Este 16 de mayo de 2019, el Gobierno de Moreno emitió el Decreto Nº 740 con el que forma un Comité Coordinador de Gestión Delegada al cual le da la tarea de ubicar ‘proyectos’ del sector público que se puedan «delegar al sector privado», y sean susceptibles, en el lenguaje ‘cuántico morenista’, de ser monetizados, […]
Este 16 de mayo de 2019, el Gobierno de Moreno emitió el Decreto Nº 740 con el que forma un Comité Coordinador de Gestión Delegada al cual le da la tarea de ubicar ‘proyectos’ del sector público que se puedan «delegar al sector privado», y sean susceptibles, en el lenguaje ‘cuántico morenista’, de ser monetizados, es decir, privatizados. Con las cándidas palabras delegación y monetización se pretende ocultar un nuevo intento de privatizar y entregar a manos extranjeras y a sus comisionistas locales, el patrimonio nacional más rentable y que da viabilidad al Estado Nacional.
De nuevo en América Latina, y ahora especialmente en Ecuador, se hace presente la contradicción y persistente lucha entre el nacionalismo latinoamericano presente con relativa efectividad política desde 1930, un nacionalismo que se caracterizó por ser desarrollista, antiimperialista -es decir, antiestadounidense-, popular -es decir, comprometido con la situación de las masas, y por ello, con una tendencia políticamente inclinada a la izquierda. Y del otro lado, el liberalismo o neoliberalismo en sus diferentes versiones, modernas o posmodernas.
Haciendo una observación histórica general, en esencia los únicos organismos estatales con un genuino interés en lo nacional fueron los ejércitos, los mismos que tuvieron un rol protagónico en la creación de los Estados-nación luego de derrotar al imperio español.
Sin embargo, lo anteriormente señalado es un examen general, ya que en Nuestra América, cada ejército fue desplegando su propia historia, y en algunos de nuestros países se lograron establecer destacados movimientos nacionalistas que colocaron al pueblo como objetivo fundamental de su acción política.
Un ejemplo de aquello fue el gobierno del general peruano Juan Velasco Alvarado que asumió el poder en octubre de 1968, mismo que se definió como antioligárquico y antiimperialista. El gobierno militar de Velasco implementó una Reforma Agraria, a la luz de la historia, radical, que terminó con la situación semi feudal del campo peruano, así por ejemplo, nacionalizó la hacienda Tumán, para que se comprenda la dimensión de este hecho, es como si en EE.UU se hubiese nacionalizado la General Electric. Ni siquiera el gobierno, también militar, del general Juan Domingo Perón se atrevió a llevar a cabo una reforma agraria de ese nivel, finalmente en Perú hacia 1975 se expropió todos los latifundios. Otro hecho destacable del gobierno de Velasco fue entregar la dirección de los periódicos a cooperativas, entre otros aspectos.
A diferencia del golpe de los generales brasileños de 1964, el gobierno militar que se instauró en Perú no fue la respuesta a un peligro revolucionario inmediato, real o imaginario. El Perú de esa época requería cambios urgentes, y dado que no existía otra fuerza con la voluntad o la capacidad de hacerlos, fueron los militares quienes asumieron la tarea.
Pero una revolución permanente, es decir, con capacidad de ser sostenida en el tiempo, debe ser también un movimiento de masas, en este sentido el proceso peruano de esa época careció de aquello, aunque la reforma agraria fue genuina, los militares no provocaron el compromiso popular y campesino, esa reforma agraria se llevó a cabo ‘desde arriba’, y sin la conformación de una plana de cuadros revolucionarios dedicados a fortalecer la organización social. Esta carencia fundamental ha limitado la profundidad de las reformas en varios procesos que se autodefinieron como nacionalistas y revolucionarios. Esto que sucedió con gobiernos militares también aconteció con gobiernos civiles que se definieron de igual manera, así por ejemplo, en el llamado gobierno de la ‘Revolución Ciudadana’, las masas estuvieron simplemente por fuera de la transformación que se intentó dar, de ahí, que el gobierno de Moreno, haya desmantelado con «sorprendente» facilidad avances claves que se lograron en ese período.
Hay que señalar que los procesos políticos que buscaron el desarrollo nacional y que adquirieron la forma de un nacionalismo progresivo y reformista, en muchas ocasiones no fue comprendido por la izquierda dogmática. Entre paréntesis cabe mencionar que Fidel Castro fue el único dirigente que en su momento comprendió el alcance transformador del gobierno de Velasco Alvarado.
Otra limitante que tuvieron los gobiernos militares fue no construir una base ideológica concreta que desarrolle, -sin caer en el purismo sectario que ha caracterizado a mucha izquierda latinoamericana-, el alcance de sus programas reformistas y antiimperialistas; por ejemplo, a Perón le caracterizó aquello, tenía un compromiso pragmático con el desarrollo nacional argentino, alguna vez, incluso se llegó a hablar de socialismo nacional alejado de influencias políticas de potencias como China o la extinta Unión Soviética, pero hubo ausencia de una visión estratégica que contemple la construcción de una ideología que aglutine a la base social y canalice su fuerza con un horizonte claro, el caudillo finalmente impuso su perspectiva particular.
Otro hecho histórico que aconteció con los gobiernos militares nacionalistas y revolucionarios, es que fueron reemplazados, luego de cumplir con reformas claves, por juntas militares más convencionales, eso le aconteció a Velasco en 1975 y algo similar le sucedió al gobierno del general Guillermo Rodríguez Lara en Ecuador, que tuvo como un hecho destacado nacionalizar el negocio petrolero y fundar la Corporación Estatal Petrolera Ecuatoriana – CEPE.
El gran mal de América Latina son sus élites que funcionan como agentes sometidos y solícitos colaboradores del imperialismo yanqui y las transnacionales. La subordinación con ninguna independencia de América Latina a la economía mundial, no hace más que fortalecer una posición que le impide su desarrollo regional y nacional, en un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados. No existe en América Latina una burguesía nacional, no hay nacionalismo burgués, los únicos sectores con conciencia nacional en Nuestra América son los populares, y de manera institucional e histórica fue una característica de algunos ejércitos latinoamericanos, pero eso se ha ido debilitando.
América Latina puede convertirse en una región muy inestable y explosiva, y la consecuencia será estancamiento y caos perpetuo. Sin independencia política no puede existir desarrollo sistemático y construcción una forma razonable y permanente de organización social, económica y política.
La izquierda del siglo XX, en general entendió mal a América Latina, lo que le llevó a cometer graves errores de estrategia. En el marco del tema que hemos propuesto, Getulio Vargas en Brasil, Juan Domingo Perón en Argentina, o el asesinado general boliviano Juan José Torres, fueron oficiales que se habían dotado de programas deliberadamente populistas, entendiendo el populismo, no como lo entiende la intelectualidad occidental y sus remedos latinoamericanos, pero esto no fue comprendido por la izquierda dogmática latinoamericana, y esto de una u otra forma, contribuyó al fracaso de esos procesos al no hacer un análisis político más sofisticado de las condiciones de lucha.
Mario Ramos: Director CENAE
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