Hoy fui a visitar el parque Cachamay en Puerto Ordaz a unos 600 kms. de Caracas, Venezuela. Es una reserva nacional de flora y fauna para la conservación del medio ambiente y el disfrute de todos. Pero lo que a mí me gusta más es sentarme en las rocas a observar las poderosas caídas de […]
Hoy fui a visitar el parque Cachamay en Puerto Ordaz a unos 600 kms. de Caracas, Venezuela. Es una reserva nacional de flora y fauna para la conservación del medio ambiente y el disfrute de todos. Pero lo que a mí me gusta más es sentarme en las rocas a observar las poderosas caídas de agua. Esta vez pude además ver a un nativo en su canoa zambulléndose y pescando con habilidad natural.
Luego del momento inicial comienzo a experimentar como el ruido mental que habitualmente me acompaña va perdiendo intensidad y un particular silencio empieza a invadirme. Entonces siento como si estuviese asistiendo al intemporal momento en que tales contenidos mentales irrumpieron con fuerza en la mente colectiva humana activando ese particular espacio.
Porque obviamente no es el mismo espacio mental aquél en que percibo los acontecimientos naturales, incluyendo los hechos humanos, sensaciones de hambre, dolor y placer. Que este del ruido interno mental que produce la continua actividad de la conciencia, esa que algunos aún se empecinan en reducir a movimientos de una masa encefálica.
Mientras las respuestas intelectuales son al medio íntimo, las corporales lo son al externo, y si no estoy enterado y muy atento a ello no puedo reconocerlo. Peor aún, si no fuese capaz de diferenciar una sensación corporal, dolorosa, de una mental y mediata, pues me muero, se desintegraría mi cuerpo y psiquis.
Y es obvio que si no reconozco la diferencia entre un ensueño o una ideología con un hecho corporal o natural, me puede pasar como a aquél que tampoco tenía claras las diferencias y similitudes entre una pelota de ping pong y un refrigerador, así que le vendieron uno por otro. Los hechos naturales son los hechos naturales, los mismos hace millones de años que ahora.
Son el marco y la condición dentro de cuya referencia desarrollamos nuestra economía. Y es la acumulación de esas experiencias económicas en memoria colectiva la que posibilita reconocer las leyes que operan regulando los hechos naturales e ir decantando así una cultura que en su momento nos permite transformar nuestro medio natural para adaptarlo a nuestras necesidades.
Pero cuando se confunde tal mentación, hábitos y creencias, ideologías, con «la realidad», comienzan los problemas. No porque sean buenos o malos sino porque se aceptan cual límites inamovibles dentro de los cuales comenzamos a vivir atrapados.
Y como ese es el espacio mental en que respiramos y vivimos es justamente allí que comienza el temor, la dependencia, las separaciones o diferencias que se confrontan y compiten por el espacio que se cree externo. En fin es el principio del sufrimiento mental que es la base de toda violencia y deseo de conquista, imposición de unos a otros que hoy damos en llamar tiranía e imperialismo.
A la base de todo este tipo de experiencia que genera pensamiento, y de esta acumulación de pensamiento que induce experiencia, están las concepciones de materialismo y espiritualismo, de alma y cuerpo, femineidad y masculinidad, la bondad o maldad de ser pobre o rico. Temas que han generado la actual situación de dualidad en la que hoy estamos entrampados, que gústenos o no nos toca vivir y que como todos sabemos nunca hemos podido resolver de un modo satisfactorio.
Porque siempre hemos creído que son temas excluyentes y por tanto cíclicamente la corriente predominante teme, reprime y pretende eliminar, prescindir de su contraparte. Pero si recordamos el principio de este artículo podemos observar que tanto la percepción de lo exterior o natural que incluye las sensaciones de nuestro cuerpo, como lo íntimo, sucede en nuestra mente o conciencia.
Por tanto cuando le tememos, nos disgusta, sentimos un rechazo visceral por una parte de ello y pretendemos reprimirlo fuera de nosotros, lo que en realidad hacemos es partirnos en dos, desdoblarnos y enfrentarnos a nosotros mismos. ¿O acaso no somos mente, conciencia, espíritu, alma y materia, cuerpo, sensaciones? ¿Acaso podemos prescindir de alguno de ellos?
¿Es entonces acaso extraño que vivamos una vida de creciente e inevitable conflicto personal y/o social cuando nos enfrentamos a nosotros mismos? Hoy en día por ejemplo se acusa al gobierno bolivariano de pretender imponer ideologías en sus instituciones educativas. Muchos que no entienden que tras todo acto humano hay inevitablemente una intención, pretenden decir que no es así.
Sin embargo sería más sensato preguntar, ¿cuándo ha habido actos, culturas, organizaciones sociales humanas libres de intención? Y cuando las intenciones se sistematizan en superestructuras intelectuales, ¿no se convierten en ideologías?
