La pavorosa crisis económica que vive el estado español mantiene estrecha relación con la unión monetaria. Por esa razón, la solución pasa por replantearse los vínculos con el euro, «un mecanismo perverso que nunca debió nacer». «El euro ha sido un disparate cometido en el nombre de Europa; una moneda común configurada a partir de […]
La pavorosa crisis económica que vive el estado español mantiene estrecha relación con la unión monetaria. Por esa razón, la solución pasa por replantearse los vínculos con el euro, «un mecanismo perverso que nunca debió nacer». «El euro ha sido un disparate cometido en el nombre de Europa; una moneda común configurada a partir de países muy desiguales (diferente capacidad exportadora y productiva, por ejemplo), que decidieron fusionar las monedas». Hasta 1999 (entrada en vigor del euro) los países de la Unión disponían de la capacidad de devaluación o reevaluación monetaria. El euro finiquitó esta herramienta de soberanía.
De este modo piensa el economista Pedro Montes, quien ha participado en las Jornadas Estatales del Frente Cívico-Somos Mayoría celebradas en Valencia los días 9, 10 y 11 de mayo. El euro nació con múltiples carencias que fueron aumentando con el tiempo. Se cercenó la soberanía de los estados. Más aún, después de 15 años de moneda única, la diferencia entra la evolución económica de los países del Norte europeo y los del Sur, ha dado lugar a «montañas» de deuda entre ellos (Al final de 2007, los pasivos exteriores de la economía española ascendían a 2,25 billones de euros, tras haberse multiplicado por cuatro desde la implantación del euro; además, hasta el estallido de la crisis en 2007-2008, España acumuló históricamente una deuda pública de 350.000 millones de euros; desde el comienzo de la recesión, la deuda se disparó hasta rondar hoy el billón de euros). «El euro no puede sobrevivir», sentencia el economista del Frente Cívico.
La declaración de principios de Pedro Montes: «Hay gente en la izquierda que piensa que son posibles las reformas en el entorno del euro, pero en el Frente Cívico pensamos que no». «Puede que al principio Alemania se implicara en el proyecto de la moneda única, pero hoy queda claro que se ha decantado como potencia hegemónica e imperialista; no hay más que observar su rol en Ucrania». Aunque todo ello no resultó una novedad. En 2007-2008, con la llegada de la crisis, «nos dimos cuenta de que el euro había sido un desastre; sin soberanía monetaria (sin posibilidad de fijar los tipos de cambio) ni apenas margen de maniobra, se optó por los ajustes y los recortes». A día de hoy, la situación ha devenido mucho más delicada y peligrosa que cuando empezó la recesión. Al déficit exterior se le agrega el déficit público, que no había representado un problema hasta el 2007-2008. Entre 2009 y 2012, el déficit de las diferentes administraciones públicas en el estado español ha rondado el 10% del PIB. Y en 2010 comenzaron las políticas de austeridad, primero con el PSOE y más tarde con el PP.
La tendencia perdura, ya que -recuerda Montes- el gobierno de España ha comunicado ya a Bruselas las políticas que piensa aplicar en los próximos cuatro años: más recortes y austeridad. «Nuestro país no dispone de soberanía». Y en esas circunstancias continúan las imposiciones de la Troika, «que nos llevan a la precariedad y al hundimiento de la economía; llevamos cinco años con estas políticas y ya conocemos sus consecuencias, las mismas que en Portugal y Grecia», argumenta Pedro Montes. Por eso, en una economía sin instrumentos propios, ésta es la propuesta esencial del Frente Cívico: romper con la unión monetaria para recuperar la soberanía económica. Ahora bien, se reconoce que no será una salida cómoda, que se plantea un escenario muy delicado. «Pero también una oportunidad histórica, pues se generarán oportunidades».
Y sobre todo ventajas, opina Pedro Montes. La de contar con un Banco Central y la capacidad de desarrollar una política monetaria propia, devaluar la moneda si así se considera oportuno, o de practicar políticas expansivas. Por ejemplo, «actualmente no hay liquidez porque el dinero lo fabrica el Banco Central Europeo». Ahora bien, «el sistema es cruel y te puede castigar si te sales de la moneda única; pero al poco tiempo se dan posibilidades de mejora». En cambio, en el marco del euro, «no caben políticas alternativas», asegura Pedro Montes. «Las propuestas progresistas, en el actual contexto, son inalcanzables». ¿Euro sí?, ¿euro no? Aunque, para el economista, más allá de la unión monetaria, «lo importante es que la sociedad pueda debatir propuestas para salir del actual desastre».
