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Cuando la «dialéctica» se enfrenta al Estado (III)

Fuentes: Rebelión

Siguiendo con este tercer comentario a La Revolución Usurpada (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=39235), comenzamos reproducimos esta cita suya. «Por el lugar que ocupa en la sociedad y por el carácter de sus funciones, la alta burocracia percibe con temor el control y la participación social. Siente en ello una cercenación de sus prerrogativas cuando no un peligro mortal […]

Siguiendo con este tercer comentario a La Revolución Usurpada (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=39235), comenzamos reproducimos esta cita suya.

«Por el lugar que ocupa en la sociedad y por el carácter de sus funciones, la alta burocracia percibe con temor el control y la participación social. Siente en ello una cercenación de sus prerrogativas cuando no un peligro mortal para su posición dirigente.»

Como en anteriores comentarios al referirnos al Estado, tenemos que aclarar que la alta burocracia tampoco es algo «colgado del cielo», algo en sí misma independiente de la base material de todo Estado, el Estado capitalista necesita de esa alta burocracia, la burocracia es la principal característica del Estado capitalista, ya lo dijo Lenin en su obra «El Estado y la Revolución». No es que la burocracia sienta temor (en todo caso lo tendría la clase social en el poder) por el «posible» control y la participación social, (entendemos se refieren a la social trabajadora) si en los sistemas de Estado de «democracia» capitalista, republicana o monárquica consiguieran ganar las elecciones, algo muy difícil de conseguir, como a pesar de ello sucedió en la España del 36 o en Chile del 70 con gobiernos de unidad popular, que no podemos confundirnos, con esos triunfos no se conquista el poder de clase, solo formalizar un gobierno, y por eso al no estar previamente la clase social trabajadora organizada como tal, incluso preparada para repeler la agresión física, los trabajadores no pudieron tomar el poder. El aparato estatal burgués, con sus poderes legislativos, ejecutivos y represivos no se liquidó, siguieron funcionando y sobre todo el ejercito, esa parte fundamental del aparato de todo estado con su capacidad represiva, su último eslabón al que siempre recurren cuando les falla los mecanismos de subyugación ideológica. El gobierno popular no controlaba ese principal eslabón del estado capitalista que es el ejercito. El poder de los trabajadores solo es posible con la autoorganización y participación popular revolucionaria, ya lo dijo Marx, no intentando perfeccionar la maquinaria estatal existente, sino destruyéndola totalmente, sustituyéndola por la suya propia con sus organizaciones de base que alternativamente se tienen que generar desde el caduco estado capitalista, incluida las posibles milicias populares compuestas por los trabajadores más conscientes. Ante ese fallo de su democracia delegada en la clase política, el eslabón de mayor poder burocrático en el Estado capitalista que es el ejercito asume todo el protagonismo político, ya sin careta democrática, en su descarada manifestación de dominio físico represivo dictatorial, asesinando, encarcelando desterrando a los elementos que consideran peligrosos. Esa forma dictatorial física represiva la ejercen todo el tiempo que sea necesario y en tanto se recompone la situación y las aguas de la «tranquilidad democrática burguesa» vuelve a su cauce. La transición del estado dictatorial en España y Chile al «democrático» así nos lo confirma.

Esa democracia, que para muchos es democracia abstracta, más o menos intensas en sus diversas formulaciones materiales monárquicas o republicanas, dada la tradición histórica y las particularidades de cada país, es una necesidad para el desarrollo capitalista. En contra de la creencia religiosa de la democracia de D. Santiago Carrillo, que según su visión etapista del proceso político revolucionario, con su primero la «democracia» y después el socialismo, nos quedamos en la «democracia abstracta colgada del cielo», en la democracia interclasista. Murieron tranquilamente en sus camas ambos dictadores, con funerales y enterramientos suntuosos que les permitieron los «nuevos demócratas», es más, en España el dictador nos impuso su heredero, bien educado que juro los principios del movimiento y ahora es un rey muy democrático bastante enriquecido por sus servicios prestados a los amos capitalistas, fundamentalmente a la gran oligarquía financiera y monopolista nacional e internacional. El otrora «Carnicero de Paracuellos», fue santificado como gran hacedor de la vuelta a la democracia, invitado a las grandes tertulias «democráticas», incluso a ser invitado por el monarca a palacio. A los treinta años de la legalización del PCE, la prensa burguesa nos ofrece sus elogios a aquel papel jugado por el partido, incluso el «democrático» El Mundo nos ofrece en Internet a través de videos aquel festejo entusiasta que supuso la legalización que realizó el otrora jerarca del movimiento nacional Suárez, jefe ya del gobierno democrático .

