«Salieron de palos con nombres de putas, la Niña, la Pinta y la… otra». De esta breve y genial manera plasmaba el poeta dominicano Apolinar Núñez, cuando aún ejercía como tal, la fiesta que hoy celebra el Estado español y que Latinoamérica aborrece. El problema, en cualquier caso, no es que quinientos años atrás les […]
«Salieron de palos con nombres de putas, la Niña, la Pinta y la… otra». De esta breve y genial manera plasmaba el poeta dominicano Apolinar Núñez, cuando aún ejercía como tal, la fiesta que hoy celebra el Estado español y que Latinoamérica aborrece.
El problema, en cualquier caso, no es que quinientos años atrás les llegara Colón, lo peor es que todavía sigue llegando. Y el último episodio de tan larga y funesta conquista nos lo servían los medios de comunicación en estos días.
Hace seis años, las autoridades sanitarias panameñas encargaron a la empresa española Rasfer Internacional la compra de nueve mil kilos de glicerina con los que elaborar jarabes para la tos. La empresa española aceptó satisfacer el pedido y compró en China la glicerina pero, por aquello de que el negocio aún fuera más redondo y suculentas las ganancias, en vez de la solicitada, la empresa adquirió otra glicerina más barata que contenía un alto porcentaje de dietilenglicol, un alcohol de uso industrial utilizado como refrigerante y líquido para frenos, tóxico para el consumo humano
Una vez elaborado, el jarabe se distribuyó gratuitamente entre los sectores más pobres de Panamá.
Se cifra en quinientos, número que empieza a ser maldito, los panameños que han muerto desde entonces como consecuencia de ingerir ese jarabe y en miles los afectados. El último, el panameño Delfín Mújica, de 76 años, moría en julio en un hospital de Panamá al ya no tolerar la diálisis.
La Audiencia Nacional española ha archivado el caso. Panamá no. Su Caja de Seguro Social denuncia en el afán de lucro de la empresa española las consecuencias, que todavía no cesan, de lo que califica como «una estafa y un delito contra la vida».
También censura el archivo de la causa en la Audiencia Nacional y asegura que ese tribunal ha enmascarado «las evidentes responsabilidades de los directivos de Rasfer convirtiendo lo importante (que Rasfer sabía que lo enviado por China era glicerina industrial) en nimio, y lo nimio (que Rasfer no estaba obligada a analizar los bidones de glicerina) en importante, negándose, además, a esclarecer los hechos».
Frente a la embajada española en Panamá cientos de panameños manifestaban recientemente su repudio a la sentencia.
Pablo Neruda, en su Versainograma a Santo Domingo en honor a los dominicanos a raíz de la ocupación norteamericana del 1965, lo dejó escrito.
«Unos conquistadores españoles que llegaron de España con lo puesto, buscaban oro y lo buscaban tanto, como si les sirviera de alimento. Enarbolando a Cristo con su cruz, los garrotazos fueron argumentos tan poderosos que los indios vivos se convirtieron en cristianos muertos.»
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