“El estudio del tema del dinero, por encima de otros campos económicos, es el tema en el cual la complejidad se utiliza para disfrazar la verdad o para evadirla, en vez de revelarla” (John Kenneth Galbraith)
Al final de la introducción de su texto clásico, Teoría del Desarrollo Capitalista, Paul M. Sweezy –quizás, con la única compañía de ErnestMandel, el economista marxista más influyente de la segunda mitad del siglo XX- plantea una aparente dicotomía que refleja sin duda un dilema fundamental para cualquier teórico o ensayista en el ámbito de las llamadas ciencias sociales y, muy señaladamente, en las procelosas aguas de la teoría económica: ¿resulta más provechoso abordar prioritariamente la crítica de las falacias de la ortodoxia del pensamiento mainstream, revelando sus inconsistencias y sus groseras complicidades de clase o, por el contrario, debería centrarse el ensayista crítico en la exposición de su teoría alternativa, resaltando las aportaciones novedosas y esforzándose en divulgar los fundamentos de la tradición o corriente ideológico-teórica a la que se adscribe? Si bien es indudablemente cierto que tal alternativa no es excluyente – el opus magnum marxiano, que lleva por subtítulo “Crítica de la Economía Política”, es un ejemplo paradigmático- resulta, en cualquier caso, una línea de demarcación que atraviesa cualquier obra ensayística con vocación simultáneamente divulgativa y “de combate”. Ni que decir tiene que el ilustre fundador de la MonthlyReviewse decanta por la segunda opción: la propuesta de un marco de análisis crítico del desarrollo del capitalismo a través de la exposición y la actualización –con aristas sin duda muy discutibles- de la teoría económica marxista, eludiendo por tanto, según sus propias palabras, la “ingrata tarea” de afrontar la crítica de la ortodoxia económica vigente en su época, la teoría neoclásico-marginalista.
El texto que tenemos entre manos transita por la senda opuesta.
El economista y profesor Mario del Rosal [2] aborda, desde la misma tradición de Sweezy, esa ingrata pero a la vez perentoria tarea crítica, sin dejar de exponer asimismo, con la vocación didáctica propia de su actividad docente, los fundamentos del formidable edificio del análisis teórico marxista. Por lo tanto, su trabajo se inscribe en la acrisolada tradición, ejemplificada en los clarividentes pasajes que el Manifiesto Comunista dedica al socialismo burgués y a otras «desviaciones» idealistas y centrada en la crítica a los creadores de «pócimas» taumatúrgicas de política económica que, sedicentemente, arreglarían los averiados engranajes del motor de la acumulación de capital sin alterar la esencia del mismo. El campo escogido es nada menos que la “intimidatoria” y profundamente ignorada teoría monetaria
Ya desde el tono manifiestamente irónico del título y del subtítulo queda patente el objeto del libro: la crítica razonada y exhaustiva de una de las últimas modas surgidas de la fábrica de tendencias de la desvaída socialdemocracia, la Teoría Monetaria Moderna (TMM), con notable predicamento en los depauperados ámbitos de la izquierda reformista –al fin y al cabo, valga el oxímoron, la izquierda del capital- y entre algunos rutilantes y mediáticos economistas sedicentemente progresistas.
Se trata sin duda de una tarea enormemente necesaria. Las cuestiones básicas sobre la forma de generación del dinero, de la deuda y acerca de sus neurálgicas funciones en el capitalismo actual así como de su formidable influencia en las condiciones de vida de las clases trabajadoras son ignoradas completamente por la inmensa mayoría de la población, directamente afectada por sus efectos.
El loable trabajo de Del Rosal merece encomio por tanto por dos motivos principales. En primer lugar, el esfuerzo de explicación divulgativa de uno de los ámbitos –todo lo relacionado con el “objeto por excelencia”, su modo de creación y de inyección en el metabolismo económico- de la acerba realidad circundante más oscuros e ignorados por el gran público, incluyendo extensas capas sociales de elevado capital cultural y ascendencia social. Pese a tratarse del elemento material más importante de la vida social, no existe ningún otro ámbito donde el manto de desconocimiento y de tergiversaciones con el que se cubre su auténtica naturaleza sea más espeso que en todo lo relacionado con el “objeto por excelencia”: no entendemos el mundo en el que vivimos.
