En este breve artículo me limitaré a esbozar algunas anomalías que existen en la ciencia contemporánea y sus peligros para la sociedad. Podrán profundizar sobre el tema en mi blog. El método científico es una de las formas que ha tenido el ser humano de crear conocimiento evitando sesgos y prejuicios. Los grandes avances que […]
En este breve artículo me limitaré a esbozar algunas anomalías que existen en la ciencia contemporánea y sus peligros para la sociedad. Podrán profundizar sobre el tema en mi blog.
El método científico es una de las formas que ha tenido el ser humano de crear conocimiento evitando sesgos y prejuicios. Los grandes avances que la ciencia y la tecnología han supuesto para buena parte de la humanidad son indiscutibles. Necesitamos seguir entendiendo los mecanismos y las reglas de la naturaleza, y seguir cultivando y universalizando la ciencia desde la razón.
Vivimos una época paradójica en cuanto a la relación ciencia y sociedad. Una parte de la sociedad reniega de los conocimientos adquiridos por el sistema científico mientras que otra tiene a la tecnociencia como una institución prácticamente omnisciente. Sin embargo la ciencia y los que la veneran sufren una serie de anomalías que enumeraré a continuación.
El reduccionismo genético como paradigma del sesgo reduccionista.
En una entrevista a Carlos López Otín, este cae en numerosos prejuicios reduccionistas, por ejemplo : «…No sabemos muchos detalles de cómo se regula el universo celular, dónde se halla el cuadro de mandos… para que determinados genes se activen o bloqueen. Quien nos organiza toda esta actividad es el genoma.» Esta retórica divulgativa esconde una forma de pensar. Cuando se explica el funcionamiento de algo tan complejo con esa metáfora reduccionista y técnica se está imponiendo un relato al lector. La teoría de que en el genoma está escrito el destino del organismo que lo sustenta es una bonita metáfora con tintes bíblicos. La realidad es que los elementos que hacen realidad la vida son muchísimo más que una secuencia de cuatro letras. Y es que en el ADN está la idea de Dios implícita y eso puede ser muy atractivo para el OPUS, que controla muchos de los departamentos de biología del país, pero no explica ni de lejos la autorganización de la naturaleza.
Y este reduccionismo «biologicista» no es infrecuente, ni inocente ni inocuo.
La idealización del sistema científico.
Lo que los científicos preguntamos, las hipótesis que formulamos y las conclusiones que sacamos están históricamente condicionadas. La ciencia tiene que ser lo más objetiva posible, pero interpretar que ciencia es sinónimo de objetividad oculta las verdaderas relaciones sociales de los científicos con la sociedad y entre sí.
La revisión por pares es hoy día uno de los principales obstáculos en el avance del conocimiento científico. Sin embargo, para los cientifistas, es la realización misma del sueño americano. Pero en realidad es un coladero de resultados no reproducibles y fraude. Hay saturación y sesgo. La ciencia tiene un método que permite depurar la estafa, el problema es que el método está inutilizado por los mal llamados «sistemas de evaluación», basados en publicar mucho y rápido.
Explotación y corrupción.
El 90% de los científicos trabajan más de 40 horas semanales, el 38% más de 60. Miles de investigadores compiten internacionalmente por una plaza o financiación. Escándalos por fraude saltan por todas partes. Cientos de artículos se retractan. El 50% de los ensayos clínicos no se hacen públicos. El 80% de los resultados en biomedicina no son reproducibles. En nuestro país los casos de Sonia Melo o Susana González claman al cielo. Parece que la corrupción en ciencia se paga, pero con premios y dinero. El supervisor de tesis de Melo durante el fraude, Manel Esteller, recibió el Premio nacional de investigación de Cataluña y la medalla de honor del parlament de Cataluña. Es corrupción porque es malversación de fondos públicos.
Problemas políticos requieren soluciones políticas.
Cientifismo es la «doctrina según la cual los métodos científicos deben extenderse a todos los dominios de la vida intelectual y moral sin excepción«. Yo ampliaría esta definición. Cambia «método científico» por toda teoría o cachivache que surja de la producción del sistema científico. Por «científico» tenemos que entender también técnico, por ejemplo transgénicos o energía nuclear. Por «vida intelectual y moral» debemos entender TODOS los ámbitos de nuestra vida, también la filosófica y la salud en todas sus vertientes. «Sin excepción» quiere decir que al oponerte a eso serás tildado de magufo.
Para un cientifista la ciencia es la única posibilidad de conocimiento y de desarrollo. Todo lo que venga del «mundillo» podrá ser utilizado para justificar medidas políticas, económicas, sociales o ambientales. Porque como en la ciencia está la verdad, también estará la salvación.
Cuando los científicos se preguntan cómo parar el calentamiento global mediante la tecnología, tipo secuestrar CO2, parece que no son conscientes de que un prejuicio les impide tener acceso a un abanico más amplio de soluciones: el crecimiento.
No podemos confiar en que los científicos no tengan necesariamente una agenda. Paradigmático es JM Mulet. Su estilo, arrogante pero simpático, ni de izquierdas ni de derechas, triunfa. En una de sus periódicas campañas contra Greenpeace, cuando la famosa carta de los Nobeles, publicó un meme con la cara de un niño afectado de ceguera con el texto: «Científicos independientes han demostrado que el arroz dorado pudo haber salvado mi visión… y también puede salvar mi vida. ¿Lo tenéis claro Greenpeace?«. Es un disparate defender que la hambruna causada por la mala distribución se solucione con alimentos tecnológicos de alto valor añadido como el arroz dorado, llamado así porque es transgénico y expresa más cantidad de vitamina A. Además de que probablemente no funcione. Es un insulto a la inteligencia el querer hacernos creer que la tecnología resolverá problemas estructurales como el hambre. Y como él es un inteligente profesor universitario entonces lo que pasa es que por alguna razón quiere vendernos esa tecnología utilizando niños negros.
Otra prueba de que a menudo hay una agenda es el hecho de que la mayoría de los estudios a favor de los transgénicos tienen conflictos de intereses evidentes.
Los batallones cientifistas son las asociaciones de escépticos, pero son «escépticos acríticos», porque se dedican a atacar y desmontar las pseudociencias únicamente cuando no vienen del sistema científico.
Así, de mano de los cientifistas, la tecnociencia, unida al dogma del crecimiento continuo, toma las riendas de nuestro destino. Las decisiones importantes las tienen que tomar los «expertos» no ya las mayorías. Es nuestra obligación como científicos y divulgadores ser radicalmente críticos y extremadamente empáticos. Hay que abandonar el doble rasero y criticar por igual las prácticas alejadas de la razón y el método vengan de donde vengan, porque más ciencia es necesaria.
Este artículo fue publicado originalmente en catalán en La directa.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.