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Coalición y movimientos sociales

Fuentes: Alai-amlatina

Respaldado por 58 millones de votos, el presidente Lula dispone de suficiente fuerza política para proponer la coalición entre partidos. Con excepción del Partido del Frente Liberal (PFL), todos los principales partidos aceptan, por lo menos, un entendimiento con Planalto. Eso es bueno para el Brasil y óptimo para el presidente. De ese modo se […]

Respaldado por 58 millones de votos, el presidente Lula dispone de suficiente fuerza política para proponer la coalición entre partidos. Con excepción del Partido del Frente Liberal (PFL), todos los principales partidos aceptan, por lo menos, un entendimiento con Planalto. Eso es bueno para el Brasil y óptimo para el presidente. De ese modo se asegura la gobernabilidad de su segundo mandato. Incluso el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), que le disputó la presidencia, se muestra dispuesto al entendimiento y al diálogo, enfriando sus arremetidas opositoras.

Una coalición partidaria difiere, y mucho, de un pacto social, como el que llevó a cabo Felipe González en la España posfranquista. En Brasil es inviable un pacto, dada la abismal diferencia de clases. No se puede esperar que las ollas de hierro y de barro convivan en armonía, dice la Biblia. Al menor conflicto ya se sabe cuál de ellas se quebrará.

Pero hace falta que los actores de la coalición revelen sobre qué bases está firmada la misma. ¿Hay un proyecto de nación? ¿Un ‘otro Brasil posible’? ¿O se trata de un mero arreglo, no de gobernabilidad, sino para darles empleo a los correligionarios de los partidos firmantes? El pueblo brasileño tiene derecho a conocer qué llevó a partidos como el Partido Democrático Laborista (PDT, por sus siglas en portugués) y Partido Verde (PV), hasta ahora adversos al Partido de los Trabajadores (PT), a bajar la guardia y, seducidos por el canto de sirena, dejarse arrastrar a los brazos de Orfeo, entregados a los encantos de ese movimiento transmigratorio.

No se puede excluir de la coalición el otro pivote de la gobernabilidad petista: los movimientos populares. En diciembre fueron llamados a dialogar con el presidente y con el ministro Dulci. Lula se comprometió a mantener un diálogo permanente con ellos. Es oportuno recordar que Lula y su gestión son resultado de la lucha de los movimientos sociales que, tras derribar a la dictadura, promovieron la movilización que acabó en una Asamblea Nacional Constituyente y en la Constitución de 1988.

En esa audiencia de diciembre el presidente recibió de los movimientos sociales un conjunto de documentos y reivindicaciones: cambios en la política económica, realizar las reformas laboral y aseguradora, promover el desarrollo con distribución de la riqueza y respeto al medio ambiente, democratizar los medios de comunicación, hacer efectiva la reforma agraria, pleno respeto a los pueblos indígenas, a los afrodescendientes y a los ambientalistas que defienden el desarrollo sustentable, reglamentar la liberalización de los transgénicos con medidas de precaución y respeto a los derechos del consumidor.

Lula afirmó que el crecimiento del país es su prioridad, observadas tres exigencias: control de la inflación, distribución de la riqueza, mejoramiento de la infraestructura. Señaló que las reformas prioritarias son la tributaria y la política. La de la Seguridad Social será debatida en un foro amplio con participación de la sociedad civil.

Presionado por el paradigma neoliberal, el gobierno está obcecado con los índices de crecimiento del PIB. ¿Es ése el criterio de desarrollo? Bajo la dictadura el PIB brasileño creció a niveles astronómicos, pero no por ello salió beneficiada la nación, hasta el punto de que el general Médici admitió que «la economía va bien, pero el pueblo va mal».

Lo más preocupante es que, según la idea de crecimiento de los ricos, lo importante es que siga estable el dólar, que se incrementen las exportaciones y se mantenga un rígido control fiscal, reduciendo la capacidad de inversión del Estado, entendida como gasto. En resumen, para los vencedores las papas, para la turba las cenizas del brasero.

Lula fue elegido, en los dos mandatos, porque se comprometió a promover el desarrollo sustentable. El Brasil no tendrá un futuro mejor si continúa como rehén de los paradigmas neoliberales, que consideran más relevante ahorrar US$ 80 mil millones que invertir el 6 % del PIB en educación y otro tanto en salud. Y además el futuro no será sustentable sin preservar el medio ambiente, sin legalizar las tierras de los campesinos, sin demarcar las reservas indígenas y sin respetar la autonomía del Ministerio Público, que es quien vela por el cumplimiento de las leyes.

Temo que, sin la participación de los movimientos sociales, la coalición termine en el neopopulismo -la línea directa entre el presidente y el gran gestor de su reelección, los más pobres, separados de las instituciones que los representan. Si así fuera, el PT habrá cambiado su propósito original de «organizar a la clase trabajadora» por un clientelismo asistencialista que, sin duda, obtiene votos pero no cambia las estructuras arcaicas que impiden que el Brasil sea un país justo y una nación humanamente desarrollada.

Frei Betto es escritor, autor de «Trece cuentos diabólicos y uno angelical», entre otros libros. Traducción de J.L.Burguet