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Cómo no criticar a Donald Trump

Fuentes: Rebelión

Ni la crítica de las armas ni el arma de la crítica

No debemos ver a Donald Trump como una anomalía sino como la más reciente expresión del capitalismo norteamericano en una fase particular de su desarrollo. Este artículo señala las principales inconsistencias de la oposición liberal-demócrata a Trump la cual se ha manifestado a través de indignadas declaraciones en defensa de la democracia en abstracto, o de piadosas proclamaciones morales de una virtuosidad política de cuestionable origen. En estas páginas se argumenta que este tipo de discurso no va más allá del señalamiento de las particularidades negativas de la personalidad del actual presidente o la de sus aliados republicanos, poniendo en evidencia por un lado, su ineficacia política frente a la arremetida republicana — como lo demostró la derrota electoral de Kamala Harris — pero además, saca a relucir lo superficial y rudimentario del pensamiento liberal caracterizado por su aversión a lo substancial y su apetito por lo pueril al interpretar la realidad social.

Desde 2016, la crítica contra Donald Trump se ha centrado fundamentalmente en atacar la personalidad del sujeto y las formas de su comportamiento como individuo público. En la actualidad esta crítica continúa embriagada en la acumulación de atributos que añadir al perfil del presidente republicano, tarea irónicamente facilitada por las continuas acciones y estilo impasible del propio Trump. La compilación de adjetivos adversos incluye entre otros: maligno, incompetente, bufón, etnocéntrico, autoritario, misógino, delincuente sexual, proclive a la mentira pública, poseedor de un estilo histriónico tosco, vulgar, y poco presidencial, etc. Lastimosamente, este enfoque descriptivo-acumulativo se ha convertido en el modo más popular usado por muchos opositores de Trump y ocupa un largo espacio político en la sociedad norteamericana. El problema con este tipo de crítica radica no en su veracidad sino en que no puede ser tomado como punto de partida para comprender el fenómeno en cuestión, o para explicar la realidad social norteamericana actual y peor aún para imaginar su transformación a una sociedad más igualitaria. La razón principal es que dicha perspectiva ignora que la aparición de ciertos personajes públicos y sus particularidades, contienen tras de sí razones estructurales específicas que hacen posible su existencia y definen su contenido. Marx nos recuerda que el tratamiento de líderes políticos debe ser enfrentado de otro modo:

Aquí solo se trata de personas en la medida en que son personificación de categorías económicas, portadores de determinadas relaciones e intereses de clase.1

Por otra parte, la crítica Ad Hominem, no solo es conceptualmente cuestionable pero potencialmente conlleva a serias y amargas consecuencias. El ejemplo más reciente es que con la aprobación de la mayoría de votantes, ‘el bufón’ y la extrema derecha del Partido Republicano, a quienes Chomsky calificara alguna vez como ‘la organización más peligrosa del mundo’, ocupan por segunda vez la Casa Blanca, y han dado inicio a una arremetida de extrema derecha a nivel doméstico e internacional intentando permanecer en el poder por mucho tiempo.

La crítica efímera

El centrar la crítica en la personalidad de los sujetos e ignorar verlos como personificación de categorías económicas, invisibiliza las relaciones sociales entre clases y entre seres humanos; pero además hace que el agente causal responsable de la forma de organización social que afecta a los Estados Unidos y a la mayor parte del planeta — el modo capitalista de producción — se vuelva igualmente intangible o irrelevante, y se convierta en un término expatriado del discurso político. En consecuencia se excluyen del proceso de conocimiento de la realidad preguntas centrales como las siguientes:

  1. ¿Quiénes son el dueños de la industria, la banca, las tierras, el espacio que nos rodea, y como llegaron a poseerlos? (El tema de la propiedad sobre los medios de producción),
  2. ¿Por qué los salarios de la mayoría de la población no alcanzan para vivir con dignidad? (el tema del trabajo asalariado)
  3. ¿Por qué enfrentamos una creciente desvalorización del mundo humano y la gran mayoría no tenemos control sobre nuestras condiciones de existencia como agentes libres? (el tema del trabajo alienado)
  4. ¿Qué podemos hacer para cambiar esta realidad? (el venido a menos tema de la revolución y el cambio social)

Estas interrogantes — claves para entender procesos sociales — están casi siempre ausentes en el discurso liberal y hace que su crítica contribuya al robustecimiento de un déficit epistemológico en el conocimiento de la sociedad. Déficit generado inicialmente por la economía al fetichizar el proceso de apropiación del trabajo social, y simultáneamente retro -alimentado por la ideología capitalista que oculta, enturbia, o desfigura la realidad dando lugar no solo a una ‘falsa conciencia’, sino también a la desaparición de las posibilidades de desarrollarla.