Y, last but not least, resulta asimismo sumamente pertinente la refutación de una de las más recientes y sexys versiones de la utopía idealista que representa el reformismo, a través de sus múltiples encarnaciones, como expresión –tal como refleja el subtítulo del texto de Del Rosal- de la ilusión reguladora basada en la posibilidad de salvar al capitalismo de sí mismo. Tan heroico cometido, en la ensoñadora fantasía de los curanderos del capital, se llevaría a cabo por medio de los ajustes y cambios adecuados que permitirían devolver el “genio malo” del capital especulativo desaforado a la botella en la que se controlen sus excesos mediante la ilusoria regulación temperada por parte del Estado Providencia.
Ambos aspectos están, como es obvio, íntimamente relacionados: la ignorancia rampante –potenciada, excuso decir, hasta el paroxismo a través de los altavoces académico-mediáticos, copados por los “espadachines a sueldo” del capital- acerca de todo lo relacionado con el poderoso caballero por parte de las mayorías sociales facilita enormemente la credulidad y la extraordinaria difusión de las panaceas y remedios mágicos propalados por los “hechiceros” pecuniarios. Elevar el conocimiento público acerca de los engranajes del funcionamiento del hecho monetario en el capitalismo rabiosamente financiarizado y depredador realmente existente permite, en definitiva, afilar las armas de la crítica y contribuye a generar anticuerpos ante las pretendidas “balas de plata” pergeñadas por los creadores de falansterios monetarios.
Yendo pues al objeto en cuestión. ¿Qué es la TMM, cuáles son sus principales características teóricas, el marco histórico que le proporcionó su ventana de oportunidad, su perfil ideológico-político y los rasgos de la buena nueva monetaria que motivan la consistente crítica emprendida por Del Rosal en el texto?
Las prescripciones de la TMM destacan entre las recetas de los curanderos de la moneda –los apóstoles del dinero soberano libre de deuda y los excéntricos libertarianos de las criptomonedas, también figuran en lugares destacados- por dos razones estrechamente conectadas entre sí: es una teoría sexy con vocación de intervención política que, huyendo de la jerga críptica de los papers, ofrece una receta sencilla y aparentemente irresistible para acabar nada menos que con la desocupación y el drama del desempleo crónico. Y para fundamentar lo anterior presenta una, aparentemente rigurosa y presuntamente ultramoderna, teoría monetaria que ofrece una visión de los mecanismos de generación y de las funciones del dinero original y adaptada a los tiempos actuales del dinero fiduciario desmaterializado. Como resalta, con un leve deje irónico, un artículo aparecido en The Nation, el atractivo rockero de las estrellas de la TMM y el hecho de que su mensaje principal acerca de cómo funciona el dinero y la forma sumamente trivial en la que se puede poner su modo de producción y distribución al servicio de la colectividad lo pueda entender hasta un niño de ocho años convierten a la buena nueva monetaria en una suerte de verdad revelada abrazada por innumerables prosélitos del progresismo occidental. Tal capacidad de penetración popular y de presencia mediática refuerza sin duda la oportunidad de la crítica emprendida por Del Rosal en pos del desvelamiento de las groseras falacias contenidas en sus propuestas.
¿Cuál es pues la ventana de oportunidad que ha aprovechado la TMM para tratar de convertirse en una suerte de evangelio monetario de la Internacional Progresista Occidental, encabezada por la izquierda demócrata estadounidense de Sanders, Ocasio Cortez, etc. y promovida aguerridamente por toda una pléyade de starlets mediáticas de la heterodoxia integrada como Kelton, Wray o Mitchell y, aunque con matices más o menos relevantes, por Varoufakis, James Galbraith, Steve Keen o Michael Hudson, los economistas de cabecera de los medios «alternativos»? ¿Qué tipo de propuestas de política monetaria sustentan las aportaciones y las prescripciones de la enésima reencarnación de los curanderos de la moneda?