Cuándo vas a un colegio católico, ¿no hay una creencia implícita tras toda esa educación? ¿Y tras dos mil años de catolicismo no tendremos entonces un mundo teñido e ideologizado por tal creencia, una conciencia colectiva sugestionada por tal atmósfera imperante?
Si a alguien le resulta difícil imaginar lo que es respirar una atmósfera colectiva le recomiendo que se de un paseo por la inquisición medieval y sienta el crujir de las llamas en la carne humana, en sus propias vísceras. Para que así comprenda como la represión de quinientos años ha aún opera.
Cuando un niño ve en los textos de nuestros colegios una ilustración de un conquistador europeo alrededor del cual están arrodillados los indígenas, ¿no se está transmitiendo un estado anímico completo? Entonces no tenemos por qué defendernos ni avergonzarnos cuando se nos dice que nuestra educación transmite una ideología, porque defintivamente estamos intentando reescribir nuestra historia y crear, inventarnos una dirección propia más satisfactoria a futuro.
Esa es una función y capacidad tácitamente humana sin la cual no podemos vivir, y en lugar de temerla y reprimirla deberíamos hacerla más y más conciente, desarrollarla al máximo ya que es una parte ineludible de lo que somos. Y por la ignorancia de ella en que vivimos, por la falta de educación al respecto, es que no tenemos la capacidad de pensar estructuralmente y somos tomados por esos contenidos mentales y fácil presa de manipulación y propagandas.
Del mismo modo se nos ha metido bajo la piel el temor a que lo material, lo sensual es malo. Yo pregunto, ¿es malo ganar la capacidad de producir comida y bienes abundantes y distribuirlo con equidad entre todos los seres humanos? ¿Es malo tener conciencia de que las leyes de vida hacen necesario que una sociedad se desarrolle en armonía con su medio ambiente?
¿Es bueno imponer y grabar cada experiencia y conocimiento con castigo y temor para que cada vez que la recordemos y usemos lo volvamos a vivir y sufrir contaminando toda nuestra vida personal y colectiva? A mí parece que ya estamos en momento y capacidad de comprender de nuestra propia experiencia y conocimiento acumulado, es decir de nuestro cuerpo y mente, que lo único bueno o malo es el uso intencionado que de ello hacemos y los resultados consecuentes. Es decir la suma felicidad o sufrimiento social que nuestros actos generan.
Ayer se inauguró en Venezuela una imprenta cultural que producirá 20 millones de libros anuales, cinco de los cuales ya han sido donados a los 50 mil consejos comunales a razón de cien por cada uno para iniciar su biblioteca. Esta no es una iniciativa nueva, sino que se suma a la imprenta nacional, a la cadena de librerías, de cines, de medios sociales de TV, radio y periódicos, a la «Ciudad del Cine» para productores nacionales, al canal social de Tves, a Telesur.
Se suma a las tres Ciudades Socialistas cuya piedra fundamental se puso hoy televisándolo desde el programa Aló Presidente. Cuya intención es que desde el mismo principio se creen sobre bases de igualdad de derechos y deberes, con todos los servicios gratuitos, con proyectos autosustentables, con espacios verdes para cultivar, con pequeñas y medianas industrias en espacios adyacentes, con transportes y viviendas que dignifiquen lo humano, que estén al servicio de su bienestar, con respeto del y en armonía con medio ambiente.
Tenemos además la necesidad de uno a dos millones de soluciones habitacionales que existe en Venezuela como parte de la enorme deuda social heredada. Pero peor aún, tenemos un cinturón marginal de rancheríos construido sobre zonas de precario equilibrio que ponen en peligro la vida de sus habitantes, a los que es necesario darles con urgencia un espacio digno que habitar.
Se trata también de descongestionar el sobrepoblado valle de Caracas que se desarrolló caóticamente, para reorganizar esos espacios de modo que posibiliten llevar una vida agradable. A ello se suman los créditos de vivienda para la clase media con un interés entre el 4 y el 7% según las entradas de cada familia.
En contrapartida con estos simples hechos que solo corresponden a un sábado y domingo común y corriente en Venezuela, podemos citar a los nobles y castos varones que llevan dos mil años de catolicismo intermediando la relación de los dioses con sus fieles creyentes, que en la cúspide de su jerarquía han declarado ser infalibles, condenando así la libertad de pensamiento y culto, exigiendo la sumisión por temor.
Ahora como resultado de su dirección acumulativa de hechos, (¿o será tal vez por motivo de las tentaciones del demonio?), andan por todo el mundo corriendo para intentar engavetar a fuerza de millones de dólares sus afanes sexuales que por reprimidos se han vuelto pederastas. Termino de leer que la Arquidiócesis de Los Angeles, la mayor concentración católica de Estados Unidos, acordó un pago de 660 millones de dólares para evitar el mayor juicio por abuso sexual de su historia.
Pero así como no hay modo de tapar el sol con un dedo tampoco puedes tapar la resultante de la acumulación de hechos en una dirección por centurias y milenios, no puedes silenciar el grito de las víctimas eternamente, porque como venimos diciendo cada acción tiene su reacción más temprano que tarde, toda fuerza tiene su contrafuerza igual y opuesta.