Esta insuficiencia cognitiva hace que, como en la cueva de Platón, sigamos atrapados en su interior pensando que las sombras son la realidad. O que, como el sapo que habita al fondo de un pozo y que al mirar hacia arriba cree que la totalidad del cielo está constituida por el pedazo de cielo que permite ver la boca del pozo. Finalmente, este tipo de crítica es cómplice con el status quo en tanto da forma a un tipo de lenguaje que obstruye la realidad y que viene distribuido en amplios sectores sociales, pero además este discurso perpetúa ciertas formas de comprender el mundo que a la larga favorecen el sistema. Es una crítica efímera y no transcendente. Es una crítica que no apunta a la raíz del problema.

Trayectoria de un ‘abandono’ y las ironías de la realidad

¿Como explicar entonces las preferencias del electorado norteamericano por un candidato que, a pesar de la objetividad de los calificativos en su contra, logra captar la gran mayoría de votos y la presidencia de la república? El senador Bernie Sanders, una de las pocas voces pensantes en el Senado Americano, ofreció la siguiente explicación al día siguiente de las elecciones:

No debería sorprendernos que un partido Demócrata que ha abandonado a la clase trabajadora, descubra que la clase trabajadora los ha abandonado. Primero fue la clase trabajadora blanca, y ahora son también latinos y negros. Mientras los dirigentes Demócratas defienden el status quo, el pueblo estadounidense. Esta enojado y quiere un cambio. Y Tienen razón.

La aserción de Sanders si bien es acertada, debe ser asumida solo en su sentido más general. Es decir, sin que ello signifique considerar al Partido Demócrata como el aliado histórico natural de la clase trabajadora y del pueblo estadounidense, puesto que la historia de dicho partido, así como de las luchas del proletariado norteamericano muestran lo contrario.2 Sin entrar en mayores detalles, baste aquí con señalar que el desarrollo y expansión del capitalismo en dicho país han tenido lugar mediante el uso alternativo y muchas veces simultaneo de los dos partidos hegemónicos del sistema político. Republicanos y Demócratas siempre han representado en primera instancia los intereses del capital y solo de forma circunstancial, condicionados por el nivel de la lucha de clases, han hecho concesiones a las demandas populares.

La evidencia histórica siempre incomoda a la imaginación y saca a la luz ironías poco esperadas. En el imaginario del liberalismo político norteamericano pocas figuras tienen una imagen positiva más alta que la de los expresidentes Jimmy Carter y Barak Obama. No obstante, desde una perspectiva menos olvidadiza, la historia nos recuerda que fue Carter quien en el segundo año de su administración (1978), oficializó el distanciamiento entre el los sindicatos de trabajadores y el Partido Demócrata, al debilitar y hacer irrelevante el contenido progresista original de la llamada Acta Humphrey-Hawkins, que ofrecía garantía de empleo y remuneración justa a los trabajadores. Recordemos que Carter implementa esta medida contraria a los sindicatos y gremios norteamericanos en medio de una progresiva des-industrialización de la economía, despidos masivos, y la acelerada transferencia de capitales al exterior por parte de los inversionistas estadounidenses. Eso significó por un lado, la pérdida de millones de miembros organizados en sindicatos y su consecuente despolitización, así como el crecimiento del desempleo y pobreza generalizada. Y por otro lado, el robustecimiento de las tendencias neo-liberales al interno del gran capital monopólico financiero norteamericano.

El neoliberalismo continúo robusteciéndose durante las administraciones republicanas de Ronald Reagan (1981-1989), George H. Bush (1989-1993), y George W. Bush (2001-2009). Pero también con los demócratas Bill Clinton (1993-2001) y Barak Obama (2009- 2017) que le dieron continuidad y fuerza. En efecto, Obama perpetúo la política de medias tintas con respecto a los sindicatos en la industria, favoreció las llamadas charter schools (escuelas privadas) en contra de los sindicatos de profesores, y salvó con fondos públicos la quiebra del sistema financiero bancario norteamericano causante de la crisis por la que atravesaba la población en aquel entonces. Crisis económico-social frente a la cual Obama había prometido si se puede’, como consigna general de esperanza popular para salir del atolladero creado por los dueños del capital. Esperanza que Obama y el partido Demócrata no dudaron en abandonar para salvar las grandes corporaciones financieras y el capitalismo monopólico.

Como era de esperarse, esto trajo consigo el desencanto masivo y la creciente desilusión de las masas con respecto al Partido Demócrata, el cual — vale la pena resaltar — creó así las condiciones para el arribo del ‘Trumpismo’. En el presente las cosas no han cambiado en dicho partido, recordemos que la plataforma política de Kamala Harris se centró en ampliar su margen electoral entre republicanos moderados de clase media y alta, limitando su programa a la defensa de derechos civiles como el derecho de las mujeres al aborto, pero ignorando la economía y los problemas que emergen de esta esfera como al momento son la inflación, y el deterioro general de las condiciones de vida. En contraste, el mensaje de Trump de ‘Hacer Grande a los Estados Unidos Otra Vez‘ (MAGA o ‘Make America Great Again), encierra un código inclusivo, si bien impreciso (o precisamente por ello) , pero capaz de aglomerar a amplios sectores de la población, inclusive a la clase trabajadora y minorías étnicas abandonadas o minimizadas por el Partido Demócrata.

