La revolución es como una bicicleta, cuando las ruedas dejan de moverse se cae. MARJANE SATRAPI
El que es ignorante siempre obedece, siempre cree que si la autoridad manda, todos sus derechos se reducen a la obediencia. El ignorante es como el pescado sin cola, tiene el rumbo perdido. MEMPO GIARDINELLI (La revolución en bicicleta, 2004, p. 60)
Yo también tenía ganas de pensar sólo en la vida. Aunque no era fácil: en la escuela nos ponían dos veces al día en fila para llorar por las víctimas de la guerra. MARJANE SATRAPI (Persépolis II, Norma, Barcelona, 2003, 87 pp.)
El II Ciclo de Cine de Animación, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, por vía del Cine-Club Al Filo del Tiempo, se inicia con Persépolis (2007), de Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud, filme basado en la historia gráfica de la cineasta iraní/francesa, nacida en Rasht, el 22.nov.1969. Obra que narra sus experiencias de infancia, la empatía de ella y su familia con la Revolución antes de que surgiera Jomeini, que a los 14 salió para Viena a estudiar y que más tarde padeció las restricciones a las libertades individuales, la colonización cultural y la represión, la obligación del velo y el chador y la explosión de la guerra con Irak, impuesta por EE.UU, y la que el nuevo régimen usó en su beneficio. Así, el filme va de la autobiografía al autoconocimiento, según Freud, para en el camino hacer una reflexión y una crítica al Sha, a la Revolución Islámica, sin dejar del todo por fuera el Golpe de la CIA a Mosaddegh, quien sólo estuvo dos años en el poder (1951/53).
B/n.: viñetas recuerdan las flores de jazmín que tanto le gustaban a la abuela de Marjie, Teherán y sus espacios, las noches de estrellas, la luna creciente. Cambio a en color cuando Marjie llega a Orly, París. Viene de Teherán. Se coge la cabeza, en señal de desconcierto. Ya en el baño se sujeta el velo en su cara; otra mujer la mira raro, con disgusto. La recepcionista le pide tiquete y pasaporte, pero ella parece no entender. Se siente y fuma. Se oye: ‘¡Marjie, deja de correr!’ Entra una niña y el color se reinstala en la imagen. Son sus recuerdos. Teherán, 1978. Le obsesiona depilarse las piernas y llegar a ser la última profeta de la galaxia. Viene la primera muestra de humor negro/corrosivo: una amiga les dice a Marjie y a la Abuela: ‘Ponte un lápiz debajo del pecho. Si se cae, tienes unas supertetas, si se sostiene, son una mierda’. Por todo lo que viene, aparece la sentencia ‘La venganza del dragón es un plato amargo que se sirve frío’. O contra la amargura no hay más remedio que la paciencia…
‘¡Abajo el Sha Reza Pahlevi!’ Ebi, el padre de Marjie, va 50 años atrás, cuando a su vez el padre del Sha, que era oficial, quería derrocar, vía EE.UU, al emperador Qadjar o Qayar (1909-1925), para instaurar una república. En efecto, fue Sha, entre 1925 y 35. Lo primero que dice es: ‘¡Haré como Atatürk, modernizaré al país y lo convertiré en república!’ Se refiere al dictador turco que causó un genocidio de dos millones de armenios, como se ve en el filme Ararat (1), de Atom Egoyan y le costó la persecución de la prensa a Orhan Pamuk, por haber dicho lo mismo en sus libros y de viva voz. Luego, vendrá el militante tío Anouche, cuya alegría es aplastada al filo del tiempo por la tristeza ética y política que gobierna su país. En un país que tuvo una guerra por ocho años y cuyo saldo fue un millón de muertos, es lógico que el hambre impere. Aunque no sea el caso de la familia de Marjie, la cosa da también para el chiste: ‘Madre, ¿qué comemos? ¿Qué tal un buen chile? Sí, para luego tirarnos pedos’. Já.
Marjie señala que los soldados de Irán mueren para salvar al país de la indecencia. Mientras, Marjie y su amiga ven los discos de Bee Gees y Abba. Entre el peligro y cierta frivolidad se filtra un insoportable nivel de conflicto, mostrado a través de hechos cotidianos: salen del supermercado y un guardia del ayatola le dice a la madre de Marjie que se ponga bien el velo o que se tape la cara y ella le dice no es ‘te estoy hablando’ sino ‘le hablo a Usted’, con respeto. ‘¿Respetarte yo? ¡Me tiro a las mujeres como tú y las lanzo a la basura!’. Un tipo les pita para que arranquen, la madre, con furia, le echa el humo en la cara y luego se pone triste. El PPP expresa toda la soberbia del Poder y muestra a un acérrimo exponente del patriarcado machista y falocéntrico, aquí sí fundamentalista. Pues ya se sabe que en sociedades similares sólo hay dos caminos: el nacionalismo y/o la fe religiosa, como ya lo dice el filme. Ante la afrenta del guardia, madre e hija abren la boca en gesto/señal de estupor más que de sorpresa.
Se suben al carro y se van. ‘El viejo mundo se muere. Y el nuevo tarda en aparecer. En ese claroscuro surgen los monstruos’, decía Gramsci. De ellos habla Marjie en su relato. Ella aparece con otro tipo de monstruo en su camiseta: The Punk Is Not ‘Ded’(sin la a) o El Punk no ha ‘mueto’. Le pide a su madre 50 tomanes para ir a comprar casetes a la Av. Gandhi, pero no de los Bee Gees porque ‘son lo peor’. Un adulto que vende dice, en modo misterio: ‘Estivie’ Wonder, ‘Yulio’ Iglesias, Pink Floyd. ‘Jickel Mackson’ por M. Jackson. Y en una escena que recuerda el filme no verbal, El baile, de E. Scola, otro vendedor ofrece chucherías. ‘Carmín, esmalte, naipes’ y agrega Iron Maiden, el grupo metalero. Lo que lleva a Marjie a pedir rebaja de 100 a 50 tomanes. Dos guardias mujeres le reclaman por sus zapatos ‘punk’. Pero, si son tenis, marca Nike. ‘Esa forma es punk’ y punkto, por la voz de orden: palabra preferida en el diccionario de la tiranía. Marjie explica que es por jugar básquet en el colegio.
