La coproducción y una buena promoción resultan fundamentales para que el cine de América Latina pueda acceder a los grandes circuitos internacionales de distribución y exhibición, según el realizador chileno Silvio Caiozzi. «En este mundo globalizado hay que buscar las fórmulas para no quedarse aislados y hacer un cine sólo para tu país de origen,», […]
La coproducción y una buena promoción resultan fundamentales para que el cine de América Latina pueda acceder a los grandes circuitos internacionales de distribución y exhibición, según el realizador chileno Silvio Caiozzi.
«En este mundo globalizado hay que buscar las fórmulas para no quedarse aislados y hacer un cine sólo para tu país de origen,», señaló Caiozzi en entrevista con IPS durante la presentación en el Festival Internacional del Nuevo Cine latinoamericano de La Habana de su filme «Cachimba», realizado en conjunto con Argentina y España.
Esta película llegó con el aval de tres galardones logrados en noviembre pasado en el XXX Festival de Cine Español, que son el premio a la mejor fotografía para Migel Abad, a la mejor actriz para Mariana Loyola y al mejor actor para Julio Jung, pero el cineasta chileno prefería no hacer pronósticos dos días antes de finalizar el certamen el viernes 17.
Los espectadores cubanos lo conocen especialmente por «La luna en el espejo» (1990) y «Coronación» (2000), dos obras maestras inspiradas también, como «Cachimba», en textos de su coterráneo José Donoso (1924-1996) y ganadoras de sendos premios Coral en la cita fílmica habanera que ya va por su 26 edición.
«El cine latinoamericano ha dado un salto de calidad en los últimos años, el cual le está permitiendo ingresar a los sistemas de distribución internacionales. Sobre todo, se rompieron las barreras del susto a la coproducción», señaló.
En algunos de los 21 largometrajes en concurso en la cita habanera iniciada el día 7 coparticipan hasta cuatro países, como en «Diarios de Motocicleta», del brasileño Walter Salles, donde participan capitales de Argentina, Chile, Estados Unidos y Perú) o «Doble juego», de Alberto Durant, con participación de Perú, España, Cuba y Argentina.
Sin dejar de reconocer los riesgos que implica, Caiozzi considera que «hoy en día la coproducción es un elemento importante para lograr la difusión (…) Nuestro drama es que la gente va poco al cine y la solución es la exportación, acceder a un cine internacional».
«Una película en Chile (con 16 millones de habitantes) que es vista por 50.000 espectadores ya es un éxito de taquilla, eso significa para el productor unos 70.000 dólares para un filme que costó 700.000 dólares. Es un mercado pequeño, de pocos cinéfilos», acotó.
Al respecto, Caiozzi espera que la ley de cine aprobada en noviembre por el impulso del gobierno de Ricardo Lagos, para la promoción y fomento de la creación y producción audiovisual, contribuya a ampliar las opciones cooperadas que permitan la exportación de filmes chilenos.
«Esa legislación es fundamental, porque todos los acuerdos de coproducción que hay con diferentes naciones, funcionan en la medida en que cada país tenga institucionalidad. Chile firmó varios de esos convenios, pero prácticamente no se han usado por falta de una ley», aseguró.
La normativa creó el Consejo del Arte y la Industria Audiovisual, integrado por representantes gubernamentales y del sector artístico, desde realizadores y productores hasta técnicos audiovisuales y académicos de arte.
«Logramos que en este Consejo haya un 70 por ciento de representación nuestra. Es decir que la ley sobrepasa a cualquier gobierno y somos nosotros la instancia que decide», subrayó Caiozzi, presidente de la Plataforma Audiovisual de Chile.
Esa agrupación, que aglutina a sindicatos y asociaciones de directores, realizadores, productores, técnicos y actores, participó también en todo el proceso de discusión de la ley con el gobierno de centroizquierda e instancias políticas y parlamentarias del país.
La legislación creó el Fondo de Cultura Audiovisual, que anualmente contará con 1.700 millones de pesos anuales, destinado a brindar apoyo financiero para proyectos cinematográficos y actividades de difusión.
A juicio del realizador chileno, el otro punto débil de la cinematografía latinoamericana es la insuficiente promoción, en la cual Estados Unidos gasta, «como promedio, 14 millones de dólares por película, inclusive desde antes que se termine de filmar».
«La propaganda es tal, que en tres semanas de exhibición recuperan la plata, aunque la película sea mediocre. Ningún país de América Latina puede hacer eso, de modo que los festivales cinematográficos son nuestra única posibilidad de darnos a conocer en el mundo», concluyó.
Al respecto, Caiozzi baraja una fórmula que requiere de la voluntad política de los gobiernos de cada país iberoamericano para que obliguen a sus canales públicos de televisión a dedicar dos o tres minutos a un miniprograma que regularmente anuncie lo que se está haciendo en cine hablado en español.
«Ya he lanzado esa idea en algunos lugares. Bastaría con eso. Es básico para el futuro crear la imagen promocional de las películas latinoamericanas», señaló.
Junto a los largometrajes de 10 países, encabezados por ocho cintas de Argentina, en la cita cinematográfica habanera concursan además 25 cortos y mediometrajes de ficción, 20 óperas primas, 28 documentales y 27 de dibujos animados.
El programa incluye este año muestras de cinematografías importantes de Suiza, Francia, Italia, España, Dinamarca y del cine independiente estadounidense.
El Festival del Nuevo Cine Latinoamericano entrega premios Coral a la mejor película, dirección ópera prima, actuación femenina y masculina (principal y secundaria), guión, fotografía, dirección artística, edición, música, sonido y guión inédito.
También se galardona al mejor largometraje de realizador no latinoamericano que aborde el panorama de esta región, corto de ficción y documental.
En la pasada edición, el Gran Premio Coral, lo obtuvo la película «Suite Habana», del realizador Fernando Pérez, el segundo lugar correspondió a «B-Happy», del chileno Gonzalo Justiniano, y el tercero a «Kamchatka», del argentino Marcelo Piñeyro. (FIN/2004)