No puedes entonces tapar los hechos con palabras, eufemismos ni con dólares cuando llega el momento de que todo lo escondido sea sacado de sus oscuras madrigueras y expuesto al sol. Si existen los exorcismos esto que ocurre ahora no puede ser otra cosa que el aflorar a la conciencia aquella atmósfera medieval que aún vive y respira en las profundidades de nuestra conciencia.
Porque todo lo que fue violentamente reprimido en las oscuridades de la siquis, del alma colectiva, generando vergüenza, culpa y sufrimiento, hoy comienza a aflorar inevitablemente a la conciencia desbordando por acumulación esos umbrales represivos y volcándose en el mundo donde puede ser visto, reconocido y nombrado como lo que es.
Esto viene sucediendo en Venezuela con el clero, con los rancios espacios universitarios que se habían convertido en sectas de seres superiores dueños exclusivos del conocimiento, con los medios de televisión y de comunicación en general que se habían llegado a creer los dueños y rectores, los pontífices de la libertad de expresión, con los políticos de supuesta izquierda o derecha que se creen dueños de la libertad de elección de sus representados.
Pero no solo en Venezuela, y si de libertad de expresión queremos hablar les recomiendo leer la excelente nota «En solidaridad con el Jueves» que hace el amigo Juanito Kalvellido en su sitio, http://www.kalvellido.net/ o la de Jaume D´Urgell «Diferentes ¿por qué?», en Rebelión, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=53923 o en Tercera Información, «La huída hacia delante»,
http://www.tercerainformacion.es/3i/article1527.html?var_recherche=la%20huida%20hacia%20adelante
Allí queda en claro la inoperancia de la vieja mentalidad represiva para vérselas con la nueva sensibilidad harta ya de imposiciones y represión, la imposibilidad para callar ese grito silencioso, esa herida milenaria que asciende ya incontenible cual ardiente lava desde las vísceras hacia la garganta.
Cualquier forma organizativa social puede mantenerse solo mientras los sistemas de tensión o sufrimiento mental que genera, están dentro de ciertos umbrales de tolerancia. Pero más allá de ellos comienza la desintegración del cuerpo y esa organización síquica sobre sus sensaciones construida. En esos temblorosos e inestables umbrales estamos parados hoy.
Es por eso que cuanto más insisten en los viejos métodos represivos que hasta hoy les dieron resultado, mayor reacción social generan. Pues llega un momento en que el temor por el castigo, tortura y muerte, se equipara con la amenaza de desintegración íntima por elevado sistema de tensiones acumuladas históricamente. Por tanto se invierte la reacción y lo que actuaba como temor contractivo ahora se convierte en reacción defensiva que avanza.
En otras palabras ya no hay modo de silenciar los gritos ni convencer que es por nuestro bien que se nos castiga, exigiendo además respeto y agradecimiento porque ellos son los que saben lo que es bueno para nosotros. Ahora cada vez más y más diremos y haremos lo que consideremos correcto y justo, sin importar cuales sean las amenazas y consecuencias. ¿Qué pueden hacer al respecto? ¿Encerrarán al pueblo completo en las cárceles?
No hay presupuesto para ello, no es un negocio interesante pues solo funciona mientras un número suficiente produce para mantener a improductivos presos y carceleros, jueces y abogados, policía y ejército, cual ejemplo de lo que puede sucedernos si irrespetamos las leyes de explotación. Además de a las corporaciones privadas que ahora lucran con esos establecimientos, igual que con los geriátricos, las alteraciones mentales, niños abandonados o de la calle, etc.
Más allá de un punto se rompe ese equilibrio necesario y el negocio ya no es rentable ni tal organización sustentable. Y es por eso que resultan imprescindibles las nuevas alternativas sociales como la democracia participativa y protagónica y el Alba o el Tratado Comercial de los Pueblos, que apuntan a una nueva visión de mayor humanidad que repare todos los entuertos y heridas profundas de la barbarie heredada del medioevo.
Aunque resulte paradójico, cuando llega ese momento apropiado el viejo modelo represivo trabaja para acelerar la estimulación de lo nuevo. Por cada nueva represión se pone en mayor evidencia ante la mirada colectiva harta de alimentarse de falsas esperanzas, las viejas formas hipnóticas de imponer ese orden de cosas y la necesidad de recrear la imagen de organización social humana.
Entonces como en el parque Cachamay se diferencia el ruido histórico del silencio profundo de la conciencia, solo queda el murmullo de las caídas de agua. Y por un instante mágico no te sientes separado de tu entorno humano o natural. Una lejanamente recordada alegría irrumpe en tu organismo, con sabor a reencuentro con el viejo y querido amigo olvidado o perdido que no eres sino tu mismo. Una frase parece resonar en todas partes a la vez. Tus pecados, ilusiones o errores te son perdonados. Queda en paz.