Para entender su origen habría que mencionar dos hechos capitales: la aguda crisis del keynesianismo tradicional, causada por el advenimiento del monetarismo neoliberal aplicado por la gobernanza del capital financiero como remedio de la estanflación crónica característica de la profunda crisis de los años 70 y, en el ámbito estrictamente monetario, la desmaterialización total del dinero tras el Nixon Shock de agosto de 1971, que rompió para siempre la ligazón cuantitativa entre el dólar y el oro abriendo inmediatamente las compuertas a la emisión del “puro aire” de cantidades teóricamente ilimitadas de dinero y de deuda por parte de sus fábricas modernas –la banca central y comercial-.
Estos dos hechos ofrecieron una ventana de oportunidad para construir una alternativa renovada, que marcara distancias con el fracasado y adulterado keynesianismo de la posguerra, y que pudiera asimismo hacer frente al paradigma monetarista y al encarnizamiento terapéutico encarnado en las políticas neoliberales. El embate del “austericidio” a partir de la debacle financiera de 2008, basado en el anatema del gasto público deficitario y en el desmantelamiento acelerado de los restos del Welfare State, acrecentó la necesidad, dentro de la izquierda del capital, de ofrecer una respuesta política teóricamente fundamentada al rigorismo estricto de la ortodoxia.
Con tales premisas históricas y un paquete de ingredientes teóricos ciertamente eclécticos aunque procedentes en su mayor parte de la tradición poskeynesiana, los apóstoles de la TMM armaron un dispositivo teórico y de combate político, normativo y positivo a partes iguales.
El texto de Del Rosal describe de forma exhaustiva sus tres componentes básicos que podrían sintetizarse sumariamente en los siguientes rasgos primordiales.
En primer lugar, una aséptica herramienta técnico-teórica: un aparato analítico y conceptual, presuntamente innovador, sobre la génesis, la naturaleza y las funciones económicas del dinero moderno desmaterializado: dinero fiduciario, que debe su aceptación general a la confianza en el emisor, en el caso del dinero-deuda generado “del puro aire” por la banca privada, o, en el caso del dinero fiat o de curso legal, a la capacidad de coerción del banco central, el monopolista de la moneda. Tal concepción, tributaria del cartalismo, concibe el dinero moderno como unidad de cuenta, sin ninguna relación con cualquier medida o signo de valor y generada, sin ningún límite técnico, por el Estado. En palabras del autor (p.136): “El resultado de estas tesis es una visión del dinero que combina dos elementos realmente notables: su total desvalorización, dado que no tiene ni representa valor y, en consecuencia, la posibilidad de que el Estado pueda emitirlo discrecional e ilimitadamente”.
En base a lo anterior, y provistos de este poderoso bazuca de generación ad infinitum del poderoso caballero, los aguerridos adalides de la TMM se lanzan resueltos a una encomiable empresa regeneracionista basada en una concepción idealista y profundamente pueril del Estado burgués. El Leviatán hobbesiano transmutado en benéfico Deus ex machina que, a través de su soberanía monetaria y de su capacidad ilimitada de creación de dinero de curso legal deviene el actor equilibrador par excellence del capitalismo desaforado, el poseedor de la cornucopia que derramará el don del bienestar y de la seguridad material sobre las clases populares y limará las afiladas aristas del capitalismo desembridado.
Y por último, en el ámbito de las políticas concretas, la verdad revelada a los ignaros por los curanderos monetarios consta de una irresistible propuesta de consecución nada menos que del pleno empleo a través del llamado “Plan de Trabajo Garantizado”. Tal milagro, posibilitado con un simple golpe de tecla por la piedra filosofal en manos del Supremo Hacedor monetario, derramará los dones de la seguridad económica y la dignidad personal sobre sus menesterosos súbditos. Como enfatiza Del Rosal (p.38): “La idea básica sobre la que se sustenta la TMM y que justifica toda su existencia es sencilla: en un país con soberanía monetaria el Estado no puede quebrar en su propia moneda y por lo tanto disfruta de la potestad de emitir dinero fiat libremente (…) De ahí que, gracias a esa potestad monetaria, el Estado podría (y debería) asumir indefinidamente el papel de empleador de último recurso”. Qué duda cabe que incluso un niño de ocho años caería totalmente rendido ante la deslumbrante simplicidad de la propuesta y expresaría sin rebozo su inusitado alborozo ante el primer mandamiento del irresistible credo predicado por Randall Wray, uno de sus principales apóstoles: “Podemos servirnos del golpe de tecla para llegar al pleno empleo”. Albricias.
