar una reflexión crítica colectiva sobre este próximo periodo, 2010-2030», que el mismo denomina de «quiebra del Capitalismo Global» y que sería la primera etapa del largo colapso de la sociedad industrial iniciado hace ya unos años. El periodo, desde luego, no pinta bien ni permite tañer campanas: los escenarios que se vislumbran, y que el autor dibuja en sus grandes contornos, serán probablemente muy duros, y la capacidad de intervención de la ciudadanía rebelde va a ser en general muy limitada, pero «para nada nula e irrelevante». No se trata solo de abonar la reflexión colectiva al respecto sino de animar, de no paralizar, y orientar «en la voluntad de resistir y actuar para condicionar y reconducir el despliegue de estos procesos de forma emancipadora». Todo ello no es obstáculo para ver con nitidez el auge de los fundamentalismos de todo tipo en esta primera década del siglo y también de movimientos sociales, muy arraigados, fuertemente regresivos y no siempre abonados exclusivamente por clases medias que ven en peligro su anterior situación social. Sectores de las clases trabajadoras no están alejados de esas tentaciones antisociales.

El autor advierte que el análisis de los cambios acontecidos tras el 11-S, a partir de la irrupción de la gestión neoconservadora, así como la progresiva agudización de la crisis global no se ha tratado aquí, y serán abordados en el futuro libro. En su opinión, la evolución del Estado y de la conflictividad a lo largo del siglo XX es asunto esencial «para entender algunas de las características de la crisis global actual».

El Estado y la conflictividad… abre sus dos apartados con citas de Arrighi, Moore, Offe, Wallerstein, Silver y Elliot. Dos de estas citas ilustran muy bien las coordenadas político-intelectuales desde las que el autor ha escrito su aportación: «La globalización ha conseguido, más que cualquier cosa, romper un siglo de poder obrero» (Berverly Silver) y «El 68 fue la tumba ideológica del «papel dirigente» del proletariado industrial» (Immanuel Wallerstein). Tumba del papel dirigente no significa anulación de cualquier papel y la ruptura del poder obrero, y de su resistencia en algunos países, no tiene por qué ser inexorable ni tiene por qué conducirnos, es necesario insistir, a la pasividad.

No se pierdan las «bonitas y sugerentes» ilustraciones de Isabel Vázquez. Están a la altura de lo que ilustran.