Al momento de escribir estas líneas se reúne en Davos, Suiza, el Foro Económico Mundial, cita en la cual participan más de 1.500 empresarios y unos 40 jefes de Estado. Al mismo tiempo, se ha conocido un estudio de la organización internacional Oxfam, que concluye que las 85 personas más ricas del planeta tienen tanto […]
Al momento de escribir estas líneas se reúne en Davos, Suiza, el Foro Económico Mundial, cita en la cual participan más de 1.500 empresarios y unos 40 jefes de Estado. Al mismo tiempo, se ha conocido un estudio de la organización internacional Oxfam, que concluye que las 85 personas más ricas del planeta tienen tanto dinero como los 3.500 millones más pobres. ¿Qué concepción del crecimiento económico se maneja en Davos? ¿Cuál fue el mensaje que Francisco envió a la reunión? ¿Qué relación hay entre este encuentro y los debates que se están dando en nuestro continente?
El Foro Económico Mundial se autodefine como « una organización internacional independiente comprometida con mejorar la situación mundial al lograr que los líderes políticos, académicos y sociales moldeen la agenda mundial, regional e industrial». Incluso el encuentro de este año tiene el grandilocuente nombre de «La reestructuración del mundo. Consecuencias para la sociedad, la política y los negocios». Es decir, desde la convocatoria propia del evento hay una certeza: los grandes empresarios que participan del suntuoso cónclave sienten la potestad de «moldear» y «reestructurar» la realidad mundial. Piensan, precisamente, que es la economía la que conduce a la política, y que la maximización de beneficios lograda por ellos lograría «derramar» ganancias al conjunto de las sociedades.
La carta de Francisco y el informe de Oxfam
Días antes de iniciar esta reunión fue el propio Francisco el que se refirió al evento. En una carta enviada al presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, el Papa manifestó que era necesaria «una reflexión más profunda sobre las causas de las crisis económica que sacude al mundo en los últimos años». Además, afirmó que «la mayor parte de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo vive aún bajo una precariedad cotidiana, con consecuencias en ocasiones dramáticas».
El trasfondo del mensaje del pontífice argentino es su conocida crítica a la «teoría del derrame» -y, por elevación, a la libertad de mercado sin intervención estatal- pregonada por una mayoría abrumadora de los participantes de Davos. De hecho, una parte de la primera exhortación apostólica de Francisco – Evangelii Gaudium – afirma que suponer que todo crecimiento económico logra provocar de por sí mismo mayor inclusión social es algo que jamás ha sido comprobado por los hechos. Según Francisco, esta idea expresa «una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante».
Al tiempo en que esta carta llegaba a Davos, la organización internacional Oxfam daba a conocer datos escalofriantes sobre la distribución de recursos a escala mundial: las 85 personas más ricas del mundo tienen tanto dinero como los 3.500 millones más pobres. Al presentar este informe, la directora ejecutiva de Oxfam, Winnie Byanyima, graficó la situación con una frase contundente: «es sorprendente que, en el siglo XXI, la mitad de la población del mundo -es decir tres mil quinientos millones de personas- no posea más que una ínfima elite que podría caber confortablemente en un autobús de dos pisos».
La Alianza del Pacífico y Davos
En nuestro continente el cónclave de Davos también tiene adeptos que, justamente, pregonan un exacerbado «librecambismo» y una menor intervención estatal, tanto en sus países como en su orientación internacional. Juan Manuel Santos y Enrique Peña Nieto han sido los mandatarios de América Latina que mayores expectativas han puesto en el desarrollo de esta nueva reunión en Suiza: los presidentes de Colombia y México son los principales abanderados de la Alianza del Pacífico, conservador bloque regional también compuesto por Perú y Chile, que tiene Tratados de Libre Comercio tanto con EE.UU. como con Europa. «Tenemos más de 21 reuniones agendadas, más de 300 empresarios identificados con los cuales vamos a tomar contacto, más de 5 jefes de Estado; va a ser un día y medio muy intenso y creo que también muy productivo porque hay un gran interés en Colombia», fue la frase elegida por Santos para manifestar su entusiasmo por las «posibilidades» que Davos le presenta al país.
¿Durante los últimos períodos de gobierno Colombia avanzó en una mayor redistribución? No. Según la ONU Hábitat, es el tercer país más desigual de América Latina y encabeza el índice de «inequidad urbana». ¿Y en México, que avances ha habido durante los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto? La desigualdad del ingreso triplica al promedio de la registrada entre los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), según informó recientemente su Secretario General, José Ángel Gurria Treviño. De acuerdo a la misma fuente, el ingreso promedio de la décima parte de familias mexicanas más pobres es 25 veces menor que el que perciben las familias de mayores ingresos del país.
Estos datos nos conducen a algunas conclusiones: el crecimiento de un país no implica a priori una mayor redistribución en los ingresos, en contrapunto a la «teoría del derrame» a la que hacía referencia, críticamente, Francisco; las desigualdades que presenta Oxfam, a escala mundial, se replican directamente en nuestro continente, y principalmente en aquellos países que han establecido Tratados de Libre Comercio con EE.UU y/o Europa; la menor intervención estatal por parte de estos gobiernos complica aún más la resolución de estas problemáticas. En definitiva, Santos y Peña Nieto comparten un ideario -que ya se demostró equivocado- con los 1.500 empresarios multimillonarios que se dan cita en Davos: el mercado resolverá, mejor no intrometerse. Las perspectivas de esa «resolución» siguen siendo inquietantes para millones de personas, tanto en América Latina como en todo el mundo.
Juan Manuel Karg. Licenciado en Ciencia Política UBA. Investigador Centro Cultural de la Cooperación – Buenos Aires
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