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"Theatre Uncut/Teatro sin cortes" en México: entrevista con Sebastián Liera

«Cuando las realidades son complejas, las respuestas de quienes hacemos teatro deben ser igualmente complejas»

Fuentes: La Otra Chilanga

 En el centro del monitor, la imagen de la webcam queda enmarcada entre una modesta torre de videos a la izquierda y una vía de libros, revistas y carpetas de documentos engargolados a la derecha. Es algo así como una ventana virtual por la que podemos asomarnos a la habitación de Sebastián Liera, coordinador operativo […]

 En el centro del monitor, la imagen de la webcam queda enmarcada entre una modesta torre de videos a la izquierda y una vía de libros, revistas y carpetas de documentos engargolados a la derecha. Es algo así como una ventana virtual por la que podemos asomarnos a la habitación de Sebastián Liera, coordinador operativo de Teatro Hacia el Margen, A.C. y co-organizador en México de la campaña internacional » Theatre Uncut/Teatro sin cortes » que del 12 al 18 de noviembre de 2012 se llevó a cabo en diversos espacios escénicos de distintos rincones del planeta. Después de 12 años de gobiernos panistas, es decir, de derechas, México regresa a manos del priismo que lo gobernó desde 1929 con los nombres de Partido Nacional Revolucionario (de 1929 a 1938), Partido de la Revolución Mexicana (de 1938 a 1946) y Partido Revolucionario Institucional (de 1946 a 2000); el primer día de este regreso, los gobiernos federal y de la Ciudad de México, encabezados por Enrique Peña Nieto y Marcelo Ebrard, reprimieron a sangre y fuego las manifestaciones de organizaciones y movimientos que afirman que el triunfo electoral del ex gobernador del Estado de México fue resultado de un fraude de escandalosas proporciones. Este el contexto de nuestra entrevista.

Sebastián, cuéntanos un poco en qué consistió la campaña de «Theatre Uncut/Teatro sin cortes» para quienes apenas nos estamos enterando de ella.

«Theatre Uncut/Teatro sin cortes» tiene, creo yo, tres momentos: el primero fue la declaración de corte al gasto social en 2010 por parte del Gobierno de Coalición de David Cameron y Nick Clegg en Gran Bretaña, al mismo tiempo que en Grecia y España estaban sucediéndose el sin fin de manifestaciones que serían el caldo de cultivo para el Movimiento Global de Los Indignados; el segundo es la respuesta ante dicho anuncio (el recorte a Cultura podría alcanzar hasta un 40 por ciento) por parte de algunas colegas mujeres de teatro convocadas por Hannah Price, mismo que desemboca en la primera edición de Theatre Uncut, en marzo de 2011, con la participación de unas 80 agrupaciones teatrales de distintas partes del Reino Unido y cuatro ciudades más en otros países: Nueva York y Chicago, en Estados Unidos; Dublín, en Irlanda, y Berlín, en Alemania, y el tercero es la decisión de Hannah Price y Emma Callander, como directoras artísticas de Theatre Uncut, y Sarah Brocklehurst, como productora ejecutiva, de ampliar la convocatoria a otros países con situaciones de crisis diversas en sus particularidades pero hermanadas en su origen: el modo de producción capitalista, respondiendo dramaturgas y dramaturgos de Grecia, España, Islandia Siria y Estados Unidos, además del mismo Reino Unido.

¿No hubo respuesta de escritoras o escritores latinoamericanos?

Lo ignoro; no sé cómo se llevó a cabo la convocatoria. Supongo que en la medida en que la iniciativa fuera prendiendo más colegas se irían enterando y dirían «esta boca es mía», y que algunos lo hicieron y otros no.

Tú, ¿cómo te enteraste?

A través de Twitter: Carolina Jiménez, una escenógrafa mexicana cuyo trabajo admiro y una persona a quien quiero mucho, tuiteó algo así como «¿ya vieron esto?»; cliqueé en el enlace y fui a dar a la página web de la Red de Teatros Alternativos que desde su plataforma «Cultura contra la mentira», y junto con Teatro Nuevo Fronterizo y la Sala Beckett, de Barcelona, estuvo replicando la experiencia de Theatre Uncut en España y compartiendo los trece textos de esta edición traducidos al castellano.

¿Cómo es eso?

¿El qué?

La participación de un nodo organizativo en España que se encargara de las traducciones al castellano.

Bueno, como yo lo entiendo, el equipo nuclear de Theatre Uncut (Hannah, Emma y Sarah) concentró los trece textos dramáticos que se reunieron de los países que te digo; entre ellos, dos obras en español y una en catalán, y supongo que una cosa llevó a la otra.

¿Qué se hacía con los textos que enviaban los dramaturgos?

Se ponían… se pusieron a disposición de quien quisiera y pudiera llevarlos a la escena, ora a manera de simples lecturas en la sala de su casa o en el café de costumbre o en la escuela o en el trabajo, ora en una puesta en escena hecha y derecha con todos los elementos de producción, y todas las posibilidades intermedias.

¿Algo así como el teatro de guerrillas de los setenta?

Algo parecido, sí. Aunque me recuerda más a los circuitos de «Teatro Abierto», en la Argentina de principios de los ochenta, o los de «Teatro Clandestino» y «Teatro Útil», de Casa del Teatro y el Foro Shakespeare, en los noventa y ahora en 2011.

