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Con Lula regresa el tiempo de la izquierda

Fuentes: Rebelión [Imagen: Manifestación convocada por el movimiento #eleNão em São Paulo. Créditos: Fernanda Carvalho/FotosPublicas]

En este artículo el autor sostiene que por primera vez en muchos años el debate político en Brasil ya no está centrado entre derecha y extrema derecha, sino entre derecha e izquierda.


El pleno regreso de Lula a la vida política cambia los términos de los enfrentamientos políticos. Hasta ese momento, el centro de los choques se circunscribía a los límites de la derecha: entre Bolsonaro y los sectores de derecha que, apoyando su política económica, se apartaban de su estilo de gobierno; entre Bolsonaro y el poder judicial, entre Bolsonaro y el Congreso y entre Bolsonaro y los medios.

Frente a estos enfrentamientos, la izquierda siempre mantuvo la misma postura contra Bolsonaro, aunque no en un lugar protagonista. Fue un frente en el que la derecha puso los términos del enfrentamiento con Bolsonaro, ya que el horizonte de la lucha siempre giró entorno al enfrentamiento entre derecha y extrema derecha, que nunca cuestionó la política económica del gobierno Bolsonaro, simplemente chocó con las tendencias autoritarias del presidente.

La reaparición de Lula cambia los términos de los debates y enfrentamientos. El hecho de que políticos de derecha como Fernando Henrique Cardoso, Antonio Delfim Netto, Rodrigo Paes, Gilberto Kassab, eligieran votar por Lula en la segunda vuelta, representa una importante deserción de la derecha y la voluntad de considerar a Lula como una opción menos mala, en comparación con Bolsonaro.

La división de la derecha es un síntoma más de la pérdida de capacidad narrativa y hegemónica de la derecha: su discurso en la lucha contra la corrupción ha perdido ya la capacidad de ganar y mantener grandes apoyos en la sociedad. Sin embargo, esa pérdida de base social no impide que siga contando, al menos en las encuestas, con un nivel de apoyo que, al igual que en 2018, le convierte en el principal oponente de la izquierda, del Partido de los Trabajadores y de Lula. El resto, que generalmente son candidatos que buscan expresar una supuesta tercera vía, están divididos y no logran sumar un apoyo político y social significativo. En la última encuesta, en la que Lula triunfa sobre Bolsonaro, solo queda el 12% para los demás candidatos, que mantienen sus candidaturas porque aspiran a que, en algún momento, cuando la derecha abandone a Bolsonaro busque entre esas candidaturas una alternativa.

La izquierda necesita comprender la posibilidad que se le presenta de nuevo y estar a la altura del reto. En primer lugar, como subraya Lula, tiene que centrarse en las necesidades urgentes de la población: ayuda de emergencia, empleo, vacunas e identificarse con las urgencias de la mayoría de la población, abandonada por el gobierno.

La lucha por el impeachment contra Bolsonaro no debe ser abandonada por la izquierda: el control del Congreso por parte de Bolsonaro es ahora más frágil debido al descontrol ante la pandemia, como manifestó en algunas declaraciones el presidente de la Cámara, en quien Bolsonaro confiaba para frenar el impeachment. Asimismo, muestra al centrão afectado por el desgaste de Bolsonaro, a quien abandonará si ese desgaste compromete su apoyo electoral.

No obstante, un impechmant depende de otro factor, que de momento no está en juego: la cuarentena evita que el rechazo de Bolsonaro promueva grandes movilizaciones callejeras. Los cacerolazos son un ejemplo de cómo este rechazo se extiende y se vuelve más vigoroso, pero para fomentar un clima de rechazo mayoritario a Bolsonaro es necesaria la movilización callejera, que no será posible hasta dentro de unos meses.

De todos modos, siempre puede surgir alguna circunstancia que encienda la chispa que propague el clima que haga viable el impeachment. La mayoría de los empresarios están muy descontentos y la gran mayoría de los medios también, pero es imprescindible que se rompa la base de apoyo parlamentario de Bolsonaro.

Más allá de esa posibilidad, que podría salvar a Brasil de su sufrimiento actual, la izquierda tiene que pensar en la posibilidad de que la disputa política desemboque en las elecciones de 2022. Para ese momento, la primera actitud responsable de la izquierda tiene que ser la de la unidad de todas las fuerzas, que hoy sólo puede darse en torno a Lula, el gran candidato de la izquierda.

Además, tiene que hacerlo con una propuesta amplia para la reconstrucción del país, un país destruido se mire por donde se mire, que es el que la izquierda recibirá como herencia de seis años de destrucción neoliberal. No se trata solo de un frente político de fuerzas, sino también de una gran alianza social en torno a quienes están a favor de la restauración de la democracia, la reconstrucción económica y social del país y la reanudación del desarrollo económico con políticas sociales de distribución de renta y generación de ingresos y empleo.

La izquierda tiene que presentarse ante el país como la única fuerza que puede unir a la mayoría del país para afirmar la democracia, hacer crecer la economía, afrontar las desigualdades y recuperar la imagen de Brasil en el mundo. La izquierda brasileña necesita una gran victoria, ojalá ya en la primera vuelta, porque será una derrota no solo de la extrema derecha y la derecha, sino directamente de los militares, que se sumaron a la aventura del gobierno de Bolsonaro.

La izquierda necesita afirmar una amplia mayoría para restaurar la democracia, promover la desmilitarización del Estado brasileño, terminar con la financiarización de la economía y volver a imponer una dinámica productiva, combatir las desigualdades, generar empleos y promover los derechos de todos.