Ecuador se encuentra en un momento histórico donde las demandas de cambio social y justicia exigen un proyecto político amplio y transformador, capaz de articular las aspiraciones de la mayor cantidad de sectores populares. La edificación de este proyecto no es solo una necesidad, sino una urgencia que responde a la búsqueda de un país más equitativo, soberano y comprometido con el bienestar de su pueblo. La transformación de la sociedad ecuatoriana requiere la creación de un partido que, lejos de replicar las dinámicas tradicionales del poder, refleje lo mejor de la sociedad trabajadora y soñadora.
Para construir un proyecto político de transformación, es fundamental reconocer el papel central que juega la sociedad trabajadora. Este grupo no solo representa la fuerza productiva del país, sino también el núcleo de los valores de solidaridad, resistencia y aspiración colectiva que han definido históricamente a las comunidades ecuatorianas.
La sociedad soñadora, por otro lado, es la que constantemente resiste y planifica nuevos escenarios para continuar creciendo y seguir siendo soberana. Es aquella que se reúne en los mentideros, en los espacios comunitarios, para imaginar un futuro mejor. Es en estos espacios donde los pensamientos de los abuelos, quienes resistieron la esclavitud y el concertaje, se entrelazan con los anhelos de un futuro libre y soberano. Esta sociedad soñadora es el motor de la transformación, siempre mirando hacia adelante, siempre luchando por un porvenir más justo.
El proyecto político que se requiere debe estar profundamente arraigado en la historia de lucha y resistencia de las comunidades afroecuatorianas, indígenas y campesinas, que han sabido construir sus propios Palenkes de libertad. Estas comunidades han demostrado que solo es posible construir una revolución auténtica cuando el «nosotros» se coloca por encima del «yo», cuando las aspiraciones individuales se subordinan al proyecto colectivo. Este espíritu de colectividad y compromiso con el bien común debe guiar la construcción de un Ecuador soberano, donde el pueblo sea verdaderamente el mandante.
Un proyecto político transformador en Ecuador debe tener como pilares fundamentales el respeto a la vida, la educación y el cuidado de la naturaleza. La educación no puede ser vista solo como un medio para alcanzar el desarrollo económico, sino como un proceso integral que forme ciudadanos conscientes, críticos y comprometidos con su comunidad y su entorno. Es necesario que la educación fomente el amor por la vida, el respeto por la diversidad cultural y la protección del medio ambiente.
En un país como Ecuador, donde la naturaleza es una parte esencial de la identidad nacional, el cuidado de los recursos naturales no puede ser una tarea secundaria. La soberanía nacional está intrínsecamente ligada a la capacidad de la sociedad para proteger su entorno, garantizando así un futuro sostenible para las próximas generaciones. La revolución ecológica debe ser un componente central de cualquier proyecto político que aspire a transformar profundamente la sociedad.
Para que un proyecto político de transformación sea exitoso, es crucial contar con un ejército de organizaciones territoriales profundamente comprometidas con el desarrollo de sus comunidades. Estas organizaciones deben estar formadas por hombres y mujeres que no solo comparten un profundo amor por sus familias y sus tierras, sino que también están dispuestos a trabajar incansablemente por el bienestar colectivo.
El movimiento político que lidere este proceso de cambio debe estar dirigido por lo mejor de la sociedad, personas que han demostrado su compromiso y capacidad en la lucha diaria por la justicia social. En este sentido, el diálogo intergeneracional se convierte en un punto de partida indispensable. Los jóvenes deben aprender de la sabiduría de los mayores, mientras que estos últimos deben estar abiertos a las nuevas ideas y energías que los jóvenes aportan.
Uno de los grandes retos en la construcción de un proyecto político transformador en Ecuador es romper con los círculos de amistad y poder que han perpetuado la exclusión de los verdaderos luchadores por la vida. Las organizaciones políticas no pueden seguir siendo espacios donde prevalecen el compadrazgo, las amistades personales o los aportes económicos por encima del compromiso real con los ideales del movimiento.
Para lograr un cambio real, es esencial que las bases tengan la oportunidad de ser protagonistas. El triunfo de las fuerzas de izquierda, o de cualquier movimiento que aspire a un cambio profundo, solo será posible cuando las decisiones se tomen desde las bases y no desde las cúpulas. La participación activa y democrática de todos los sectores populares es la única garantía de que el proyecto político refleje verdaderamente las aspiraciones y necesidades del pueblo.
En un país tan diverso como Ecuador, el diálogo intercultural debe ser la base de las relaciones gubernamentales en todos los niveles de gobierno. Las diferencias culturales no deben ser vistas como obstáculos, sino como oportunidades para enriquecer el proyecto político con una visión plural e inclusiva, donde la construcción de un país soberano sea posible en armonía. Para ello, se requiere el reconocimiento y la valorización de todas las culturas que conforman la nación.
Este diálogo intercultural no puede ser superficial, debe ser profundo y en constante construcción, integrando a todos los sectores de la sociedad en un proceso de reconstrucción colectiva. Solo así se podrá garantizar que el proyecto político de transformación no solo sea inclusivo, sino que también respete y promueva la diversidad cultural como un valor fundamental de la identidad ecuatoriana.
En definitiva, como decían mis abuelos, «be» muchacho, construir un proyecto político de transformación en Ecuador requiere un compromiso profundo con los valores de colectividad, justicia social y respeto por la diversidad. Este proyecto debe estar liderado por lo mejor de la sociedad trabajadora y soñadora, y debe poner en el centro la educación, el cuidado de la naturaleza y la participación democrática de las bases. Romper con las viejas estructuras de poder y fomentar un diálogo intercultural genuino son pasos esenciales para construir un país soberano, donde el pueblo sea el verdadero protagonista de su destino.
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