El bloqueo de EE.UU. a Cuba no ha podido con la dignidad del pueblo cubano. Durante 50 años, desde Eisenhower, Washington ha mantenido (y aún está en vigor) un bloqueo comercial, económico y financiero, también en alimentos y medicinas en algunas fases del mismo, que ha supuesto unas pérdidas para La Habana cifradas en 100.000 […]
El bloqueo de EE.UU. a Cuba no ha podido con la dignidad del pueblo cubano.
Durante 50 años, desde Eisenhower, Washington ha mantenido (y aún está en vigor) un bloqueo comercial, económico y financiero, también en alimentos y medicinas en algunas fases del mismo, que ha supuesto unas pérdidas para La Habana cifradas en 100.000 millones de dólares.
Aunque EE.UU. ha intentado refugiarse en el eufemismo embargo, el bloqueo llevado a cabo es un acto de guerra, según las pautas marcadas por el derecho internacional.
Pero la guerra no la ha ganado Washington, como bien ha reconocido Obama escondiéndose tras la frase más liviana y menos comprometedora de que «no ha funcionado» el intento sostenido y criminal de subvertir las ideas comunistas en la isla caribeña.
Criminal en sentido literal, pues la CIA ha tenido entre sus principales propósitos estratégicos acabar con la vida del líder revolucionario Fidel Castro a toda costa. Hasta alrededor de 640 veces ha fallado en sus operaciones de asesinarlo mediante venenos, puros explosivos, bombas, agujas hipodérmicas, bacterias nocivas y otras sustancias o métodos varios más o menos sofisticados.
La ONU ha expresado 23 veces, la última este mismo año, su reclazo al bloqueo estadounidense. En contra, siempre se han posicionado EE.UU. e Israel, con acompañamientos puntuales de Palau, Islas Marshall, Uzbekistán, Albania, Paraguay y Rumanía. Una minoría exigua contra una mayoría aplastante por levantar el bloqueo a Cuba, aunque muchos países se hayan refugiado en la abstención equidistante favorable a la sumisión a EE.UU.
Más de 300 millones de habitantes contra 11 millones. El mayor imperio militar de la Historia contra un pequeño país independiente, audaz, esforzado y valeroso. Esa es la cruda realidad de los hechos objetivos que los medios de comunicación occidentales no expresarán en sus grandes titulares de portada.
Todo serán, a buen seguro, loas y alabanzas por el paso dado por Obama, apareciendo como actor secundario el presidente cubano Raúl Castro.
Bienvenido sea el diálogo diplomático, sin embargo aún queda largo trecho por recorrer. Y en ese trayecto el discurso oficial procurará soslayar las verdades históricas construyendo un relato en el que el héroe indiscutible sea Obama gracias a su osadía democrática, dejando el papel de antagonista secundario y pasivo a Raúl Castro y su equipo dirigente.
Las dificultades sufridas en la vida cotidiana por el pueblo cubano merced al bloqueo de EE.UU. se reducirán a letra minúscula para que nadie pueda hacerse eco de la vesania criminal de Washington.
Ahora toca a las izquierdas de todo el mundo el compromiso inequívoco de contar la verdad tal cual ha sido. Si nos dejamos llevar por la realpolitik, la historia la seguirán contando, en su propio beneficio, las elites y el régimen capitalista dominante.
Entonces, Cuba habrá perdido para la memoria colectiva una victoria incuestionable sobre el imperialismo USA. Y, con ella, habremos perdido parte de nuestras esencias y señas de identidad todos los trabajadores del mundo, comunistas o no, de izquierdas e igualmente las personas situadas a la derecha del espectro político.
Ya ha comenzado una nueva historia: la batalla por reflejar la auténtica verdad del bloqueo de EE.UU. a Cuba. Recordemos que el bloqueo aún está plenamente vigente. El paso dado es positivo, pero todavía falta escribir la letra pequeña del nuevo hito histórico.
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