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Como votamos los chavistas

Fuentes: Rebelión

«Me parece que es un error a la vez metodológico e histórico considerar que el poder es esencialmente un mecanismo negativo de represión; que su función primordial es proteger, conservar o reproducir relaciones de producción» (Michel Foucault, Clase de 1975, Los anormales, p. 57, FCE) 1. Lo que está en juego Las elecciones del 6 […]

«Me parece que es un error a la vez metodológico e histórico considerar que el poder es esencialmente un mecanismo negativo de represión; que su función primordial es proteger, conservar o reproducir relaciones de producción» (Michel Foucault, Clase de 1975, Los anormales, p. 57, FCE)

1. Lo que está en juego

Las elecciones del 6 de diciembre de 2015 no son solo unas elecciones parlamentarias. Es mucho más lo que está en juego. Las fuerzas del gran capital a escala global y su expresión la derecha política latinoamericana han lanzado una ofensiva sin precedentes para intentar recuperar los espacios perdidos en la región, después de su declive por los desastres neoliberales de los noventa. Para ello, han armado una elaborada campaña publicitaria que pretende hacer como «antiguas» las iniciativas de cambio radical, auspiciando la retoma del poder con palabras como «cambiemos», «renovación», «modernización» o «éxito» que acompañan con un marketing de rostros, nombres y siglas vacías con las cuales pretenden relanzar el neoliberalismo.

Para el avance de esta estrategia usan los intersticios no trabajados estos años por los gobiernos progresistas y/o revolucionarios en América Latina y el Caribe, sus errores, omisiones o carencias, haciéndolos ver estos «vacios» como el centro de atención de la población. Pero, lo que en realidad está en juego, en disputa, son dos modelos, uno que privilegia el mercado y el otro que se fundamenta en la acción del Estado para garantizar el mayor bienestar posible a la población.

Mediante un dispositivo comunicacional intenso, novedoso y multiforme procuran que amplias capas de la población sustraigan las conquistas sociales del terreno de la lucha de clases y las coloquen como simples conquistas de derechos ciudadanos -ingenuamente considerados irreversibles- procurando permear la idea que un cambio de orientación política no les afectará. Tamaño error que ya en otros tiempos históricos nos llevó a despertar en barricadas, enfrentando tanquetas, ballenas lanza chorros de agua, perdigones y balas asesinas.

Los venezolanos sabemos lo que implica un gobierno de derecha en materia de negación de educación, salud, jubilaciones, pensiones, vivienda, alimentación, empleo y respeto al ejercicio pleno de la ciudadanía. En consecuencia sabemos que al intentar ganar la mayoría parlamentaria lo que pretende la derecha es tomar en su poder los resortes legislativos que han posibilitado la distribución de la renta petrolera a favor de los marginados de siempre. Lo que está en juego es el modelo político de inclusión que caracteriza al proceso Bolivariano. Por ello, estas elecciones son mucho más que unas parlamentarias.

2. El emerger del neofascismo global y sus expresiones en la región

La disputa entre la perspectiva neoliberal versus el compromiso social del Estado que abre puertas a una transformación estructural de la sociedad, tiene alcance continental y mundial. Pero ello ocurre en medio del proceso de transición del Imperialismo del siglo XX descrito por Lenin en su célebre texto «El Imperialismo Fase Superior del capitalismo», al imperialismo de la nueva «gobernanza» planetaria lo cual crea turbulencias y desajustes que pueden descolocar a muchos. Ya el imperialismo no puede valorarse reducido a unas fronteras nacionales o un territorio especifico, aunque la capital militar del imperio siga siendo Norteamérica.

En este periodo tres procesos orientan en buena medida la dinámica capitalista. Primero, el emerger de un modelo autoritario -que algunos denominan como el fascismo del siglo XXI- como sistema político de dominación global, cuya construcción se encubre con la lucha contra el «enemigo terrorista de Occidente», con mediáticas expresiones recientes en las torres gemelas de Nueva York y las calles de Paris, entre otras. La supuesta lucha contra el extremismo islámico les ha permitido a las naciones asociadas a la industria de guerra con tecnología de punta, el probar innovaciones tecnológicas, sistemas de segregación territorial, de vigilancia remota y de aniquilación de poblaciones con mando remoto; pero fundamentalmente procuran «construir» un consenso social sobre el «modo militar» de hacer posible la paz.