Los Estados Unidos y la Geopolítica Global

A nivel internacional vemos como el peso imperial de los Estados Unidos se ha deteriorado en algunos frentes, y como ha mermado parcialmente su hegemonía frente a un escenario mundial cada vez más conflictivo que busca re-organizar la geopolítica. En las últimas décadas esta tendencia se ha hecho evidente en la agudización progresiva de la rivalidad de los USA contra China por el control de los espacios físicos y cibernéticos que estructuran el mundo actual.3 Las tendencias hacia una nueva configuración de la geografía política y económica del planeta también están presente en la fragmentación del viejo orden internacional, con el aparecimiento de bloques competitivos como BRICS (integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sud África, a los cuales deben añadirse Egipto, Etiopia, Irán, Sud-Arabia, y Los Emiratos Árabes). Todo esto, en el contexto de las macro-contradicciones presentes al interno del llamado mundo occidental europeo, las desigualdades cada vez más agudas entre el norte y el sur-global, las discordancias crecientes entre el bloque occidental y el mundo oriental, los casi tres años de guerra en Ucrania con la reciente participación de soldados de Corea del Norte, el continuo genocidio en Gaza del pueblo palestino por parte de Israel, los múltiples frentes de conflicto en el Medio Oriente, el fenómeno migratorio, y la crisis ambiental que circunda el planeta. Todos estos eventos reflejan un orden internacional que requiere de nuevas coordinadas operativas en el funcionamiento de la economía mundial.

Por otra parte, — por así decirlo — el capitalismo solo percibe la realidad y actúa sobre ella a través del tema que garantiza su supervivencia, esto es, la continua búsqueda de acumulación y ganancia. Dentro del marco geopolítico actual, el capitalismo norteamericano precisa hoy más que nunca antes en su historia, de un estado fuerte bajo su control que garantice su expansión y los márgenes de ganancia dentro y fuera del territorio nacional. Es en este contexto que el personaje Trump hace su aparición como el trovador más indicado para las aspiraciones del capital, dispuesto a entonar las nuevas melodías y canturreos requeridos en la danza competitiva del capital global. Es así como el sujeto Donal Trump pasa a personificarse en una categoría económica con intereses de clase específicos , y esta condición la que pasa a convertirse en su atributo más importante y hacia la cual debemos dirigir la crítica.

Pero Trump no es un fenómeno fortuito ni de la economía ni de la política. Recordemos que el capital financiero y la extrema derecha de Republicana, han trabajado durante las últimas décadas con tenacidad y disciplina en la gradual ocupación y control de los diversos aparatos, instituciones y poderes del estado. Obteniendo como resultado la paulatina concentración de poder alrededor de la función ejecutiva, en detrimento de las funciones legislativa y judicial quienes han pasado a asumir un rol subordinado. El modelo requiere de una democracia débil sin institucionalidad, y la promoción de una figura mesiánica como jefe de estado. Esta tendencia hacia la instauración de un estado autoritario y centralizado alrededor de la figura presidencial no es nueva, fue muy clara durante la primera presidencia de Trump4, y ahora es corroborada por las medidas tomadas en las primeras semanas de su segunda administración que a nivel interno ha incrementado el control sobre áreas claves del gobierno e instituciones del estado.5 Y, a nivel internacional, buscando un nuevo reagrupamiento de fuerzas y reorganización de nuevas y viejas alianzas. Ejemplos de lo anterior constituyen el retiro norteamericano de varios acuerdos y programas multilaterales, la imposición de nuevos aranceles a China, miembros de la comunidad europea, y otros países como México y Canadá. Las nuevas propuestas con respecto a Ucrania, y el re-bautizmo de zonas geográficas o aludiendo a su apropiación ( Panamá, Islandia, el Golfo de México, las Islas Galápagos, etc.). Todo lo cual sugiere un estado cada vez más autoritario y más alejado de la democracia representativa burguesa en busca un nuevo modelo de imbricación en el orden mundial.