Surge la represión, incluso en sentido freudiano, como generador de traumas para el futuro y que deben canalizarse a través del autoconocimiento. ‘¿Y la chaqueta es de básquet?, preguntan las censoras. Marjie se ve obligada a agacharse, para que se vea de nuevo el lema: ‘El Punk no ha mueto’. ‘Y eso… ¿Michael Jackson? Símbolo de decadencia en Occidente’. En absoluto. Es… Malcolm X. ‘¡Es M. Jackson! ¡Bájate el velo, puta!, impreca la otra. ‘¡Ya basta!, te vienes al Comité. ‘Perdón, no lo haré más’, dice Marjie, como quien quiere acabar de una vez con el asedio inesperado. Marjie le da vuelta de tuerca al caso con las verdugas. Así, exclama: ‘Señora, mi madre ha muerto’, de modo grave, porque no es cierto; lleva de inmediato a Los 400 golpes, de Truffaut, (2) cuando A. Doinel le dice lo mismo a su profesor y lo anula. ‘Me educa mi malvada maestra’. Ahora, lanza un chantaje moral: ‘Si no vuelvo ya, me matará. Me quemará con la plancha. Obligará a mi padre a meterme en un orfanato’.
O en un reformatorio como a Doinel. ‘¡Piedad!’, concluye. Las brujas se miran, ante el ruego reiterado y, por fin, se van. ‘Lo blando vence a lo duro’, dice el Tao. Marjie, entonces, exhala un suspiro de alivio y parte a casa. Con su raqueta, en modo guitarra, Marjie escucha y simula tocar a Iron Maiden: la madre la mira. Vuelve la guerra. ‘La valentía de nuestros soldados ha dado frutos’, dice el locutor oficial iraní. Nuestro ejército ha destruido 63 tanques y 26 aviones iraquíes: ‘La sangre de sus mártires riega nuestra tierra y el desierto de la desesperanza florecerá’. Raro oxímoron. El locutor vuelve: ‘Morir como un mártir es inyectar sangre en la sociedad’. Eslogan que recuerda el valor de la sangre derramada, en positivo, respecto al cambio en la construcción de una nueva sociedad. Los niños atraviesan la pradera nocturna y de pronto una pierna vuela por efecto de una mina antipersonal. La Sra. Nassrine señala que no todo va bien, aprieta el puño y muestra la llave que recibió su hijo en la escuela.
El diktat oficial les dijo que ‘si combatían y morían, entrarían al paraíso con esta llave… de plástico’. Le dijeron al chico que en el paraíso había mucha comida, mujeres, casas de oro y diamantes. ¿Mujeres? Pues sí, tiene 14 años, eso le interesa. Una mujer que ha sufrido mucho, criado a sus cinco hijos con su llanto y ahora le quieren cambiar al mayor por esa llave. Ha sido fiel a la religión toda su vida, rezado, puesto el velo, obedecido. ‘Si es para esto, ya no puedo creer en nada’. Ebi dice que han arrestado a los Rochamis, por tener en su casa alcohol y naipes. La Sra. Nassrine se cubre la cabeza por el Señor, así las han educado. Gracias a los padres de Marjie, el hijo de aquélla no fue al frente. Entre el miedo a bombardeos, represión, y espionaje de los vecinos, la vida seguía su curso. Para que fuera soportable, la gente se divertía en secreto. A escondidas. El licor corría, como en la época de Volstead, en EE.UU. Al estar prohibido el alcohol, el tío Anouche se convirtió en proveedor de vino para la familia.
Montó un laboratorio en el sótano. La Sra. Nassrine, también su asistenta, le ayudaba a pisar la uva. ‘Que Alá me perdone’. Aun con su peligro, las fiestas eran el único resquicio de libertad que les quedaba. El carro en el que va la familia de Marjie es detenido por el ejército. El soldado ordena a Ebi bajar, le pide pase e identificación y le hace prueba de alcoholemia. Él niega haber bebido. ‘¿Te burlas de mí? Basura occidentalizada’. ‘¡Basta! Llevo 20 años trabajando para este país, le responde del modo más racional’. Cuando el milico le apunta, interviene su esposa. ‘Yo podría ser su madre, ¿cuántos años tiene, 15?’ Lo que habla de un menor de edad reclutado, como en Colombia, por paracos o ejército. ‘¡Mi hija tiene 13!’ ‘De no ser por tu mujer, estarías en el infierno’, dice el tipejo castrense y castrante que intenta ofender la dignidad de Ebi. La mujer agradece antes de que el otro se arrepienta y cambie perdón por condena. Ebi les dice a la Abuela y a Marjie que suban primero y vacíen el licor.
Mientras, por el retrovisor ven a sus vigías. La Abuela ofrece la solución: ‘Tranquila, estaba acostumbrada con tu difunto padre, el Abuelo, en épocas del Sha’, siempre escondiendo sus panfletos. Y surge el ardid del padre para engañar, de momento, a los guardias: ‘El vecino está mal del corazón, por viejo’. Si se le asusta, podría morir. Ante la pregunta ‘adónde van’, la Abuela dice que es diabética y si no bebe su jarabe se desmayará. La táctica funciona porque la madre de uno de los milicos también es diabética. Así, los deja ir a casa. Abuela y nieta tiran todo el trago a la taza, jalan la válvula y rocían ambientador, para disipar las huellas del ente invisible, casi inodoro, que los podría condenar. Ebi y Marjie entran luego para confirmar que la arrogancia de los milicos no es ideológica: que bastó el soborno. ¿Qué funcionario oficial no es susceptible de corromperse?, parecen preguntar directora/director y guionistas a un tiempo. Y de lo serio a lo cómico: ¿No habrán tirado todo… ¿ah?, dice Ebi.
