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Crisis en EEUU. ¿Qué destino para el orden mundial?

Fuentes: Herramienta

La explosión de la crisis en EEUU es cuento largo, pero se agudizó desde agosto de 2007 y se hizo evidente en el septiembre negro de 2008 con impacto para las finanzas globales. El pánico llevó a fortísimas intervenciones de liquidez tal como los 180.000 millones de dólares que dispusieron 7 bancos centrales del capitalismo […]


La explosión de la crisis en EEUU es cuento largo, pero se agudizó desde agosto de 2007 y se hizo evidente en el septiembre negro de 2008 con impacto para las finanzas globales. El pánico llevó a fortísimas intervenciones de liquidez tal como los 180.000 millones de dólares que dispusieron 7 bancos centrales del capitalismo desarrollado para intentar calmar la debacle del sistema financiero en el corazón del capitalismo central. Son fondos que se suman a varios millones más y que se estiman ya superan medio billón de dólares, sin que nadie se anime a pronosticar el monto definitivo. En la misma semana se aplicaron otros 85.000 millones de dólares destinados, también por fondos públicos de EEUU, para el salvataje de la aseguradora AIG, y una semana antes, se asignaron 200.000 millones para atender la liquidez de los dos grandes bancos administradores de hipotecas: Fannie Mae y Freddie Mac.

Al mismo tiempo, consignamos que fueron 50.000 millones lo que le costó al Bank of America la apropiación de la devaluada Merrill Lynch, cuatro veces más cara hace apenas un par de años. Finalmente, el Presidente Bush anunció la «estatización» de la crisis con un programa de 700.000 millones, que algunos estiman ascenderá a 1 billón de dólares, presentado al Parlamento para rescatar las carteras morosas («deudas tóxicas»), sanear el sistema bancario y relanzar la actividad a costa del conjunto de la sociedad, con la intención de amortizar ese costo socializado en el sistema mundial. En el discurso de Bush presionando a los parlamentarios estadounidenses se pudo leer cierto tono catastrofista para inducir la aprobación del paquete de salvataje. Así se calificó la «profundidad de la crisis» que no admite el rechazo del paquete de «estatización» pues el impacto en costos sociales y económicos sería peor. Es el chantaje usual de quienes no asumen la responsabilidad en el curso de la crisis y que aprovechan la ocasión para socializar las contribuciones del rescate público para continuar con el rumbo de la acumulación interrumpida.

Podrían darse más datos sobre los montos involucrados en la crisis, pero nuestro propósito apunta a poner de manifiesto la danza de los millones que representan los aportes recurrentes de las bancas centrales para sostener funcionando a la vanguardia de la liberalización financiera y económica de los 70´ al 90´, los años de instalación de la ofensiva del capital transnacional y la ideología neoliberal.

Aludimos a la banca de inversión en crisis y a la arquitectura del sistema financiero mundial como emblemas del mundo liberal (neoliberal), cuyas funciones contribuyeron a potenciar las asimetrías de ingreso y riquezas para consolidar un orden económico y social sustentado en la explotación. Es cierto que la crisis afecta en primer lugar a los trabajadores y a los inversores directos, especialmente los más pequeños en ese «capitalismo popular» construido en EEUU, pero también a los propietarios de viviendas hipotecadas y con problemas, estimados en casi 5 millones de personas. En primer lugar se afecta a personas concretas, aunque la crisis se presenta afectando a ciertas instituciones del capitalismo. La prédica escamotea a las personas, sindicando que la crisis afecta a los bancos, y en rigor también a las aseguradoras, las bolsas, los fondos de inversión, el sistema de especulación bursátil y financiero, como a las consultoras y evaluadoras de riesgo de «prestigio internacional» y a los propios Organismos Financieros internacionales (FMI, Banco Mundial, BID) que se terminan transformando en vulgares comentaristas de una situación que les estalla a contramano de sus previsiones y recomendaciones.