Segundo, una regresión legislativa generada desde parlamentos controlados por la derecha que producen leyes que cubren de «legalidad» el asalto jurídico a Constituciones nacionales y leyes especificas que plasmaban -en distintos tonos e intensidades- la obligación de los Estados respecto a garantizar el acceso a los bienes, servicios y derechos fundamentales que requieren las inmensas mayorías de hombres y mujeres para vivir con dignidad. Es una ofensiva jurídico político económico superior a la que conocimos en la etapa neoliberal de la década de los noventa del siglo veinte. En este sentido, la conquista de los espacios legislativos se inscribe en la ruta de recuperar el control político de los gobiernos nacionales para poder implementar el «orden cerrado» de las sociedades, mediante legislaciones que criminalicen las protestas, borren las pocas conquistas que aún permanecen del viejo Estado de bienestar keynesiano o generadas en más de una década de gobiernos progresistas y revolucionarios en ALC.

Las leyes autoritarias emergentes expanden las fronteras del delito a territorios hasta ahora considerados de rebeldía o conflicto social. Pensar, actuar y luchar en los márgenes del sistema ahora menos que nunca resulta permisible.

El parlamento -en muchos casos- se coloca en el centro coyuntural de la disputa estratégica entre proyectos de cambio con contenido social versus gobiernos neoliberales, cuyo ejemplo dramático se expresa en sucesos relativamente recientes como los ocurridos en países como Paraguay. En las legislaciones de buena parte de los parlamentos controlados por la derecha política a inicios del siglo XXI surge la idea de delito potencial y delincuente en potencia que solo se prefiguraba en la literatura futurista de corte apocalíptico. El excluido, en consonancia con la perspectiva hollywoodense de la justicia preventiva imperante en los últimos cinco años, es visto como el potencial transgresor que debe ser segregado de manera anticipada; los desheredados de la tierra, neo parias planetarios en este modelo legislativo se convierten en una categoría de excluidos «legalmente» tipificados en legislaciones autoritarias, que colocan las aspiraciones sociales en el campo de la «subversión».

Tercero, la recentralización del mando político procura lograr que el poder tenga una perspectiva unidimensional del mundo, la vida, la economía, la cultura. Esta nueva orientación genera una fractura profunda incluso con las nociones burguesas liberales de libertad, democracia, consumo, desarrollo. En esa perspectiva, el discurso de la separación de poderes procura la institucionalización de mecanismos de control disuasivo o forzado a los gobiernos que pretendan recorrer un camino distinto a los dictámenes del Fondo Monetario Internacional. El parlamento o las cortes supremas de justicia aparecen como autoridad superior y vía rápida para retornar el rumbo que algunos gobiernos puedan extraviar en el tinglado del dominio imperial del siglo XXI.

3. Escenarios de disputa global

La actual etapa de transición del Imperialismo ubicado en un territorio específico, al imperialismo de territorio planetario con varias capitales para cada una de las tareas de control que corresponden al modelo, genera turbulencias políticas en el presente. En este marco no resulta una tensión menor la que se genera respecto a la transición del mundo unipolar a uno multipolar. La visión imperial agonizante que describía Lenin en su famoso libro y que es conocida como la visión de «Occidente» marcha a una muy plausible pérdida de hegemonía. BRICS, UNASUR, ASEAN + CHINA expresan un nuevo escenario en esa tensión, y en consecuencia América Latina emerge como un territorio en disputa. Los procesos históricos no son lineales, y ante el impresionante avance en distintos campos de la agenda social alcanzados en los primeros años de este siglo por los denominados gobiernos progresistas, era previsible que se encontraran puntos de ralentización e incluso retroceso. Tras década y media de agenda gubernamental anti neoliberal que permitió avanzar en inclusión social integral, se viene una etapa de contraofensiva imperial, pero esta nueva ofensiva de corte neoliberal encuentra a nuestros países con condiciones mucho más favorables que al inicio de nuestros procesos en los albores del siglo XXI. Ello se debe a que en nuestros países se elevaron los pisos de cobertura de necesidades y emergen nuevas demandas. Quienes ahora comen quieren sus viviendas, o vacacionar, etc., lo cual evidencia el triunfo de la propuesta de inclusión que abre puertas mucho mas ciertas para la agenda socialista.

