Pat Magee y Jo Berry, el primero activista republicano del IRA que coloca la bomba en el atentado donde pierde la vida el diputado Británico Anthony Berry, y la segunda hija de una de las víctimas que mueren en el atentado, son un claro ejemplo de cómo procesar el dolor. Mientras Pat permanece en la […]
Pat Magee y Jo Berry, el primero activista republicano del IRA que coloca la bomba en el atentado donde pierde la vida el diputado Británico Anthony Berry, y la segunda hija de una de las víctimas que mueren en el atentado, son un claro ejemplo de cómo procesar el dolor. Mientras Pat permanece en la cárcel comienzan a dialogar y continúan con este diálogo ya fuera de la cárcel, dejándoles más claro el dolor de una y las intenciones o ideales del otro.
Esto es lo que sucede a la hora de trabajar psicológicamente el dolor, primero es la toma de conciencia de las causas de nuestro dolor, después vienen las preguntas: «¿por qué a mí?», las acusaciones, se buscan culpables, saberse víctima de un hecho, saber y sentir que no es justo. Es importante conectar con todos estos sentimientos de rabia, dolor y sufrimiento, sin quedarnos enganchados, porque después hay que esforzarnos en ver y escuchar al otro, saber y entender la situación que le llevó a cometer el acto que nos provocó dolor, saber sus motivos, sus razones, sus ideales; lo importante no es estar de acuerdo con el otro sino entender y aceptar sus motivos y el hecho, aceptar la situación. Sólo de esta manera podemos descargar el odio o la necesidad de venganza.
Jo y Pat ya han aceptado encontrarse y dialogar, comienzan a entender cada uno lo que piensa y siente el otro. Entenderán y comprenderán el hecho y los sentimientos de cada uno y seguramente que después decidirán respetarse a pesar de sus diferencias, y sobre todo comprenderán que la paz y tranquilidad de uno no depende del otro, ni de un perdón, ni de tener que arrepentirse de algo que según su momento y circunstancias haya ocurrido. Llegarán a comprender que la paz interior depende de uno mismo, y que para ello es importante entender y comprender los motivos de uno y el dolor de otro, para, a partir de ahí, respetarse mutuamente y continuar adelante sin que los actos del otro nos sigan afectando o atormentando; pueden seguir dialogando sus propias historias sin el dolor de los hechos pasados.
Alguien me preguntó en las Jornadas sobre No-violencia Activa: «¿has perdonado a tus torturadores?». No tengo necesidad de ello, ellos tienen sus motivos que yo no comparto, no me sirve de nada que mis torturadores me pidan perdón, si mañana continúan torturando; no es una guerra entre mi torturador y yo, sino contra un sistema político y social. No necesito que me pidan perdón para poder sentirme en paz, comprenderlo me ha sanado y ahora desde una actitud serena lucho para que la tortura se erradique. Aquí, en el País Vasco, hay mucho dolor y heridas que sanar y creo que el diálogo es el primer paso de una posible reconciliación, pero sobre todo para comenzar a sanar nuestro propio dolor.