Cuando habla, Daniel Viglietti parece como si llevase su guitarra al hombro. Su tempo pausado al hablar le permite descubrir pequeños detalles, ocultos para un observador menos avezado. En las conversaciones no dice mucho, pero hacer un aparte con él, en un Encuentro donde se reúnen filósofos, historiadores, economistas… ofrece la posibilidad de mirar la […]
Cuando habla, Daniel Viglietti parece como si llevase su guitarra al hombro. Su tempo pausado al hablar le permite descubrir pequeños detalles, ocultos para un observador menos avezado. En las conversaciones no dice mucho, pero hacer un aparte con él, en un Encuentro donde se reúnen filósofos, historiadores, economistas… ofrece la posibilidad de mirar la realidad de un continente que a diario lucha por reinventarse a sí mismo desde el prisma de la canción inteligente. Mientras conversamos, uno no puede dejar de recordar que ese hombre con tanta tranquilidad en la mirada vivió 11 años en el exilio y que la campaña por su liberación la encabezaron intelectuales como Jean Paul Sartre, Julio Cortázar y Oscar Niemeyer. Para este uruguayo, coterráneo de Mario Benedetti y Juan Carlos Onetti, asistir al Encuentro-Taller de la Red de Redes en Defensa de la Humanidad, le hace sentirse «nuestroamericano».
«Desde la primera vez que vine a Cuba en 1967, al encuentro de la Canción Protesta -dice- concienticé que era nuestroamericano. En aquel momento decíamos latinoamericanos o de América Latina y del Caribe. Antes de llegar a Cuba en el 61, había escrito una canción llamada ‘Canción para mi América’ ese mi, no era egoísta, sino que significaba cómo muchos sentíamos que era Nuestra América, como bien lo había dicho José Martí. Muchas décadas más tarde, en una canción que escribí para aquella Nicaragua sandinista de los comienzos, llamada ‘Declaración de amor para Nicaragua’, se me ocurrió crear un neologismo que es ‘nuestromericano’ porque la canción dice ‘es nuestroamericano el compañero’, refiriéndose a Sandino y a todo ese proceso.»
«Al estar de nuevo en Cuba, después de algunos años sin llegar, retomé esa sensación porque aquí hay un contacto inmediato con muchas tribus latinoamericanas, gente de diferentes tierras, por eso tengo una alegría adicional a la de estar en Cuba, que es la de estarme confirmando junto con tantas compañeras y compañeros como ‘nuestroamericano'».
Además de su labor como trovador, Viglietti ha dedicado gran parte de sus esfuerzos al trabajo con los medios de comunicación. Aquel que en 1939 fuera nombrado Secretario de redacción del semanario Marcha, no ha dejado desde entonces de duplicarse entre la sensibilidad del trovador y la objetividad del periodista. Ante el reclamo de alternativas concretas que inundó el debate que durante tres días tuvo lugar en la Casa del Alba, Viglietti anunció que haría una serie de programas para divulgar las discusiones.
«Indiscutiblemente hay que tener para ello un gran poder de síntesis -afirma-, es una tarea difícil el sintetizar este tipo de encuentro en programas que pueden ser uno, dos, tres, de media hora de duración, donde hay además música, por lo que voy a hacer minientrevistas con algunas personas para divulgar ese diálogo, para que sea más audible, porque es necesario que la persona que esté escuchando se interese, esté atenta. Tengo un programa de radio llamado Tímpano, que se transmite toda la semana, y otro de televisión en una serie, llamado Párpado, dos palabras esdrújulas, porque me gustan mucho las esdrújulas.
Antes de venir dejé dos programas de radio preparados sobre Cuba, uno de ellos sobre el 26 de Julio. A mi regreso voy a empezar a preparar estos diálogos con personas interesantes. El trovador, que es mi oficio principal, le da espacio también al comunicador, a veces el cantor le dice al comunicador: déjalo crear más discos. Y a veces el comunicador viene y le dice al cantor: por favor, queremos más programas. Es una duplicación de tareas y a esta altura de la vida, 72 años, no es simple cómo seguir adelante, cómo administrar el tiempo. Me habían dicho que de viejo se tenía más tiempo, pero es todo lo contrario».
Cree Viglietti que la utilidad de este tipo de encuentros está precisamente en la posibilidad que les brinda a los intelectuales y artistas de reunirse, de encontrar un espacio para pensar el mundo. «Hemos sido siempre muy balcanizados, muy divididos, este tipo de encuentros son precisamente esfuerzos contra eso, contra esa división, para que nos comuniquemos más entre países que a veces estamos relativamente cercas y nos conocemos poco. En ese sentido, la canción en sí misma es un elemento comunicante, a pesar de las dificultades a través de los medios, que cercenan mucho la divulgación de cierta música, de cierta canción y dan lugar a algo muy comercial, perentorio, mediocre. La gran mayoría de los materiales difundidos en la generalidad de las emisoras de Nuestra América son alienantes, terriblemente cercenante de los valores culturales que circulan en tanta trova, en tanta poesía y literatura, de manera que ese esfuerzo hay que difundirlo a partir de trabajos en radios, televisoras, escribiendo en revistas, es un trabajo incesante, de hormiga. Frente a un mundo que es un tiranosaurio, la hormiga debe hacer su camino en un viaje sin fin, porque nunca se va a llegar al ser humano nuevo, entre otras razones porque el ser humano nuevo se desplaza, aparecen otros factores que obligan a seguir el camino, es tan móvil como un horizonte. Eso lo tenía muy claro el Che, que no fue solamente el Guerrillero Heroico, sino el maestro de todos nosotros, un pensador nada dogmático, crítico. Él nos enseñó que es necesario tener oídos, ojos para la realidad y no caer en el dogma, en el homenaje automático a ciertas ideas, sino que hay que discutirlas permanentemente y luchar por que no se distorsionen».