Con tales premisas, y confiando en no desvirtuar el exhaustivo análisis crítico desarrollado por el autor, destacaríamos tres falacias fundamentales insertas en el planteamiento teórico y en las propuestas políticas de los aguerridos creyentes en mágicos ungüentos monetarios, que conforman a su vez los rasgos comunes a los cándidos creyentes en la regulación y en las panaceas reformistas.
En primer lugar, la concepción aséptica del dinero, de su naturaleza y de sus funciones omite groseramente, como muestra el exhaustivo análisis de los principales rasgos de los fundamentos teóricos de la TMM que Del Rosal desmenuza con precisión de entomólogo, que el elemento más importante de la vida social, lejos de ser un artilugio meramente instrumental que, en las manos adecuadas, podría ponerse al servicio del bien común representa, bien al contrario, la máxima expresión del poder social en la sociedad de la mercancía: el capital es dinero acrecentado a través de la explotación del trabajo. Por tanto, la fábrica de dinero moderna, por medio de su capacidad discrecional e ilimitada de inyección de dinero-deuda en el circuito monetario de producción, es la institución capital a través de la que se ejerce el dominio de clase sobre aquellos cuyo único acceso al dinero es la venta de su fuerza de trabajo, y no una mera herramienta técnica como tratan de sostener las entelequias de los curanderos monetarios. En las lúcidas palabras de Aglietta: «Si los salarios crean división social, determinando el poder de una clase social sobre otra, ese poder es el poder del dinero. Para ser más precisos, es el poder de aquellos que detentan la prerrogativa de crear dinero con el fin de transformarlo en un medio de financiación de la producción; es el poder sobre aquellos cuyo único acceso al dinero consiste en la venta de su capacidad de trabajo«.
En segundo lugar, ni el Estado burgués ni la democracia representativa son en absoluto agentes neutrales que, a través de la sagrada liturgia de la soberanía popular, puedan ponerse “graciosamente” al servicio de las mayorías y de la consecución del interés general. Tal visión idealista y falaz deforma olímpicamente el papel real del Estado burgués al servicio de la reproducción del capital y de los intereses de las clases que detentan la hegemonía en el reino de la propiedad privada. Ignorar tal evidencia -más aun en los tiempos actuales de amputación total de las herramientas redistributivas del Estado-Providencia- implica un retroceso de siglos en el análisis materialista de los conflictos en una sociedad de clases y una ignorancia supina del activo y neurálgico papel del Estado burgués en su apoyo a la fracción dominante de la sociedad. En las contundentes palabras de Xabier Arrizabalo, compañero de Del Rosal en la Universidad Complutense de Madrid: “No podemos hacer lo que queramos, cambiando las reglas del juego del capitalismo a discreción, porque son expresión de relaciones sociales profundas. La TMM es la negación de la economía política que explica el conflicto distributivo entre clases antagónicas. Resulta absurda la idea del manejo libre del Estado, negando que se trata de la expresión institucional de las relaciones de producción capitalistas”.[3]
Y por último, y estrechamente conectado con lo anterior, lo cierto es que desafortunadamente el desempleo no es un accidente técnico ni una involuntaria consecuencia de un error garrafal de las políticas de austeridad neoliberales, sino un elemento esencial en el ejercicio del poder disciplinador sobre la clase trabajadora por parte de los dueños de los medios de producción a través del ejército industrial de reserva. Como describió Marx, se trata de un insustituible elemento regulador del precio de la fuerza de trabajo y un formidable factor de coerción sobre los obligados a la venta de la única mercancía capaz de sostener el maltrecho metabolismo social capitalista. Ignorar lo anterior representa el epítome del idealismo reformista de los curanderos monetarios y les sitúa fuera de la realidad material del tejido social capitalista.
