El escritor bávaro Harald Martenstein me envía una carta de queja y preocupación: Hablemos de dinero, me dice. «Escritores o autores, relativamente conocidos y ya con un nombre, en modo alguno son ricos. Cualquier médico exitoso, gerente o dueño de un restaurante gana más. Pero no me quejo. Me gusta mi oficio y gano lo […]
El escritor bávaro Harald Martenstein me envía una carta de queja y preocupación: Hablemos de dinero, me dice.
«Escritores o autores, relativamente conocidos y ya con un nombre, en modo alguno son ricos. Cualquier médico exitoso, gerente o dueño de un restaurante gana más. Pero no me quejo. Me gusta mi oficio y gano lo suficiente. Pero en modo alguno -fuera de alguna excepción- estoy dispuesto a escribir gratis. Cuando uno entra en un restaurante exitoso no se sienta a la mesa y dice: «Por lo que oigo el negocio les va bien, se anuncia mucho. Por eso quisiera comer gratis un filete con un Chardonnay. Usted puede, y además le gusta cocinar».
Autores y escritores se encuentran a menudo confrontados con este tipo de manifestaciones y peticiones.
Un escritor conocido se quejaba en conversación que dos veces por semana se le preguntaba desde la radio o la televisión su opinión sobre un determinado tema. A poder ser debía dar una explicación ocurrente. Se mete en un estudio, se devana los seso y normalmente sin un euro. Y si se pregunta o reclama la voz de la otra parte se tiñe de un tono amargo y refunfuñón. Probablemente esa misma voz no estaría dispuesta a moderar gratis un hitparade.
A mi entender el escritor es el único oficio que se halla a menudo ante la obligación de justificar la cobranza por su trabajo. Y no sólo ocurre en internet.
Me telefoneó una señora. Me dijo que trabajaba para una revista, suplemento de un periódico importante. Y que el suplemento pretendía revitalizar los medios escritos. Como se sabe los medios escritos padecen una grave crisis. Si les podría escribir un artículo sobre el tema: «¿Es inmoral comer carne?». No le pagaríamos porque «somos una empresa joven». Sospecho que en cualquier otro sector tal argumentación provocaría hilaridad. «¡Hallo, aquí la pizzería Il Sole di Napoli, tráiganos 300 kilos de parmesano, 30 de carne de salchicha y 50 kilos de gorgonzola! ¡No le podemos pagar, somos una pizzería reciente!». Cierto, el no pagar es un medio para salir los medios impresos de la crisis: Si no pagan honorarios no tienen crisis.
Escribir es un trabajo, a veces divertido y a veces no tanto. Si un autor quiere producir algo tiene que escribir aun cuando no tenga ganas; igual que los médicos, que también asisten a la consulta independientemente de si les apetece. El escribir cansa, y cansa mucho. Uno se agota y refunfuña a su pareja. Ocurre lo que en todo oficio. Quien tiene éxito participa de vez en cuando en actos de beneficencia, presta algún servicio por amistad o por motivación política. Pero normalmente se quiere vivir de ello y a poder ser no mal.
¿Si comer carne es inmoral? Pues… no lo sé. Depende de la producción, es todo lo que sabría decir.
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