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Cui Bono: fueron Israel y EEUU, no Irán

Fuentes: Rebelión

Los ataques a buques petroleros, los de hace un mes y los recientes, frente a las costas de Irán, ofrecen escaso misterio. Basta recurrir a la célebre locución latina cui bono o al cui prodest, usada por Séneca en Medea, para tener respuesta: Cui prodest scelus, is fecit. El que se ha beneficiado del crimen […]

Los ataques a buques petroleros, los de hace un mes y los recientes, frente a las costas de Irán, ofrecen escaso misterio. Basta recurrir a la célebre locución latina cui bono o al cui prodest, usada por Séneca en Medea, para tener respuesta: Cui prodest scelus, is fecit. El que se ha beneficiado del crimen es el autor. ¿Y quién o quiénes se están beneficiando de los ataques contra los petroleros? Irán no, por supuesto, pues, además de no beneficiarse, es el principal perjudicado. Gana Israel, claramente, con el añadido, fundamental, de que los ataques encajan a la perfección en la política anti-iraní de Tel Aviv, apoyada a rajatabla por la Administración Trump que -vaya casualidad- no ha dudado un segundo en acusar a Irán. ¿Cui bono?, repetimos. Israel, Israel y EEUU.

Recordando el proverbio de que por la boca muere el pez, el secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, apuntó a Irán con los siguientes argumentos: «Esta conclusión se basa en la inteligencia, las armas empleadas, el nivel de experiencia necesario para ejecutar la operación, los recientes ataques iraníes contra otros barcos, y el hecho de que no exista ningún grupo ‘proxy’ operando en la zona que disponga de los recursos y la capacidad para actuar con semejante grado de sofisticación».

Vamos por parte. Yerra adrede Mr. Pompeo pues habría, en la zona de los ataques, al menos tres grupos ‘proxy’, además de Irán: el saudita, el estadounidense y el israelita. Todos esos grupos tienen la inteligencia, el armamento, la experiencia y los medios para ejecutar la operación que -dicho sea de paso- es tan básica que no requiere de ningún arma mínimamente sofisticada. Basta un submarino o una lancha lanzatorpedos para realizar ataques como los acontecidos. Cuando la guerra Iraq-Irán, unos simples barriles-bomba de fabricación casera eran suficientes para averiar un petrolero. Tan inermes son. Los ataques, además, parecen calculados. No afectan la carga ni dañan gravemente los buques. Lo justo para armar un escándalo político y justificar más medidas coactivas contra Irán.

Se podría afirmar: Israel no tiene presencia militar en el Mar de Omán. ¿Seguro? ¿Alguien pondría su mano en el fuego de que Arabia Saudita o Emiratos Árabes Unidos -que cooperan ‘secretamente’ con Israel- no han autorizado la presencia de comandos israelíes en sus territorios? No haría falta que se quedaran mucho tiempo. Podrían ser enviados para, precisamente, realizar ataques como estos, culpar a Irán y dar munición a EEUU para que siga ahogando a la república islámica. Los israelitas son especialistas en operaciones de este tipo. Aquí de manos al fuego, nada, pues no merecerían tal destino. A los sauditas los descartamos. Seguro que, si envían un comando, se les ahoga.

Por demás, Israel no necesitaría de bases terrestres para operaciones de este tipo. Le bastan sus submarinos clase Dolphin, regalados por Alemania, para operar en el Mar de Omán. Los sumergibles Dolphin tiene un alcance superior a los 7.000 kilómetros y son parte esencial del sistema de defensa israelí, pues algunos de ellos están dotados de misiles nucleares. Según la revista estadounidense National Interest, estos submarinos están construidos para moverse sin ser detectados frente a la costa de los países árabes y, por supuesto, frente a las costas de Irán. Los Dolphin pueden ‘desaparecer’ durante meses, siguiendo rutas clasificadas, desde profundidades de hasta 400 metros. Están dotados -información cortesía del Mossad, entre matanza y matanza de palestinos-, de diez tubos de torpedo en proa, seis tubos estándar y cuatro torpedos de 650 mm, con tecnología proporcionada por EEUU y Alemania, además de israelita. En otras palabras, los Dolphin pueden realizar ataques como los sufridos por los petroleros. Por último, Israel viene usando el océano Índico como sitio de operaciones secretas, como los ensayos nucleares en los años 70 con el régimen racista de Sudáfrica o los ensayos del misil Popeye (no es broma) en el año 2000, desde Sri Lanka, según información procedente de EEUU.

Tales ataques se dieron coincidiendo (¿coincidencia?) con la visita a Irán del primer ministro de Japón, Shinzo Abe, país interesado en adquirir petróleo iraní y en servir de sidereus nuncios de S.M., el presidente Trump ante Irán, aunque el gobierno de este país rechazó categóricamente la posibilidad de negociaciones con Trump. Razones les sobran para no tomarse en serio la propuesta del presidente estadounidense.

Podemos terminar este ejercicio recurriendo a nuestro amado Sherlock Holmes, de ilustre e inolvidable memoria. En «La aventura del constructor de Norwood», el joven MacFarlane es acusado de asesinar a quien, la noche anterior, le había nombrado heredero general de sus bienes. No contaremos el final de la aventura, pues esa tarea le corresponde al irreemplazable Watson. Tras examinar las pruebas reunidas por la policía, Holmes pregunta al comisario Lestrade: «si fuese usted capaz de colocarse un momento en el lugar de este joven, ¿elegiría usted para cometer su crimen precisamente la noche inmediata a la de la redacción del testamento?… ¿elegiría la noche en que se sabe que usted ha estado en la casa, porque una persona de la servidumbre le abrió la puerta? Y, por último, ¿se tomaría un enorme trabajo para deshacerse del cadáver y se dejaría su propio bastón, como prueba de que es usted el criminal?».

¿Cui bono? Israel o EEUU, o ambos a la vez. ¡Elemental, mi querido Watson! (frase nunca dicha por Sherlock Holmes, sino que la inventó un guionista, en 1939, para la película Las aventuras de Sherlock Holmes, de Alfred L. Werker).

Augusto Zamora R., Autor de Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos (Akal, 2016, 3ª edición 2018) y de Réquiem polifónico por Occidente (Akal, 2018).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.