(Carta abierta con faltas de ortopatía*)
A los siniestros Mitrados de toda índole, carroñeros del avasallamiento y los desahucios, a todos aquellos que siempre supieron enviar a otros con las armas por delante para disfrutar, sin ningún riesgo, de la orgía del despojamiento.
A lo grandes expertos en enardecer desde los púlpitos, señalando como imperdonable pecado: cualquier resistencia a la imbécil sumisión, cualquier intento de interpretación que no se ajuste al comunicado oficial.
Cualquier resistencia a ser atracados por las clases altas, altísimas… queda condenada, por decreto, como ofensa a Dios.
En tiempos de desahucios generales no llueve maná sino decretos. Las grandes dictaduras actúan en avalancha en la medida en que descubren la droga de la omnipotencia como un juguete largo tiempo soñado y de repente entre sus manos.
¿A quién le cabría duda de nuestro papel en los llamados Mercados Comunes, de la enorme granja de la que sin apenas darnos cuenta comenzamos a formar parte, de aquella en la que se nos va retirando, incluso, el privilegio inicial a poder elegir, en la hora de la matanza, de que plato quisiéramos formar parte?
Los grandes mitrados, como grandes buitres, forman piña con quienes deciden los disparos, y entre sí mismos forman parte de un cuerpo común constituido por cada uno de los siniestros rostros con los que usurpan la palabra de su Dios Insignia, hasta convertir en irreconocibles «amor» «misericordia» «honestidad»…. y así hasta el completo diccionario: ladrones también de las lenguas maternas, junto al sentido común y los salarios del hambre.
¡Ni una voz contraria! De ninguna de las cabezas mitradas ¡Ni al más miserable y desgraciado de vuestros ya cotidianos ataques públicos a los derechos más elementales, a cualquiera de los principios que sostienen la dignidad básica de cualquier ser humano, de una población acosada y a la vez acusada por vosotros de insumisa, e indolente!
Los buitres transgénicos confundís la dignidad con el estiramiento ¡Nada que ver! aunque de tanto prostituir y violar el lenguaje, en vosotros los discursos ya no parecen palabras sino graznidos y el púrpura con que os cubrís la sangre fresca del reciente banquete.
¿Para qué advenimiento estáis tomando posiciones? ¿Vamos todos y todas a procesionar, pidiendo clemencia a un Dios, a la medida de unos pocos, para depositar en vuestras intercesoras manos cuanto nos pueda quedar para sobrevivir? ¿Que nueva Reconquista tenéis en marcha, que nuevo Reich?
Va siendo hora de que la inmensa mayoría de la población, que abomina de vosotros, os diga bien alto y sin cesar: ¡Vade retro! Retiraros a leer la Biblia, que tiene mucho que enseñar, hasta que encontréis el pasaje que ilustraba, a los corruptos, la honesta reparación de dedicarse al buceo ¡Con un buen pedrusco bien atado al cuerpo! Para llegar cuanto antes a los ingentes tesoros que ocultan las profundidades y quedarse a disfrutarlos y custodiarlos hasta el día de la resurrección: donde dicen que los bienes serán comunes. ¡Horror, un comunismo celestial!
¡Podrían ser inagotables los caminos de Dios! Pero no la paciencia de una ciudadanía hostigada a la que perseguís, en vuestra persistencia de inocular patrañas sobre las causas de las desgracias, sin más objetivo que conseguir nuestra asunción de culpabilidad en todos los órdenes posibles.
¿En qué lugar de las Santas Escrituras pone que los Bancos y sus Especuladores son Los Buenos, algo así como Los Arcángeles, y que los ciudadanos y ciudadanas que pretendan tener un trabajo estable, con un sueldo medio digno, son unos codiciosos, perezosos, insolidarios, sediciosos, malignos seres y sus quejas pecados merecedores de la más contundente condena. San Goldman Sachs, San Botín, San FMI… ¿Son los nuevos portadores de la palabra de vuestro dios? No os cortáis un pelo en hacer los malabares necesarios para exigir una vez más el sacrificio de vuestra completa granja a la que, en consecuencia, continuáis llamando vuestro pueblo de dios.
¡Desgraciadamente este esperpento no es ficción! Por esas sendas vienen discurriendo los sermones-arenga de Sus Santidades, estos días de dolor, de consternación social, de solidaridades en una España sumida en el saqueo de los poderosos, con un paro insostenible, con unas perspectivas inasumibles bajo los sistemas que dicen «de recuperación» donde deberían decir de rapiña abierta de los que siempre fueron ilícitos dueños de todo lo habido y por haber.
Sectas, de toda índole, siempre las ha habido y las habrá, por más que alguna consiga llegar a multinacional no se adquiere con ello un ápice de sensibilidad ética o principio moral (esas jodidas cursilerías que no están en venta) ¡Ni falta que hace! no es esa materia la que cotiza en los selectos holding de inmundos saqueadores sino, como sabemos, todas las formas y derivados posibles de la extorsión y del atraco ¿Cómo es posible que continuemos enriqueciendo a esa Iglesia del engaño, la ostentación y la lujuria? ¿Cómo es posible que el dinero que se sustrae de partidas básicas de necesidades sociales siga siendo para ellos, puntualmente y sin merma? ¿Como es posible que se lo entregue impunemente El Estado?
¿Pero El Estado no éramos nosotros, nosotras?
¿Prosperan, y continuarán haciéndolo, nos devoran y continuarán haciéndolo, porque nuestra paciencia es semejante a su inmoralidad:
«¡Gracias a Dios, inagotable?»
*Ortopatía: de los múltiples afectos (insumisos y lúcidos)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.