Recomiendo:
0

Constructores

Fuentes: Rebelión

No fueron los faraones los que construyeron las pirámides ni los fastuosos monumentos del Antiguo Egipto. No fueron los patricios griegos los que edificaron el Partenón y la Acrópolis No fueron los emperadores romanos los que levantaron el Coliseo, el Acueducto de Segovia o el Panteón de Agripa No fue la cúpula eclesiástica la que […]

No fueron los faraones los que construyeron las pirámides ni los fastuosos monumentos del Antiguo Egipto.

No fueron los patricios griegos los que edificaron el Partenón y la Acrópolis

No fueron los emperadores romanos los que levantaron el Coliseo, el Acueducto de Segovia o el Panteón de Agripa

No fue la cúpula eclesiástica la que edificó el Vaticano y demás catedrales de Europa y el mundo.

No fueron los zares los que erigieron la Catedral de San Basilio, el Palacio de Invierno o el Kremlin.

No fueron la nobleza europea o la asiática las que alzaron el Louvre, Bukingham, el Big Ben, los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo, las Puertas de Brandeburgo, el Prado, la Torre de Pisa, la Alhambra, el Taj Majal, el Hagia Sofía, Ankor, Petra o la Gran Muralla.

Ninguna dinastía amerindia levantó con sus manos Tikal, Machu Pichu, Chichén Itzá, El Cuzco o Tenochtitlán, las pirámides y monumentos de la América precolombina.

Ningún burgués tocó alguna de las herramientas con las que se ara la tierra o se cosecha, con las que se construyeron las represas, los caminos, las rutas, los puentes, los estadios, los gasoductos, los canales, las embarcaciones, las escuelas, los pueblos, las ciudades.

La historia humana se ha construido en tormentas de sufrimiento y angustia, en lluvias de dolores, heridas de sal, barro mezclado con viseras, aguas servidas, huesos quebrados, espaldas dobladas y azotadas, venas abiertas de los y las que sólo podían entregar su fuerza de trabajo para poder vivir en sociedad.

Toda civilización fue edificada por mareas de trabajadorxs que esclavxs, siervxs o asalariadxs, le pusieron el cuerpo, el sudor, el sacrificio, la sangre, la piel y hasta la vida para el disfrute de sus explotadores y, posteriormente, la Humanidad toda.

Todo intento de rebelarse contra esa explotación ha escrito la historia humana. Toda pretensión de igualdad ha generado luchas. Los explotadores creen ser los dueños del mundo y de sus explotadxs, y actúan en consecuencia, crean las leyes, las instituciones, las fuerzas de represión y los ejércitos, arrasando todo a su paso, avasallando todo humanismo, apropiándose del sudor ajeno. Lxs explotadxs actúan en defensa propia, aún enfrentando la legalidad y la institucionalidad, y es esa defensa la esperanza de destruir la desigualdad. Y ese camino que han transitado esclavxs y siervxs, hoy lo caminan lxs asalariadxs. Sin esa lucha no habría salarios dignos o la posibilidad de ellos. No habría aguinaldos ni indemnizaciones, no habría vacaciones pagas, no habría paritarias. No habría derechos para la inmensa mayoría de la especie humana.

Los explotadores modernos – sucesores de patricios y feudales- los patrones, sobre todo los que constituyen la burguesía imperialista que ha modelado este mundo oprobioso y desigual, se oponen a cualquier tipo de mejora para lxs trabajadorxs porque lo consideran un costo y perjudica su tasa de ganancia. Si por ellos fuera, no pagarían nada, o apenas para que sus explotadxs subsistan para seguir trabajando. Lo único que evita que eso pase es la lucha de lxs que sufren la vida trabajando para que unos pocos se enriquezcan.

Es el accionar de la patronal el que genera la inequidad.

Es la respuesta consecuente de lxs asalariadxs la única posibilidad de un mundo justo.

Terminar con la desigualdad implica terminar con los factores que la provocan, destruir los hilos de los titiriteros, incendiar en un fuego eterno sus leyes que son sus privilegios.

Son lxs trabajadorxs, ocupadxs o desocupadxs, por ser la mayoría absoluta de la sociedad, lxs únicos que objetivamente pueden realizarlo.

Ello sólo será posible con la unidad de lxs verdaderxs constructores de todas las cosas, de toda la riqueza material y cultural, lxs explotadxs del mundo.

Pero no con la unidad gremial dentro del sistema que lxs explota, sino con la unidad política para terminar con él.

En este día que no es de festejo sino de conmemoración y homenaje a los Mártires de Chicago, vaya esta alabanza para todxs los mártires de manos callosas de todos los tiempos, lxs que con su fuerza de trabajo transformaron la realidad y edificaron toda riqueza de la Humanidad, mis compañerxs, mis camaradas, lxs trabajadorxs del mundo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.