«Lenin manifestaba, con reiteración, su temor a que el nuevo cuerpo funcionarial surgido de la Revolución terminara contaminándose y asumiendo los métodos y la psicología del viejo aparato administrativo, que pasara así lo que a aquellos pueblos conquistadores que terminaban siendo dominados por la cultura de los conquistados «…aquí se podría tener la impresión de que los vencidos tienen una cultura elevada. Nada de esto. Su cultura es mezquina, insignificante, pero sin embargo, es más elaborada que la nuestra».

Esta cita de Lenin esta cortada y descontextualizada, la cita completa es esta: «Ciertamente que aquí se podría tener la impresión de que los vencidos tienen una cultura elevada. Nada de esto. Su cultura es mezquina, insignificante, pero, sin embargo, es más elevada que la nuestra. Por muy deplorable, por muy mísera que sea, es mayor que la de nuestros comunistas que ocupan cargos de responsabilidad, porque ellos no poseen la suficiente capacidad para dirigir.»

Ese discurso de Lenin fue realizado a los camaradas, a los trabajadores más conscientes tras promulgarse la NEP, reprendiendo a los miembros del partido por su ineficacia al actuar como comisarios políticos dirigiendo el proceso productivo, debido a que la clase obrera no estaba suficientemente desarrollada, la clase obrera de entonces era minoritaria y poco preparada para asumir aquella responsabilidad, los comunistas tampoco sabían, por eso no se pudo constituir en todo el país los soviets de fábrica asumiendo la dirección del proceso productivo, no solo los soviets obreros y campesinos a nivel estatal sino incluso las milicias populares como parte del poder soviético. No era un discurso temeroso, que los vencidos terminaran dominando a los vencedores, sino que les situaba ante la realidad del mejor funcionamiento burocrático dirigista que tenían los enemigos vencidos, les animaba a tener más audacia, a aprender y adquirir mayores conocimientos que les permitiera tener la capacidad de dirigir.

«La amenaza de usurpación burocrática de la dominación de clase no se resuelve con fórmulas simplistas que tiendan a la negación o menosprecio del papel del partido y del Estado en la transición socialista.»

«La necesidad de apoyarse en un aparato de Estado para las transformaciones socialistas, con todos los riesgos que comprende es cuestión ya resuelta desde la últimas décadas del siglo pasado, cuando se dilucidó el debate entre las posiciones marxistas y bakuninistas.»

Efectivamente, las formulas simplistas que los condicionantes históricos impusieron, hicieron que a pesar de llamarse Estado Soviético, la práctica democrática en su posterior desarrollo en nada respondía a la visión marxista y leninista, era semejante a la práctica clasista burguesa basada en la terminología clase política, sociedad civil, los divinos a mandar y los trabajadores, a eso, a producir, las empresas y los demás servicios sociales, educacionales y culturales manejados y dirigidos por la clase política. El partido eso nunca llegó a comprenderlo incluso cuando se generaron las condiciones objetivas para que la clase trabajadora asumiese directamente el poder, para que se constituyesen los soviets, la unidad dialéctica del nuevo ser socialista actuando teórica y prácticamente en el proceso político y productivo desde los centros de producción, etc. Pero desgraciadamente no solo fueron los continuadores de la revolución rusa los que no lo comprendieron, hoy día ese problema básico del marxismo sigue sin comprenderse, sin desarrollarse al actual momento político. La incomprensión sobre el Estado no está dilucidado porque unos admitan el Estado abstracto y otros lo nieguen, aunque unos lo sitúen en el cielo, y otros nieguen que la Comuna desde abajo hasta la cúspide, que permite la planificación verdaderamente democrática, sea un Estado. Las Comunas anarquistas que surgieron en la II República, cuando se produjo la sublevación militar que dio lugar a la guerra civil, se quejaban del gobierno de la república porque diese prioridad a los presupuestos militares en vez de los financieros a las comunas.

