Estamos en un momento en que se habla mucho sobre izquierdas y derechas, se critica que Podemos se niega a jugar políticamente en el tablero izquierda-derecha, se asocia esta posición a Fukuyama y a su fin de las ideologías y de la historia… He defendido y defiendo que las ideologías, entendidas como conjuntos de ideas […]
Estamos en un momento en que se habla mucho sobre izquierdas y derechas, se critica que Podemos se niega a jugar políticamente en el tablero izquierda-derecha, se asocia esta posición a Fukuyama y a su fin de las ideologías y de la historia…
He defendido y defiendo que las ideologías, entendidas como conjuntos de ideas que nos permiten explicar el mundo actual y hacernos una idea de otro diferente, existen y deben seguir existiendo. Pero también defiendo que existe hoy una manipulación interesada del término ideología y de los términos izquierda y derecha. Me considero de izquierdas desde mi juventud, en el sentido que creo que no puede haber verdadera libertad sin igualdad y solidaridad en todos los ámbitos de la vida social, pero creo que hay que tener cuidado con las trampas que la utilización de estos términos tienen hoy en día. En muchos casos y en amplios sectores, términos como izquierda y derecha se han convertido en símbolos fósiles y simplistas, en medallas de las que cuesta luego desprenderse, en una de las maneras de atar a las personas a la fidelidad de un partido y de dividir a la gente.
Por poner algunos ejemplos, el PSOE-PSN y todos sus «radicales» y poderosos cuadros (González, Zapatero, Bono, Sánchez, Díaz, Jimenez, Chivite…) se declaran ahora más de izquierdas que los revolucionarios franceses de 1798, el PP dice que es «el partido de los trabajadores», el otro día decían en una tertulia que Ciudadanos era de izquierdas, en una mesa redonda reciente alguien decía que la unidad de las izquierdas debía incluir al PSN mientras otros mantenían lo contrario… El término «izquierda» se ha convertido en un término vacío que se llena con el contenido que a cada cual le interesa.
Hoy, la contraposición de los términos izquierda-derecha en el juego político es tramposa por estos y otros motivos, y es utilizada para arrinconar en el extremo izquierdo de ese tablero a las fuerzas del cambio. Las fuerzas de derechas son «responsables, expertas, dan estabilidad…», al igual que lo es su partido consorte, el PSOE-PSN. Según estos partidos y sus poderosos voceros mediáticos, el resto de fuerzas que propugnan el cambio son extremistas, mantienen unos programas de máximos inalcanzables y nos llevarían al desastre. Sin romper este tablero trucado es imposible construir una mayoría social.
Además de esto, aquí y ahora, la contradicción principal para conseguir el cambio social no es esa contraposición izquierda-derecha falseada. Hoy, la gran mayoría de la gente, vote izquierdas o derechas, está machacada por las políticas antisociales y está participando en luchas sectoriales por sus derechos y contra las agresiones que están sufriendo. Gran parte de esas luchas se producen en sectores concretos, muchas veces aisladas unas de las otras, y a la ideología dominante, tanto ultraliberal como socioliberal, le interesa mantenerlas separadas. Una forma de hacerlo es mediante la utilización de la contraposición «izquierda-derecha». Quieren que la inmensa mayoría de la gente saque sus medallas ideológico-políticas, se levanten muros entre ellas y se aferren a la fidelidad a uno u otro partido del régimen.
Como decía, es imposible conseguir una amplia mayoría social para el cambio sin gran parte de la gente que ha votado y todavía sigue votando a PP, UPN, PSOE, PSN, etcétera. Hay que hacer ver a esa gente que las medallas no sirven sin contenido, que las etiquetas tramposas nos pueden impedir ver que los responsables de todas las agresiones a nuestros derechos son los mismos: una pequeña élite financiera, económica, política, cultural y mediática corrupta estructuralmente (no sólo individualmente como quieren hacernos ver) que en Navarra ronda las 100 personas y que en ámbitos superiores suponen mucho menos del 1% aunque un 10% más les secunden para medrar a su sombra. Esa élite corrupta y saqueadora es el enemigo común de la inmensa mayoría de la sociedad, no la gente que votó a los partidos citados, en muchos casos engañada, y que ha sido tan víctima como quienes teníamos otro tipo de medallas y fidelidades ideológico-políticas.
Tenemos una imperiosa necesidad de articular todas las luchas, de que toda la gente entienda que nuestros enemigos son los mismos, que esas élites financiero-económico-político-
Pero para ello tenemos que solucionar otro problema: ¿sobre qué tipo de programa tenemos que construir la unidad popular?, ¿debe ser de máximos o debe ser un programa de gobierno que recoja las necesidades sociales, económicas, políticas, ecológicas… más urgentes e imperiosas? Mi respuesta es «los dos». El programa de máximos para orientar el cambio, lo cual es muy importante porque de lo contrario en dos generaciones podríamos traspasar líneas rojas sociales, ecológicas, democráticas… difícilmente reversibles. Pero el programa de gobierno inmediato se debería centrar en dar respuesta a las necesidades sociales y derechos más importantes y urgentes: subsistencia, vivienda, trabajo, salud, educación, dependencia, pensiones, eliminación de todo tipo de discriminación, profundización democrática, paz y convivencia… Tirando de estos hilos, saldrán inmediatamente otros tipos de medidas relacionadas con los ingresos, con una banca orientada a las necesidades de las personas y de la economía productiva, con la energía y con un nuevo modelo productivo sostenible, con los derechos lingüísticos, etcétera.
Este último debería ser el programa sobre el que articular la unidad popular. A partir de ahí, hay que ser conscientes de que necesitamos también algunas herramientas que son imprescindibles:
a) un discurso integrador que aglutine y dispute la hegemonía al discurso alienante, manipulador y atomizador dominante;
b) liderazgos constructivos, fuertes y democráticos;
c) elementos simbólicos que aglutinen y sirvan de referencia del poder de la gente unida y organizada; y
d) cooperación entre las diferentes sensibilidades que están por el cambio, fundamentalmente desde abajo.
Si logramos así una mayoría social por un cambio de verdad, no me importa que me etiqueten de izquierda o de derecha, porque el envoltorio se puede trucar, pero el contenido no.
Javier Echeverría Zabalza, miembro de Attac Navarra-Nafarroa
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