Resulta útil concentrarnos en la consideración de los efectos posibles en el corto plazo y las opciones que la situación habilita a pensar. El efecto inmediato es la confirmación de la desaceleración económica en EEUU y el tránsito (más allá de precisiones técnicas) hacia una recesión en ese país que se difundirá en el sistema mundial. Ya sabemos que la recesión supone desempleo y deterioro de la calidad de vida de los sectores de menores ingresos, afectándose la capacidad productiva y motorizando nuevas rondas de concentración empresaria.

La revista The Economist1 señala en nota bajo el título «Redefiniendo la recesión» que muchos economistas asumen que la recesión se deriva de una caída en el PIB de los países y que por lo tanto es necesario repensar la definición standard sobre el tema, ya que en la forma tradicional de medición alcanza con dos trimestres de caída del PIB. Es una situación verificada para Europa y Japón, razona la revista, y no así para el caso de EEUU, con lo que serían aquéllos los países en recesión según la terminología usual. Todo indica sin embargo que el fenómeno es propio de la situación en EEUU. El articulo mencionado destaca que el desempleo en EEUU alcanza al 6,1% para agosto del 2008, con valores similares a los de la anterior recesión en 2001, siendo el desempleo la mejor forma para medir el fenómeno recesivo, culminando el texto con una alusión a un viejo relato en clave humorística «… cuando tu vecino pierde su trabajo; a eso se le llama desaceleración de la economía. Cuando pierdes tu trabajo, eso es recesión. Pero cuando un economista pierde su trabajo, esto se transforma en depresión. Los economistas que ignoran el reciente crecimiento del desempleo merecen perder su trabajo.»

Todo apunta a considerar que la recesión ya existe en EEUU más allá de precisiones académicas. El tema no es menor, porque si algo se asimiló luego de la crisis del 30´ es la posibilidad del accionar de la política económica para superar los procesos recesivos, máxime si además como ahora ocurren en combinación con alzas generalizadas de los precios. La estanflación, término acuñado por la situación emergente en los años 80´, vuelve a instalarse en la coyuntura económica mundial y ello motiva a pensar en medidas para superar la situación. La búsqueda apunta a un nuevo ciclo de crecimiento económico y estabilidad de precios, regenerando condiciones para la acumulación de capitales.

Una salida posible desde EEUU es la reiteración del camino asumido para superar la anterior recesión del 2001, donde se combinó keynesianismo militar (estrategia contra el terrorismo) con alimento a un desenfrenado endeudamiento del Estado y los particulares, que desembocó en la burbuja inmobiliaria y la crisis de las hipotecas desde agosto del 2007. Claro que ahora no puede repetirse la historia del mismo modo, porque la ofensiva militarista aparece atrapada en Irak y Afganistán, sin clara salida de una maniobra que pierde legitimidad en el mundo y al interior de EEUU, acrecentando a la vez un déficit fiscal cada vez más difícil de financiar. Tampoco se puede estimular el crédito de un sistema bancario con mora creciente y escasa propensión de la población a endeudarse ante la debacle financiera en curso, máxime cuando EEUU asume una deuda pública que supera los 11 billones de dólares. Ni la baja de la tasa de interés actúa para favorecer un crédito del que huyen probables deudores ante la cruda realidad de la recesión y la inflación. La estrategia utilizada en el 2001 exacerbó los problemas estructurales de déficit fiscal, comercial y endeudamiento público y privado de EEUU. Son límites objetivos que impiden reiterar ese camino, especialmente cuando se piensa en la mayor gravedad del proceso recesivo en curso con relación al anterior.

La innovación, si así puede llamarse, y ante el fracaso de que el capital privado sostenga a las entidades en crisis, según se intentó desde la propia Reserva Federal, es que se acude al sempiterno regreso de la intervención estatal bajo nuevas formas, con aportes del tesoro y fondos públicos para sostener a las entidades financieras. El objetivo es que la rueda de la circulación productiva y mercantil vuelva a funcionar para relanzar el régimen del capital bajo una nueva ofensiva de la liberalización global. Se trata de intervenir desde la cúpula del poder estatal aunque solo sea temporalmente, para estabilizar la situación económica y retomar la ofensiva por la liberalización.

