En días pasados pusimos -o no pusimos- atención al Día Internacional por la Abolición de la Esclavitud.
Parece que nos hemos acostumbrado a ella, ya que ni la llamamos por su nombre. La esclavitud moderna está muy vigente y afecta directamente a 40 millones de personas si la aplicamos a las personas encerrados en empresas y minas de distintos países, a la trata de mujeres para satisfacer la prostitución de los países del Norte y al reclutamiento de niños para conflictos armados. ¡En Ecuador serían unas 400,000, los esclavos! Los unos en haciendas, bananeras en particular, y los otros en las calles de nuestras ciudades.
A esta lista hay que añadir las y los esclavas de las empresas que ni pagan el sueldo básico, actualmente superior a 900 dólares, ni respetan las 40 horas semanales, ni aportan al seguro social… en particulares los malls y supermercados. Muchas familias emplean trabajadoras domésticas en condiciones esclavistas. Las mujeres son siempre las más afectadas por situaciones de esclavitud: salarios inferiores al salario de los varones, horas suplementarias no pagadas, trabajo dominical obligatorio, malos tratos, violaciones y feminicidios, comenzando por la misma casa, prostitución forzada, ausencia de derechos en países musulmanes fundamentalistas como los de los talibanes e islámicos … Otra situación escandalosa de esclavitud es la de los niños y jóvenes que trabajan en minas de coban y litio para la fabricación de las pantallas de nuestros millones de celulares.
Esclavos y esclavas son también los migrantes por los abusos inimaginables que reciben: Migran por la explotación, la exclusión de sus gobiernos y el saqueo de sus países por las multinacionales. Esclavos y esclavas siguen los Palestinos por la invasión, destrucción y matanzas que realiza el ilegítimo Israel en Palestina: ¡Los Palestinos de los territorios ocupados por Israel no tienen ni cédula de identidad desde 65 años! Esclavos son todas y todos los niños y niñas que trabajan o piden caridad en nuestras calles: Pasan a ser los desechos de un sistema capitalista que sólo mira la ganancia y la acumulación de dinero. Esclavas y esclavos las y los jóvenes que no tienen otro dios que su celular: Se dejaron atrapar por las garras que un sistema perverso que los manipula, los desposee de su dignidad y los hace adictas y adictos al empobrecimiento humano y espiritual: Mientras están conectadas y conectados al celular no se preocupan por el desempleo, la agonía del planeta y las demás esclavitudes por las que tendrán que pasar inevitablemente mañana.
También podríamos añadir en la lista tanto las personas que venden la droga al detalle como las que la consumen como las y los que trabajan como emprendedores en su casa más de 8 horas diarias todos los días de la semana… Y en Ecuador tenemos la reciente mal llamada “¡ley humanitaria!” que respalda estos horrores deshumanizantes. ¿Hasta dónde vamos a tener que llegar para que nos decidamos a revertir estas monstruosidades?
Si no decimos ni hacemos nada contra estas esclavitudes que se desarrollan ante a nuestros ojos, somos encubridores, cómplices y responsables … Nos hacemos de oídos sordos a Dios que nos reclama y nos reclamará porque dejamos que crezca esta pandemia para desgracia de nuestros propios hijos y nietos. En un mundo globalizados todas y todos estamos relacionados: o nos salvamos juntos o nos hundimos inexorablemente. En Ecuador es lo que está pasando en estos momentos.
El papa Francisco fue muy duro con sus palabras durante su recién viaje a Chipre, esta isla del mar Mediterráneo que recibe decenas de miles de migrantes que intentan llegar a Europa. Se hizo “la voz que clama en el frío cementerio sin lápidas del Mediterráneo … Nos lamentamos de los campos de concentración de los nazis o Stalin… Torturas, comercio de personas, esto está pasando en esta sociedad que llamamos desarrollada». En su encuentro con estos migrantes nos provoca con su juicio: «Mirándolos a ustedes veo los sufrimientos del camino, los que han sido vendido, explotados, que se han quedado en el camino… Es la historia de una esclavitud universal… Se encuentran delante otro odio que se llama alambre de púas… El interés siempre esclaviza… Y lo peor es que nos estamos acostumbrando a eso …». Desde Atenas, en Grecia, el Papa lamenta «el retroceso de la democracia y los riesgos del autoritarismo y los populismos… Los desiertos del mundo hoy están sedientos de esperanza”.
El papa reclama «pasos concretos que vayan del conflicto a la comunión, del odio al amor», de la pasividad a la solidaridad. «Se necesita cristianos iluminados, pero sobre todo luminosos, que lleven caricias a las soledades del sufrimiento y de la pobreza» porque Dios nos espera en este “desierto de misericordia”. Allí en el Mediterráneo se da “el naufragio de la civilización occidental”.
En este tiempo de Navidad, miremos al niño pobre de Belén que cuestiona nuestras maneras de vivir y convivir. Apoyemos las personas, los grupos y las asociaciones que trabajan contra estas esclavitudes modernas que suceden en nuestro alrededor… frutos envenenados de un sistema neoliberal que nos va destruyendo lenta y seguramente. Perdemos nuestra dignidad y capacidad de ser humanos de verdad, es decir, sencillamente hermanos. ¡Terrible responsabilidad!
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