Los filósofos empiristas e idealistas tienen el gran defecto de que cuando hablan del mundo hablan como si fuera un objeto extraño al que llegan con sus conciencias con enorme dificultad y mediante un lenguaje cargado de abstracciones. Iñigo Errejón tiene el defecto de dichos filósofos. Dos trabajadores que apoyan a la formación morada se […]
Los filósofos empiristas e idealistas tienen el gran defecto de que cuando hablan del mundo hablan como si fuera un objeto extraño al que llegan con sus conciencias con enorme dificultad y mediante un lenguaje cargado de abstracciones. Iñigo Errejón tiene el defecto de dichos filósofos.
Dos trabajadores que apoyan a la formación morada se acercaron a Errejón y uno le dijo que Podemos no se olvidara de los derechos de los animales, y el otro que cuidara a Chueca. A Errejón le sorprendió, uno, que no hicieran referencia a sus condiciones de trabajo, y dos, que expresaran sus demandas en términos no reductibles a una cuestión o pertenencia común. Sobre esta experiencia y sorpresa Errejón elabora un discurso especulativo. Estas son sus afirmaciones: una, no existe un terreno ideológico común que agrupe las simpatías de ambos trabajadores, dos, las simpatías se encuentran sobre referentes muy generales, tan amplios como dispersos, tres, leer y nombrar estos referentes no es una tarea fácil sino un momento clave de la lucha política, y cuatro, cuanto más amplio y fragmentado es el conjunto a articular, más genérico y laxo son los referentes que permiten unificar toda una seria de reclamaciones. Y después de esta especulación extrae una aparente conclusión: «En este caso, creo que la simpatía tenía que ver fundamentalmente con una percepción difusa de representar lo nuevo, lo ajeno a las élites tradicionales y una promesa general de renovación del país».
Someto a crítica este primer párrafo. Errejón se comporta como si se hubiera tropezado con dos seres extraños. Y extrañamiento significa aquí que Errejón entra en contacto con dos seres humanos que existen fuera de su conciencia y los interpreta de manera enigmática. Primera cuestión: Si Errejón se hubiera parado y hablado durante más tiempo con los dos trabajadores, seguro que éstos le hubieran hablado de sus condiciones de trabajo y no necesariamente de forma negativa. También le hubieran hablado de muchísimos más asuntos de la vida. Así que su sorpresa presentada como inferencia de que le extrañó que los dos trabajadores no le hablaran de sus condiciones de trabajo, se debió sencillamente a que su contacto duró pocos segundos. Segunda cuestión: si bien la lucha por los derechos de los animales y la lucha por la mejora de las condiciones de vida no es una lucha común, sí lo es cada lucha por sí misma. La lucha por los derechos de los animales es una lucha común a millones de españoles. Común no es total. La vida social se compone de muchas esferas. Y en cada una de esas esferas hay intereses comunes. Ahora bien, todas las personas que participan de la misma esfera social no tienen intereses comunes. Frente a los intereses comunes siempre hay intereses individuales. Del mismo modo la lucha por la mejora de las condiciones de vida de Chueca es la lucha por la mejora en las condiciones de salubridad, seguridad, infraestructura, ocio, y otros asuntos más de ese barrio en particular. Pero estos problemas existen en todos los barrios de España y son, por consiguiente, universales. Luego la lucha por la mejora en las condiciones de vida en los barrios es una lucha común para decena de millones de españoles. Así que Errejón se equivoca, primero, cuando plantea el problema de lo común entre esferas de vida diferentes, pues carece de sentido querer ver el problema de lo común donde no puede darse; y segundo, cuando no destaca el problema de lo común en las dos luchas sociales consideradas en sí mismas, donde sí se da el problema de lo común.
Cuando Errejón afirma «que no había siquiera un terreno ideológico común que agrupase sus simpatías», esa afirmación carece de sentido. En la lucha por los derechos de los animales y en la lucha por la mejora de las condiciones de vida en los barrios no se da de forma específica un problema ideológico: ahí el interés es común al capitalista y al trabajador. Cuando después plantea que las simpatías de los dos trabajadores «se encuentran sobre referentes muy generales, tan amplios como dispersos», me parece un acto de pura especulación. La lucha por la defensa de los derechos de los animales y la lucha por la mejora en las condiciones de vida en los barrios no son referentes generales sino referentes concretos. Y cuando afirma que esos referentes son amplios y dispersos, insisto en que es pura especulación. Que una determinada lucha social tenga el carácter de amplitud y este carácter se plantee como algo negativo carece de sentido. Cuanto más amplia sea una lucha, cuanto más personas participen en dicha lucha, para el movimiento social es mejor. Y en lo que se refiere a que la lucha por la defensa de los derechos de los animales y la lucha por la mejora en las condiciones de vida de los barrios tienen el carácter de disperso, es simplemente una afirmación gratuita y carente de verdad. La dispersión se daría cuando un grupo social lucha por mil cosas a la vez y en ninguna de ella se empleara fondo. Pero no es el caso. Dice además Errejón que leer y nombrar estos referentes, esto es, la lucha por los derechos de los animales y la lucha por la mejora en las condiciones de vida de los barrios, «no es tarea fácil, sino un momento clave de la lucha política». No le veo sentido a esta afirmación. Errejón está cargado de filosofía del lenguaje, pero de una filosofía del lenguaje que ve en el lenguaje un reino propio e independiente, no de una filosofía del lenguaje de inspiración marxista donde el lenguaje no se separa nunca de la vida, de la percepción sensible, de la práctica social. Los hechos no se leen ni se nombran. Los hechos se viven. Y en todos los hechos humanos está presente el lenguaje. Y no existe ninguna dificultad en nombrar y hablar de los factores que participan en la lucha por los derechos de los animales y en la lucha por la mejora en las condiciones de vida en los barrios. Esa dificultad solo existe para el intelectual que convierte el mundo exterior en un mundo extraño y al lenguaje en un reino independiente. Y por último, la lucha por los derechos de los animales y la lucha por la mejora en las condiciones de vida de los barrios es una lucha política más junto a muchas otras.