La hipótesis a futuro es la continuidad del proyecto hegemónico por la apertura y el libre cambio. ¿Es ésta una hipótesis fatalista o pesimista? No, solo razonar en función de la correlación de fuerzas en cada momento histórico. Algunos exponen sobre las similitudes del crack actual con el operado en 1929 y su secuela en la crisis del 30´. Entonces, aprendiendo la lección se abandonó la concepción de que todo lo resolvía la «mano invisible del mercado», heredada de fisiócratas, clásicos y neoclásicos de la Economía Política por más de dos siglos, para inaugurar un nuevo tiempo histórico de ruptura epistemológica en coincidencia con John Maynard Keynes.

Una nueva concepción que se proyectó como corriente principal del pensamiento y la política económica por medio siglo (1930-1980) y que fue puesta en discusión con la crisis de rentabilidad a fines de los 60´ y comienzos de los 70´. Había pasado la edad de oro entre 1945 y 1975, con el mayor crecimiento que reconoce la sociedad contemporánea y los datos de las restricciones a la rentabilidad del capital ponían en debate el paradigma teórico. El keynesianismo ocupó el lugar hegemónico desde 1930 y ya desde 1980 se manifiesta como un momento de cambio del paradigma discursivo en el poder mundial con los conservadores gobiernos británico (Thatcher) y estadounidense (Reagan).

El condicionante de fondo en la crisis del 30´ estaba dado por la presencia de un competidor sistémico del orden hegemónico: la pretensión socialista de la Unión Soviética, que contribuía a estimular las demandas de los trabajadores, principalmente en los países más desarrollados del capitalismo mundial, al tiempo que alimentaba la ilusión de la superación del atraso y la dependencia en el mundo no desarrollado. La correlación de fuerzas en el ámbito mundial a la salida de la crisis del 30´ condicionó la respuesta con políticas keynesianas, reformistas, materializadas en el Estado benefactor, cuyo mayor exponente resultaría la Europa con fuerte presencia socialdemócrata, aunque quién pondría en evidencia el nuevo orden sería Franklin D. Roosevelt con el «new deal» en 1932. La derrota del socialismo soviético entre 1989/1991 modificó la escena de la disputa global y habilitó el cierre de la excepcionalidad de medio siglo de «capitalismo reformista» para retomar el curso interrumpido para la liberalización y expansión transnacional del capital. Solo como hipótesis adicionemos que los cambios que ocurren en América Latina y el Caribe, más allá de incertidumbres, pueden generar condiciones para regresar a un imaginario de orden alternativo al capitalismo, y por ello en nuestro horizonte se presenta en simultáneo, la convivencia de la crisis con el propósito de la liberalización exacerbada del capital y la expectativa por otro mundo posible estimulada desde la compleja realidad latinoamericana y caribeña.

Estanflación y liberalización del sistema mundial

Entre fines de los años 60´ y comienzos de los 70´ se desarrolló en el sistema mundial y en forma conjunta un estancamiento de la economía, acompañado de la aceleración de los precios, especialmente del petróleo y los alimentos. Apareció así el término de la estanflación en el marco de una crisis del capitalismo cuyo epicentro se concentró en la disminución de la tasa de ganancia de los capitales más concentrados. La respuesta del poder económico, fue entonces, el aumento inusitado de la tasa de interés, que ya en los años 80´ y bajo la administración Reagan alcanzaron al 20%. Se agudizó así el costo financiero de los países endeudados en los 70´ y con ello la crisis de la deuda que se continúa procesando a comienzos del Siglo XXI.

Recordemos que el endeudamiento fue el mecanismo utilizado para la circulación de capitales excedentes en el capitalismo desarrollado que alimentó la crisis de endeudamiento del Sur del mundo desde los 80´ hasta nuestros días. Fue una liquidez colocada en los mercados financieros y especulativos, alentando la movilidad de capitales internacionales y que alimentó guerras como la que protagonizaron entre sí, Irak e Irán, desangrando a sus pueblos y transfiriendo la renta petrolera vía compras de armamentos y pertrechos militares a los principales proveedores de la militarización global, entre ellos EEUU. El gasto militar de las dictaduras en el cono sur, como los enfrentamientos que se potenciaron entre países vecinos (Chile y Argentina p.e.) o la guerra por Malvinas que protagonizó Argentina contra Gran Bretaña en complicidad con EEUU. Son todas partes de una misma estrategia de recuperación de la acumulación capitalista.

