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Cuando hay petróleo de por medio no existen los accidentes ni las casualidades

Fuentes: Rebelión

Decía hace 50 años, Sergio Almaraz, extraordinario pensador boliviano. Hoy, la fuerza de sus palabras imprescindibles, es silenciada por el atronador sonido de millones de bocinas que día y noche colonizan las subjetividades y el sentido común de miles de obreros que creen que en Venezuela, hay una dictadura. El 30 de enero de 1935, […]

Decía hace 50 años, Sergio Almaraz, extraordinario pensador boliviano. Hoy, la fuerza de sus palabras imprescindibles, es silenciada por el atronador sonido de millones de bocinas que día y noche colonizan las subjetividades y el sentido común de miles de obreros que creen que en Venezuela, hay una dictadura.

El 30 de enero de 1935, el senador norteamericano, Huey Long, denunció que John D. Rockefeller (propietario de la poderosa petrolera Standard Oil), había lanzado a la guerra a los dos países más pobres del continente y que lucraba con la miseria y el dolor de dos pueblos hermanos que se destripaban sin tregua en el Chaco.

Al día siguiente el senador, apareció con dos tiros en la espalda, los medios de comunicación dijeron que se había suicidado.

Recientemente el consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton, admitió que ya tenían vendido el petróleo venezolano: «Estamos en conversaciones con las principales empresas petroleras de Estados Unidos. La historia sería diferente si esas empresas pudieran invertir y producir petróleo en Venezuela. Sería bueno para Venezuela, para su población y para Estados Unidos».

Nunca jamás el imperio había hablado tan claro. No tendremos que esperar 50 años, para que EEUU desclasifique sus archivos y por fin podamos comprobar que la Casa Blanca estaba detrás del golpe en Venezuela y que Juan Gerardo Guaidó Márquez, era (es) un agente de la CIA.

Está clarito como la agüita bendita. Después de lo sucedido en Irak, Libia o Siria, nadie puede argüir desconocimiento sobre lo que se pretende hacer contra Venezuela. Aquí nada tienen que ver la democracia ni los derechos humanos, ni la escasez de alimentos o medicamentos. Los negocios son los negocios.

En una típica acción pirata, el Banco de Inglaterra, retuvo 550 millones de dólares del pueblo de Venezuela. Las autoridades sajonas afirmaron que «no confían en el uso que el régimen de Maduro le dará a estos recursos que es propiedad del Estado y que podrían venderlo para beneficio personal» así que prefirieron quedárselo. El mismo banco, anunció la entrega a Juan Guaidó, de 20 millones de dólares en ayuda humanitaria. Hicieron un pingüe negocio delante de miles de cámaras de televisión.

«No veo por qué tenemos que esperar y permitir que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo» pronunció don Henry Kissinger,​ primer carnicero en ganar el Nobel de la Paz, premio otorgado por la culta academia sueca.

«No nos quedaremos de brazos cruzados mientras Venezuela se desmembra» expuso Mike Pence, vicepresidente de EEUU. ¿Qué significa que no se quedarán de brazos cruzados? Todos sabemos la respuesta. Ningún imperio llega a ser imperio, con actitudes de Madre Teresa.

Pero el Grupo de Lima, aún cree en Santa Claus, y lo esperan cada día, con su cartita garabateada de pedidos imposibles metida en una mediecita de lana, donde también va su imbecilidad.

El imperio, hizo así con los dedos y Kim Jong, pasó a convertirse, de enemigo de la humanidad, en candidato a la beatificación. En un tuit publicado por @realDonaldTrump el 8 de febrero de 2019, señaló: «Corea del Norte, bajo el liderazgo de Kim Jong Un, se convertirá en una gran potencia económica. Puede que sorprenda a algunos, pero no me sorprenderá, porque lo conozco y entiendo completamente lo capaz que es»

Entonces los venezolanos, que no poseen ni la mitad de una ojiva nuclear, pasaron a ser los villanos de Hollywood.

Jamás se conocieron. Cuando Sergio Almaraz, moría de tristeza y de dolor en un hospital de La Paz, Condoleezza Rice, era una adolescente de 14 años que jamás había entrado a un baño de niñas blancas y que nunca jamás en la vida había soñado, con ser la primera mujer negra, en convertirse en Secretario de Estado de los Estados Unidos.

En medio de decenas de cadáveres amontonados en las aceras y de cuerpos mutilados a balazos que deambulaban por los hospitales en octubre de 2003, Condoleezza, respaldó al gobierno de Carlos Mesa y Sánchez de Lozada; «Estados Unidos no va a tolerar ninguna interrupción del orden constitucional y no reconocerá a ningún régimen que sea el resultado de procedimientos antidemocráticos», dijo. La insurrección de los vecinos de El Alto, le estaba arruinando el negocio, a la petrolera Standard Oil, integrante del consorcio Pacific LNG, de donde fue altísima ejecutiva.

Desde Colin Powell en Irak, hasta Condoleeza Rice en Bolivia a Donald Trump en Venezuela, el objetivo del imperio siempre será el mismo: conquistar el petróleo, esté donde esté, por las malas o por las malas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.