En su artículo de (26.08.17) La Jornada, el economista mexicano Gustavo Gordillo analiza como pocos compatriotas nuestros lo han hecho, los componentes de la crisis por la que pasa el Sistema económico y social que en términos planetarios pierde firmeza. De entre las nociones que son la materia de su análisis, brilla por su ausencia […]
En su artículo de (26.08.17) La Jornada, el economista mexicano Gustavo Gordillo analiza como pocos compatriotas nuestros lo han hecho, los componentes de la crisis por la que pasa el Sistema económico y social que en términos planetarios pierde firmeza. De entre las nociones que son la materia de su análisis, brilla por su ausencia la de democracia, no obstante que hoy es imprescindible para contrarrestar el alcance demencial de su manoseo por las oligarquías políticas para manipular a su antojo la realidad.
Democracia es un sistema de convivencia nacional ordenada, basada en la igualdad de oportunidades declaradas reales para todos, que sólo puede ser construido por la nación y supletoriamente por el Estado, y de ninguna manera por los partidos políticos, sus coaliciones y mucho menos por los gobiernos.
Los partidos se dedican al reparto de favores envueltos en palabras carentes de contenido preciso por su uso intencionado en la arena pública con el objeto de domesticar y manejar a la población. La socialdemocracia, de la que se reclaman en México dos formaciones públicas mayores es la que mejor falsifica la realidad con palabrería desaseada.
La socialdemocracia es la fuerza partidaria que más ha contribuido al desprestigio de la palabra democracia, a la que suele recurrir para calificar sólo sus logros particulares. Lo cual tiene una explicación histórica propuesta por los camaradas del Centro de Estudios Socialistas Karl Marx:
El problema de y las discusiones sobre las relaciones entre socialismo y democracia, tan vivos en estos últimos años, distan mucho de ser una novedad, sobre todo para los marxistas. Baste recordar los famosos debates entre Rosa Luxemburgo y Kautsky al comenzar el presente siglo, así como los enfrentamientos, desde diversos ángulos, de Rosa Luxemburgo y Kautsky con Lenin.
La crispación de esos debates, particularmente el segundo, puede apreciarse claramente desde el título mismo del texto polémico de Lenin La revolución proletaria y el renegado Kautsky. Al abordarse en la polémica las relaciones entre socialismo y democracia, en el fondo se trataba de concepciones opuestas sobre el significado de la teoría de Marx, sobre la idea del socialismo y sobre la estrategia de la socialdemocracia y del bolchevismo en su opción práctica por el socialismo. No nos detendremos en el saldo que arrojó el debate. Simplemente las recordaremos por un momento para subrayar cómo estaba presente en ellas, desde perspectivas opuestas, la necesidad de poner en relación -y en la relación insoslayable- socialismo y democracia.
En las décadas siguientes, la II Internacional, socialista, se aferró a una concepción de la democracia que excluía la revolución, en tanto que la III Internacional, comunista hizo lo propio con la concepción leninista de la «actualidad de la revolución», según la expresión lukacsiana de los años veinte. Esta concepción aparta la preocupación por la democracia, así en la conquista como en el mantenimiento del poder hasta que, mediada la década de los treinta, vuelve a ponerse sobre el tapete en el VII Congreso de la Internacional Comunista con una concepción instrumental -la del Frente Popular- de la democracia.
La recuperación de la reivindicación de la democracia por los sectores radicales de la izquierda que orientan su pensamiento y su acción por una alternativa socialista, es un hecho relativamente reciente que contrasta con la despreocupación o menosprecio de que fue objeto en décadas pasadas. Las experiencias históricas de los últimos tiempos ha contribuido a la revaluación de la democracia en su conexión con el socialismo, no sólo como reivindicación necesaria en la sociedad actual, sino también en la vida interna de los partidos que aspiran al socialismo y, sobre todo, como ingrediente inseparable del socialismo que se pretende construir sobre las cenizas del Sistema social y económico que todo lo que toca lo contamina.
Entre estas experiencias históricas se hallan la brutal anulación de todo vestigio de democracia en los regímenes fascistas de ayer y en los militares o autoritarios, tan frescos en nuestra memoria, de América Latina.
Están asimismo los recortes de la democracia en los países capitalistas (Estados Unidos, Alemania Federal) donde cierto status democrático constituía ya una tradición burguesa aparentemente inconmovible, aunque -como acabamos de recordar- el capitalismo no dudó en los años treinta en Italia y Alemania en desembarazarse violentamente de ella cuando lo juzgó necesario.
Lingüistica y democracia. Las deformaciones que desvían la tendencia democrática
Cada palabra es un significante con un significado. Y cambiar el significado o el sentido de las palabras, dice el jurista Antonio García Trevijano, es un arma política que las élites utilizan para imponer sus valores, principios y verdades, sobre los de la mayoría social, hasta conseguir que esta última asuma aquellos valores, y acepte voluntariamente los mismos como algo natural y conveniente, incluso que los adopte y los convierta en propios.
El uso reiterado de eufemismos suaviza a conveniencia la percepción psicológica de la realidad, aunque esta sea agria o delictiva, y abona la interiorización de mitos colectivos. No llamar a las cosas por su nombre, inventar palabras o expresiones para identificar o describir determinadas cosas o situaciones, es un medio para disfrazar y distorsionar la realidad.