Pienso en lo de «Theatre Uncut/Teatro sin cortes» y no puedo dejar de recordar un poema de Benedetti, «Hechos / Noticias«, donde dice que lo que para los europeos fue un hecho para nosotros fue sólo noticia, y viceversa: «por eso nunca nos entendimos bien«. ¿No sucede más o menos así con una iniciativa como ésta que, luego de surgir en Europa como respuesta a los recortes a la cultura, se retoma en el Tercer Mundo?

Es el Benedetti de Inventario, ¿no?

Sí, así es.

Pues, no lo sé. Supongo que en cierta medida sí, tal vez. Pero, bueno, el mundo del Benedetti de Inventario no es el mismo mundo de ahora, unos cuarenta años después. Benedetti se refiere al estalinismo, a Cuba y a Nicaragua, y a los desencuentros entre los militantes de los partidos comunistas europeos y latinoamericanos: según Benedetti, en América Latina no entendíamos el estalinismo y en Europa no entendían Cuba ni Nicaragua. Creo que, ahora, ni unos ni otros entendemos nada de nada. La burocratización y el totalitarismo del Partido Comunista soviético, la dictatorial inamovilidad de la octogenaria cúpula del Partido Comunista cubano o «la repartición del pastel» entre los altos cuadros del Frente Sandinista tras la derrota electoral de 1989, sólo pueden entenderse a través de la lente del pragmatismo que llevó a Stalin acordar con Hitler la invasión a Polonia, al gobierno cubano a saludar a los gobiernos priistas en México y desdeñar los movimientos de liberación nacional y a los sandinistas a coincidir con el clero más reaccionario y distanciarse de la clase trabajadora.

¿Es el pragmatismo lo que hace que una iniciativa como «Theatre Uncut/Teatro sin cortes«, surgida en Inglaterra ante el anuncio de recortes al gasto público, pueda ser entendida y retomada, incluso, en México?

Son las coincidencias. Tras la caída del llamado bloque socialista, el pragmatismo sentó sus reales ganándole la partida a la ideología; las izquierdas, los partidos de izquierdas, se fueron destiñendo. En Europa, la socialdemocracia limó las aristas, o creyó haberlo hecho, al modo de producción capitalista con el «Estado de bienestar»; en el Tercer Mundo, la dictadura más larga de que se tenga memoria: la del PRI, en México, goza del beneplácito de la Internacional Socialista. En ése contexto, el del neoliberalismo, la producción artística y cultural entró a los parámetros de la balanza comercial, los productos creativos se convirtieron en mercancías y la noción de cultura como argamasa que da solidez al tejido social se impregnó del canon comercial donde el placer y el deseo son la materia prima. Quienes antes nos autonombrábamos trabajadores del arte y la cultura en consonancia con el discurso constructivista ruso, nos quitamos los overoles al vernos convertidos en prestadores de servicios; la globalización capitalista hizo con nosotras y nosotros aquello que la propaganda estadunidense siempre acusó al internacionalismo proletario: nos homogenizó.

Pero, a pesar de ésa homogeneización que dices, los discursos estéticos son tantos como creadores hay en el mundo.

Sí, claro, no creamos igual; los universos de nuestro imaginario pueden llegar a ser de lo más diversos; pero las diferencias, cuando de negociar con el modo de producción capitalista se trata, son cada vez menos diferentes. En México, y en buena parte de Latinoamérica, no contamos con los recursos que la iniciativa privada y el sector público han puesto hasta hace poco a disposición de las y los creadores artísticos en Europa; incapaces, salvo quizás la excepción de las y los argentinos, de encontrar modelos de autogestión, el ejemplo europeo era el ideal a seguir para muchos. La crisis estructural que está echando abajo el «Estado de bienestar», el reventadero de burbujas financieras, la deuda que está ahogando las economías nacionales de los países de la Unión Europea arrastrando al euro consigo y, finalmente, los recortes en gasto público, especialmente en educación, salud y cultura, es algo que en México entendemos perfectamente.

¿Por qué?

Porque acá siempre hemos estado en crisis. La crisis es el pan nuestro de cada día. Nosotros, nosotras, le hemos entrado al trabajo creativo en crisis. En Europa, que alguien cuente con 350 mil euros para producir una puesta en escena quizás no indigne a nadie; pero, en México, eso equivale al presupuesto que durante las dos últimas administraciones federales se ha asignado para la operación anual de la red de teatros del Seguro Social, la más grande de América Latina. Así, pues, otorgarle esa misma cantidad: alrededor de unos 6 millones de pesos, a un solo productor teatral, no sólo lo vemos como un dispendio; nos parece una chingadera.

¿Ha pasado?

Entiendo que sí. Y, sin embargo, cabría preguntarse si hacer un gasto así es necesario para hacer buen teatro.

¿Lo es, Sebastián? ¿Tú crees que es necesario?

No, por supuesto que no, no creo que sea indispensable; los botones de muestra sobran en todo el país. Pero sí creo que la calidad de muchas puestas en escena mejorarían si quienes participamos en ellas gozáramos de salarios u honorarios justos y de las prestaciones mínimas que hasta antes de la contrarreforma laboral recién promulgada otorgaba la ley.

Según tú, ¿cuánto sería lo justo?

Mira, imaginemos un montaje cuya producción, sólo la producción, nada de honorarios, podría oscilar entre 100 y 200 mil pesos. A esto sumémosle, ahora sí, los honorarios; pero pensemos en que las y los actores cobraran por ensayo, como en Europa, aunque un solo salario mínimo, como buena parte de los trabajadores en México; un reparto de unas 20 personas, incluyendo al director y al productor con sus respectivos asistentes, a razón de 60 pesos tanto por ensayo cuanto por función, significarían unos 36 mil pesos por mes de ensayos para cubrir los honorarios del reparto: 108 mil en los tres meses de un proceso de puesta en escena también promedio, y 120 mil para una temporada de 100 funciones despachadas a lo largo de los nueve meses restantes del año. Estaríamos hablando de que un actor o una actriz, con un proyecto teatral así, estaría percibiendo unos 7 mil 800 pesos al año: menos de 500 euros.

