El 17 de diciembre, la atención de la opinión pública se centró en el acuerdo sobre las negociaciones para el ingreso de Turquía en la Unión Europea, con la lógica expectativa sobre el compromiso logrado con Chipre, que permitió a unos y otros (Turquía y la propia UE) anunciarlo como un éxito. Pero pasó bastante […]
El 17 de diciembre, la atención de la opinión pública se centró en el acuerdo sobre las negociaciones para el ingreso de Turquía en la Unión Europea, con la lógica expectativa sobre el compromiso logrado con Chipre, que permitió a unos y otros (Turquía y la propia UE) anunciarlo como un éxito. Pero pasó bastante más desapercibido el decidido apoyo que la UE expresó a Kofi Annan con motivo del ataque que padece desde hace semanas, y cuyo objetivo es deshacerse de él como secretario general de la ONU, porque para el gusto de algunos es todavía demasiado independiente.
Lo primero, expulsar a Annan, es algo que algunos sectores de la Casa Blanca verían con el mayor agrado; y lo segundo, debilitar a la ONU, es consustancial con el unilateralismo de una Administración norteamericana que, pese a sus errores en Irak, se ha crecido con la reelección de Bush. El primer ministro holandés, Jan Peter Balkenende, como presidente de turno de la UE, fue contundente: «Ha habido un claro apoyo al secretario general, porque todos sabemos que necesitamos un sistema multilateral eficaz». El presidente del Europarlamento, Josep Borrell, añadió: «Todos le han manifestado su apoyo y aprecio, para contrarrestar los ataques que está recibiendo».
¿Quién está detrás de tales ataques? La campaña contra Annan se produce en pleno debate sobre las necesarias reformas de la ONU, que culminará en los próximos meses, al cumplirse el 60° aniversario de su creación. En 1995, con motivo del 50° aniversario, ya hubo a escala mundial una campaña de reflexión, cuando conflictos dramáticos (Bosnia, Ruanda, Somalia) ponían de relieve tanto las incapacidad de la ONU como su necesidad.
¿De qué se acusa a Annan? Se le tiene por una persona inteligente, consciente de las limitaciones de su cargo: dirigir la administración de la organización, coordinar lo mejor que pueda sus instituciones, expresar el grado de consenso que en cada momento tiene la organización y, sobre todo, el Consejo de Seguridad, frente a los problemas del mundo. Los anteriores secretarios generales han tenido perfiles desiguales, de mayor o menor autoridad moral, o han sabido jugar bien el simbolismo de su función. Pero nadie llega al cargo sin el permiso explícito de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, que son los que mandan (en el sentido de poder, más que de autoridad).
¿Quién acusa a Annan? Importantes sectores del Congreso de Estados Unidos, con la complicidad de la Casa Blanca. Annan sería, según sus acusadores, personalmente responsable de las irregularidades cometidas durante el programa Petróleo por alimentos que en los años 90 la ONU puso en marcha para, a cambio de permitir una cierta exportación de petróleo, Irak pudiera paliar las necesidades básicas de su población. Todo parece indicar que el régimen iraquí se benefició de ello y desvió algo más de 10.000 millones de dólares. Aquel programa puso a prueba una vez más el efecto contradictorio de los embargos de la ONU, porque si bien se dirigen a castigar a gobiernos dictatoriales, acaban perjudicando, sobre todo, a los ciudadanos de a pie.
La aprobación, el control periódico y la renovación de aquel plan era responsabilidad exclusiva del Consejo de Seguridad, cuyos miembros son tan (o más) responsables como la Secretaría General de los fraudes no denunciados. El propio The New York Times afirmaba que Washington cerró los ojos sobre las transacciones ilícitas, y así lo denunció
Charles Duelfer, responsable del informe sobre el armamento iraquí. Los Angeles Times afirma que los acusadores son la cadena Fox News y el Wall Street Journal, que apuntan al hijo de Annan, Kojo, quien ciertamente trabajó un tiempo para una de las empresas que tenían contratos en el programa Petróleo por alimentos. Los Angeles Times también acierta en advertir de que el programa, al estar en el capítulo de Sanciones (en la carta de la ONU) es competencia exclusiva del Consejo de Seguridad, de ahí la relativa discreción de la Casa Blanca.
¿Casualidad? todo ello sucede precisamente cuando la ONU, a través de su auditorÍa (nombrada por el Consejo de Seguridad), revela que en los 15 meses en que Estados Unidos administró directamente Irak, se han producido graves irregularidades contables y económicas en torno a la producción y exportación del petróleo iraquí, así como en las adjudicaciones a dedo y sin concurso a empresas como Halliburton, cuyos escándalos ha tenido que sancionar con multas el propio Pentágono. La contradicción es que ahora, la Casa Blanca exige una mayor implicación en Irak, para aplicar el programa en los términos que ella misma fija. El retorno al multilateralismo no pasa ni por esta vía ni por el linchamiento de Kofi Annan.
Pere Vilanova es catedrático de Ciencia Política de la UB