Acto I El boricua se dio la vuelta y sorprendió detrás al dominicano. Entonces escupió al cielo y denunció en voz alta: «Los dominicanos nos están invadiendo». El dominicano giró sobre sus pasos y reconoció al haitiano a sus espaldas. Entonces maldijo entre dientes y gritó airado: «Los haitianos nos están invadiendo». El haitiano también […]
Acto I
El boricua se dio la vuelta y sorprendió detrás al dominicano. Entonces escupió al cielo y denunció en voz alta: «Los dominicanos nos están invadiendo».
El dominicano giró sobre sus pasos y reconoció al haitiano a sus espaldas.
Entonces maldijo entre dientes y gritó airado: «Los haitianos nos están invadiendo».
El haitiano también se dio la vuelta pero no encontró a nadie tras de sí.
Acto II
El boricua se dio la vuelta y advirtió a sus espaldas al dominicano.
Entonces masculló su ira y delató la compañía: «Esos malditos negros…»
El dominicano también se dio la vuelta sorprendiendo detrás al haitiano.
Entonces desenredó lengua y espantos, y rezongó: «Esos malditos negros…»
El haitiano también se dio la vuelta pero no encontró a nadie tras de sí.
Acto III
El boricua se dio la vuelta y, viendo al dominicano, masculló indignado: «Hatajo de vagos y delincuentes».
El dominicano miró tras de sí y, viendo al haitiano, denunció ofuscado: «Hatajo de vagos y delincuentes».
El haitiano buscó a su espalda y no vio a nadie.
Epílogo
Y así fue hasta que un día, un bendito día que todavía no ha llegado, boricuas, dominicanos y haitianos, al mirar hacia atrás sólo encontraron reflejadas sus alargadas sombras y no supieron distinguir una de otra.