‘Pues claro’, responde la (culpable) Abuela. ‘¡Oh, no!’, aunque ahora sí cabe el ‘mierda’ que expresa Marjie. Otra vez el corazón del tío Taher. La causa: querían arrestar a los comunistas del barrio, lanzaron una granada, y no pudo soportarlo, señala su esposa. Al llegar, lo halló tirado en el salón. La madre de Marjie la consuela. ‘No, no irá bien nada’, dice la esposa de Taher, como quien siente venir los funestos recuerdos. Y tiene razón porque debe ser operado a corazón abierto… Ahora, quien escribe es asaltado por ese único tribunal incorruptible que es la memoria y se le viene encima la misma operación que recibió su hermano Álvaro el 9.mar.2015. Taher debe ser operado en Inglaterra, como se lee en el cómic original y ahora en el filme. Ellos no tienen los medios para enviarlo. Así que necesita visa y pasaporte. Su esposa fue a ver al director administrativo del hospital y no podía creer quien era: su antiguo limpiador de vidrios. Fingió que no lo reconocía para que no se sintiera humillado u ofendido.
Con las fronteras cerradas, sólo los muy enfermos salen, le dijo el ahora director del hospital. Era su tercer infarto. Si no lo operaban afuera, moriría. Él le prometió hacer lo posible. Sólo si dios quiere se curará porque todo depende de él, aseguró sin saberlo. Necesito su autorización para sacarle el pasaporte, le rogó ella. ‘Si dios quiere’. Ese idiota se dejó barba, se puso traje, y le han hecho director, cuenta la esposa de Taher a Marjie y a sus padres. Ebi va a sacar el pasaporte de Taher. ‘Un mes sólo para este sello’, le dice Khosrow, quien se dedicó a hacerlos desde que le cerraron su editorial. Por lo normal, en dos semanas, en este caso en una. Entra su hija Niloufar y se la presenta a Ebi, hermano de Anouche: ella, también es comunista, la buscan por todo lado y por eso la esconde en su sótano. Luego, van a cine a ver King Kong, para Marjie una mierda de filme. ‘Los japoneses, aparte de rajarse la tripa [seppuku y/o harakiri] y producir monstruos asquerosos no saben hacer nada’, dice Marjie…
Quizás tenga razón: tras recibir dos bombas atómicas, sufrieron el síndrome de esto-es-el-colmo. Como EE.UU, un país invasor. El corazón de Taher no está mal por el tabaco, sino porque sus hijos están lejos. Siempre parten, pero tener que separarse de ellos muy jóvenes por la guerra, le quiebra el corazón a cualquiera, cree la Abuela: si ella fuera Taher hacía rato estaba muerta. Según Ebi, Taher cuenta que detuvieron a Niloufar, han vuelto mierda todo y tiene que huir. PG, con una soga, ella es ejecutada. Como Husein (2006) después de que le sirve a EE.UU para invadir a Irak y luego los gringos se la cobran, al quitarse la prueba de encima de igual modo: colgándolo; y más tarde a Gadafi, en 2011. Para que sirvan de ejemplo de los que dan mal ejemplo. Khosrow huyó por los montes de Turquía y se exilió en Suecia; tres semanas después Taher fue enterrado; la guerra recrudeció. Marjie pide permiso para pasar a casa, se encuentra con su madre: han tirado un misil en casa de los judíos Baba Levy.
Desde que instauraron el nuevo régimen, no hay prisioneros políticos, hemos pagado caro nuestra libertad, pero por fin la tenemos, dice la profesora. Marjie la corrige: ‘Mi tío [Anouche] fue apresado bajo el Sha, pero ejecutado por el nuevo régimen’, así, ¿no hay prisioneros políticos? De 3.000 se pasó a 300 mil. ¿Cómo miente así? Ponerla en su sito a la profesora de religión es herencia de su tío Anouche. ¿Quiere acabar como su tío?, pregunta la madre ¿Qué le pasó a Niloufar? Recuerda: al ser imposible matar a una virgen, la casan con un guardián y asunto arreglado. Por empeorado pues la desvirga antes de ejecutarla. ¿Entiende ahora? Y la madre sacude a su hija, en la impotencia, cierra los ojos y entra por la senda del equilibrio. Llora y suelta que si alguien le toca un pelo lo mata. Marjie va al exterior. Del Liceo Francés en Teherán, al mismo colegio en Viena. Ebi le consiguió la visa. Va a casa de la mejor amiga de su madre. Para despedirse, la Abuela fue a dormir con Marjie.
Y le cuenta que por la mañana metía flores de jazmín en su sostén, pero, no lápices, para oler bien. Al quitárselo, no obstante, caían flores de sus senos. Era mágico, recuerda Marjie en su monólogo desde que llegó al aeropuerto para ir al exterior. Flashback que la lleva a un también largo proceso de autoconocimiento freudiano. Para ello, en efecto, usa su ‘cura por el habla’, al hacerlo de forma plena y sin inhibiciones ni prejuicios de ningún tipo: prueba de ello, el humor corrosivo a lo largo del filme. Un humor basado en el contacto con jóvenes punketos, luego con la sexualidad, más tarde con sus propias faenas eróticas, en medio del tánatos que vive Irán o con todo el trasfondo de la guerra en sus odres. Todo lo que brota de la mente de Marjie, parece venir por vía de la asociación libre, sin cortapisas de ningún tipo, máxime en una joven de formación marxista y, como el tío Anouche, su mentor, o Niloufar, declarada comunista. La Abuela, ¿cómo hace para tener unos pechos tan firmes a su edad…?