¿Eso te parece justo? Eso es una miseria.

Exactamente: es una miseria. Un actor, en esas condiciones, con al menos otros tres proyectos iguales, ganaría unos cuatro salarios mínimos por ocho horas de trabajo si cada ensayo fuera de dos horas y percibiría al año poco más de 31 mil pesos; algo así como 2 mil 600 pesos al mes.

Perdón, pero sigue siendo una miseria.

En efecto, lo sigue siendo, y es justo a lo que voy: que aún pagando esa miseria, cada proyecto costaría máximo 428 mil pesos; un millón 712 mil, para levantar los cuatro proyectos. ¿Cuántas agrupaciones teatrales en México pueden contar, ya no digamos con el millón y medio, sino nada más con los 400 mil pesos anuales para producir una sola de sus puestas en escena?

Creo que muy pocas.

Y estamos hablando de condiciones de miseria. ¿Ves entonces a lo que me refiero?

Que en México se produce teatro en condiciones inframiserables.

Así es. Mira, quizás no podamos responder a cabalidad cuánto sería lo justo; pero sí podemos asegurar que aquello con lo que contamos es, a todas luces, injusto. 400 mil pesos, es lo máximo que otorga el FONCA en su Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones; un millón 950 mil, es lo máximo que otorga en su Programa México en Escena. Ni uno solo de los 15 proyectos que salieron seleccionados en la categoría de teatro de la convocatoria más reciente del primero, llega a los 300 mil pesos; del segundo aún no sabemos los resultados de la convocatoria más reciente, pero en el mejor de los casos en la categoría de teatro quedarían seleccionados unos diez proyectos, dos o tres de los cuales obtendrían el máximo estimado.

Eso, sin hablar de corrupción.

Eso, sin hablar de corrupción que, para hacerlo, tendríamos que tener los documentos que probaran que la hay. Yo sólo estoy haciendo una accidentada radiografía de la situación; estoy hablando de cómo están en general las finanzas en materia cultural y del contexto de crisis en que éstas están, digamos, funcionando en México.

De allí que digas que la crisis estructural que se está viviendo en Europa y que propició «Theatre Uncut/Teatro sin cortes» es algo que entendemos perfectamente en México.

Creo que se resume con un tuit que le leí a Pascual Serrano recientemente y que cito de memoria: «Ellos exigen mejores salarios y prestaciones, nosotros que nos devuelvan a dónde estábamos». «Ellos» somos las y los trabajadores del Tercer Mundo; «nosotros» son l@s del Primer Mundo. Al «ellos», que somos nosotros, nos parece injusto que la Compañía Nacional de Teatro cuente con 19 millones y medio de pesos al año para operar, porque la miseria en el país es tanta que eso es una desigualdad intolerable; pero al «nosotros», que son ellos, 1 millón 218 mil 750 euros les alcanza para muy poco: la Old Vic Theatre Company, con todo y recorte a la Cultura, tiene garantizada una subvención de más de 5 millones de euros por parte del Bristol Arts Council y al Royal National Theatre se le aprobó una renovación de 70 millones de euros para su sede de South Bank Riverwalk.

¿Cuáles son, entonces, las coincidencias?

Parafraseando a Serrano, podríamos decir: nosotros exigimos mejores salarios y prestaciones, ellos que los devuelvan a dónde estaban. La coincidencia entre el «ellos» y el «nosotros», en el marco de «Teatro sin cortes», puede resumirse en que nosotros quisiéramos tener las oportunidades que tienen ellos y en que ellos no quieren perderlas.

 

Cambiar el orden actual de las cosas.

Comparaste a la Compañía Nacional de Teatro con la Old Vic; ¿crees, entonces, que es justo el gasto público que se hace en la CNT?

Mencioné a la CNT para poner un ejemplo. Creo que es injusto el gasto público que se hace en educación, ciencia, deporte, arte y cultura (con todo y que el presupuesto en este último rubro haya alcanzado niveles históricos durante el sexenio de Calderón); creo que es más injusto aún que el gasto público que se destina a las secretarías de Marina, Defensa Nacional y Seguridad Pública aumenté más decididamente que el gasto que se etiqueta para las universidades públicas del país, y creo que es más injusto todavía que las recetas para salvar las finanzas nacionales pasen por rescatar a los bancos y las empresas y exprimir a las y los trabajadores.

Pero eso no responde mi pregunta.

No, no la responde; porque, por un lado, la entrevista no es sobre la CNT, sino sobre «Theatre Uncut» en México y, por otro lado, tu pregunta lleva jiribilla, es medio tramposa.

¿Tramposa por qué?

Porque, siendo simplistas, la respuesta es: «no, no es justo»; pero, si somos complejos, veremos que no es justo en el orden actual de las cosas; así, pues, lo importante es cambiar ése orden de cosas, porque es ése orden lo injusto. Pero, en lugar de eso, exigimos (porque ni siquiera nos organizamos) que se le recorte el presupuesto a la Compañía Nacional de Teatro o a cualquier otro proyecto científico y cultural que incomoda nuestro populismo de escritorio. La desigualdad social, el que haya «actores de primera» y «actores de segunda», como dice Enrique Olmos de Ita en un artículo publicado recientemente en la revista Replicante, porque la medida es lo que ganan y cómo lo ganan, no es producto de la existencia de la Compañía Nacional de Teatro; es producto de un sistema donde la existencia de la Compañía Nacional de Teatro evidencia dichas desigualdades.