La guerra y el costo del dinero se acoplaron a la fuerte ofensiva del capital sobre el trabajo en escala global, instalando por doquier y hasta nuestros días la flexibilidad laboral; las reformas regresivas del Estado y la liberalización de la economía mundial, claro que acompañado del proteccionismo en los países imperialistas. El mito liberalizador se propagaba junto al mayor proteccionismo de las potencias del capitalismo central.

La inflación a escala mundial parece estar de vuelta con el encarecimiento del petróleo y los alimentos. Se repite la historia también con la desaceleración de la economía estadounidense, cuyo impacto se espera se extienda al conjunto del sistema mundial. Las proyecciones de crecimiento mundial son débiles según los distintos pronósticos de los organismos internacionales y la inflación, según The Economist (vol.387, nº 8581 del 24/05/08) será de dos dígitos promediando la primavera del sur o el otoño del norte. Según la revista, Argentina con su 23% de «inflación real» en 2007 y Venezuela con el 29% lideran las posiciones de una tendencia que muestra a China con un registro cercano al 9%, desde valores levemente superiores al 2% en los últimos tiempos. Es un guarismo similar para otros países asiáticos. Según la misma fuente, Rusia alcanza al 14% con proyección ascendente.

No resulta sorprendente ese crecimiento de los precios, especialmente si se piensa en un paradigma productivo sostenido en el petróleo, el cual parece haber alcanzado el pico de las reservas históricas, según un reciente estudio2, situación que estimula el alza del precio sin techo imaginable, más allá de las alzas y bajas en la coyuntura. Adicionemos a ello el incremento de los precios de los alimentos, motivado en una mayor demanda motorizada por China y la India, donde habita el 36% de la población mundial. Es cierto que las comodities elevan sus precios por inversiones especulativas, que incluye la compensación por las debilidades del dólar y que cualquier modificación que actúe en el fortalecimiento de la moneda estadounidense afecta a la baja de los precios, pero sin obviar las tendencias estructurales que explican la aceleración de precios de la energía, los metales y los alimentos.

China viene creciendo al 10% acumulativo por 30 años y con ello ha favorecido la expansión capitalista en su territorio y facilitado la inversión productiva con fuerza de trabajo barata para capitales ávidos de superar la crisis de rentabilidad presentada en los años 70´. El capital resuelve su crisis en este tiempo con una ofensiva contra el trabajo vivo existente, al tiempo que genera millones de nuevos puestos de trabajo en Asia en condiciones inmejorables por el bajo precio de reposición de la fuerza laboral y el carácter subordinado del mismo a las necesidades de los inversores capitalistas. Son las condiciones ideales para restablecer rentabilidad del capital afectada y reproducir las condiciones mundiales para la generación y apropiación de plusvalor, posibilitando transferir ese nivel del costo de producción como standard mundial de remuneración del trabajo.

Es un hecho que China bajó su pobreza del 80% en 1980 al 20% en 2006 (The Economist, vol. nº 387) y se manifiesta como mayor demanda de alimentos en el mercado mundial. El aumento del precio del petróleo y de los alimentos se complementan para estimular la espiral creciente de los precios de mercado que dan sustento a la inflación mundial. Ambos fenómenos disparan a su vez mecanismos especulativos, con apuestas a los mercados a futuro, que verifican con su accionar en tendencias recurrentes al alza de los precios, tal como ocurre, especialmente desde comienzos de 2007. Además, el escaso petróleo induce la generación de energía con granos, profundizando la espiral inflacionaria.