Los mete en agua helada, diez minutos al día y ya. Marjie la extrañará y llora; aquélla promete ir a verla y le da un consejo útil siempre: va a toparse con muchos cabronazis en la vida. Si le hacen daño, piense que la estupidez los empuja: eso le evitará replicar a su maldad. No hay nada peor que la amargura y la venganza. ‘Sé siempre digna e íntegra contigo misma’. Fundido a negro y al aeropuerto. Y no llore que todo irá bien, piense en el futuro, Europa le abre sus puertas. Ebi le recomienda comer una ‘sache torte’ en Viena. Una alusión a la torta de chocolate creada por Franz Sacher, chef pastelero del mariscal Von Metternich (1773-1859), quien en el Congreso de Viena (1814/15) negoció la paz en Europa tras las guerras de Napoleón, ese otro enano energúmeno, y su archienemigo: fue llamado el arquitecto de la ‘Europa de Hierro’ (décadas más tarde, de rebote, vendría la Dama…), que restauró el Ancien Régime a lo largo de los diferentes países del continente, con su conservadurismo a ultranza.
Ebi le pide jamás olvidar quién es ni de dónde viene o el valor del origen y la memoria. Un piano remarca la despedida de Marjie y sus padres. Ebi sostiene a su esposa en brazos tras haberse desmayado. El filme vuelve al color y a la hora de viajar a Austria. En la sala aparecen una señora y un niño, ambos con libro en mano, mientras Marjie parece sumida en la incertidumbre de quien parte a un mundo desconocido. De espaldas, un hombre mayor con la prensa. Saca un cigarrillo, lo prende y la señora al lado se molesta. Europa le abre sus puertas, pero no como lo había imaginado. Tras unos días en casa de la amiga de su madre, ésta decide que el piso es pequeño. Le halló una pensión, donde ‘estaría muy bien’, según ella. Regresa el b/n. De pronto, tres monjas entran: se trata de un convento. Marjie empieza a salir, se muestra en sus faenas caseras, y ve TV con el resto. Mira por la ventana el mundo exterior. Encontró con mucha ilusión las estanterías repletas que habían desaparecido en Irán.
Durante una época, el supermarket fue uno de sus pasatiempos favoritos. Frente al Liceo Francés, de Viena, nota la urgencia de hallar amigos. Pronto, ella suscitó el interés de los marginales allí. Eran Momo, Thierry, Olivier y Eve, a quienes su nacionalidad e historia les fascinaban. ¿Has visto una revolución y una guerra?, y Marjie agrega, sí, y ‘unos cuantos muertos’, aunque sean miles más. Pronto se integró al grupo. Con Momo descubrió la indolencia, el nihilismo forzado, y la vida alternativa vienesa: el Punk, de primero. Al inicio le costó acostumbrarse, hasta que se convenció de haber hallado su lugar. Pero, las vacaciones le recordaban que seguía siendo diferente. Lo que tácita/sutil/mente alude al racismo y a la xenofobia: austro-alemana en especial. ‘Mierda’ y la Navidad: de nuevo, a tragarse a toda la familia. Por esa cabronada de invento gringo, dice Momo. Y señala que Papá Noel va de rojo y blanco porque era una mascota de C(a)ca-Cola. Otros hablan de ir a Montevideo y Brasil.
Marjie recibe una llamada de sus padres: pasa la Navidad con amigos del Liceo. ‘Ten cuidado, come fruta y verdura’, dice la madre, mientras Ebi se preocupa por lo que necesite. Marjie come en cazuela: la monja superiora saca su mala leche xenófoba: los iraníes no tienen educación. Marjie: ‘Y, ¿verdad que Uds. eran putas antes de ser monjas? El humor, equilibra. La echan por insultar a las hijas del Señor. Larga serie de trasteos. Fue alojada por Eve y su madre; luego, cohabitó con ocho homosexuales; después, una diminuta buhardilla; con amigos y más tarde con amigos de amigos. Hasta acabar en la Villa de Frau Dr. Schloss, profe de filosofía jubilada y loquita. Allí, el arriendo costaba dos mil chelines, dice Frau y pregunta si le gustan los perros: con una sonrisa parece decir, pero no ‘calientes’. Y cuando el perrito está sobre su pierna, excitado, Frau ve que le cayó bien su can Youki. Los perros, como las mujeres, así no se diga, y ciertos hombres, tienen un sexto sentido o, ¿sexo sentido?
Al otro año Marjie decide integrarse: la cultura occidental seguía siendo misteriosa para ella. Tenía que instruirse y lo primero que aparece es la birra alemana. Del existencialista Sartre al anarquista Bakunin, del escritor y activista Zweig al artista/científico Freud, leyó todo lo que pudo. Pero, sobre todo, ‘entendió cosas que jamás comprendería’, valga el oxímoron. ‘No entender algo, es un primer paso para entenderlo’, le dijo Lezama a M. Pereira, cuando éste no entendió Paradiso, en el Curso Délfico (1970), y se la devolvió. Viena, 1986. ‘Han elegido al cerdo de Waldheim’. ‘Sí, lo que hay que ver, es vomitivo’. Momo: La vida es la nada: ‘Cuando el hombre es consciente de ello, inventa juegos de dirigentes y dirigidos’. Marjie brinca, cual resorte: ‘¡Qué güevonada! ¡La existencia no es absurda! ¡Hay gente que da la vida por su libertad!, exclama fuera de sí, para interpelar a Momo. ‘¿Crees que mi tío murió para divertirse?’ Le dice sinvergüenza, ‘capullo’, pero por el acento parece, malparido.