Entonces, ¿que siga?

Que siga o que no siga no es lo importante; lo importante, insisto, es cambiar el orden actual de las cosas. En el actual orden existe una CNT; bajo otro orden, redefiniendo sus propósitos y reajustando su presupuesto, podrían crearse muchas más compañías nacionales; treinta, cincuenta, cien…

Crear dos, tres, muchas CNT’s, ¿es la consigna?

Ingeniosa paráfrasis de la frase del Che para descalificarme.

Es que «Compañía Nacional» sólo puede haber una.

Te respondería parafraseando ahora a Mario Cantú Toscano en Arrojados al mundo sin cobertor de lana: eso es un problema de semántica. No hay un sólo México; México es muchos Méxicos; ¿qué es lo nacional y qué no lo es? ¿Por qué, si no hay un sólo teatro ni un sólo público teatral (la revista Paso de Gato habla incluso de la «República Teatral»), sí hay una sola CNT?

Pero si una CNT ya es un dispendio, ¿no lo sería el que hubiera otras cien?

Sí, si lo que se pretende es darle a cada una 19 millones y medio de pesos para su operación anual en un país con las enormes desigualdades que tiene México; pero el problema de la CNT no es su existencia, sino la crisis en medio de la cual existe, y, ésa crisis, a su vez, no es en sí misma el problema, sino el modo de producción que la ocasiona.

¿No son lo mismo?

No, una va de la mano del otro; pero no son lo mismo. El capitalismo está inmerso en infinitas contradicciones; pero, a veces, esas contradicciones parecen guardar un cierto equilibrio entre sí y no se habla de crisis: es el caso del «Estado de bienestar». Pero, cuando las contradicciones son insostenibles, el equilibrio muestra su esencia de precariedad y se rompe; es entonces cuando salimos a las calles y exigimos mejores presupuestos, que no nos hagan recortes y hasta nos llamamos de nuevo «trabajadores del arte y la cultura» para convocar a otros sectores de la clase trabajadora a que se solidaricen con nosotros, sus «hermanos de clase», porque nuestro trabajo, decimos, da fortaleza al tejido social. Sin embargo, mientras el equilibrio se mantenía en pie, limitamos los gestos revolucionarios al Facebook, acudimos puntualmente por nuestra beca y la clase trabajadora, más que «nuestros hermanos», son «nacos miserables» a los que les llevamos teatro porque, o somos «bien buena onda», o nos lo pide quien nos otorgó la beca.

¡Sebastián..!

Querías que habláramos de justicia, ¿no? Ahora bien, como parece que no podemos siquiera imaginar un modo de producción económica distinto al capitalismo, nos hacemos preguntas cuyas respuestas no impliquen acabar con la explotación, la burla, la represión y el saqueo. Una de ellas, por ejemplo, es ¿cuánto costaría tener cien compañías donde pudiera pagarse 10 mil pesos per cápita al mes a una nómina de 20 actores y actrices, donde también estuvieran incluidas la dirección y la producción con sus asistentes, para poder exigir un mínimo de compromiso suyo que permita llevar a cabo dos o tres laboratorios decentes de puesta en escena al año, cuya producción oscilara entre los 100 mil y los 200 mil pesos cada una? Para algunos, esto es lo más cercano que pueden estar de la equidad y la justicia.

Pero sería una repartición más justa que… ¿de qué te ríes?

De que confundimos la justicia con la repartición del pastel; en Nicaragua, el Frente Sandinista creyó que hacer lo mismo era democracia.

Pero eso, no lo de Nicaragua, lo de repartir el presupuesto que recibe la CNT, es más justo que otorgar 19 millones y medio a un solo proyecto bastante cuestionable.

Sí, puede ser.

Te ríes; pero, estaríamos hablando de unos 3 millones de pesos por cada una, no de 19 millones y medio a una sola.

300 millones de pesos para cien compañías de teatro de distintos puntos del país, desde Baja California a Yucatán.

Y, ¿no sería eso mucho mejor que crear 500 teatros salpicados por todo el país que tarde o temprano estarían, o vacíos y convertidos en bodegas, o en manos de algún funcionario que los rentaría para fiestas de XV años y graduaciones?

Por supuesto.

Pero, te da risa.

No me río porque me burle; me río porque, finalmente, las soluciones que se nos ocurren siguen respondiendo a lógicas capitalistas; o sea, siguen siendo fundamentalmente injustas e inequitativas. Pero, por supuesto que es mejor eso a la idea de los 500 teatros que recién se propuso desde el Conaculta; sobre todo, porque ya existe una red de edificios teatrales cuya política ha sido abandonarlos cada vez más: la red de teatros del IMSS; lo que acabas de augurar no es una premonición, es justo lo que le está pasando a ésa red de teatros. Y, como ese caso, hay muchos más; existe infinidad de espacios que podrían convertirse en salas para teatro de pequeño formato, como ha sugerido el maestro José Ramón Enríquez desde su columna «Pánico escénico» en el diario Reforma, pero lo que va a hacer falta son compañías que puedan ocupar dignamente esos espacios.

¿No existen?