El Capitalismo y la amistad :

Ahora todos quieren ser mis amigos, declaraba Trump en su plataforma digital luego de consolidar su segunda presidencia. — Sin embargo, inicialmente en el 2016, las grandes corporaciones del capitalismo norteamericano tuvieron una actitud de recelo táctico frente a la plataforma política de Trump. No obstante, en la medida que su movimiento se expandía de igual modo crecía el apoyo de los centros económicos capitalistas por el candidato MAGA. El ejemplos más reciente de esta metamorfosis es el caso de Elon Musk, considerado “ la persona más rica del mundo”, y su abierto apoyo financiero por Trump contribuyendo así a la vieja tradición corporativa de substitución de votos por dinero. Tampoco se quedan atrás otras corporaciones como Google, Disney, y Apple, o multi billonarios como Jeff Bezos, Mark Zuckerberg y Sundar Pichai. Lo anterior no equivale a decir que el apoyo capitalista a Trump ha sido y será unidireccional; todo lo contrario, el capitalismo siempre puede ‘tocar el piano con ambas manos’. En efecto, la historia de la democracia estadounidense demuestra como la clase capitalista ha mantenido el control económico y social por más de doscientos años, independientemente del que el ocupante de la Casa Blanca sea republicano o demócrata. El capitalismo funciona como un organismo omnipresente en la sociedad, que en el caso de los USA cuenta en su interior con un sistema electoral bicéfalo que le permite asimilar sin dificultad las diferencias que con mayor o menor intensidad puedan existir entre los dos partidos, puesto que tanto el uno como el otro velaran siempre y en primer lugar por los intereses del capital.

Por lo tanto, si queremos entender la sociedad norteamericana actual, las formas de uso del estado por parte del capital, así como el comportamiento de ciertos personajes públicos como Trump; tiene más sentido mirar primero a la economía y su forma de organización y en ese contexto, ver que intereses representan los distintos actos e intérpretes del momento. A riesgo de llegar a la saturación, no está demás repetir que el modelo hegemónico dominante (político, económico y social) en una sociedad capitalista está determinado por los intereses del capital. Es el capital quien escribe el guion que será representado por los exégetas que actúan en su elenco.

El arma de la crítica

Si la crítica a Trump, o la crítica social en general aspira a ser efectiva, debe ir más allá del universo discursivo del liberalismo y hacer referencia a las causas que determinan las formas asumidas por la sociedad, y al mismo tiempo tener en consideración las aspiraciones populares y responder a las mismas de manera concreta. En el mejor de los casos, el añadido de acusaciones en contra de Trump lleva a un conocimiento unilateral y fragmentado de la realidad, pero a costo de ignorar la totalidad de la misma y las interconexiones entre sus partes. Es decir, este tipo de crítica da lugar a formas rudimentarias de conocimiento. Por otro lado, si caracterizamos a una sociedad a partir del uso del concepto de Modo de Producción ( el modo de producción capitalista en este caso), esto nos permite identificar a dicha sociedad en base a las fuerzas estructurales que la definen y por las clases y fuerzas sociales que actúan en su interior. Este concepto tiene un carácter omnímodo en tanto es una unidad que concibe y deduce el funcionamiento y límites de sus partes, pero además las integra dándoles sentido. Bajo esta óptica, Trump pasa a ser concebido en su verdadera dimensión, es decir, como parte del engranaje del capital y no como sujeto aislado alejado de lo social y sus determinaciones estructurales. Al mismo tiempo, el concepto de modo de producción sitúa al evento, o sujeto objeto de la crítica, dentro de un contexto o narrativa histórica y no como algo atemporal y circunstancial. Finalmente, permite modificar el lenguaje entrecruzándolo con el lenguaje de los desposeídos y recuperar el poder liberador de conceptos venidos a menos como cambio social o revolución. El arma de la crítica re-encuentra su verdadera voz.

Notas:

1 Karl Marx, Primer Tomo del Capital.

2 Sanders estaría de acuerdo con esta afirmación.

3 No se trata solo del control del mercado y territorios en el sentido tradicional, sino además el control de la producción de chips (micro-conductores) y tecnología digital. Al cual debemos añadir la generación y proliferación de Inteligencia Artificial cuyo uso ha penetrado casi todas las funciones del estado moderno y sus aparatos en todas sus particularmente la militar o defensa. El reciente shock causado por el lanzamiento chino de Deepseek (producido a bajo costo y con mayor acceso público que ChatGPT ) sirve a modo de ilustración.

4 Joe Biden fue uno de sus beneficiarios y no hizo nada por revertir este proceso.

5 Tales como el Departamento de Justicia, El Pentágono, las agencias de inteligencia, la Secretaria de Estado, El departamento de Educación, El Departamento de Justicia, Energía y Cambio Climático, la creación de un nuevo departamento llamado de Eficiencia Gubernativa (DOGE) destinado a tener control directo sobre la burocracia federal.

Enrique Quintero es profesor en Highline College en el Estado de Washington. Doctor en Filosofía en Estudios Multidisciplinarios (cultura y humanidades). Autor del libro El cambio climático y sus descontentos: Interpretaciones sobre la historia, la naturaleza y el capitalismo, publicado en Ecuador por ABYA/YALA (2022).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.