El desconcierto de Marjie era enorme: llevaba una vida frívola, mientras su pueblo ardía en el infierno de la guerra. Sentía culpa y no podía librarse de ella. Sólo quería vivir como una chica de su edad. El cambio se acercaba. En meses pasó de niña a joven. Una época de fealdad que se renovaba sin pausa. Creció 18 cm, su cara se alargó, su ojo derecho se agrandó; por su barbilla, parecía paisa. Mientras su ideología iba a la izquierda, su mano derecha se hizo enorme, pero en modo opuesto a Varito, el pie izquierdo igual, la nariz se triplicó, el pecho aumentó cual si fuera ubre; el culo restableció su centro de gravedad; un gran lunar decoró su nariz. Frau ve a Marjie y le cuenta a Youki que ella ‘es una puta’. Para Momo, la música que oyen es una mierda. Eve señala que donde están, sólo hay fracasados, infelices, por pringados. Marjie le recuerda a un amigo que todo habría sido diferente si en el Congreso de Ginebra hubieran hecho caso a Bakunin de votar leyes socialistas. El capitalismo nos corroe.
La Abuela se burla de la francesa Marjie, pero ignora lo que pasa si dice que es iraní: como si fuera una salvaje. Para los europeos, son locos fanáticos que gritan y se pelean. Pero, ¿es razón para renegar de su origen?, la recrimina su Abuela y le recuerda: ‘Sé integra contigo misma’. Ahora es parte del chisme. ‘Le dijo a mi hermano que es francesa’ y las tres se burlan de la iraní: ‘Me suicidaría, si mi hermano saliera con…’ y Marjie: ‘¡Pedazo de putas! ¡Sí, soy iraní y a mucha honra!’ Tras tres años en Viena, por fin a gusto. Sus amigos abandonaron el Liceo. Tenía nuevos amigos: Birgit, hippie de 30, careniña vieja con casa en el bosque, donde daba fiestas ‘anarquistas’. El Estado no debía preocuparse: ellas consistían en beber cerveza y comer salchichas y rodar uno que otro porro. En una conoció a Ferdinand, lo vio y era el hombre de su vida. Pero, él se descubre a sí mismo y a la tolerancia de ella: es homosexual. Por ello, Marjie juró que no volvería a pasarle: ‘El amor es un sentimiento pequeño-burgués’.
Para compensar, Fromm añadiría que el amor no es un sentimiento, sino una construcción diaria. Pero, ‘Vida es vida’ y una mañana Markus entró en su vida. Encontró el amor. Nada de susto, el futuro pintaba radiante. Él iba a ser un gran escritor. Le leía su obra: ‘Éramos un solo ser’. Y el día que le lleva croissants lo pilla con otra. ‘¡No es lo que piensas!’ Estrella los panes y se va. Markus le grita que la quiere. Marjie llora. Para redondear la faena, Frau la acusa de lo que a Tránsito otra señora en El día del odio (3): el robo de un broche. Ni una ni otra son ladronas, pero cómic o novela justifican una trama. ‘Seguro, me lo ha robado usted’, dice la calumnia y el daño ya está hecho. ‘¡Déjeme en paz! Eso no quedará así’, le reclama a Frau. La manda al infierno y que la odia. Los odia: a ella y al puto perro. Frau le exige no hablar así de Youki y que no se saldrá con la suya. Marjie se voltea. ‘¡Que te den por el culo!’ Se sienta en una silla pública, y piensa cómo se dejó timar del cabronazi Markus.
Se acusa de idiota, no capta cómo se enamoró de ese güevón/tacaño, y le enrostra su mal aliento y su puerco genio. Ahora su obra le parece una cagada y vomita. Porque también era un cobarde para defenderla contra la zorra de su madre. Primera noche en la calle, una de tantas. Pasa por la Sacher Torte. Recoge una colilla y en una caneca un alimento. Atraviesa frío, hambre y noches de soledad: un no-futuro. La Revolución le quita parte de su familia y amigos y sobrevive a una guerra. Cae al piso: un romance casi la acaba. El Dr. la examina y le cuenta sobre varias bronquitis y, para ella, más de una bronca. Le prohíbe fumar. Averigua por su nombre: dice que vive en Irán y pide telefonear a Ebi: inquiere si puede volver y que no le harán preguntas: Ebi dice que así será. De ahí la dedicatoria, en Persépolis-3: ‘A mis padres, que han tenido la inteligencia y el coraje de mantener su promesa de no preguntarme jamás por este periodo de mi vida’. Gratitud, siempre gratitud. Y ética, dignidad e integridad.
El burócrata: ‘Hermana, ¿no llevas nada prohibido? ¿Cerdo, alcohol, cartas, cine, moda, porno?’ Marjie lo niega; le pide ponerse bien el velo, como si fuera lo único importante. Y la autoriza a entrar en Irán. La madre la saluda y Ebi llora porque no la ha reconocido. Ha crecido mucho, no sólo física sino mentalmente. Al día siguiente, Marjie volvió a ver los montes de Alborz. Había nevado. Desayunó con Ebi, como antes de dejar Irán. Su madre hizo su tortilla preferida, de tomate. Vuelve el b/n por el flashback y los recuerdos. ‘No había cambiado nada, pero sabía que nada sería como antes’. Sus padres respetaron su deseo y no averiguaron sobre Viena. Dylan dixit: ‘Cuida de todos tus recuerdos. Porque no puedes revivirlos’. En otras palabras, ante la negativa a reaparecer, la única salida es cuidarlos. Eso hace Marjie, con los suyos, porque además muchos surgen desde la muerte de un millón de coterráneos; se sentía incómoda y al mismo tiempo creía que la pesadilla había quedado atrás.