Se trata de una situación explosiva, ya que la apuesta del capital transnacional y los estados de los países capitalistas desarrollados pretenden recrear las condiciones para potenciar la salida liberalizadora ya utilizada en los 70´. Es lo que se intenta para superar la crisis financiera en EEUU y es la lectura sobre cualquier cónclave internacional, tal el caso de la reunión de la FAO en Roma a comienzos de Junio del 2008. La declaración final fue obstaculizada por la Argentina, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela que objetaron la mención crítica a las restricciones a las exportaciones enunciadas en el borrador preparado por los anfitriones y con el beneplácito del capitalismo desarrollado. En la capital italiana quedó puesto de manifiesto que los sectores dominantes del sistema mundial no reducirán su proteccionismo, al mismo tiempo que alientan el aperturismo del resto de los países. Es manifiesto el interés del capital transnacional para hacer jugar a los Estados de sus países de origen en función del interés liberalizador que empujan como salida a la crisis de los 70´ y muy especialmente luego de la ruptura de la bipolaridad en torno de 1990.

Grave sería que se repitiera la historia de «solución» a la crisis de estanflación anterior, ya que ello supone la profundización del militarismo y la agresión expansionista de las principales potencias del capitalismo, agudizando las asimetrías que se verifican en las últimas décadas entre las ostensibles riquezas de unos pocos y la miserabilización de la mayoría de la población mundial. La perdida de soberanía alimentaria avanza a partir de la equiparación en 2008, por primera vez en la historia de la humanidad, de la población urbana y rural. Es un proceso que alcanza a los propios países productores de alimentos tal como crudamente lo expresa la Argentina que con la explosión de la soja transgénica desde mediados de los 90´ avanza hacia un país monoproductor de bienes agrícolas o agroindustriales con destino al mercado mundial. Es imperioso alertar sobre la previsible reiteración de políticas afines a las construidas en los 80´ y 90´, décadas perdidas para América Latina en la calificación que hiciera la CEPAL, especialmente para el primer decenio y la mitad del segundo.

Es cierto que junto a la crisis y la estanflación como amenaza, existe la expectativa esperanzada en procesos de cambios profundos, especialmente en la región latinoamericana y caribeña. Es un proceso que requiere ser estimulado con rupturas del modelo de producción dominante en el sistema mundial. Hoy más que nunca se requiere de modificaciones sustanciales que aseguren soberanía alimentaria y de los recursos naturales explotados en forma creciente por las transnacionales. Es imperiosa la búsqueda de un nuevo orden mundial, lo que supone voluntades políticas nacionales para avanzar en cambios en sus respectivos países, al tiempo que articulen estrategias compartidas para la sustitución del modelo productivo actual. En nuestra región es una opción reconocida en muy pocos países que anuncian rumbos anticapitalistas e incluso por el socialismo y que intentan nuevas formas de integración como en el caso de la Alternativa Bolivariana para las Américas, el ALBA.

Especificidad financiera de la crisis e hipótesis en la coyuntura

Desde la crisis de la deuda en 1982 se han sucedido multiplicidad de situaciones críticas en distintos países, pasando por los problemas bursátiles en EEUU en 1987, o las más recientes en la década del 90´ en México (94), Asia (97), Rusia (98), Brasil (99) y Argentina (01). En cada ocasión se manifestaron casos emblemáticos que anticipaban la crítica situación de las instituciones que se fueron creando para la circulación del capital en los últimos años.

Entre los casos de mayor trascendencia y visibilidad mundial aparece la quiebra en 1998 del «Hedge Fund» Long Term Capital Managment (LTCM), en cuya administración (el board de dirección) figuraban personalidades de la corriente principal, como Robert C. Merton y Myron S. Scholes, quienes compartieron en 1997 el premio Nobel de economía por sus aportes en los métodos de valuación de los derivados financieros. Se trataba de una teoría relativa a inversiones sobre inversiones en condiciones «normales», que la devaluación rusa de 1998 puso en crisis y afectó a inversiones por 4.500 millones de dólares y la rápida intervención del sistema financiero en EEUU encabezado por la Reserva Federal de Nueva York. Una de las lecturas inmediatas que se hizo de aquella manifestación de crisis fue la necesidad de regulación de mercados financieros que empezaban a descontrolarse.

