Si bien el pueblo venezolano sigue esperanzado, confiando en el retorno del presidente Hugo Chávez, algo cambió el viernes 8, desde el anuncio de una nueva devaluación, no solamente porque nuevamente los perdedores serán los trabajadores, sino porque se percibe un deterioro en el nivel de confianza pueblo-gobierno. Si bien se trató de justificar la […]
Si bien el pueblo venezolano sigue esperanzado, confiando en el retorno del presidente Hugo Chávez, algo cambió el viernes 8, desde el anuncio de una nueva devaluación, no solamente porque nuevamente los perdedores serán los trabajadores, sino porque se percibe un deterioro en el nivel de confianza pueblo-gobierno.
Si bien se trató de justificar la medida -incluso con argumentos neoliberales-, sectores que apoyan al gobierno acusaron al vicepresidente Nicolás Maduro -quien se abstuvo de participar del anuncio-de haberse alejado de los postulados socialistas de Hugo Chávez y la oposición – en medio de su propia anemia tras ganar sólo 3 de las 23 gobernaciones en juego en diciembre- buscó endosarle el costo de la medida, para sabotear sus posibilidades ante una eventual elección anticipada,
Si la evaluación de su salud es completamente satisfactoria, sin duda Chávez ejercerá sus funciones presidenciales durante los próximos seis años. Si el informe médico es diferente y el presidente se ve obligado a alejarse de las funciones de gobierno o a retirarse del cargo, se podría abrir un nuevo período de tensión y, como siempre, todo dependerá de la manera en que sean manejadas sus diferentes variables y escenarios.
Por ello, no puede dejar de considerarse que este año se celebren nuevas elecciones presidenciales, con figuras que van a competir sobre una base de partida más equilibrada, porque no jugaría tan abiertamente el arrastre electoral de Chávez. Este elemento pudiera dar origen a resultados más cerrados y prestarse a un escenario de desconocimiento. Una amplia ventaja, como la del 7 de octubre, siempre es disuasiva.
Existe, asimismo, un espíritu de intolerancia muy fuerte, que se expresa mediáticamente en frases como la del arzobispo Ovidio Pérez Morales, según el cual «el socialismo del siglo XXI es moralmente inaceptable». Así que no bastará con que haya elecciones para que el país salga bien parado en 2013. Hay también que vencer supersticiones y fanatismos, señala el opositor Leopoldo Puchi.
Devaluación y después
Y el viernes 6 de febrero llegó la devaluación (que llevó de 4,3 a 6,3 la paridad oficial con el dólar, mientras en el mercado negro se cotizaba cerca de los 20), que como toda medida de este tipo tiene ganadores y perdedores (sobre todo los trabajadores).
«El problema no es si la devaluación es necesaria o no, lo es, el problema es por qué después de 14 años sigue siendo la única política económica sincera en el marco del desarrollo de un modelo socialista», escribió el analista bolivariano Nicmer Evans, Es más, el vicepresidente de la comisión de Finanzas del legislativo, el comunista Jesús Faría, dijo que habría que reformar de manera «imperiosa» el impuesto a la renta para alimentar los fondos que financian los planes sociales.
No es novedad para nadie que las devaluaciones crean un círculo vicioso de inflación-devaluación-inflación. Son incoherentes con el modelo económico promovido por el gobierno bolivariano, porque afectan el ingreso familiar y el empleo, al mismo tiempo benefician al capital financiero especulativo y parasitario.
El economista Simón Andrés Zúñiga señala que el salario laboral será afectado, y hecho que esto lo digan los economistas de la derecha, no significa que sea mentira sino lo que ellos por oportunismo se aprovechan de la coyuntura. No tiene sentido defender la devaluación con los argumentos fondomonetaristas de «promover las exportaciones y disminuir las importaciones», ni de «mejorar la competitividad».
Seguramente, ahora el gobierno bolivariano aumentará el salario mínimo, aun cuando un porcentaje importante de la población ocupada no lo percibe porque está ocupado en el sector informal. Por tanto, hay que tomar medidas que atenúen la caída del ingreso y del consumo de las familias de los sectores populares, de los sectores medios.
Zúñiga señala que se deben profundizar las medidas de carácter estructural que promuevan el logro de metas de producción agrícola y manufacturera; fortalecer la capacidad de gestión y la eficiencia; reducir el poder de los grupos emergentes que controlan el negocio de la importación, de los dólares y de las contrataciones en complicidad con funcionarios del aparato del Estado; disminuir el inmenso poder del capital financiero especulativo y de los bancos privados que están controlando el mercado paralelo; hay que apoyar a los que quieran producir para el mercado interno.
