La Filmoteca le dedica un ciclo cuando está a punto de cumplir el siglo de vida. ‘Sólo soy responsable de mis películas, de las buenas y de las malas’, afirma. Se muestra cada vez más preocupado por la difícil financiación de sus películas. Debutó en 1931 en el género documental, 11 años después se estrenó en la ficción.
MADRID.- La última película de Manoel de Oliveira siempre es la penúltima. Su favorita, siempre la próxima. Es momento para el director portugués de repasar las claves de su cine, cuando está a punto de cumplir 100 años. «No es mérito propio. Sólo soy responsable de mis películas, de las buenas y de las malas», ha asegurado este jueves en Madrid.
Es este 2008 un año de reconocimientos para Oliveira. Palma de Oro en Cannes por toda su carrera, una comisión de honor en Portugal celebrará su centenario en diciembre -el día 11 es su aniversario- y la Filmoteca Española le dedica un ciclo durante estos días junto a la VI Mostra Portuguesa, donde a lo largo de este mes se podrán ver títulos recientes como ‘Una película hablada’, ‘Belle Toujours’ o ‘El principio de la incertidumbre’.
Empeñado en validar al «cine como espejo de la vida», Oliveira ha dedicado la suya al séptimo arte, manteniendo en las últimas cuatro décadas un ritmo frenético de trabajo. «Quiero seguir siendo prolífico… si me dejan», asegura, preocupado por la cada vez más difícil financiación de sus películas.
Ciclo en la Filmoteca Española
Sus obras le pertenecen «antes de ser rodadas, nunca después», y con ciclos como el de la Filmoteca Española tiene la oportunidad de encontrarse por primera vez ante su producción como espectador y no como autor, ha explicado instantes antes de la proyección de ‘Viaje al principio del mundo’ , que protagonizó en 1997 Marcello Mastroianni y que el cineasta define como «una ficción de presencias, nostalgias y atavismos».
Conocido detractor del cine mudo, defiende, circunspecto y vivo al mismo tiempo, que la palabra «es fundamental para el cine y para la vida». Porque Manoel de Oliveira, que nació con el cine, primero quiso ser actor cuando aún no se escuchaban palabras en la sala de proyección. Pronto descubrió que era detrás de la cámara donde mejor iba a hacer escuchar su voz, y desde entonces nunca le ha abandonado la pasión juvenil por su profesión.
Debutó en 1931 en el género documental, no firmó su primer filme de ficción hasta 11 años más tarde, pensó en dejar el cine durante la década de los 50 y comenzó su fértil periodo actual a partir de los 70, tras la dictadura de Salazar. «Escapé de su censura en los primeros años. Luego tuve que ser muy sutil, apenas podía insinuar algo», recuerda. Aun así llegó a ir a la cárcel por ello.
Charles Chaplin y John Ford configuran parte de su herencia cinematográfica. «Ambos respetan la diferencia entre lo público y lo privado. Pocos directores lo hacen, especialmente en el cine actual», explica el portugués, fiel a una creencia: «Que Antígona mate a sus hijos, pero no en escena».
Cuando acabe de recibir tributos adaptará ‘Singularidades de una jovencita rubia’, el cuento de uno de los grandes representantes de la novela de su país, Eça de Queiroz. Así volverá al set de rodaje, «el único momento que tengo para descansar», confiesa.