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Cuando Emir Sader arremete contra la lógica

Fuentes: Rebelión

Soy amigo de Emir Sader y colaboré con él cuando dirigía CLACSO pero soy mucho más amigo de la lógica a la que Emir maltrata en su artículo «El trotskismo se ha vuelto un cambalache», publicado en La Jornada el 4 de octubre último 1/. Antes que nada quiero aclarar que no soy trotskista, ni […]

Soy amigo de Emir Sader y colaboré con él cuando dirigía CLACSO pero soy mucho más amigo de la lógica a la que Emir maltrata en su artículo «El trotskismo se ha vuelto un cambalache», publicado en La Jornada el 4 de octubre último 1/. Antes que nada quiero aclarar que no soy trotskista, ni marxista, porque en los «ismos» se refleja siempre, inevitablemente, cerrazón religiosa.
Soy, en cambio, secuaz laico, crítico y con beneficio de inventario del pensamiento de Copérnico, Galileo, Newton, Laplace, Darwin, Marx, Lenin y Trotsky, como escribí hace muchos años. De modo que no pretendo defender aquí al trotskismo (que no tiene nada que ver con lo que dice el ex trotskista brasileño Emir) sino combatir el método de la amalgama. Emir critica justamente a quienes (trotskistas o no) no saben distinguir entre un Roosevelt, burgués dirigente de un país racista e imperialista, y un Hitler, también burgués e imperialista pero enemigo jurado dela democracia sin la cual no se puede ni pensar en construir el socialismo.
Emir olvida que en todo gran movimiento social con un cuerpo de doctrina hay sectarios, como prueba la historia del cristianismo, del Islam y del socialismo y mete a justos y pecadores en un solo saco. Las afirmaciones de Sader según la cual «los trotskistas» (todos, sin excepción alguna) son «amargados» porque han pasado por 80 años de decepciones y derrotas (se olvida también de las matanzas) y no pueden presentar ni un solo país donde se apliquen sus ideas podrían ser aplicada a la democracia, que jamás existió para la gran mayoría de la Humanidad desde hace 2600 años, cuando apareció en algunas urbes griegas entre los ciudadanos libres propietarios de esclavos o al cristianismo, movimiento libertario que se dividió en múltiples sectas que llegaron a matarse entre sí, se convirtió en Iglesias y fue corrompido. Marx decía «sembré dientes de dragón y recogí pulgas» y una persona sensata, en vez de creer que los dientes de dragón dan inevitablemente pulgas, debería pensar que debe haber alguna razón material para que las pulgas hayan colonizado ese sembradío de dragones y preguntarse si siempre será así o no. Además, es cierto que es necesario defender la democracia y exigir la libertad de Lula o repudiar el golpe parlamentario de Temer en Brasil o la infame utilización de los jueces en el caso argentino contra Cristina Fernández de Kirchner y que hay que luchar arduamente para acabar con los gobiernos proimperialistas y hambreadores. Pero eso no significa que no se deba criticar a Lula y a Dilma, que le prepararon todo el campo a la derecha desmovilizando y despolitizando a los trabajadores y, en el caso del PT, una vez en el poder se corrompieron o, en el caso argentino, se enriquecieron ilícitamente.
Apoyar lo que en esos gobiernos fue correcto es una cosa: otra es ser acríticos frente a ellos desconocer sus errores y su política al servicio de un sector de los explotadores y contra los explotados. Los gobiernos burgueses «progresistas» no dejan de ser burgueses porque sean atacados. Es necesario defender, junto con sus simpatizantes, la democracia pero hay que mantener una independencia política y organizativa, obrera y socialista, frente a ellos, haciendo acuerdos puntuales pero sin disolverse en Frentes o, peor aún, en sus partidos, como el PT. Emir se ha «boronizado» por completo y convertido en agente promocional de las fuerzas del pasado inmediato que, frente a la realidad actual, parecen carmelitas descalzas, pero lo que hay que hacer es pelear junto con ellas contra el enemigo común, pero diferenciándose y superándolas.
No se trata de elegir entre el SIDA, que mata a más largo plazo, y un cáncer fulminante. La política del mal menor es suicida. Lo que hay que luchar es por acabar con la fuente de los males, que no es el neoliberalismo, sino el capitalismo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.