El diagnóstico señalaba a un conjunto de excepciones descontroladas, pero en la seguridad de la alquimia financiera de los derivados y otros institutos financieros para darle sustentabilidad a la euforia en ascenso de un mercado mundial de capitales. En el mismo sentido puede pensarse en la crisis de Enron, que desde su origen en la electricidad y su diversificación que incluía seguros financieros, explotó como fraude contable para ocultar grandes ganancias de sus promotores en el marco de la crisis derivada del 11S y el impacto de una crisis financiera que explicitaba la emergencia de la situación de Argentina con su cesación de pagos, la mayor de la historia contemporánea.

Es que entre los 80´ y los 90´ se dieron las condiciones para la estimulación de la «burbuja especulativa» bajo la conducción de la Reserva Federal de EEUU (FED) por Alan Greespan entre 1987 y 2006, quién en 1997 calificó de «exuberancia irracional de los mercados» aludiendo a la vulnerabilidad del mercado mundial de capitales. Los años de Greenspan son de avance de la desregulación financiera, cuyos antecedentes provienen de las directivas de Paul Volcker, titular de la FED entre 1979 y 1987. Directivas que indujeron el alza de las tasas de interés que llevaría al extremo la hipoteca de los países endeudados, principalmente en América Latina (Argentina, Brasil y México). Si bien el neoliberalismo se ensaya bajo el comando del terrorismo de Estado en las dictaduras del Cono Sur de América, es con Ronald Reagan que adquiere carta de ciudadanía como ideología y práctica política de los gobiernos más poderosos del capitalismo mundial. El momento de Reagan es también el de Volcker como tránsito hacia la veintena de años de irracional liberalización que ahora está explotando en la cabeza del orden capitalista.

La liberalización de la economía, especialmente en las finanzas de EEUU favoreció la emergencia de un conjunto de instrumentos para disminuir el riesgo de inversión, entre los que se encuentra la división de Bancos comerciales y de inversión. En estos días, la crisis afectó a los principales bancos de inversión, con la quiebra de Lehman Brothers; la absorción de Merrill Lynch por un Banco comercial (Bank of America) y la transformación en comercial de los dos mayores: Morgan Stanley y Goldman Sachs. De este último surgió Henry Paulson, cuya presidencia ocupó hasta mayo del 2006 y actualmente es el Secretario del Tesoro de EEUU y mentor del salvataje a los bancos problemáticos, entre ellos Goldman Sachs. Entre esos instrumentos apareció un complejo entramado de opciones de inversión contra seguros cruzados que hacían aparecer como imposible la caída de un sólido sistema que enfrentaba la lógica del valor, que finalmente se impone con la destrucción de parte del capital ficticio construido a partir de la valorización dineraria del capital.

En el comienzo están los créditos hipotecarios y luego los títulos asentados en paquetes crediticios sustentados en los pagos de los acreedores hipotecarios, que en su desarrollo inducen el crecimiento del precio de las tierras y el metro cuadrado de construcción, valorizando propiedades y alentando un proceso ascendente de tasas de interés que afectó en el mediano plazo a los tomadores de préstamos. El castillo de naipes construido en el negocio inmobiliario y financiero de créditos hipotecarios se derrumba ante las variaciones en el valor de los inmuebles y la imposibilidad de atender el elevado costo de las hipotecas, situación que involucra como dijimos a más de 5 millones de personas. Crece la desconfianza y con la caída de las hipotecas se derrumban los títulos y seguros cruzados montados por la arquitectura generada por la liberalización de estos años. Se verifica así la necesaria destrucción de capital para estabilizar un nuevo ciclo de acumulación y valorización para sustentar la apropiación de ganancias, a la sazón, el objeto final del capital.

La crisis está en pleno desarrollo desde su explosión en agosto del 2007 y a más de un año no termina de hacer explícita las consecuencias en su totalidad. Es aún temprano para cualquier vaticinio y mucho menos para anticipar el fin del capitalismo o de la hegemonía estadounidense. Claro que en la crisis del 30´ EEUU emergía como potencia en expansión, imponiendo el dólar como patrón de cambio al finalizar la segunda guerra y a Washington como sede de la nueva institucionalidad de la arquitectura del poder económico y financiero del mundo, estableciendo la dominación en el FMI y el Banco Mundial. No hay dudas del papel ordenador que jugaron los organismos financieros internacionales en este tiempo bajo la batuta de EEUU.