Los que siguen considerando el anarquismo como vía idealista hacia el comunismo, deberían preguntarse, cómo aquella idea anarquista que cuajó en un millón de españoles en tiempos de la II República, cuando solo habían no más de treinta y cinco mil comunistas, fueron estos últimos los que demostraron mayor capacidad de organización y desarrollo de lucha contra la dictadura franquista. Aunque lamentablemente debido a la incomprensión de esos aspectos ideológicos básicos del marxismo y el leninismo, esa influencia ideológica insuficiente entre los trabajadores contribuyeron de forma determinante para que se produjese aquella transición sin ruptura, se pasase de la forma de dominio dictatorial, a la democrático burguesa, que si bien en un principio se planteaba como alternativa el retorno al Estado republicano, finalmente se aceptó el Estado monárquico. Se escondió la bandera republicana y se sacó la monárquico-franquista, sustituyendo el emblema del águila imperial por la corona.

Sin una comprensión, con base científica, sobre la función histórica del Estado, no hay marxismo que valga, ni sabremos en qué mundo nos desenvolvemos.

El partido dirigente cohesionado ideológicamente desde los principios en que se basa la filosofía con base científica que es la marxista y leninista dominando el método de análisis materialista y dialéctico, necesita desarrollar esa base de análisis al actual momento político nacional e internacional, es de premisa y urgente necesidad conseguirlo, sin esa realización la confusión sobre Estado, Democracia, Partido, Masas seguirá existiendo. La unidad dialéctica de esa base de comprensión nos impide avanzar. El Estado socialista no podemos esperar que nos venga dado ganando las elecciones burguesas y posteriormente plantearnos la transición socialista, depende de la comprensión que tengamos del Estado nacional en la fase de capitalismo imperialista con su alto grado de desarrollo tecnológico-mediático-represivo, para que el socialismo triunfe desde la lucha anticapitalista, se consolide una vez derrocado el estado capitalista y la transición hacia el comunismo culmine exitosamente. La democracia participativa solo es posible si existe un partido revolucionado con capacidad de penetrar en los lugares donde siempre la clase trabajadora está y sufre las contradicciones que dan lugar a su explotación y alienación, de influir positivamente en la dispersa izquierda idealista y voluntarista. Un partido que sabe no solo crear organización en los lugares de masas, sino de conectar con las necesidades particulares y la sensibilidad que incluso inconscientemente manifiestan en cada lugar las masas, uniendo lo particular a lo general, hacerlo comprender didáctica y prácticamente a los más próximos y más sensibles dispuestos en su momento a generar organización permanente de lucha anticapitalista. Un partido con capacidad de influir de forma objetiva para que se forje una unidad de la izquierda sólida y permanente que vaya más allá de la unidad para acciones puntuales. Una unidad que en vez de dedicar tanto esfuerzo y pérdida de tiempo en activistas acciones puntuales, se plantee con un plan estratégico y táctico que vaya más allá de la materialización de acción por la acción, sin mayor trascendencia, que en nada amenazan al sistema. Ese desarrollo permitirá acabar con la confusión y la repulsa que genera tanta sopa de siglas, que en la mayoría de ellas no hay nada detrás, salvo las buenas intenciones de gentes ilusionadas que se esconden en esa sopa creyendo contribuir a que cuantas más siglas formen la sopa, más convencerán a las masas para que secunden sus llamamientos a las movilizaciones.

Enlaces con los comentarios I y II: