Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada. (Edmund Burke) Mi nombre es Rodrigo Rosenberg Marzano, y lamentablemente, si usted está en este momento oyendo o viendo este mensaje, es porque fui asesinado. Es bastante difícil no conmoverse al ver este mensaje, es bastante difícil no sentir que algo […]
Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada. (Edmund Burke)
Mi nombre es Rodrigo Rosenberg Marzano, y lamentablemente, si usted está en este momento oyendo o viendo este mensaje, es porque fui asesinado.
Es bastante difícil no conmoverse al ver este mensaje, es bastante difícil no sentir que algo cruje dentro de uno, al observar a un hombre, a un ser humano, hablar desde las tinieblas que adivinó, vendrían.
Otra finura de carne rasgada sobre los hombros de otro insigne y orgulloso gobernante social demócrata, como es el presidente de Guatemala, Álvaro Colom.
Colon irritable, corrupto de carroña para alimentar sus entrañas, que como todo buen socialdemócrata, extraña día a día el lujo y el boato, siempre a costa de vender o tomar con mano ajena, lo que no le pertenece.
¿Qué dirían los muertos en ciernes gracias a Zapatero, Bush, Zarkosy, Berlusconi, Calderón Hinojosa?
¿Qué pasaría si la gente común y corriente tuviese acceso a poder grabar sus temores, miedos y preocupaciones? ¿Cuántos videos veríamos cada día?
Mi nombre es Alba, y lamentablemente, si usted está en este momento oyendo o viendo este mensaje, es porque fui asesinada. Intenté denunciar a mi esposo-novio en reiteradas ocasiones, sin resultados aparentes. No tuve los medios como para dejar grabado un mensaje, sólo algunos pocos oyeron mis quejas y lamentos.
Mi Nombre es Rocío, si usted está viendo este video, es porque fui raptada, quemada y enterrada en el desierto, allá en Ciudad Juárez. Intentamos pedir ayuda al gobierno y a la policía.
Mi nombre es Kadar, represento a uno de los 800 niños que mueren de hambre en el África Subsahariana. Si usted está viendo este video significa que no pude sobrevivir al hambre, a pesar de pedir ayuda en reiteradas ocasiones al gobierno.
Mi nombre es Halis, si usted está viendo este video, es porque a raíz de los continuos bombardeos sobre mi barrio, he perdido la vida.
Mi nombre es Manuel, vivía con un sueldo miserable, en condiciones precarias y penosas, tanto para mí como para mi familia. Vino la crisis y apretaron tanto el látigo y la correa, que terminé saltando al metro, ahorcándome en la casa, descerrajándome los sesos con una pistola prestada. No dejé ningún video. Sólo soy un número más.
Uno menos a quien explotar.
La valentía, la frialdad de resignación del abogado, Rodrigo Rosenberg, quizás nos debería enseñar a poner atenta la mirada en miles que intentan denunciar atropellos y corrupciones, pero de los cuales no hacemos caso, hasta que las cosas toman color de muerte.
¿Qué dirá el epitafio de tantos que han intentado desenmascarar a los siniestros?
¿Qué hará, qué haremos en los cementerios más que llorar con sabor a lirios en las bocas?
Extraña paradoja que encierra la muerte, trayendo envuelta en si misma cierta cápsula de vida.
El comentario político, el conteo de muertos ahora, antes, los casi cuarenta años de guerras internas en Guatemala, el penoso cese de la guerrilla dejando indefenso a todo un pueblo y en manos de los burócratas las arcas y recursos fiscales, un país enlutado diariamente debe ser el análisis concreto en estas horas. No obstante, que un hombre lleno de vida, encare a la muerte en forma tan gallarda, altiva, y no por eso profundamente tierna, debería llamarnos a la reflexión, no solamente a nombres, números y cuentas.
Es de esperar que la valiente actitud de Rodrigo, sea capaz de inspirar a otros rábulas que caminan priscos sin interesarse nada más que en dinero, intereses y más dinero.
Qué bofetada exquisita, bravía contra todos los abogados corruptos que tan bien conocemos.
¿Cuántas maneras hay de matar a un ser humano? Sólo una, Olvidándolo.