Tal vez se despejaría el futuro con el fin de la guerra con Irak, vía EE.UU, que utilizó a Husein y luego lo eliminó para borrar huellas de su invasión y genocidio, ya como hecho cumplido. La cosa está peor porque la gente ignora por qué ocho años de guerra, para nada; y ¿acaso alguna guerra deja un saldo positivo? No, las guerras se hacen para acabar a los pueblos y para que un tercero, casi siempre EE.UU, saque ventaja del hecho. Lo que ha pasado entre 80 casos de 1945 a hoy. En Congo, Chad, Libia, Somalia, Kenia, Sudán, etc. (4)
Un mes antes del armisticio, Irak bombardeó Teherán a diario, como si fuera a borrarlo del mapa. Justo antes del alto al fuego el Gobierno se asustó: un ejército de opositores había entrado desde Irak. Se temía la amenaza de miles de prisioneros políticos. El Estado atacó el problema de forma radical. Propuso a los detenidos: o abjuraban de sus ideales y prometían fidelidad/lealtad al régimen, en cuyo caso acabarían de cumplir su pena, o serían ejecutados. Pues bien, la mayoría de presos fue ejecutada. ‘Ahora dan a las calles nombres de mártires de la guerra; lo único que les queda a las familias: nombres de calles’. Caminar ahora Teherán significa creer estar en un cementerio. En grúa, se muestra los árboles secos del invierno de la muerte. O una mujer con su marido o su hijo que yace en su vientre. O las manos del poder popular con un lema reivindicatorio. El b/n remarca el ambiente de tristeza, orfandad, y luto. Los dardos de desesperanza destrozan sin remedio los ojos y el ánimo del espectador sensible. En conclusión, Persépolis es un filme que articula de forma soberbia los hechos históricos, la guerra, y la experiencia personal, a partir de la vivida por su guionista y directora, al margen de lo que haya sido la empatía con su colega francés frente a tales hechos e independiente de su postura política y cercanía o distancia frente a la crítica que Marjane, en tanto ciudadana iraní, hace al Sha Mohamed Reza y a la Revolución Islámica del ayatolá RJ.
Ruhollah Jomeini; sólo se deja de lado el Golpe de la CIA contra Mosaddegh, primer ministro (1951/53) elegido democráticamente en Irán que fustigó la repartición de los beneficios de la explotación del petróleo por la angloiraní Oil Company. Los gringos causaron un bloqueo que impedía exportar el combustible fósil y en vez de Mosaddegh se puso a Reza Pahlevi, quien huyó del país y ahora volvía al poder. Ocupó el trono hasta 1979, cuando las ruedas de la bicicleta/revolución se detuvieron y él escapó como por una alcantarilla: su entreguismo a EE.UU es irrefutable. De ahí que los patrones de Satrapi sean B. Lee, S. Wonder, Bee Gees, M. Jackson, Iron Maiden, Abba, ‘Yulio’ Iglesias, Pink Floyd, etc. No significa que haber mamado de esa teta cultural sea negativo, sino que el proceso de colonización fue duro y los iraníes no pudieron elegir, sino aceptar lo que vino por la corrupción tan obvia: por cualquier motivo los guardias fueron sobornados, para que los habitantes quedaran tranquilos un rato.
Todos tienen que obedecer por arbitrario decreto oficial, porque la mayoría es ignorante y no por vocación: miles de estudiantes son detenidos, como señalan cómic y filme; muchas universidades y colegios bilingües cerrados. Marjie se salva porque no obedece ya que no es ignorante y tiene su rumbo definido, no sólo por querer ser la última profeta, sino porque de algún modo ya lo es. Sí, porque ha escrito/filmado una imperecedera parte de la historia iraní, con lujo de detalles, al recurrir a lo más cotidiano, a la sencillez, la hondura, lo más secreto que siempre esconde la historia oficial en detrimento del país y de su pueblo. Su afán por ser la última profeta, cede ante fines más nobles/elevados como la condición de clase, marxista, la conciencia política, el afán de disentir, la capacidad de pensar y asumir un pensamiento crítico. Todo ello gracias a su formación por vía de padre y madre y, más tarde, de la Abuela, con quien Marjie establece nexos humanos/humanísticos, sensibles e intelectuales al tiempo.
La coherencia no puede avanzar si no la conduce la emoción y no al contrario, como tanto se supone. Satrapi reitera el acierto de su mirada vía historia gráfica, como efecto de los sueños de infancia y del amor filial. Parte de su historia de vida, podría caer bajo la tutela de la teoría freudiana evolutiva o histórica del carácter humano personal y/o individual. Freud parte del descubrimiento de Breuer, según el cual experiencias traumáticas particulares, así parezcan refundidas u olvidadas, seguirían ejerciendo una perniciosa influencia sobre la salud mental de cualquier ser. También, de la cura de la histeria por la hipnosis, a partir de los hallazgos de su colega de estudio Jean M. Charcot. Aquí, son claves para fortalecer el carácter adulto, las vivencias de la temprana infancia y la niñez hasta los siete años: tiempo estimado en que se forjan las bases de la personalidad individual. Porque no es posible entender cabalmente a algún ser humano, sin conocer los hechos psicológicamente cruciales de su edad temprana.