Afirma Errejón que «en general, cuanto más amplio y fragmentado es el conjunto a articular, más genéricos y laxos son los referentes que permiten unificar toda una serie de reclamaciones». La sociedad española como todas las sociedades capitalistas modernas no son sociedades fragmentadas. La división social del trabajo no cesa de aumentar. Esto tiene su claro reflejo en el consumo: cada vez son más variados y diversos los productos que se consumen. Todo este mundo variado lo unifica el mercado y el dinero es la expresión de la unidad de dicho mercado. Cada esfera de la práctica social genera intereses específicos y las personas que participan de dicha práctica desarrollan sus intereses individuales hasta convertirse en intereses comunes. Así que «los referentes» que permiten unificar las distintas reclamaciones no son genéricos ni laxos, sino específicos y concretos. De hecho el propio programa de Podemos abarca muchos objetivos diferentes. Por último, Errejón extrae de toda su reflexión especulativa la siguiente conclusión: «En este caso, creo que la simpatía -se refiera a la de los dos trabajadores- tenía que ver fundamentalmente con una percepción difusa de representar lo nuevo, lo ajeno a las élites tradicionales y una promesa general de renovación del país». No sé qué papel desempeña aquí lo de «élites tradicionales» y no entiendo igualmente el empeño de emplear categorías de la sociología vulgar que a la postre son tan poco revolucionarias y esclarecedoras como es el caso de «élite». Creo que hay que ser más claro y no complicarse teóricamente cuando no hay necesidad de ello. Los dos trabajadores en cuestión han sufrido la dura crisis económica y están profundamente decepcionados y amargados por la generalizada corrupción en la esfera política. Y ven en Podemos la fuerza política que puede acabar con la corrupción y mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Y sobre este hecho tienen una percepción no difusa sino perfectamente clara.
Sigamos con «las ideas» de Errejón: «No se trata en absoluto de negar que existan intereses concretos, necesidades materiales asociadas a la forma en la que vivimos y nos ganamos la vida. Sino reconocer que estas nunca tienen reflejo y directo y «natural» en política, sino a través de identificaciones que ofrecen un soporte simbólico, afectivo y mítico sobre el que se articulan posiciones y demandas muy distintas». Sigo sin entender la necesidad de Errejón de hablar de esta forma tan poco clara, recurriendo a categorías abstrusas y a razonamientos enredados. Lo más material que existe en nuestras sociedades es el dinero. Sin el dinero nada es posible. De hecho lo que el PP siempre le reclama a Podemos es de dónde va a salir el dinero para llevar a cabo sus objetivos de gobierno. Lo material, esto es el dinero, está en todo y lo media todo. Y el reflejo de los intereses económicos en los partidos políticos es natural y directo: no hay ninguna mediación especial. Afirmar que para luchar por mejorar el salario, por ejemplo, se necesita de una identificación que ofrezca un soporte simbólico, afectivo y mítico, me parece una extravagancia intelectual. En este caso un gran sector de los trabajadores se han identificado con Podemos en esta materia porque dicha formación ha prometido subir el salario base. Y en esta identificación no hay nada de simbólico, afectivo o mítico.
No quiero seguir analizando el texto de Errejón. Me parece una inutilidad. Pienso que la filosofía francesa especulativa de los años setenta, que ha tenido mucha andadura en el terreno de la semiótica y de la filosofía del lenguaje, ha generado mucho mal intelectual. Ha transformado la propia filosofía de Marx en una caricatura lingüística. Sus dos defectos ya los señalé antes: transformar el mundo exterior en un mundo extraño y al lenguaje en un reino independiente. Y esta filosofía alcanzó a buena parte del pensamiento latinoamericano y a buena parte de la izquierda intelectual europea. En esta clase de filosofía es prácticamente imposible saber de qué realidad concreta se está hablando y se hace uso de categorías del ámbito de la semiótica y de la filosofía del lenguaje, como por ejemplo «referente», «sentido» y «símbolo», en esferas de saber donde hay que ser muy prácticos y directos, como es el caso de la política. También esta filosofía ha deformado y tergiversado el pensamiento de Marx de una manera indigna, lo ha convertido en un juego especulativo. Y esta nociva influencia está presente en el texto de Errejón.
(Los fragmentos de Iñigo Errejón incluidos en este trabajo están tomados de un artículo titulado «Podemos a mitad de camino» y publicado en Tribuna el 23 de abril de 2016).
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