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La experiencia de Khan Academy

Contenidos «abiertos» para romper el molde

Fuentes: Revista Debate

¿Puede una academia surgir de la ayuda que un adulto le fue dando a un niño para que llevara a cabo sus tareas escolares? ¿Puede esa academia, prontamente, convertirse en proyecto educativo de avanzada, en experiencia valorada sobre nuevas formas de hacer circular e intercambiar conocimientos y en foco de atención para académicos, padres y […]

¿Puede una academia surgir de la ayuda que un adulto le fue dando a un niño para que llevara a cabo sus tareas escolares? ¿Puede esa academia, prontamente, convertirse en proyecto educativo de avanzada, en experiencia valorada sobre nuevas formas de hacer circular e intercambiar conocimientos y en foco de atención para académicos, padres y alumnos en distintas partes del mundo? Sí, puede. La gran aldea global de Internet contribuye de manera determinante para que así sea. Cada vez más. Y de manera más veloz. Pero también contribuyó en este caso el ímpetu y la creatividad de un joven llamado Salman Khan, su creador. De la Khan Academy estamos hablando.

Ex ejecutivo de padres indios y ex alumno del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y de la escuela de administración de negocios de Harvard, este joven norteamericano, como queda dicho, contribuía de manera didáctica y desinteresada, desde su casa en Silicon Valley, con los deberes escolares de su prima, quien entonces cursaba séptimo grado, en un colegio cualquiera de Estados Unidos. De Nueva Orleans, para más precisiones. Vía Internet le enviaba videos sobre los contenidos básicos que la nena estaba necesitando y, también, consejos sobre cómo estudiar. Hasta que decidió «colgar» ese material, para que pudiesen verlo no sólo ella, sino también sus amigos del colegio.

De ahí al despegue, solo un paso. En poco tiempo las visitas a los videos y apuntes crecieron exponencialmente. Y casi sin quererlo Khan generó un método y una nueva forma de estudiar en tiempos de cibernautas. Que pronto, también, adquiría especificidad en la web y se convertiría en un nombre-símbolo: Khan Academy. Salman dejó su trabajo en un fondo de inversión y le puso mucho esfuerzo a su proyecto. Corría 2009 y ya su nombre era sinónimo de innovación y de oportunidades. Tendría su rédito. Un año más tarde, la Fundación Bill Gates aportaría 1.5 millones de dólares, y Google dos millones, entre otras donaciones. Y la revista Time lo incluiría entre las 100 personas más influyentes del mundo.

Desde entonces, la consolidación. La Khan Academy hoy reúne más de 3.500 videos didácticos e instructivos (más de 800 en español), que fueron meticulosamente catalogados para su más fácil acceso (duran entre 5 y 15 minutos cada uno y son subidos a YouTube). Esos materiales didácticos ofrecen conocimientos en matemáticas y ciencias básicas, fundamentalmente. Pero no sólo. Además de miles de videos, ha desarrollado software para ejercicios interactivos personalizados y herramientas para ayudar a los maestros a seguir el progreso de sus estudiantes. Y el sitio forma parte del OpenCourseWare, un movimiento virtual que distribuye, reproduce y genera contenidos «abiertos» para los públicos más diversos.

El éxito de esta academia-método puede contarse también a partir de algunas cifras. Se estima que tiene cerca de 60 millones de visitantes únicos anuales y un promedio de visitas diarias que ronda los 70 mil. Todos ellos acceden gratis desde cualquier punto del mundo. Pero, sobre todo, puede mensurarse por el respaldo y los elogios que ha recibido por parte de referentes de lo más variados. Y contribuye a pensar que estas propuestas educativas alternativas, como la que promueve el Papa Francisco, lejos de ser imposibles, constituyen un horizonte de sentido para la integración educativa y para darles un componente más humanista a esos conocimientos que se incorporan.

Una educación personalizada, interactiva, sin la presencia tradicional de un docente en un aula y con el uso de tecnología digital como herramienta principal está destinada a traspasar las fronteras del espacio y el tiempo. E irrumpe como complemento posible (¿o como superación?) de la enseñanza tradicional. Mucho se debate en el mundo sobre esto. Sobre todo, en los ámbitos no formales. El desafío de apropiarse de experiencias parecidas para adaptarlas a los contextos particulares de cada sociedad aparece en el horizonte.

Fuente: http://www.revistadebate.com.ar/?p=6107