Como cabe esperar de la teoría psicoanalítica, las interpretaciones (que retoman los sueños del paciente) se refieren con frecuencia a la vida sexual de una persona… a sus recuerdos de infancia, sexualidad infantil, relaciones con sus padres. Como le pasa a Marjie en Irán, Viena y París. Hay que ser consciente de que ella ha sido una víctima más del estrés postraumático por la guerra, como los miles entre 500 mil desertores de Vietnam imperdonablemente imperdonados. Al observar cómo ha crecido, la Abuela con sarcasmo le dice: ‘Pronto podrás tocarle las pelotas al Señor’. La alegría las abraza. Viena es diferente. La prima Mina se casó, tiene dos hijos y sigue en su estupidez. Shila parece una vaca y con la cara peluda otro gorila. Y Mojdeh divorciada pues al parecer su marido lo tenía corto. Eso dice Shahrí según la Abuela. Se lo dijo a Mehrí que se lo dijo a ella: así la red del chisme se teje sola. Marjie recibe una cola de gente que va a saludarla. ‘Supongo que habla alemán’, le dice un Viejo…
Y su esposa lo único que sabe: ‘Ich Liebe Dich’. Otra mujer, dice que si piensa en Viena piensa en Sissi y que si conoció a Romy Schneider. Una niña le dice que las estrellas brillan en el cielo y ella en su corazón: su sonrisa refulge. Como nunca faltan las feminazis, una objeta su pinta de monja y que parece no haber vivido en Europa. ¡Hazte cosmonauta! ¡Viste mejor! Deberías ir a clase, operarte la nariz, le dicen las víctimas de la envidia, que superan a las del cáncer. ‘Hola, Anahíta’, dice su madre a Marjie. Ésta hace seña de no estar. Y aquélla la reprende por ver TV todo el día. Apaga el aparato porque pierde tiempo. ‘Sal con alguien’, pero Marjie no aguanta a nadie: ‘alguien habrá entre siete millones’. Estaba Kia, su amigo de la niñez. Al verlo, entendió: está casi muerto: por la guerra, perdió un brazo y una pierna; lo pasaron bien, incluso rieron; sus males no eran tan importantes. Satrapi en su cómic hace la referencia: ‘La única manera que nos queda de soportar lo insoportable, es reírse de ello’ (5).
La vida de Kia está destrozada y aun así ríe. Marjie voltea y el psicoanalista toma apuntes. Reitera, ‘reír debe ser el único modo de aguantar lo inaguantable. Por mucho que me lo repita, no lo consigo’, aunque se contradiga. Es insoportable. Sus vivencias le pesan, pero ¿con quién lo habla? La rodea gente que sufrió mucho. Era extranjera en Austria y ahora en su país. Según el Dr. su mal es: depresión nerviosa. O en versión Freud, ‘represión’: mecanismo de defensa que emplea el yo para sacar lo intolerable. Marjie transforma sus historias en sólidos recuerdos para el futuro, por vía, entre otras, del autoconocimiento, cuyo pionero es Sócrates con su ‘conócete a ti mismo’: si queremos llevarnos mejor con nosotros mismos, tenemos que hacer un más profundo análisis interior. Después vendría Freud, a desarrollar de forma más científica el concepto: ¿cómo acceder a la verdad sobre nosotros de modo en exclusiva racional, si el cerebro cuenta también con un factor no racional, el inconsciente…?
Así, propuso técnicas como la cura catártica, a partir de Breuer, de quien luego se distanció, y la interpretación de los sueños, sobre la que escribió una obra homónima, a la que consideró la mejor de todo lo esculpido en su vida. Los recuerdos acuden a Marjie. ¿Seguro que no quieres venir? El aire del mar te sentará bien. Se niega. Pues le apetece estar sola, no se preocupen. En fundido llora con fuerza. Vuela por diversas latitudes, hasta que cae y se topa a su dios: ‘¿Qué haces aquí, pequeña? Dice estar muerta. Su dios le dice que no ha llegado la hora, que reaccione, se levante y ande. Sí, la lucha continúa. Se alza, está de vuelta en la calle, ya cumplió su condena y se arriesgó. Llega a la U. Simple, un hombre y su voluntad de sobrevivir. Marjie se alza hasta el desafío de su rival. El último sobreviviente conocido acecha a su presa en la noche. Mira a todos con su ojo de tigre: y suena Survivor. (6) Teherán, 1992. ‘Mierda, qué hambre, ¿no has comido o qué? Esta loca está a régimen. Así parece ser.
Su primo le ha traído Vogue. Marjie lee sin parar. Aparece un tipo y sus amigas se burlan. Mientras el profesor les habla de Botticelli, ellas dibujan su nariz en forma de pene. A inicios de los 90, la época de los grandes ideales acaba, dice la narradora/cineasta Marjane Satrapi. Tras la Revolución, el Gobierno encerró a tantos estudiantes que ya nadie se atrevía a hablar de política. Lo que pasa hoy por doquier. Justo lo que nunca debe hacerse: hay que entrar en modo Freud del dejar hablar o ‘déjame hablar’, como dice de otro modo mi amigo magíster en psicoanálisis Carlos A. Rincón en su texto. (7) El que he cruzado con otro de Leslie Stevenson (8) y con la historia de vida de Antonio Aljure que conmueve (9), para volver a Satrapi y a Persépolis, con todo lo que entraña desde el autoconocimiento, como le comenté a Felipe Aljure que había celebrado la historia de su familia y de paso hallado los nexos para desarrollar mi ensayo sobre el filme de animación. La guerra, por fin, había quedado atrás…
Los gringos habían pasado a invadir otro país y a fomentar la guerra en otro más de tantos. Marjane: ‘Buscando la felicidad, olvidamos que no éramos libres’. Reaparece el que atrae a Marjie. Los guardianes esculcan y regañan a jóvenes que fuman en un parque. A Marjie la visita su abuela. Le pregunta si está enamorada. Justo, había quedado con él. Se asustó porque llegaron los guardias y se vio arrestada. Estaba maquillada, no sabía qué hacer. Y se acordó del tío que le miraba el culo. Sólo podía librarse haciéndose la pobre indefensa. Sobre el tipo que la acosaba y al que le echó la parca, la Abuela le insiste en que siempre hay elección, que no debió actuar como cerda ni delatarlo. No es gracioso. Le dice que su Abuelo pasó un tercio de su vida encerrado por defender a inocentes. Y el tío Anouche, ¿ha olvidado por qué lo mataron? ¿Qué le enseñó la Abuela? ¡Integridad! ‘¡Avergüénzate! Marjie corre con su bolso por la calle y los guardias le exigen parar. ‘Al correr, su culo se mueve de forma impúdica’.