Sin embargo, acceder a derechos no es sinónimo de entender la disputa política que habilita la efectivización de estos derechos, por ello las nuevas «aspiraciones» se convierten en blanco de la propaganda de la derecha política. De allí la urgente necesidad de acompañar desde el poder revolucionario a la gente en la construcción de esas nuevas necesidades, a la par de crear mecanismos de participación política en la planificación y gestión pública que posibiliten tomar conciencia colectiva sobre viabilidades en el corto, mediano y largo plazo de las mismas, conjurando con ello el riesgo de que sean campo de cultivo para insatisfacciones políticamente asociadas a las mal llamadas «necesidades de cambio».

Como ya lo señale lo reitero en este momento, respecto a que hay una asignatura pendiente en el plano de la batalla de ideas, ya que una parte importante de los sectores populares, o parte de ellos, no ven estas conquistas como parte de la lucha de clases. Este es un filón ideológico muy fuerte que viene trabajando la derecha cultural, mediática, etc. En la región vienen además procurando utilizar, trabajar y potenciar la rabia de sectores medios o de la denominada «clase media», frente a los derechos conquistados por los sectores más humildes, exacerbando la fragmentación entre «naturales» aliados contra los sectores más concentrados de la economía.

No podemos olvidar nunca la necesidad de escuchar de manera permanente a quienes son la razón de ser de toda acción revolucionaria: el pueblo. Por ello Chávez insistía en la premisa política que como praxis cotidiana señala: la voz del pueblo es la voz de Dios, lo cual implica un desafío de relacionamiento permanente en sintonía con el imaginario zapatista de mandar obedeciendo.

En este periodo los denominados gobiernos progresistas y revolucionarios lograron victorias políticas y culturales relevantes. El sentido común dominante valora el papel del Estado, y los derechos que emanan de un papel activo del Estado a través de sus políticas públicas. Como advertí ocurre un fenómeno entre las capas medias de conformación de un sentido común contradictorio: se valoran estas conquistas pero a la vez se cuestiona la inspiración igualitaria de las políticas y la derecha apuesta a que gane espacio la noción de que los gobiernos con énfasis en la agenda social sostienen una lógica de confrontación agotadora. Para ello, la derecha política regional apuesta a que la ampliación de derechos, sin conciencia de los procesos que la sustentan, la convergencia de concepciones contradictorias entre posiciones de capitalismo de bienestar y neoliberalismo y las insuficiencias culturales, organizativas, políticas del campo revolucionario-poder popular se combinen en un coctel complejo y contradictorio que agudice el campo de la política y sus batallas.

En este sentido, el surgimiento de los nuevos liderazgos en el campo de los gobiernos progresistas – como el caso del Presidente Maduro en Venezuela- son vistos por la derecha política como oportunidades de «oro» para lanzar una ofensiva que evite su consolidación, porque para ellos eso significaría una prolongación y ampliación de la onda de gobiernos progresistas en la región. Lo que olvida la derecha política es que estos años han sido pródigos en la multiplicación de fuerzas sociales y políticas de compromiso militante con el proyecto. Además, Es evidente el emerger de una gran masa militante juvenil, el fortalecimiento de perspectiva y movimientos de organización de formas embrionarias de poder popular que dan cuenta de una gran fertilidad del Proyecto que expresan los gobiernos progresistas y revolucionarios. Contrario a quienes señalan que se inicia el fin de un ciclo en la región, lo que está planteado es la posibilidad de unir fuerzas para luchar por horizontes de mayor profundización revolucionaria, sin que ello oculte la dialéctica entre flujo y reflujo en el movimiento de masas.

4. La vigencia del campo progresista y revolucionario

Una parte importante de la izquierda latinoamericana ha apoyado estos años el movimiento de gobiernos progresistas y revolucionarios. Otra por su parte los ha apoyado parcialmente o tomado distancia desde sus inicios. Un sector relevante de estos dos últimos sectores señalan ahora que ha concluido el ciclo. En este artículo defendemos la perspectiva que plantean que década y media han fortalecido la consciencia de vastos sectores de la población y el surgimiento de nuevas vanguardias que están imbricadas en bolsones de resistencia anticapitalista y, por ende el ciclo continúa. Bolsones de lo nuevo que está naciendo pero que aún no tienen la fortaleza para construir un rizoma insurgente; ello plantea la necesidad de trabajar su fortalecimiento a la par que se acompaña la experiencia de la inmensa mayoría de los trabajadores en su proceso de elevación de la conciencia de clase en sí, para sí y como liderazgo colectivo.