El interrogante es cuanta capacidad de liderazgo le queda a EEUU en esta crisis y más allá, en un mundo cuya tendencia a la globalización se acrecienta como nunca antes. Más aún, resulta imprescindible interrogarse sobre la emergencia de una nueva hegemonía capitalista, y con cierta audacia la reflexión ya sugerida que nos remite a una perspectiva anticapitalista y por el socialismo. Es una posibilidad que solo puede demostrar la práctica emancipadora de la lucha promovida por las clases subalternas. Nuestra reflexión pretende convocar a la imaginación, como siempre, de un final abierto.

Buenos Aires, septiembre de 2008

Bibliografía:

Leo Panitch and Sam Gindin. The Current Crisis: A Socialist Perspective. Mimeo, septiembre de 2008.

Leo Panitch y Sam Gindin. «Capitalismo global e imperio norteamericano». El nuevo desafío imperial en Socialist Register 2004, página 19. Clacso, Buenos Aires.

Leo Panitch y Sam Gindin. «Las finanzas y el imperio norteamericano». El imperio recargado en Socialist Register 2005, página 69. Clacso, Buenos Aires.

Christopher Rude. «El rol de la disciplina financiera en la estrategia imperial». El imperio recargado en Socialist Register 2005, página 113. Clacso, Buenos Aires.

Robert Brenner. «Una crisis devastadora en ciernes». Against the Current No. 132, enero / febrero 2008. Sin Permiso, 27/01/08. Traducción de Gustavo Búster.

Orlando Caputo. «La crisis inmobiliaria tanto del sector de la construcción-habitacional y del sector financiero». Mimeo, febrero 2008.

François Chesnais «El fin de un ciclo. alcance y rumbo de la crisis financiera». Carré rouge / La brèche nº 1 diciembre 2007-enero-febrero 2008. Publicado en castellano enHerramienta nº 37, marzo 2008, traducido por Aldo Casas.

Leonardo Bleger. «Actual etapa de la globalización financiera: la crisis de las hipotecas en EEUU y su impacto mundial». Mimeo Pled (Programa latinoamericano de educación a distancia), en Curso sobre Sistema Financiero Mundial y Crisis coordinado por Julio C. Gambina. Mayo de 2008.

Alejandro Vanoli. «Crisis subprime y crisis financiera global» y «Globalización financiera y crisis recientes». Mimeo Pled (Programa latinoamericano de educación a distancia), en Curso sobre Sistema Financiero Mundial y Crisis coordinado por Julio C. Gambina. Mayo de 2008.

Julio Sevares. «Regulando al capital financiero (o la larga lucha del dinero por su libertad)» y «El delito financiero y el papel de los grandes bancos y empresas transnacionales». Mimeo Pled (Programa latinoamericano de educación a distancia), en Curso sobre Sistema Financiero Mundial y Crisis coordinado por Julio C. Gambina. Mayo de 2008.

Julio C. Gambina. «Introducción al Curso sobre Sistema Financiero Mundial y Crisis» y «La crisis financiera en el marco de agenda de la discusión en nuestra América en el Siglo XXI»en Curso sobre Sistema Financiero Mundial y Crisis coordinado por Julio C. Gambina. Mayo de 2008.


* Artículo escrito para la revista Periferias, septiembre 2008. Fue enviado por el autor como contribución al Foro el 19 de noviembre de 2008.

** Profesor Titular de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario. Profesor de Postgrado en las universidades públicas de Buenos Aires, Córdoba, Mar del Plata y Rosario. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP. Integrante del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO. Director Adjunto del Centro Cultural de la Cooperación, CCC.

1 The Economist September 13th 2008, sección Finanzas y economía de la página 82.

2 Ramón Fernández Durán «El crepúsculo de la era trágica del petróleo. Pico del oro negro y colapso financiero (y ecológico) mundial».