La cruda realidad es que los insolubles males del capitalismo –las crisis, la desocupación rampante y la miseria creciente de las masas– no se arreglan imprimiendo papelitos o imaginando absurdas y fantasiosas ingenierías monetarias a cargo de un imaginario Estado benefactor. Apoderarse del «control del dinero», que se arrogan «ilegítimamente» los capitalistas, para ponerlo en manos del Estado, no sería en absoluto, incluso en el caso de ser posible tamaña quimera, el único requisito para acabar con la explotación y la miseria galopantes imponiendo, por arte de birlibirloque y contra la voluntad de las clases poderosas, la estabilización del sistema y la eliminación del desempleo. Como concluye Del Rosal, tales desnortadas premisas habilitarían dar una rotunda respuesta negativa a la pregunta que subyace en el trasfondo profundamente idealista de los planteamientos de los curanderos de la moneda: ¿acaso el dinero todo lo puede?
Por lo tanto, aunque no sean objeto de análisis en el texto, el análisis analítico-teórico y la crítica política que realiza Del Rosal a los curanderos de la TMM se pueden, en mi opinión, extender a las múltiples variantes que, en la actualidad, adopta el idealismo reformista en su fútil intento lampedusiano de salvar al capitalismo de sí mismo mediante variopintos «trucos circulatorios» que no alteran en absoluto su código genético. De este modo, y sin afán exhaustivo, esta caracterización idealista habilitaría englobar, a pesar de todos los matices que las diferencian, a la renta básica universal, la propuesta de eliminación de los paraísos fiscales, las reformas fiscales progresivas à la Piketty, la –hoy semiolvidada- tasa Tobin sobre las transacciones financieras o las “balas de plata” de las diversas sectas de curanderos monetarios –destacadamente, los libertarianos de las criptomonedas y los excéntricos del dinero soberano- en el mismo grupo de hechiceros poseedores de piedras filosofales que posibilitarían la evolución hacia un capitalismo atemperado y regulado por el Estado Providencia: el viejo sueño húmedo, reeditado por enésima vez, de la primera versión del reformismo revisionista de Bernstein y de la Segunda Internacional.
Para terminar, apuntaría brevemente dos enmiendas totalmente secundarias al excelente trabajo que torpemente glosamos.
En primer lugar, se desprende del texto un cierto aroma escolástico derivado del hecho de la adscripción del autor al paradigma marxista como marco de referencia de la crítica a los curanderos monetarios. En mi opinión, tal enfoque unidireccional proporciona -sin poner en absoluto en cuestión los rasgos generales del extraordinario análisis marxiano del sistema de la mercancía, totalmente vigentes y pertinentes para la crítica de los creyentes en los «trucos de la circulación»- cierta rigidez terminológica y formal en algunos pasos de la argumentación y resulta matizable por dos motivos estrechamente relacionados. En primer lugar, la crítica del idealismo reformista de los curanderos monetarios -como la del reformismo en general- puede plantearse más ampliamente desde la nutrida tradición materialista –no sólo marxista- del análisis teórico-científico llevado a cabo por las distintas corrientes de pensamiento racionalista: las líneas de demarcación del conflicto idealismo-materialismo atraviesan toda la tradición filosófica enmarcando el agudo contraste entre los creyentes en el elemento subjetivo –sustrato filosófico-político basal de la tradición reformista- y los defensores de la prevalencia de los factores objetivo-materiales en el curso del río de la historia humana. Quizás una mayor elasticidad y amplitud terminológica en este ámbito facilitaría el acercamiento de lectores que, aun desde planteamientos meramente racionalistas alejados del armazón teórico marxista, compartan, al menos en parte, la crítica del curanderismo monetario.