Sin duda, un gobierno de la oligarquía desmantelaría el control de cambio cuanto antes. Teniendo en cuenta que el modelo de crecimiento impulsado por el gobierno bolivariano apunta estratégicamente hacia la inclusión de la gran mayoría de la población (pobres, pobres extremos, sectores medios…), a través de la distribución popular de la renta petrolera, es importante que el debate sobre las medidas económicas recientes se lleve a cabo con un espíritu crítico-constructivo.
Hora de críticas
Pareció extraño que, en un acto con presencia de Maduro, el historiador Vladimir Acosta señalara que es fundamental para el proceso revolucionario que el burocratismo no se trague la participación activa y real del Poder Popular, y arremetiera contra el error de pensar que con mantener activa a la gente en las calles y llenar estas con marchas ya todo está resuelto.
Según Acosta, la pasividad parece adueñarse de los espacios de acción popular y ello representa un gran riesgo en la médula de la Revolución, proceso que sin pueblo activo se volvería un cascarón vacío. Asimismo, recordó que la democratización interna en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) es planteada por la militancia desde diversas tribunas, y que debiera ser escuchado.
«Tenemos el liderazgo del comandante Hugo Chávez, que es fundamental pero no basta. Por eso el Presidente llamó al pueblo a ser Chávez. Lo hizo para distribuir la responsabilidad. Debemos entender que la actual coyuntura, a pesar de lo dolorosa que resulta por la ausencia del líder, es una oportunidad para demostrar la solidez de lo aprendido y cimentado en 14 años de construcción revolucionaria hacia el socialismo que todavía no termina de llegar.
«Cúrate Chávez que los pobres sin ti no somos nada» fue el centro del análisis realizado por la encuestadora Hinterlaces, que dirige Oscar Schemel, quien recomendó al PSUV, entre varios puntos, mantener viva la radicalización y polarización social.
El sociólogo Javier Biardeau habla de la consolidación de una nomenclatura bolivariana yseñala que algunas corrientes de la revolución bolivariana se inquietan por el contrasentido de un «nuevo curso» que indica un reforzamiento de sectores, prácticas e ideologías pro-capitalistas o funcionales al capital en importantes voceros políticos (ministros, diputados, gobernadores, candidaturas a alcaldes, cuadros de dirección partidista), que diseminan explícita o implícitamente una clara orientación de sacarle el cuerpo a la teoría y práctica del socialismo
El problema es que la intencionalidad política de Chávez parece ser desmenuzada, diluida en el seno de una nomenclatura que «acata pero no cumple». Esta nueva elite compite efectivamente y en algunos casos antagoniza con los viejos factores de poder derivados del llamado puntofijismo. Pero se trata de una lucha en el seno de los sectores dominantes, sean o no bolivarianos. No se trata de una confrontación clásica de clases dominantes y clases subalternas, sino un conflicto entre la vieja oligarquía del dinero y una nueva clase políticamente dominante que pretende ser reinante en el campo económico, mediático y militar. Es allí donde se diluye la intencionalidad revolucionaria de Chávez, indica Biardeau.
La oposición, lejos de la unidad
Mientras, la búsqueda de un diálogo con el Gobierno para abordar distintos temas y una candidatura ante una eventual elección presidencial, son los temas que mantienen en tensión a los partidos de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Las fracturas en la oposición son grandes porque no hay una visión compartida y hasta a Capriles Radonsky -quien fuera el último candidato presidencial unitario- lo crucifican como «moderado».
Los partidos tradicionales Copei y AD han tenido contactos con el gobierno para la búsqueda de nuevos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia y rectores del Consejo Nacional Electoral cuyos períodos están vencidos, pero el criterio más difundido entre los ¿dirigentes? opositores es que se vive en una dictadura comunista, frente a la cual solo cabe una intervención extranjera, una primavera árabe o un golpe como el del 11 de abril de 2002. Los radicales ya han constituido una «Junta Patriótica»… como siempre.
Dentro de este escenario, la decisión del diario El País, de España, de publicar una foto de Chávez, que resultó falsa, y la posterior ofensiva del diario alemán Bildt, confirman la existencia de un entramado de corporaciones financieras y fundaciones de carácter ideológico que influyen en los medios de comunicación comerciales cartelizados para que ejecuten líneas acordes con sus estrategias de expansión comercial y/o intereses geopolíticos.
Mientras el pueblo sigue, esperanzado, ansiando el retorno de Chávez, el tema de la confianza y credibilidad del gobierno es puesto en la palestra. Y la devaluación decretada ha logrado, al menos, despertar un debate, incluso dentro de las filas bolivarianas.
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