con Golpes de Estado, masacres indígenas y otras malas hierbas
Primero se juntaron en Rosario, Argentina. Y este año repitieron su particular encuentro nada menos que en Caracas, el epicentro de la revolución bolivariana que recorre América.
El de Argentina, en el 2008, y el de Venezuela, el 2009, fueron dos destacados encuentros de la «intelectualidad de derecha». Dos momentos en los cuales la derecha latinoamericana y mundial fijó el rumbo de lo que probablemente serán los próximos años en Latinoamérica.
Sin tapujos ni finezas de ningún tipo, algunos de los asistentes se despacharon frases como: «debemos frenar de cualquier forma a los gobierno de izquierda», propiedad de español Aznar o la de «los pueblos no eligen la mejor opción, sino la peor», de Vargas Llosa.
Con el alto auspicio de instituciones como la Heritage Foundation, de EE.UU, o la Red Liberal de América Latina, Relial, financiada por el derechista partido liberal FPD, de Alemania, reconocidos personajes como Vargas Llosa, de Perú, Quiroga de Bolivia o Lavin de Chile se dieron el gusto de anunciar que la derecha está de vuelta, que no ha perdido su fuerza y que está en una posición abiertamente beligerante para defender sus intereses.
Cuando el año 2002, Carmona y sus secuaces huían del palacio de Miraflores, por las ventanas y los sótanos esperando no ser detenidos, se inició un nuevo ciclo en Latinoamérica. El fracaso del Golpe de Estado contra el presidente electo de Venezuela, Hugo Chávez, marco un hito en el desconcierto de las burguesías, y un auge de los gobierno populares.
Contra Chávez, todo se había preparado con suma minuciosidad. Un paro patronal, para desabastecer a la población de insumos básicos, acompañado de la paralización de PDVSA por un mes, dejando al país sin parte importante de sus ingresos por el petróleo. El todo coronado por una impresionante capacidad de movilización callejera de la derecha venezolana, que logró en ocasiones incluso superar en número y violencia a las convocatorias populares de Chávez.
Y cuando empezaron a caer los muertos en las calles, apareció el ejército para poner orden y encumbrar al empresario-presidente Carmona, hoy conocido como «el efímero».
Todo parecía retornar a sus causes normales. Pero las cosas no salieron como la burguesía lo había planeado. Chávez volvió y, victorioso, proclamó que no dejaría la presidencia por muchos años.
No sólo fue la derecha venezolana la que resultó herida de gravedad. Toda la derecha latinoamericana necesitó de varios años para reponerse y entender cómo el escenario político estaba cambiando.
Fueron casi 6 años en que la derecha mundial vio, con estupor, como uno tras otro, los pobres, apoyados por las clases medias empobrecidas por el modelo neoliberal, elegían gobiernos que promueven discursos que buscan terminar con los privilegios de unos pocos.
Durante este período pareció que la derecha prácticamente desaparecía del mapa político y social de las Américas.
Salvo las no poco importantes excepciones de Colombia, Perú y México, el continente parecía caer, sin contrapeso, en manos de lo que algunos llaman la Izquierda del siglo XXI.
Sin embargo, casi de forma paralela a la realización de estos encuentros de los intelectuales, la derecha emprendió el camino de recuperar el poder.
Ya en marzo del 2008, los poderosos empresarios del agro argentino bloquearon rutas y desabastecieron los mercados. La tensión subió a tal punto que desde los cuarteles, algunos generales se atrevieron a amenazar, bajo cuerdas, que si el desorden continuaba podrían actuar. Los Kirchner luego llamar a los piqueteros al rescate, desecharon la movilización de masas y emprendieron un camino de retirada que aún no acaba.
A pocos meses, en septiembre del mismo año, se rebelaban las falsas «autonomías» de Santa Cruz, Beni y Pando. Rebelión que culminaría con la muerte de cerca de 50 indígenas acribillados por las hordas desatadas por la derecha boliviana que buscaba promover una guerra civil. El fascismo muestra los dientes y se repliega. Golpeado pero lejos de estar derrotado.
En el 2009, las cosas parecen acelerarse. Sólo en el mes de junio, apenas a días de finalizado el encuentro de la derecha en Caracas, Alan García del Perú emprende un ataque directo y mortal en el que enfrenta al ejército con las comunidades amazónicas. Sacando los militares a la calle, el presidente peruano demuestra claramente que no está dispuesto a dejar que en su país crezca un movimiento popular capaz de cuestionar su poder.
Y, finalmente, la última perla de esta nueva etapa lo constituye el Golpe de Estado de la derecha hondureña.
A todas estas agresiones podríamos incorporar una larga lista en la que se sumarían las matanzas y violaciones constantes de los derechos humanos tanto en Colombia como en México. Y los intentos de desestabilización mediática que sufrieron Ortega en Nicaragua, Colom en Guatemala y Oviedo en Paraguay.
Se trata de una situación que si bien puede parecer fruto de acciones determinadas por contextos nacionales específicos, en realidad reflejan nítidamente el nuevo empuje que invade a los actores más conservadores del continente Latinoamericano.
Se trata casi en todos los casos de acciones planificadas, en lo esencial, desde dentro. Aunque es indesmentible que pudieron contar con apoyo de los servicios de inteligencia europeos y norteamericanos, pareciera que en gran parte estas acciones de fuerza fueron planificadas y ejecutadas por las propias burguesías locales.
Probablemente, la presión de quienes temen que el tiempo sirva para que los gobiernos populares se consoliden, ha hecho que se proceda con especial brutalidad en la aplicación de las acciones de desestabilización.
El reciente caso de Honduras, en el cual la derecha hondureña arremetió con toda su brutalidad contra un presidente considerado por todos como «moderado», refleja claramente el grado de desesperación en el cual están cayendo los poderosos de los distintos países latinoamericanos.
La derecha mundial los apoya y financia pero, como criminales primerizos, la derecha latinoamericana aún actúa con técnicas burdas, lo que provoca enormes fallos que resultan en situaciones inesperadas. El manual de operaciones para Golpes de Estado de la CIA está desactualizado. Los empresarios, militares y políticos corruptos de Latino América siguen copiando formulas que ya no sirven.
Pero, pese a los errores, nada hace presagiar que algo reduzca el actual empuje de los que se oponen a los actuales procesos de cambio. Lejos de eso, podemos esperar nuevos intentos de Golpe de Estado y nuevas masacres con las que la derecha buscará, a punta de patadas y no de votos, recuperar su posición política y defender sus privilegios.
La política nunca ha sido un juego de caballeros. Si la política fuera un partida de ajedrez, lo que presenciaremos a partir de ahora será una seguidilla de jugadores que se levantarán, uno a uno, pateando el tablero.