Además, matiza el economista, «es muy posible que la cuestión del euro no la resolvamos nosotros, que los hechos vengan determinados por otras circunstancias». «Podemos encontrarnos, por ejemplo, con un escenario en el que Alemania quiera soltar la rémora de un país como el nuestro; o que los dirigentes de la UE decidan que la prioridad es resolver el asunto de las deudas, antes que la moneda única». En todo caso, «a veces hay cosas que nos parecen irrealizables, pero que no lo son». Por ejemplo, hace 15 años (antes de la moneda única), los estados controlaban los flujos de capitales. Al final, «estamos hablando de recuperar la peseta, lo que resulta bastante sencillo». Por eso, «si nos dejamos maniatar por la complejidad de los problemas, no avanzamos». El nudo del problema es un conflicto social, y político, del que no quieren hablar los «expertos» (un titular a cuatro columnas del diario El País en abril de 2008 rezaba así: «El euro ahuyenta la pesadilla de 1993» y añadía: «Los expertos descartan una nueva recesión»).
Por otra parte, el profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga, Alberto Montero, afirma que se asume como marco «intocable» la pertenencia a la Eurozona, pese a que -según el Eurobarómetro de la primavera de 2013, el 37% de la población española rechaza la moneda única (una caída de 11 puntos en apenas 6 meses). En el análisis de la cuestión, se parte de un error de partida. Suele considerarse que el proyecto de la Unión Europea ha constituido un fracaso, cuando realmente se ha dado un éxito de Alemania y las clases industriales y financieras, frente a la clase trabajadora europea. Un éxito, por tanto. ¿Qué hacer entonces?
«A veces hacemos análisis muy de detalle, que delimitan perfectamente las causas de la crisis, qué, cuándo, cómo…Hacemos estudios perfectos que recogen todos los matices, pero al mismo tiempo corremos el riesgo de caer en la parálisis», afirma Alberto Montero. «Da la impresión, en ocasiones, de que fuera de la Eurozona no existe vida». «En los medios oficiales se nos dice que salir del euro es imposible, y que sobre ello no se puede discutir», añade.
Según Alberto Montero, «hemos de superar el alarmismo (se fomenta el miedo, frente a la pedagogía y el debate) ante las opciones (como abandonar el euro) que abren el espectro de emancipación y de lo políticamente posible; dentro del euro existe, en mi opinión, poco espacio para la izquierda transformadora». Asimismo, plantear una ruptura con la moneda única no tiene por qué ser incompatible con proponer auditorias ciudadanas de la deuda o procesos constituyentes.
De todos modos, la moneda es mucho más que un medio de cambio. Se trata de una institución social, que representa un modo de entender la economía, la política o las relaciones exteriores. Así, el dólar se sustenta en una comunidad política, una política económica y un ejército potente. Pero el euro no cuenta con el respaldo de una comunidad política. Además, la moneda única europea se crea con tres objetivos, según Alberto Montero: Insertar a Europa en la globalización financiera, y al euro como moneda de reserva para competir con el dólar. Una moneda fuerte en un espacio económico potente: la aspiración de cualquier imperio. En segundo lugar, se crea la moneda única en un espacio común integrado, de modo que se limita la capacidad de los estados para intervenir en las dinámicas económicas (por ejemplo, con devaluaciones competitivas). Por último, se aspira a la construcción de un espacio económico, primero, que dé lugar posteriormente a una comunidad política.
¿Cómo plantear la ruptura en un escenario como el actual? «Sólo es posible creando una ciudadanía y una hacienda pública europea con criterios sociales; pero esta posibilidad ni está ni se le espera porque, entre otras cosas, Alemania se niega a instituir el federalismo fiscal», responde Alberto Montero Soler. «Pensemos entonces en diferentes monedas conviviendo en Europa», añade. Monedas en cada uno de los estados, complementando al euro. Pero el artículo 106 del Tratado de la Unión Europea prohíbe a los estados emitir moneda. Ahora bien, está la opción de crear un «bono convertible» o medio de pago que se le pueda descontar al titular a la hora de pagar sus tributos, y que permita a ciudadanos y empresas satisfacer sus necesidades. «El estado puede emitir estas monedas paralelas que te saquen de la dictadura de los mercados», propone el economista (siempre como medio de pago, no con la idea de monetizar deuda pública, advierte).
Un plasmación de esta idea se desarrolló en la provincia argentina de Tucumán entre 1985 y 2003 con los Bocade (Bonos de Cancelación de Deuda), emitidos con la idea de que el estado pudiera abonar los salarios a los funcionarios, así como dinamizar la economía local. Se logró que los intereses de los préstamos que el estado pagaba a la banca comercial descendieran del 7,25 al 0.83%. Un Bocade equivalía a un peso argentino, sin que se diera un doble sistema de precios. Después de 18 años de funcionamiento, este medio de pago se eliminó por exigencia del FMI, como una de las condiciones para la concesión de préstamos. Alternativas al corsé del euro.
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