¡Claro que existen! Es más, muchos de esos «500 teatros» también ya existen; los mantienen heroicamente esas mismas compañías: en la ciudad de México están El Milagro, el Foro Shakespeare, LAB trece o Carretera 45 Teatro; en San Luis Potosí, el Teatro del Rinoceronte Enamorado; en Yucatán, El Teatrito, La Rendija, Tíovivo o Tapanco Centro Cultural. Lo que no existe es una política cultural que les abrigue y garantice su continuidad. Detrás de estos espacios hay esfuerzos titánicos de compañías que, a pesar del modo de producción capitalista, apuestan por ése camino porque, de algún modo, contar con espacios propios te da un cierto margen, una cierta libertad, aunque el mercado y sus leyes dicten los procesos de producción y esa libertad se vea siempre acotada. En ese sentido, yo prefiero cien compañías de teatro como ésas, con espacios propios dónde hacer laboratorio y recibir compañías hermanas, tejiendo un circuito de intercambios y residencias en el seno de la informe comunidad teatral y vinculándose con las comunidades, con sus vecinas y vecinos, donde residen, que todas las compañías y las muestras nacionales de teatro que a la megalomanía y al patrioterismo se le ocurran.

Sin embargo, defiendes la existencia de la CNT y, supongo, aprovechando que la mencionas, de la Muestra Nacional de Teatro.

Defiendo que los espacios que se han abierto, sigan abiertos. Y, cuando hablo de espacios, no me refiero sólo a lugares físicos; hablo también de leyes, iniciativas que se convierten en programas, discursos que permean planes de estudios, acciones que se vuelven instituciones. Al modo de producción capitalista y a los regímenes políticos que se ponen a sus pies, los espacios que signifiquen el que las personas salgamos de nuestras casas y vayamos al encuentro de las y los demás a dejarnos tocar por las emociones, las palabras y las ideas que nos hablen de nosotras y nosotros mismos, les resultan peligrosos; su existencia nos lleva a descubrir que no estamos solos, que otras y otros padecen y gozan lo que nosotros y que algunas de esas cosas, sobre todo las que padecemos, son resultado de un estilo de vida promovido por un modo de producción económica y vigilado por regímenes políticos autoritarios que tienen nombre y rostro.

Pero…

Más que un «pero», es un «por ende». Yo no puedo estar de acuerdo con quienes apuestan por que desaparezca la CNT, aunque esté de acuerdo con ellas y ellos en que significa un dispendio; ni que se deje de organizar la MNT, aunque crea que muchas veces es sólo la fiestota anual de un grupo muy reducido de colegas que se regodean en la soberbia de sus vanidades exacerbadas.

¿Por qué?

Fundamentalmente, por dos cosas: la una, que muchas y muchos de ellos han protestado después de ser rechazados para entrar a la CNT que tan acremente critican o luego de haber quedado fuera de la «selección» que las direcciones artísticas de cada MNT hizo tal o cual año u ocultando que ellas y ellos mismos han mamado del presupuesto que les han otorgado gobiernos a los que tildan de toda clase de insultos mientras se siguen llamando independientes.

Y, ¿la otra?

Que, amén de toda esa hipocresía y toda esa mamonería que ha servido sobre todo para ir consolidando una extraña mafia de creadores que detentan el uso y disfrute del gasto público en materia artística y cultural, estoy convencido que cerrar cualquier espacio, llámese CNT o MNT o como quieran y gusten bautizarlo, es un triunfo para quienes nos mal gobiernan: los verdaderos capos de capos del crimen organizado que tiene al país sumido en la miseria en que sobrevive. Podemos no estar de acuerdo en cómo funcionan esos espacios, podemos señalar sus innumerables imperfecciones; pero, exigir que se cierren, es echar a la basura triunfos que costaron un chingo de trabajo alcanzar.

Aunque signifiquen un dispendio.

Yo no estoy tan seguro que el gasto en arte, cultura y ciencia sea un dispendio; creo que el tema fundamental es el de la desigualdad y el de la inequidad: muchos de los que señalan el dispendio en la CNT o la MNT son o han sido cómplices de ése mismo dispendio cuando la desigualdad y la inequidad no los ha tocado a ellos. Aclaro: muchos, no todos; otros, señalan la desigualdad que hay detrás de las decisiones para apoyar tal o cual proyecto y abandonar a otros a su suerte, cardando más fino en sus críticas.

Y, ¿tú?

Yo no soy nadie, lo que yo diga no importa… y lo verás por el número de visitas a esta entrevista si la publicas. Pero quisiera sacar el lápiz para explicar a qué me refiero con que el tema fundamental es el de la desigualdad y la inequidad: el orden actual de las cosas, y, con ello, regresar a la razón principal de nuestra entrevista: por qué le entramos a la organización de «Theatre Uncut/Teatro sin cortes» y los planes que tenemos para darle continuidad en México. ¿Puedo?

Sí, adelante.

Bueno, según el artículo de Enrique Olmos de Ita al que hice alusión antes, La Compañía Nacional de Teatro percibió poco más de 19 millones 599 mil en 2012; habría que ver cuánto han obtenido sus pares en los estados, pero si las cifras son similares a los 3 millones de pesos que se dice costó la operación de la Compañía Estatal de Yucatán entre 2009 y 2011 y existen proyectos similares en todas las entidades federativas del país, podríamos estar hablando de alrededor de 100 millones de pesos. Por otra parte, siguiendo a Olmos, combinando recursos públicos y capital privado, el EFITEATRO, con base en el Artículo 226 Bis de la Ley del Impuesto Sobre la Renta, otorgó un apoyo de 50 millones de pesos para el año fiscal 2011 que repartió a un total de 51 proyectos de teatro; las producciones detrás de dichos proyectos, a su vez, para gozar de dicho apoyo, debieron comprometer a empresas de la iniciativa privada a aportar un monto igual; estaríamos hablando de producciones que costaron entre uno y 4 millones de pesos cada una, 100 millones en total.

