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Comunismo

Fuentes: Rebelión

Como dice el otro, las palabras son importantes. Empecemos con la palabra comunismo.

Un comunista es simplemente un partidario de lo común. Y lo común es lo que existe en una comuna y en cualquier asociación más amplia que reúna a muchas comunas. Lo común es el bien común: por ejemplo, el aire que respiramos, los paisajes que disfrutamos, los caminos y senderos que tomamos, el idioma y la cultura que compartimos. Lo común es también la seguridad (¡en la medida de lo posible!) de que aquellos con los que nos encontremos no nos asaltarán, respetarán las reglas básicas de civismo como nosotros. El común también consiste en compartir cuando es necesario y dar a cada uno según sus necesidades, sabiendo que cada uno trabajará para el bien común según sus capacidades. El que muera de hambre será alimentado y el niño será eximido de trabajar. En cada sociedad hay lo común y en cada sociedad hay personas que defienden este común y que podrían llamarse comunistas. Una sociedad sin bienes comunes es simplemente invivible y, para decirlo claramente, imposible. Sería el mundo del estado de la naturaleza descrito por Hobbes, la guerra de cada uno contra cada uno.

Se puede establecer una ley: cuanto más se desarrolla la vida social, más mejora la moralidad de los individuos, más común es. Cuando establecemos leyes que fijan la duración máxima de la jornada o semana de trabajo, estamos haciendo el comunismo, ya que abolimos la competencia que los vendedores de mano de obra tienen entre ellos al establecer una ley común. Cuando hacemos la escuela gratuita y obligatoria, seguimos haciendo el comunismo: es un bien que pertenece a todos y que cada uno puede disfrutar según sus necesidades. Es lo mismo cuando se crean fondos de pensiones, cuando se establece la seguridad social, etc.

Así que el comunismo no es un proyecto utópico. Es el verdadero movimiento histórico que tenemos ante nuestros ojos, un movimiento que puede haber sufrido reveses y derrotas pero que sigue siendo el corazón de nuestras sociedades. También es un movimiento que se puede ver en las sociedades en las que todavía no tenemos leyes sociales extensas, disposiciones de protección social, etc., pero que todavía está en el corazón de nuestras sociedades.

El comunismo es un movimiento. Nada más. Un movimiento hacia la expansión de los bienes comunes. ¿Cómo podemos luchar por la defensa del medio ambiente sin hacer del agua, la naturaleza, el hábitat global de la humanidad, un bien común que debe ser protegido de los daños por la fuerza común? ¿Cómo se puede hacer esto sin coordinar esfuerzos, sin establecer un plan?

Pero el comunismo no es sólo un movimiento. También es una perspectiva: la de una humanidad pacificada, de una humanidad libre no de desigualdades en general – como creen o pretenden creer los enemigos del comunismo – sino de desigualdades sociales, las vinculadas a las posiciones de clase. Es también la marcha hacia una sociedad en la que el producto del esfuerzo común no será capturado por unos pocos sino que beneficiará a todos y donde cada uno encontrará los medios para su realización personal. También es una sociedad en la que, al garantizarse a todos una vida decente, las personas podrán dar prioridad al ser sobre el tener, al placer de la convivencia sobre el frenesí del consumo.

Nada de esto es utópico. Ya estaba, en parte, en el programa del Consejo Nacional de la Resistencia, simbólicamente titulado «Días Felices». Nada de esto es utópico, ya que esto es precisamente lo que está en el corazón de los avances sociales de los «treinta gloriosos días».

(Continuará)

Traducido del francés por Carlos Javier Blanco

Fuente: https://denis-collin.blogspot.com/2019/11/communisme.html