Entre las muchas perspectivas interpretativas, es posible concebir el ascenso de la Revolución Ciudadana desde el ángulo del sentido común. A partir de 2006, Rafael Correa logró más que otros encarnar diferentes sentidos comunes, es decir, sentires ampliamente difundidos en la sociedad ecuatoriana. De tal manera, se dio forma a un ensamblaje en el cual […]
Entre las muchas perspectivas interpretativas, es posible concebir el ascenso de la Revolución Ciudadana desde el ángulo del sentido común. A partir de 2006, Rafael Correa logró más que otros encarnar diferentes sentidos comunes, es decir, sentires ampliamente difundidos en la sociedad ecuatoriana. De tal manera, se dio forma a un ensamblaje en el cual la mayoría de la población se identificaba: era de sentido común mandar a la casa una clase política corrupta, así como lo era poner en la mesa asuntos como la igualdad y el desarrollo infraestructural del país. Estos y otros temas eran elementos que suscitaban el entusiasmo y la aprobación de las grandes mayorías: algunos de ellos yacían, incluso, en el subconsciente de muchos y al aflorar en un discurso político causaban reconocimiento: «¡Esto es lo que yo realmente pensaba y lo que se necesita!». En efecto, Correa se distinguió por un olfato particularmente agudo a la hora de interpretar y verbalizar muchos de estos sentidos comunes.
Me preocupa que esa capacidad de intuir las orientaciones de las entrañas del pueblo se haya ido perdiendo. ¿Pero han cambiado los sentidos comunes o Correa se está colocando por afuera de ellos? Ambas cosas. La sociedad que la Revolución Ciudadana ha contribuido en transformar no es la misma de una década atrás. Pero también se vislumbran algunos cambios de ruta que chocan con lo que piensa y siente muchísima gente.
Recuerdo entrevistar en 2009 a una legisladora de PAIS, quien me comentaba extraoficialmente que el tema del aborto era todavía muy sensible y que la sociedad ecuatoriana no se encontraba preparada para su introducción. Si bien eso podía ser cierto en ese entonces, la encuesta que estuvo a la base de la campaña #yosoy65 reveló que el 65% de la población ecuatoriana está a favor del aborto en caso de violación. Y sin embargo, nada.
En cuanto a las políticas de educación sexual se ha registrado, en cambio, un giro a 180 grados. Seamos francos: ¿a cuántos jóvenes vamos a convencer con lo de la abstinencia? ¿Podemos realmente pensar en la familia como el mejor antídoto al embarazo adolescente cuando conocemos perfectamente la reticencia ante ciertos temas en los hogares ecuatorianos? Se trata de disparates que van contra el sentido común más básico. De igual manera, ¿qué decir de la introducción de cámaras de seguridad en los moteles, de pretender una ironía puramente pro domo mea (gracias Lenín Moreno, por tan necesitadas declaraciones), de querer introducir la reelección indefinida sin consulta popular? Algo me sugiere que, entre los que no nos cegamos con una incondicionalidad que va más allá de la evidencia, estos temas no están cayendo muy bien.
Parecería que este extravío no se ha aún convertido en una caída del consenso para Correa y, lo que cuenta aún más, para el proyecto de la Revolución Ciudadana. ¡En hora buena! Pero se trata de un riesgo muy alto: si por ahí hubiese algún político inteligente, aglutinaría todos los elementos intentando postularse como quien realmente encarna el sentido común. No dejemos que eso llegue a suceder.
Fuente: http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnistas/item/correa-y-el-sentido-comun.html