Una constatación que abonaría la adopción de un enfoque expositivo y teórico menos rígido residiría, como el propio autor insinúa en algunos pasos del texto (p.44 y 60), en que resulta indudable que las teorías monetarias marxistas en la actualidad no han logrado una interpretación cabal y coherente de las características y funciones del poderoso caballero en el capitalismo financiarizado. Las causas de esta importante falencia son complejas y exceden el ámbito de esta nota pero tendrían que ver, en mi opinión, con la resistencia a abandonar los residuos metalistas –la “bárbara reliquia” en palabras de Keynes- en el análisis de las características y del modo de producción e inyección en los flujos económicos de la moneda fiduciaria, y con la obsesión por casar a toda costa la novedosa naturaleza del dinero desmaterializado con la teoría del valor-trabajo y con la determinación de las variables target de la política monetaria como la inflación o el tipo de interés. En este punto, las carencias y diferencias de las actuales teorías monetarias marxistas resultan llamativas.
Y, por último, también se echa quizás en falta un análisis más global del papel de los mecanismos de generación e inyección del dinero y de la deuda, así como de las insolubles deficiencias del concepto ortodoxo de la inflación de precios, el gran tótem de la política monetaria vigente, en su estrecha conexión con el arduo sostenimiento de la rentabilidad del capital durante el último medio siglo de hegemonía neoliberal-monetarista. Más concretamente, resultaría en mi opinión pertinente una crítica de la ausencia absoluta, en los enfoques y prescripciones de los curanderos de la moneda –más allá de sus apelaciones pueriles a combatir la especulación e incrementar la regulación del sector financiero- de un análisis del papel de la banca comercial como planificadora de la actividad económica y propulsora de formidables burbujas de activos a través de su poder de creación ex nihilo del flujo monetario. Ello contribuiría a poner de manifiesto el profundo y ahistórico idealismo de los hechiceros monetarios.
La ignorancia del papel neurálgico de la fábrica de dinero moderna –cuyos pilares son la banca central y la banca comercial, los productores de dinero-deuda del «puro aire»- en el sostenimiento de la rentabilidad del capitalismo patológico, corroído por la atonía productiva y las devastadoras crisis periódicas propulsadas por el casino global es por tanto otro rasgo característico de los heroicos creyentes en la inverosímil posibilidad de salvar al capitalismo de sí mismo. Se omite pues olímpicamente la profunda interrelación entre la producción de dinero-deuda hacia las actividades rentistas y especulativas y el sostenimiento de la maltrecha rentabilidad del capitalismo neoliberal, promoviendo reformas de los engranajes financieros, pero dejando intacto el corazón del motor de explotación y extracción de riqueza social. Por lo tanto, una crítica de la completa omisión de la realidad concreta y de las características principales de la historia reciente de la acumulación de capital hubiera reforzado la impresión de idealismo y de falta de sindéresis de las recetas de los curanderos y fortalecido la crítica de sus postulados.
Más allá pues de estas objeciones puntuales sólo me queda destacar de nuevo la enorme utilidad e interés del trabajo que comentamos para, como decíamos al principio, acometer la ingrata aunque necesaria tarea de la crítica de los espejismos y los trampantojos levantados por los que en el fondo, como reza el título del texto, lo único que pretenden es limar las más afiladas aristas y los rasgos más acerbos del reino del capital, conservando intacta la esencia explotadora, autodestructiva y alienante del sistema de la mercancía.
Notas:
[1] Mario Del Rosal, La gran revelación: De cómo la Teoría Monetaria “Moderna” pretende salvarnos del capitalismo salvando el capitalismo, Ecobook-Editorial del Economista, 2019
[2] Para una breve biografía académica y bibliográfica de Mario del Rosal, véase https://www.ucm.es/deaeh/delrosal_m
[3] Recomiendo encarecidamente la visión del debate entre Eduardo Garzón y Mario del Rosal sobre Teoría Monetaria Moderna y Marxismo, celebrado en la Universidad Complutense de Madrid y organizado por la asociación de estudiantes Economía Alternativa, 23-11-2018. La intervención de Arrizabalo comienza en 1h 35’ 15’’, el extracto de sus palabras es mío.
La intervención de Arrizabalo comienza en 1h 35’ 15’’, el extracto de sus palabras es mío.
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