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Cronopiando

Cuando el absurdo se convierte en noticia

Fuentes: Rebelión

En el pasado, trabajando en el periódico dominicano El Nacional, me encargué durante algunos años de preparar la inocentada tradicional del 28 de diciembre. Arduo trabajo porque cualquier día uno encuentra a destajo «inocentadas» entre los titulares de cualquier medio sin que nos sorprenda o nos sonroje, pero a punto de fundirse las cuatro neuronas […]

En el pasado, trabajando en el periódico dominicano El Nacional, me encargué durante algunos años de preparar la inocentada tradicional del 28 de diciembre. Arduo trabajo porque cualquier día uno encuentra a destajo «inocentadas» entre los titulares de cualquier medio sin que nos sorprenda o nos sonroje, pero a punto de fundirse las cuatro neuronas que todavía conservo se me ocurrió la exclusiva. El gobierno dominicano, tras haber modernizado el país con la construcción de un metro en la capital, se disponía a acometer su segundo macroproyecto: un puente que uniera Santo Domingo con San Juan en Puerto Rico. El puente, a través del Mar Caribe, de casi tres mil kilómetros de distancia, absolutamente iluminado y construido con materiales reciclados, dispondría de tres vías para automóviles en las dos direcciones, dos más para camiones y carriles para bicicletas, patines y peatones, así como un mirador sobre el Canal de la Mona para que los viajeros pudieran entretener su tedio observando las yolas cargadas de furtivos. Al margen de algunos otros detalles en relación al puente que no vienen al caso, esta noticia fue un 28 de diciembre primera página de El Nacional. El director me había aconsejado que, al final de la misma, incluyera algún comentario en relación al día y sus costumbres. No lo creí necesario pero lo hice.

A pesar de ello, fueron muchísimos los lectores que acudieron o llamaron al periódico indignados por el nuevo desafuero del gobierno de Leonel Fernández o felices de la oportunidad que el presidente les brindaba. Cierto que el actual presidente es capaz, incluso, de encarar proyectos semejantes al que yo gratuitamente le había cedido y que era cuestión de tiempo que a él o a algunos de sus asesores se le ocurriera, pero la aclaración en torno al día al final de la crónica debió haber alertado, pensaba yo, a quienes nunca terminan de leerla o no saben leer.

Había, sin embargo, otra razón que explicaba el desconcierto que había producido tan absurda noticia y la credibilidad que tantos lectores del periódico le habían dado. Y esa razón es la sugestión que produce un titular de prensa en el cerebro de la mayoría de la gente.

Se nos educó para que antes perdiéramos la fe en Dios que en los medios de comunicación, para que jamás dudáramos de lo que los oráculos nos cuenten. El que un absurdo se publique en la prensa o sea ratificado por la televisión es aval suficiente para que nuestra criticidad se vuelva una boñiga y aceptemos la propuesta que nos hagan los medios.

De la misma forma en que las niñas y los niños, succionados por las luces y la música, también por el olor a churros, asisten fascinados al tiovivo o, años más tarde, por las mismas razones y el olor del dinero, entran en un casino, vamos pasando páginas de absurdos y tolerando dislates televisados.

¡Lo he leído en el periódico…lo he visto en la televisión… lo he oído en la radio! Son los tres argumentos más socorridos para no fatigar nuestro cerebro.

Y por ello, todos los días, los absurdos son coronados como noticias. El día de ayer también las trajo. Barak Obama, por ejemplo, para terminar la guerra en Afganistán va a mandar más soldados. Mientras envía miles de militares y pide a Europa que la siga ayudando con más fuerzas, propone un día en el calendario para el fin de la guerra.

Y las conclusiones que a los lectores nos corresponde, tras el primer absurdo, es que Estados Unidos quiere la paz en Afganistán y que Obama es más Nobel que Ghandi.

Acabamos de leer que para economizar agua hay que abrir los grifos, que para ahorrar energía hay que encender las luces, que para evitar accidentes de tránsito es conveniente que vayamos borrachos y conduzcamos por el carril contrario…y aceptamos el absurdo porque lo han contado los medios, los primeros en creérselo o los primeros en cobrarlo.

Honduras también se adelantó al 28 de diciembre. La fraudulenta pantomima electoral, organizada por los golpistas que apenas meses atrás se cargaran la frágil democracia hondureña, se corona con un éxito inenarrable: votaron todos.

Y nos quedamos pensando en que hay que darle tiempo, que es un mal necesario, que Micheletti y sus secuaces ya han devuelto el botín que se robaron, que hay que esperar y ver como el zorro cuida del gallinero, que lo importante ahora mismo es sacar adelante al país…

Con la complicidad estadounidense un golpista acaba con la democracia en Honduras y al día siguiente organiza una elección para restituirla… y aceptamos el absurdo porque así nos lo han servido los medios.

El presidente español, por enésima vez en lo que va de mes, anuncia complacido que ya ha pasado lo peor de la crisis económica y comienzan a verse síntomas de recuperación. Segundos más tarde, se hace público el aumento del desempleo, el abandono de los desempleados, el olvido de los jubilados, la derrota del campo y los agricultores, el cierre de empresas, la pérdida de salarios…En Navarra aprovechan las cosechas de brócoli para alimentar vacas y en Cádiz arrojan los pepinos a la playa. Hasta te enteras de que los médicos van a recibir incentivos económicos si consiguen reducir el número de bajas laborales… ajenas.

Y nos quedamos pensando que lo peor de la crisis ya ha pasado y el estado español vuelve a ser motivo de envidia y de ejemplo para el mundo.

Nada nos cuesta aceptar que los mismos responsables e intereses de haber provocado el cambio climático y la ruina del planeta, sean los idóneos responsables e intereses para hacer posible su recuperación, o que los estados vacíen las arcas públicas para que, en manos de los bancos, éstos puedan prestarnos nuestro dinero.

Nos enteramos, de improviso, que el País Vasco limita al norte con el Océano Indico, y también Galicia, Levante, todo el litoral del estado español, y el francés y el estadounidense y el de tantos otros países pesqueros que esquilmaron sus fondos marinos y han modificado el mapa de los demás. Y descubres al calor de la noticia de un secuestro, que los piratas habían sido pescadores y que los pescadores ahora fungen de piratas. Llegas a saber que, mientras Occidente atesora la única ética disponible en el mundo y aquellos valores humanos más reconocidos, la costa de Somalía y otras muchas están siendo usadas por las compañías europeas y estadounidenses, con el patrocinio de sus estados, como basureros tóxicos. Y lees que Naciones Unidas va a tratar de conducir a los tantos pescadores somalíes a los que se les ha hurtado su mar y su trabajo, a otros oficios no delictivos, como laborar en campos europeos por diez euros al día o dejarse la piel en la construcción por similar recompensa.

Algunos piensan si no será mejor mandar a la marina de guerra para que proteja el expolio a tener que llevar militares armados en los pesqueros. Otros hasta sugieren: ¿Y por qué no ocupar Somalia de una vez y acabar con el problema?

Y los absurdos siguen reiterando sus desatinos ante la amorfa mirada de tantos que ni guardan memoria ni ejercen la criticidad y que, en un último rizo del dislate, aceptan la propuesta y aplauden el engaño.

La única competencia como absurdo que tienen las noticias en los medios de comunicación es la publicidad con que también nos asfixian, pero al menos ésta nos coge prevenidos. Sabemos que es publicidad aunque a veces lo olvidemos. Las noticias siguen siendo la voz de Dios, el becerro de oro que adoramos y, lo que es peor, al que creemos.

 

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.