Llevaríamos 200 millones si hacemos la suma.

Y, no he contado aún las becas en los estados ni las que otorga la federación, ni lo que cuestan las muestras y festivales nacionales y estatales de teatro cada año; pero, déjame seguir.

Sí, perdón.

Ya estoy como personaje de Eugenio Derbez, ¿no?

Sí: «¡Cállese, cállese; no me interrumpa!»

Bien, los 19 millones y medio que se destinan a la Compañía Nacional de Teatro son insultantes a la luz del chingo de compañías que no reciben nada, y lo es más todavía si las becas de nuestros colegas en la CNT se comparan con lo que perciben los 82 millones de mexicanas y mexicanos que sobreviven en la pobreza. Según cifras oficiales, el 10 por ciento de la población con menos ingresos en México obtiene un promedio de 8 mil pesos al año; nuestros colegas de la CNT que menos perciben, los actores y actrices jóvenes con experiencia, obtienen unos 250 mil pesos durante el mismo período; 400 mil, los actores y actrices de número, y 685 mil, su director artístico. Si comparas lo que perciben las personas en extrema pobreza y lo que ganan nuestros colegas por su trabajo, obviamente que la tendencia al melodrama nacional y a la crítica poca rigurosa te hará decir que eso es una injusticia. Sin embargo, la injusticia no radica en cuánto ganan nuestros colegas de la CNT; sino en las razones de por qué hay quien percibe en este país sueldos tan miserables, y, esas razones están en un modo de producción criminal.

Que, como dices, tiene nombre y rostro.

Exacto. En medio de su alargada y patética despedida, con todo y ridículo besito a la banda presidencial, Calderón dijo que él no era ningún delincuente; eso tendrá que determinarse después de enviarlo a juicio; pero, la verdad es que los delitos pertenecen ontológicamente al ámbito de lo moral: lo que no está en duda, porque pertenece al ámbito de lo ético, es que es un criminal, y lo es porque es cómplice y socio de quienes han cometido, cometen y cometerán prácticas e ideas criminales. ¿Les parece injusto que el director artístico de la CNT pueda ganar por su trabajo 685 mil pesos cuando todavía hay personas que ganan 8 mil pesos durante el mismo tiempo? ¿Qué tan injusto les parece que un senador o un diputado, quienes son corresponsables de las leyes que hacen posible que aún hoy alguien gane sólo 8 mil pesos al año, ganen entre 1 millón 560 mil y 1 millón 824 mil pesos en el mismo período? ¿O, que un consejero del IFE, impuesto tras los nada democráticos acuerdos de los partidos políticos para ver quién y cómo controla la entelequia institucional que llaman «árbitro electoral», gane 2 millones 148 mil? ¿O, que el presidente de la República, principal responsable de la administración pública que propicia tamaña injusticia, perciba hasta 2 millones 496 mil? ¿Y, que un ministro de la Suprema Corte, sancionador privilegiado de este orden de cosas, obtenga hasta 4 millones 200 mil pesos?

Y eso que no hablas de nuestros empresarios en Forbes.

Porque me estoy limitando a los personajes que, como Calderón, son corresponsables de una injusticia y una inequidad que llamamos criminal por ser gobierno o parte del Estado; pero, aprovechando la mención, dado que son los principales beneficiarios del criminal modo de producción que padecemos, mencionemos a los que más prensa han tenido: mientras en este país sigue habiendo personas que ganan 8 mil pesos al año y con ello tienen que ver cómo sobrevivir, «El Chapo» Guzmán, capo del narcotráfico protegido por los regímenes panistas con la venia de los grandes decididores del país: el cártel del PRI, gana unos 27 mil 330 millones de pesos al año, y los tres grandes capos de las telecomunicaciones en México: Azcárraga Jean, Salinas Pliego y su familia y Carlos Slim, ganan respectivamente: 54 mil 663 millones, el primero; 455 mil 520 millones, los segundos, y 1 billón 822 mil 80 millones de pesos, el último.

¿En un año?

En un año.

¿De dónde obtienes estas cifras?

Son públicas. Las encuentras leyendo la prensa. Y, como verás, son parte de la principal coincidencia que tenemos con nuestr@s colegas que organizaron «Theatre Uncut/Teatro sin cortes» en Gran Bretaña, España, Portugal, Argentina, Brasil o Estados Unidos: la de hacer teatro bajo los dictados del modo de producción capitalista, que es, insisto, criminal. Estoy de acuerdo que proyectos como la CNT y las compañías en los estados sean nostálgica reminiscencia de tiempos imperiales; pero, personalmente, yo prefiero que las administraciones públicas tengan proyectos teatrales, dancísticos, musicales, científicos y artísticos propios que, por eso mismo, puedan ser supervisados por la sociedad civil y las comunidades de creadoras y creadores, de investigadoras e investigadores; lo prefiero mil veces a que ése recurso se emplee en vigilar, acotar, reprimir y coartar la libertad de la gente en nombre del orden y la seguridad.

