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Covid-19: un mundo de oportunidades

Fuentes: Rebelión

Los desastres son oportunidades. Para trabajar la flexibilidad frente a nuevas situaciones, para reforzar la resiliencia, para mejorar protocolos para proteger a la población frente a emergencias o para desarrollar planes de contingencia… Los aspectos positivos que nos ha mostrado este encierro no han sido pocos: el valor de las

relaciones entre personas, la posibilidad de vivir bien consumiendo (o despilfarrando…) menos o que es posible sobrevivir sin futbol profesional.

La actual crisis nos ha dado la oportunidad de comprobar cuestiones ya sabidas (probablemente para muchas/os no tanto…), como la prioridad burguesa del beneficio económico a la salud de las y los trabajadores (da igual que sea en Lombardía o en Euskal Herria) o la supeditación de muchos gobiernos a la patronal, por poner sólo unos ejemplos.

Las crisis también han sido siempre oportunidades para los negocios. Los capitalistas más aventajados siempre saben interpretar y desarrollar las nuevas oportunidades de negocio, ya sea en la reconstrucción tras un terremoto (el caso de Haití), en el apoyo logístico al ejército invasor (Halliburton en Irak) o suministrando armamento en conflictos bélicos (industria armamentística vasca, sin ir más lejos…). En la actual situación, por ejemplo, el previsible quiebre de algunas empresas pequeñas y medianas supondrá una oportunidad de expansión para otras empresas que aguanten el tirón. La masiva compra de acciones por parte de algunos grandes grupos económicos estas semanas no deja de ser otra oportunidad aprovechada.

A nivel macro, esta pandemia ofrece la posibilidad de recobrar aire a un sistema capitalista debilitado por sus propias contradicciones. Visto de forma global, esta pandemia supone una “limpieza” de población no funcional desde la lógica del mercado.

En efecto, los colectivos más vulnerables al virus (personas de edad avanzada y/o con determinadas patologías) son los menos rentables al sistema, sin apenas crear valor mercantil, consumiendo poco y recibiendo gran cantidad de recursos públicos (al menos en Estados con sistemas de pensiones y sanidad aceptables). El Covid-19 trae a la memoria otra devastadora enfermedad: el SIDA. Algunas teorías sin demostrar indicaban que dicho virus podría haber sido creado para eliminar la población sobrante, especialmente en África (donde, no lo olvidemos, sigue haciendo estragos). No soy devoto de las teorías conspirativas y no voy a entrar en suposiciones de si el Covid-19 ha salido accidental o deliberadamente de un laboratorio chino o si el Pentágono o fuerzas militares yanquis están detrás de su creación y propagación (esta última posibilidad podría resultar paradójica si nos atenemos al impacto del virus en EEUU). En cualquier caso, tampoco olvidemos que los supuestos adalides de la democracia, la libertad y los derechos humanos ya han demostrado de forma fehaciente su falta de escrúpulos para experimentar con poblaciones: bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, uranio empobrecido en Irak y los Balcanes, inoculación de sífilis y gonorrea en Guatemala, introducción de dengue hemorrágico en Cuba e incluso exposición de su propia población (incluyendo escolares, militares y, como no, presos y población negra) a agentes químicos (lewisita, gas mostaza, agente naranja…), biológicos (virus de la tos ferina, fiebre amarilla…), radiológicos (plutonio) y drogas (LSD…). Que estén detrás de este virus no lo sabemos. Que las mentes más ambiciosas y maquiavélicas incrustadas en las élites de poder yanqui son capaces de sacrificar miles o millones de vidas está más que demostrado.

Además de reducir la población “superflua”, la pandemia extiende la oportunidad de resetear el propio capitalismo, condenado en su suicida huida hacia adelante: extraer más, para producir más, para consumir más; todo ello en un mundo con cada vez más población y menos recursos. La perentoria acumulación de capital, insertada en el ADN

del capitalismo, contiene el germen de su propia inviabilidad como sistema. Las contradicciones del sistema-mundo que en otros momentos históricos se solventaron mediante guerras mundiales, tal vez puedan mitigarse, aunque sea momentáneamente, mediante una sacudida mundial en forma de pandemia y subsecuente reorganización de poder (tanto entre potencias como entre sectores productivos). La oportunidad de revitalizar el árbol senil mediante una poda de rejuvenecimiento.

A nivel estatal o regional (dígase la UE), la incertidumbre y el miedo (en algunos casos sobredimensionado) provocados por la gravedad de la situación ofrece a los poderes económicos la oportunidad de afianzar su poder, implementando políticas concretas. Naomi Klein lo describe de forma muy didáctica en el documental La doctrina del shock.

La pandemia proporciona el contexto para el recorte de derechos laborales y libertades, obligando a la clase trabajadora a aceptar un mayor nivel de precariedad en un nuevo intento generalizado por incrementar la extracción de plusvalía. Oportunidad también para continuar desmontando el Estado del bienestar y para intensificar el control social. Nos pedirán sacrificarnos por la economía, haciendo ver que el destino de los y las trabajadoras está indefectiblemente unido a la prosperidad de la burguesía.

A nivel social, el confinamiento y diversas medidas de control explícita o implícitamente impuestas (geolocalización, rigurosa limitación de movimientos, a no ser que sea para ir a producir…) son un campo de prueba ideal para posibles intervenciones futuras, ya sea contra una epidemia o para reconducir un estallido social (el de Chile ahí permanece, aunque ahora esté confinado…). Más allá de las necesarias medidas de aislamiento social, el contexto que vivimos abre la vía a diversos experimentos sociales, con su vertiente sociológica, psicológica, mediática, ligada al consumo… Los patrullajes del Ejército español en las calles de Iruñea y otros pueblos no quedan fuera de esta lógica. Probablemente sean experimentos no previstos, pero a buen seguro serán utilizados para perfeccionar las intervenciones para restringir los movimientos de la población cuando lo consideren necesario.

El Covid-19 es una epidemia llena de oportunidades para la élite económica que tiene en el aumento de la tasa de beneficio su elemento vital. No tengamos ninguna duda de que están analizando cómo aprovecharlas. Sin embargo, esta crisis ofrece oportunidades también al pueblo organizado para aprender y para redoblar su lucha en diferentes frentes cuya importancia ha quedado en evidencia: la valorización del trabajo de cuidados, la defensa de la sanidad y demás servicios públicos, la concienciación sobre un modelo de consumo cercano y racional, el valor de la organización colectiva o la construcción de un modelo socioeconómico soberano desde y para el pueblo. Las oportunidades generadas por crisis han posibilitado en ocasiones las transformaciones populares; siempre sobre unos mimbres previamente trabajados (formación, organización, lucha…). Seamos conscientes de las amenazas y debilidades, pero también de nuestras fortalezas y oportunidades.

Iñaki Etaio, Profesor de la UPV/EHU (Universidad del País Vasco – Euskal Herriko Unibertsitatea)