‘¡Pues no me miren el culo!, les responde. ‘De la sangre de los muertos brotó la Revolución. Tener una conducta indecente es pisotear la sangre de los muertos’. Los guardias y Marjie discuten sobre pantalones menos anchos y velos más largos, taparse el pelo y no maquillarse. Marjie les habla de la libertad de gestos, cuestiona a la religión por si defiende la integridad física o sólo se opone a la moda, las censuran, pero los hermanos llevan cualquier peinado o ropa, a veces tan ceñida que se les ve todo. Así, ¿cómo ella, en tanto mujer, no va a excitarse, pero ellos sí pueden por unos cm más de velo? No se olvide, dice la Abuela, que el miedo hace que se pierda la conciencia y esto convierte a los hombres en cobardes. Reconoce las agallas de Marjie y por ello la felicita. La crítica, en el caso de su nieta, viene en delicado papel de proposición, es decir, no se queda en la queja ni en la denuncia, sino que trasciende. A la mamá de Marjie le parece increíble que ésta se case a los 21: mejor, que se vaya de Irán.
Y que aproveche la vida. Un año más tarde, Marjie cree no querer ya a Reza, su marido. ¿Tantas lágrimas por un divorcio? La Abuela lo hizo 55 años antes, cuando nadie lo hacía: ‘El primer matrimonio es el borrador del segundo’, dice. Marjie le cuenta a Reza que Nima ha muerto y que lo deja. Decidió ir a Francia, tres meses esperó la visa y se fue con la Abuela al mar Caspio a llenar sus pulmones con ese aire que no existe en ningún otro lugar. Visitó la tumba del Abuelo, le prometió que se enorgullecería de ella y fue a la cárcel donde el tío Anouche reposaba junto a otros miles de inocentes. He aquí una síntesis del humanismo que habita en las historias de infancia de Marjane Satrapi y que ella transforma en sustancia viva, ardiente emoción, ética que trasciende, al comprobarse que el arte no obedece a intenciones, por más nobles y puras que sean, sino que produce efectos: así, cuando se despide de la Abuela y no vuelve a verla porque ella muere, observa que la libertad siempre tiene un precio.
A Santiago, hijo adorado, de quien sospecho sabe por Freud: ‘Las emociones inexpresadas nunca mueren. Son enterrada vivas y salen más tarde de peores formas’ y quien se ha sabido plantar frente al dolor.
A Marthica, la única psicoanalista que se mete conmigo sin causarme lío por el freudiano enamoramiento.
A mi amigo Enrique Castro, otrora suerte de mecenas y patrocinador de mis inquietudes culturales y políticas, sin lastres partidistas, a la espera de que supere por fin sus quebrantos de salud.
A Marthica y a María del Rosario, seres éticos, dignos e íntegros, sin velo ni maquillaje.
Notas, enlaces y bibliografía:
(2) https://rebelion.org/los-400-golpes-95-minutos-de-subversion-escolar/
(3) https://rebelion.org/la-sociedad-de-control-en-los-dias-del-odio/
(5) https://eltemplodelasletrasieslasoledad.files.wordpress.com/2018/04/persepolis-1.pdf
(6) https://www.youtube.com/watch?v=mecnuZKqkwA
(7) RINCÓN, Carlos A. Una voz que estaba esperando ser escuchada, Bogotá, 2023, pdf (borrador), 16 pp. Pronto será publicado el texto definitivo. Mientras, es un placer compartirlo con la aprobación del autor.
file:///C:/Users/Santiago/Downloads/Una%20voz%20que%20estaba%20esperando%20ser%20escuchada%20(1).pdf
(8) https://www.derechopenalenlared.com/libros/siete-teorias-de-la-naturaleza-humana.pdf
FICHA TÉCNICA: Título original: Persépolis. País: Francia. Año: 2007. Dir. y Guion: Marjane Satrapi / Vincent Paronnaud, basados en la historia gráfica homónima de M. S. Gén.: Animación / Drama / Historia. For.: 3D; b/n / color; 95 min. Mús.: Olivier Bernet. Mon.: Stéphane Roche. Voces: Marjane (Chiara Mastroianni); Madre (Catherine Deneuve); Padre (Santiago Nielli); Abuela (Danielle Darrieux). Prod.: Xavier Rigault / Marc-Antoine Robert. Prod.: Celluloid Dreams / CNC / France 3 Cinéma / The Kennedy/Marshall Company / Région Ile-de-France / Sony Pictures Classics. Dist.: Diaphana Distribution / Sony Pictures Classics. Premios: Festival de Cannes, 2007: Premio del Jurado. Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de Cine Cinemanila. Estreno: 27.jun.2007. Enlace del filme: https://archive.org/details/774r318
Luis Carlos Muñoz Sarmiento. (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine, de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín Cultural de EE, 5.jun. 2012; columnista, 23.mar.2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre MZO y su novela Changó, el gran putas, fue lanzado por UFES, el 20.feb.21. Invitado por Pijao Editores al Encuentro Nacional de Literatura Colombiana vista desde las Regiones (Ibagué, 1º a 4 nov.23) Invitado por UFES al Congreso Literatura, Soberanía Nacional y Multipolaridad (Vitória, ES, Brasil, ago-nov.23). Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en Rebelión, Magazín EE, Las2Orillas.
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