Otra coincidencia con «Theatre Uncut/Teatro sin cortes«

Así es. El Estado está obligado a velar por la pervivencia de trabajos de creación e investigación en las artes, las ciencias y la cultura. Lo que me parece mal es que el gasto público en estos rubros no abrigue a más proyectos con iguales o mejores resultados en la escena: yo no quiero, por ejemplo, que a la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBA o al Centro Universitario de Teatro de la UNAM les recorten el presupuesto que invierten en sus montajes de titulación o puestas en escena de final de cursos; lo que yo quiero es que la Licenciatura en Teatro de la ESAY, por decir un ejemplo, pueda llevar a cabo prácticas escénicas que den cuenta a la sociedad yucateca de la formación que nuestros estudiantes han alcanzado, sin la merma que significa estar montando con 9 mil pesos lo que en escuelas hermanas se monta con 40, 60 ó hasta 100 mil pesos. Lo que me molesta es que no todos tengamos la misma posibilidad de realizar las producciones que nuestro trabajo merece.

Pero se llegará a un punto en el que no se pueda seguir subvencionando por igual a una compañía que otra.

Porque las soluciones que se nos ocurren siguen estando inscritas a criterios capitalistas de producción. Sin embargo, aún así, esos criterios, de porqué a una compañía sí se le subvenciona y porqué a otra no, deben ser muy claros. Ahora bien, ni la subvención estatal ni la privada podrán resolver las finanzas del teatro en el seno del capitalismo. Creo en la búsqueda de modelos de autogestión y en la propiedad colectiva de los medios de producción: en la autonomía financiera está la verdadera independencia de una agrupación y es el mejor caldo de cultivo para la libertad creadora. Creo, también, en la austeridad de los recursos y en la apropiación de los proyectos artísticos, científicos y culturales por parte de las mismas comunidades. Creo en el abrigo de la gente y en la complicidad que se genera cuando la gente de una comunidad asume que un proyecto cultural es suyo. Creo en el teatro como espacio fundamental de encuentro de la tribu. Pero, si no cambiamos de raíz el modo de producción económica de opresión que padecemos, todos los esfuerzos que hagamos en esos sentidos terminarán siendo asfixiados.

¿Entonces?

Hay que echarlos a andar, sin duda; son esos esfuerzos los que apuntalarán el cambio. Pero no bastará sólo con ello; hay que sumarse a otras luchas, otros esfuerzos, otros proyectos.

Como «Theatre Uncut/Teatro sin cortes«

Sí, pero no sólo. Yo, más bien en lo que estoy pensando es en proyectos, luchas y esfuerzos políticos de otros sectores de la sociedad. Algunos artistas e intelectuales mexicanos se sumaron a la lucha electoral y apoyaron al candidato que, según ellos, garantizaría mejores condiciones de producción; otros, quizás en un infantilismo de izquierdas, yo tengo mis dudas al respecto, al no considerar a dicho personaje sino otra pieza del rompecabezas capitalista nos decantamos por caminar de la mano de otras luchas con menos reflectores y menos prensa que la electoral porque consideramos que los modos de hacer política institucional, es decir: electoral, están priizados. El problema es que no nada más la política profesional está priizada, también nuestra manera de relacionarnos y ponernos de acuerdo está priizada; es muy difícil sacudirnos los modos priistas de pensar y de actuar, modos que son de agandalle, de corrupción, de compadrazgos, de sacarle una tajada a todo con el menor esfuerzo, de hacer como que se hace pero sin hacer nada, de ser críticos hasta que nos toque una rebanada del pastel o de mojigaterías hipócritas que rechazan la violencia «venga de donde venga» como si la violencia fuera un estado puro y no un mecanismo de control, cuando la ejerce el Estado, o un método de lucha, cuando la emprenden los pueblos.

Piensas en lo que pasó ayer durante la toma de posesión de Enrique Peña Nieto.

Sin duda. Una de las obras que se leyeron en el marco de «Theatre Uncut/Teatro sin cortes», Ayer, de Helena Tornero, lo explica con toda claridad: un hombre y una mujer están en medio de una cita romántica; él, ha dispuesto todo para pedirle que sea su esposa; ella, en cambio, comienza a cuestionarlo sobre lo que hizo ayer. Él, responde que se quedó hasta tarde revisando papeles; ella, pregunta: «¿vas a decirme de una vez qué hiciste ayer o tendré que decírtelo yo». Él, ayer, había infiltrado una manifestación que sería pacífica con el objetivo de reventarla; para ello, se vistió, junto con otros compañeros suyos, con las ropas que acostumbran vestir los grupos de compas que militan en el anarkismo; con el rostro cubierto, hicieron destrozos y pusieron en la mesa el pretexto que necesitaban las fuerzas policíacas para ejercer la represión; se retiraron dejando a las y los manifestantes a merced de toletes y gases lacrimógenos; se quitaron las ropas y volvieron a ponerse sus uniformes. Al día siguiente, los medios de comunicación dieron cuenta de los destrozos haciendo una doble justificación: la respuesta violenta de la policía, como legítima violencia; la detención de las y los manifestantes, como cumplimiento de la ley.

¡Ayer, de Tornero, es el 1 de diciembre de 2012 en la ciudad de México!

Y era el 15M, en la Puerta del Sol, o el 25S, en torno al Congreso, en España.

¿Qué es lo que sigue, Sebastián?

