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Con el etanol los pobres comen menos

Fuentes: Argenpress

Los opositores a la idea de expandir la producción de etanol a partir de productos agrícolas sostienen, como uno de sus principales argumentos, el encarecimiento en flecha de los alimentos. La lógica preocupación, considerada por no pocos en su momento como un pronóstico, dejó de serlo, y ha pasado a formar parte de la dramática […]

Los opositores a la idea de expandir la producción de etanol a partir de productos agrícolas sostienen, como uno de sus principales argumentos, el encarecimiento en flecha de los alimentos.

La lógica preocupación, considerada por no pocos en su momento como un pronóstico, dejó de serlo, y ha pasado a formar parte de la dramática realidad mundial.

A pesar de que Estados Unidos solo produjo en el 2006 cuatro mil 300 millones de galones de etanol, unas nueve veces menos de los 35 mil millones planteados por Bush para el 2017, ya el efecto en los precios de varios renglones alimentarios comienzan a hacerse sentir.

C. Ford Runge y Benjamín Senawer, profesores especializados en el tema de la Universidad de Minnesota, señalan que ‘ El crecimiento de la industria de biocombustibles ha dado lugar a incrementos no solo en los precios del maíz, las semillas oleaginosas y otros granos, sino también en los precios de cultivos y productos que al parecer no guardan relación.

‘El uso de la tierra para cultivar el maíz que alimente las fauces del etanol -apuntan- está reduciendo el área destinada a otros cultivos. Los procesadores de alimentos que utilizan cultivos como los guisantes y el maíz se han visto obligados a pagar precios más altos para mantener los suministros seguros, costo que a la larga pasará a los consumidores’.

El ejemplo de lo ocurrido en México se verá multiplicado. A finales del año precedente en ese país centroamericano, el precio de la harina de maíz importada de EEUU se duplicó. Las protestas no se hicieron esperar, pues alrededor de la mitad de los 107 millones de mexicanos pobres tienen en la tortilla su principal fuente de calorías.

La solución, por ahora, fue una resolución gubernamental fijando topes a los precios de los productos derivados de la gramínea. Habrá que ver ahora, hasta cuándo medidas similares son capaces de contener la situación, cuando la espiral de los precios continúe en este y otros países.

Ahora mismo, este 15 de mayo, un despacho de Guatemala anuncia que el maíz guatemalteco escaseará en los próximos seis meses debido a la extraordinaria demanda del grano en la Unión para producir etanol.

Añade, que en los últimos seis meses el ‘ bushel ‘ de maíz (56 libras) duplicó su precio al pasar de cuatro dólares a ocho.

El Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias, en Washington DC, ha presentado estimados sobre la posible repercusión en el mercado internacional de alimentos debido a la creciente demanda de biocombustibles.

En el artículo ‘El modo en que los combustibles pudieran hacer pasar hambre a los pobres’, de los profesores de Minnesota ya citados, ellos prevén aumentos del precio del maíz en un 20 por ciento para el 2010 y en un 41 por ciento para el 2020; la soya, la colza y el girasol aumentarán un 26 por ciento para el 2010 y hasta un 76 en los siguientes 10 años; el precio del trigo subirá en un 11 y un 30 por ciento, respectivamente.

En las zonas más paupérrimas de Africa subsahariana, Asia y América Latina, donde la yuca constituye un alimento básico, los pronósticos apuntan hasta un 33 por ciento de encarecimiento en un período de 36 meses y avizoran que en un plazo mayor puede llegar al 135 por ciento.

La producción de etanol a partir de yuca, refieren los estudiosos mencionados, pudiese representar una seria amenaza a la seguridad alimentaria de los más pobres del mundo, pues este producto aporta un tercio de las necesidades calóricas de la población de Africa subsahariana y de unos 200 millones en el resto del Continente negro.

La Cumbre Mundial sobre los Alimentos, celebrada en 1996, acordó reducir los hambrientos crónicos del planeta de 823 millones a unos 400 millones para el 2015. No obstante, la promoción de los agroenergéticos revertirá esas perspectivas. Baste conocer estudios realizados por el Banco Mundial que aseguran una disminución del 0,5 por ciento del consumo de calorías entre los pobres cada vez que el precio promedio de los alimentos básicos se incremente en un uno por ciento.

Téngase presente las tendencias actuales del consumo destinado a sostener la nutrición familiar. Mientras los ricos invierten un 10 por ciento de sus ingresos en la compra de alimentos, los pobres gastan entre 50 y 80 por ciento en comer para subsistir.

La sentencia, de un proceso ya iniciado, la adelantan C. Ford Runge y Benjamín Senawer en un artículo publicado en Foreign Affaire el 10 de abril pasado, cuando afirman categóricos: ‘ Para los muchos trabajadores agrícolas sin tierra o agricultores rurales de subsistencia, un aumento significativo de los precios de los alimentos básicos equivaldrá a desnutrición y hambre. Algunos caerán del borde de la subsistencia al abismo de la inanición y muchos más morirán a causa de una multitud de enfermedades relacionadas con el hambre’.

Sin duda alguna el genocidio del que escribiera el presidente Fidel Castro en sus primeras reflexiones sobre el tema, ya ha comenzado, pues los datos conocidos evidencian que ahora los pobres han comenzado a comer menos.