En esta orientación el pensamiento crítico resulta ser un movimiento dialectico que en esta etapa tiene la dualidad de pensarse desde la experiencia de construcción de poder y la critica a sus perversiones, desde la triada acción, reflexión, síntesis discursiva y activa. Es decir, «mojándose» en la construcción sin dejarse atrapar por la lógica de la legitimación de todo lo instituido; tarea nada fácil, pero que toma la distancia de la crítica como modo de construir identidad, incluso alejada del movimiento de las masas.

Ciertamente existe malestar en sectores de la población por los problemas derivados de la guerra económica y los propios errores cometidos en la materia, pero los chavistas no solo cuestionamos sino asumimos que somos parte de la solución.

Cualquier descontento existente no implica de manera alguna el surgimiento de un tercer actor electoral, más allá de las fronteras del Gran Polo Patriótico. El Chavismo, en su inmensa mayoría, en sus distintas expresiones político-ideológicas y sociales comprende que es momento de participar para garantizar el triunfo en las parlamentarias sin que ello implique disminuir un ápice sus observaciones para la resolución de los nudos en la gestión de sus áreas de especial interés, pero la necesidad de preservar la orientación estratégica del proceso prima sobre lo coyuntural. Este chavismo de diferentes niveles de conciencia y experiencia de combate se expresa electoralmente a través de las organizaciones y tarjetas que componen esta herramienta unitaria.

Retomando el tema de los ciclos, desde esta perspectiva planteamos que lejos de finalizar un ciclo, el movimiento puede tener una dinámica de aceleración en los próximos años, más allá de los deseos y acciones de los sectores que pugnan por la restauración neoliberal o de construcción de auto referencias rebeldes. En cualquier caso, el Movimiento Popular en los próximos meses y años deberá tensar sus modos de organización, intervención y argumentación a la par que la izquierda se piensa más en el movimiento oscilante de las masas que como sínodo que le orienta. Un nuevo sujeto político rebelde emerge de esta década y media de trabajo político anti neoliberal y los Chavistas somos parte de esa ola. Por ello, en la actual coyuntura lo estratégico es preservar, acumular y avanzar, moralizando a las masas y trabajando por la unidad en la diversidad.

No votar es votar

La derecha política ha generado propaganda negra contra la población que históricamente ha apoyado el proyecto de cambio Chavista; en esta oportunidad no tendría por qué ser distinto. La primera y más fracasada, es la que procura ilusionar a los excluidos del pasado reciente con una idea de cambio abstracto basado en frases huecas, publicidad subliminal y placebos ideológicos. La segunda procura desmovilizar a sectores que tienen críticas a dinámicas o procesos de gestión específicos, para que expresen su rabia absteniéndose de votar o votar nulo.

Compañeros y camaradas, no votar es votar por la derecha política y su proyecto elitista, compañeras y amigos no votar o votar nulo es entrar en la zona de riesgo político que abre caminos para que el parlamento se convierta en el espacio de la sedición política contra la Constitución aprobada en 1999 y la expresión política de este proyecto de país.

Los chavistas Bolivarianos, socialistas, rebeldes, críticos, insumisos votaremos para garantizar una amplia mayoría parlamentaria en la Asamblea Nacional que garantice la continuidad del proyecto político iniciado por Hugo Chávez a la par que trabajamos para corregir sus errores, deficiencias u omisiones. De eso se trata la política, de trabajar en corregir los errores y hacer posible lo imposible, que el pueblo se empodere de sus derechos y asuma el control del gobierno. No suelo ponerme enunciativo en mis escritos, pero dada las características históricas de la batalla del 6D es importante que todos expresemos de manera clara y al unísono nuestro apoyo por los candidatos del Chavismo a la Asamblea Nacional. Venceremos.

Luis Bonilla-Molina es investigador en Ciencias Sociales. Coordinador general de la Red Global/Glocal por la calidad educativa