Organizarnos. Hay colegas del oficio levantando espacios, manteniéndolos y articulándose con otros. Por ejemplo, durante la semana de «Theatre Uncut/Teatro sin cortes», el maestro Antonio Zúñiga, quien participaba en la Muestra Nacional de Teatro que este año se celebró en San Luis Potosí, nos escribió para decirnos que quería mandar el manifiesto de la recién creada RETA (que, entiendo, es una red de espacios de teatro alternativos) a las organizadoras en Londres; le ofrecimos servir de intermediarios y le propusimos que en el marco de la misma MNT organizara lecturas de «Teatro sin cortes»; nos dijo que aceptaba, pero no lo hizo; aún así, aunque ya no haga nada de «Theatre Uncut», estamos esperando el manifiesto, no tanto para enviarlo, porque quizás él ya lo envió directamente (aunque nos dijo que no lo ha hecho), sino para sumarnos a la RETA. Por otro lado, está el acompañamiento a nuestros colegas y compañer@s que se sumaron a #YoSoy132 y a la Convención Nacional vs la Imposición y que ayer fueron reprimidos, como es el caso del compañero Kuy Kendall, de Mitote Teatro, que está hospitalizado en la Cruz Roja de Polanco con exposición de masa encefálica después de haber recibido el impacto de una lata de gas lacrimógeno que le abrió el cráneo.

Igual que Alexis Benhumea.

Igual; aunque esperamos que el final no sea el mismo.

Dos frentes distintos.

Tenemos que caminar todas las trincheras y, además, generar las propias.

Que serían, ¿cuáles?

A raíz de «Teatro sin cortes» algunos colectivos, como Teatro Hacia el Margen, el Colectivo Escénico El Sótano, ¿Por Qué No? Producciones, Paper Ennui Poesía Escénica y Proyecto Escénico, estrechamos vínculos de trabajo y una de las cosas hacia las que estamos apuntando es la solicitud formal de los derechos de las obras para organizar representaciones de las mismas; por otra parte, independientemente de lo que decidan en RETA y en esfuerzos similares, vamos a impulsar la organización de una red en la que coincidamos los colectivos y personas que llevamos a cabo las acciones de «Theatre Uncut» en México, para dos tareas fundamentalmente: convocar a un esfuerzo similar al de «Teatro sin cortes», pero con textos escritos por dramaturgas y dramaturgos mexicanos que aborden las realidades de los distintos Méxicos que somos, y crear un tejido que pueda replicar de mejor manera la siguiente edición de «Theatre Uncut».

¿Aspiran a ser coorganizadores de «Theatre Uncut/Teatro sin cortes» en 2013?

Tanto el Colectivo Escénico El Sótano como Teatro Hacia el Margen, sí; eso es lo que queremos. Es, no obstante, una discusión aún pendiente en el seno de las otras agrupaciones. En todo caso, lo que queremos es hacerlo en conjunto con otras y otros colegas; mínimo, quienes respondieron a la convocatoria en 2012: Delta Teatro, de Sinaloa; Nova Teatro, de Veracruz; Holodrama y Teatro del Fantasma, del Distrito Federal; Berta Alicia Macías Lara y Artistas Escénicos, de Morelos; la Compañía Municipal de Teatro de Los Cabos, de Baja California; el Teatro Taller de Investigación y Experimentación Mexicano, de Puebla, y, de Yucatán, los que te mencioné antes: Paper Ennui, Proyecto Escénico y ¿Por Qué No?

¿Propondrían, además, los textos de escritoras y escritores mexicanos?

Por supuesto, es parte de la intención de solicitar ser coorganizadores.

¿Crees que le entren, Sebastián? ¿Crees que haya más agrupaciones teatrales que quieran entrarle a todo ése trabajo que ustedes les propondrán?

No sé qué creer; pero sé qué esperar, y espero que sí.

¿Crees que el gobierno de Peña Nieto se los permita?

El gobierno de Peña Nieto, ni ningún otro gobierno, no tendría por qué no permitirlo.

No tendría por qué no; pero, ¿crees que no?

Creo que ése no debe ser nuestro punto de partida. A título personal, cada una, cada uno, podemos estar de acuerdo o en desacuerdo con la represión; yo, y en esto quiero ser muy claro, a título personal declaro que estoy en contra y en total desacuerdo con la represión: soy, como Kuy Kendall, «adherente» de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona del EZLN y milito en la Otra Campaña; la represión del 1D, como la de Atenco y la de Oaxaca, por mencionar algunas de las más visibles, o la estrategia contrainsurgente contra las comunidades y pueblos zapatistas, es también una represión y una estrategia que me vulnera y atenta contra mí y los míos…

¿El «Si tocan a un@, nos tocan a tod@s»?

Así es… Pero, y en esto también quiero ser muy claro, no puedo hablar en nombre de las y los demás, ni en nombre de mi agrupación, ni en nombre de las demás agrupaciones. Somos, todas, compañías de teatro sin fines de lucro ni militancia partidista; nuestra trinchera es otra, muy distinta a las trincheras personales.

¿No es una contradicción, una incongruencia?

No, de ninguna manera; cuando las realidades son complejas, las respuestas de quienes hacemos teatro deben ser igualmente complejas. Yo no soy un solo Sebastián; soy varios: el Sebastián papá, el Sebastián pareja amorosa, el Sebastián que escribe en los periódicos que le publiquen, el Sebastián que hace teatro, el Sebastián que da clases, el Sebastián amigo de sus amigas y amigos, el Sebastián hermano, el Sebastián hijo, el Sebastián etcétera; la regla debe ser, siempre, no traicionar, no lastimar. No siempre lo logro; pero todos los días pongo, como muchas y muchos otr@s, todo mi esfuerzo en no hacerlo. La verdadera contradicción sería la crueldad y el cinismo. Me he equivocado, nos hemos equivocado; pero ningun@ de nosotr@s se ha vendido ni rendido; ningun@ de nosotr@s somos cínic@s ni crueles.