No hay artículo periodístico o comentario en los medios de comunicación que no utilice algún término o concepto con un significado diferente del original o del que ha adquirido con el paso del tiempo, y no se trata de meras licencias literarias. Esta técnica manipuladora cuenta con el objetivo de disfrazar y dulcificar la realidad, y presentarla bajo parámetros de lo que la socialdemocracia considera políticamente correcto, el paro es ‘tasa de desempleo’; la crisis ‘desaceleración económica», «crecimiento negativo» o «crecimiento decreciente’; la rebaja de salarios ‘devaluación interna’; los despidos colectivos son ‘flexibilidad laboral’; el cierre de empresas ‘cese de actividad’; la explotación laboral «economía sumergida»; la supresión de derechos sociales ‘reformas estructurales’; desfalco es «desvío de fondos»; pobre «persona en riesgo de exclusión social»; soborno «tráfico de influencias»; separación matrimonial «cese temporal de convivencia»; víctimas inocentes son «daños colaterales»; atentado terrorista un «accidente mortal»; un aborto «interrupción voluntaria del embarazo», eutanasia «muerte digna»; sacerdote «técnico espiritual de grado medio».
La ruptura de la correspondencia entre el significante y el significado de las palabras es una de las herramientas que las ideologías utilizan para captar adeptos. La socialdemocracia emplea magistralmente este recurso, tanto para presentarse y ofrecerse, como para describir la realidad dentro de los parámetros que considera políticamente correctos.
Aunque los planteamientos actuales de la socialdemocracia, están muy alejados de los que hicieron surgir esta ideología, sí ha conservado sin embargo la técnica de manipular el lenguaje. Veamos, comenzó por disfrazar el significado de la ideología de la que trae causa; inicialmente mantiene la marca «marxista», y a la vez que se autoproclama representante y defensora de la clase trabajadora se integra y participa de los beneficios de los regímenes liberales capitalistas; Lenin dirá con amargura que «la socialdemocracia sólo toma partido por los trabajadores y se pone de su lado cuando estos últimos no lo necesitan». Tras la Segunda Guerra Mundial la socialdemocracia abandona el marxismo y se centra en administrar el denominado «estado del bienestar», que alimentará en la medida y en la dirección que le permite mantener y controlar el poder político.
La socialdemocracia como prototipo de «ideología pura del poder»; apropiada e ideal para amparar y sostener a los políticos oportunistas; se caracteriza por presentar una realidad edulcorada por valores que pueden ser unos y los contrarios, y ambos además al mismo tiempo; todo es posible y defendible, depende del momento y de quién lo hace, es el relativismo práctico y la moral efectista. El cómico neoyorkino Marx, sin ser conciente de ello, pero encarnando al perfecto socialdemócrata manifestó: «mis principios son estos, pero si no le gustan no se preocupe que tengo otros» consiguió una síntesis genial de la suplantación.
Y cuando la manipulación del lenguaje resulta insuficiente para lograr el objetivo, las élites socialdemócratas no dudan en recurrir a la mentira burda: el aumento de la deuda pública de los estados está provocado por el exceso de gastos sociales, por las políticas económicas neoliberales, neocomunistas.
Los medios de comunicación dominados por esas élites socialdemócratas siguen al pie de la letra el principio goebbeliano de «una mentira repetida mil veces, como poco, adquiere apariencia de verdad»; repitiendo machaconamente los términos que distorsionan la realidad que se trata de ocultar o manipular, hasta lograr que algunos de esos términos se incorporen al vocabulario de los ciudadanos, integrándose inconcientemente en la argumentación que estos últimos, sin casi darse cuenta, interiorizan y utilizan como propia. Inmediatamente se percibe que determinados adjetivos comienzan a repetirse; de repente casi todo debe ser «sostenible», la economía, el crecimiento, el empleo; todo es «integral», «progresista», «avanzado», «multi» o «pluri». Desde luego, el eufemismo por excelencia es el recurso a la palabra democracia que sirve para procurar la intocabilidad de una situación arbitraria.
En su articulo de La Jornada (09.09,17) Gustavo Gordillo aborda el drama de la pérdida de sentido de la lengua española nacida en Castilla hace un milenio. Esta aportación coloca al comentarista sabatino entre los reformadores políticos que ven en el empleo de la lengua un instrumento de control y mediatización de los electores. dice Gordillo: «Lo distintivo del newspeak es la separación radical del lenguaje del discurso político tanto del lenguaje de la vida cotidiana como de los lenguajes científicos y técnicos.
«El newspeak «democrático». Considera a la política como mercado. Su frase favorita resume toda su sabiduría: «así es la política». Consigna de campaña y sustento conceptual que naturaliza al mundo como es, en vez de imaginar y construir otros mundos posibles. La visión dominante define la política a través de una metáfora: la política es un mercado político en el cual se intercambian ofertas electorales ante demandas ciudadanas».
Estamos a la espera del abordaje de Gordillo del tema de la democracia.
Que estos comentarios nuestros sean una aportación para que su análisis por parte de un político experimentado como Gustavo nos aclare el panorama formado por algunos conceptos jurídicos y de teoría política, Estamos ante un autor mexicano que ha dado la orden de salida a la crítica profunda del Sistema económico y social que irremediablemente se desarticula en el vacío y cuyos valores rectores exige que sean salvaguardados.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.