En los argumentos marcados por la posmodernidad, la política se ha convertido en una suerte de ubicaciones espaciales carentes de una esencia ideológica que permita marcar una estrategia o un horizonte definido. La novedosa herramienta capitalista de la «no-ideología», como ideología dominante, ha sido parte exitosa y perversa para la construcción de una pseudo-realidad en […]
En los argumentos marcados por la posmodernidad, la política se ha convertido en una suerte de ubicaciones espaciales carentes de una esencia ideológica que permita marcar una estrategia o un horizonte definido. La novedosa herramienta capitalista de la «no-ideología», como ideología dominante, ha sido parte exitosa y perversa para la construcción de una pseudo-realidad en la cual se puede caminar sin la necesidad de alguna brújula ideológico-política.
Este contexto de la post-política -que ha perdido la capacidad de defender y luchar por sus posiciones o intereses, como razón de ser de la política- genera un renacimiento de los postulados con los que fue bautizado el propio capitalismo. Consignas como: libertad, fraternidad, igualdad colman nuevamente los discursos de los distintos actores que se presentan en la escena política. Sin embargo, éstas, aparentemente amigables consignas, esconden, para el capitalismo, el motivo suficiente para continuar ejecutando el pragmatismo maquiavélico más liberal a nombre de falsas libertades y consensuada mediante la tolerancia.
Así la «tolerancia» y la «ideología política», en estos tiempos, pasean juntas y van de la mano; tal cual lo ha reflejado la oposición de «izquierda» y -por supuesto- derecha en su famosa reunión de Cuenca, o el cambio de tendencia, sin ningún empacho, de una de las Concejalas de Quito; estos son actuales y «calientitos» ejemplos de la des-ubicación y carencia de principios ideológicos en nuestra política nacional.
Obviamente, las cajas de resonancia de la derecha han mostrado positivamente el «logro» de la unidad entre las distintas tendencias en contra del malvado «Correismo prepotente». En este sentido, las coincidencias discursivas coyunturales seguirán enalteciendo las posturas liberales, presentándolas además como revolucionarias y ocultando principios que se han borrado del diccionario político como la consecuencia, entrega, fidelidad o transparencia.
Sin embargo, este pecado no solo se presenta en la oposición. Las mismas políticas de gobierno también han devenido en paradojas ideológicas, como por ejemplo los anuncios de cooperación contra el lavado de dinero entre la Fiscalía General con -nada más y nada menos- el Banco de Pichincha. O que la Planificación Familiar y Sexual, de lo que fue la ex – Enipla, se lo realice desde los grupos más retrógrados y cercanos al Opus Dei. Ojala no lleguen a considerar que los Centros Infantiles del Buen Vivir (CVBS) estén en manos de la pedofilia religiosa.
Por otro lado y de la misma manera, en el rimbombante Frente «Unidos» también encontramos ciertas dosis de des-ubicaciones ideológicas que piensan únicamente en las elecciones como el exclusivo espacio político de unidad.
La militancia comunista sabrá caracterizar y descubrir la esencia de esta batalla de posiciones, caer en lo absurdo del exceso de la tolerancia o el supuesto logro de la unidad por unidad sin ideología política, es como pensar que la superación de la lucha de clases se resolverá cuando cada clase sea tolerante o fraterna con la otra. La revolución es también el derecho a la intolerancia de lo absurdo con la imposición de la razón y de la mayoría.
Por eso, izquierda y derecha, las dos, pierden su razón de ser en la medida que se ubiquen al lado contrario al que pertenecen. ¿Será exceso de fraternal tolerancia o falta de ubicación? En cualquiera de los casos es detestable imaginar a una «derecha guevarista» y una «izquierda capitalista»
Juan Francisco Torres es Secretario General del Comité Central de la Juventud Comunista del Ecuador.
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