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Enciclopedismo

De la cadena del conocimiento

Fuentes: CASM

«Enkikilos paideia» (la cadena del conocimiento) es el término griego que ha dado nombre a lo que hoy conocemos como enciclopedia y enciclopedismo. El primer trabajo que incluyó esta palabra en su título fue Enciclopedia septem tomis disincta de Johann Heirich Alsted allá por 1630. Sin embargo el afán enciclopedista, la voluntad de recoger, ordenar, […]

«Enkikilos paideia» (la cadena del conocimiento) es el término griego que ha dado nombre a lo que hoy conocemos como enciclopedia y enciclopedismo. El primer trabajo que incluyó esta palabra en su título fue Enciclopedia septem tomis disincta de Johann Heirich Alsted allá por 1630. Sin embargo el afán enciclopedista, la voluntad de recoger, ordenar, describir y clasificar la totalidad de los conocimientos se remonta a las tablillas cuneiformes existentes en los archivos de los reyes de Mesopotamia. Desde entonces fueron muchas las culturas que abordaron tales empresas: griegos, romanos, chinos, el Islam, etc.. Se trataban en algunos casos de meras recopilaciones de otras obras, en otros pretendían ser caudal de conocimiento para favorecer su enseñanza. No obstante, ninguna de estas empresas pretendía ir más allá de la recopilación, agrupamiento y conservación de los conocimientos, sin ningún atisbo de espíritu crítico, aunque no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural.

Será a raíz del alumbramiento de la ilustración cuando se inicie la primera enciclopedia marcada por un espíritu crítico que incidía en aquellas cosas cotidianas que significaban el devenir de una sociedad condicionada por las estructuras del Antiguo Régimen. Un contexto, el del siglo XVIII francés, que distaba mucho de ser el idóneo para los librepensadores y personas de espíritu crítico que pusieron en tela de juicio el sistema abandonando la ambición de dar definiciones objetivas y usando el formato enciclopédico como herramienta de debate y confrontación, a la par que presentaban los valores que triunfarían años después con la Revolución Francesa, muchos de ellos vigentes hoy en día.

De los significados actuales de las cosas

Si la Francia del siglo XVIII no era un buen lugar para librepensadores y personas de espíritu crítico, la España actual, sin duda, tampoco lo es. En el Estado Español, al igual que en la Galia ilustrada pre-revolucionaria, existe un establishment que determina de qué y de qué no se puede hablar. Hoy no vivimos bajo el cetro de una monarquía absoluta, sin embargo sí vivimos en una democracia cuya acepción política tradicional ha sido transformada, manoseada y recortada. Quizás sea éste el paradigma absoluto del territorio a abordar. Tomando por cierto lo expuesto más arriba acerca de que no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural (y para esto me baso en una afirmación de J.L.Borges) tampoco existe uso de un concepto que no responda a la misma. Es en este emplazamiento en el que cabe retomar el valor enorme del contenido conceptual y de uso de las palabras, de sus significados en la actualidad, evidenciar algunas derivas semánticas y denunciarlas alumbrándolas con la linterna que anticiparon Diderot, d’Alembert, Rousseau y Jacourt, entre otros. Esta fue la herramienta que los ilustrados franceses utilizaron para propiciar la revolución francesa (burguesa) y ésta debe ser una herramienta que ayude a abrir el debate en varios ámbitos que nos atañen hoy en día (de la política a la cultura).

Ellos, los enciclopedistas franceses, plasmaron en su obra visiones sobre la monarquía absoluta, la religión y el derecho natural de un modo que hasta la fecha no se había hecho. . Los ponían en cuestión, algo inaudito hasta entonces. Si las explicaciones sobre la monarquía habían derivado hasta entonces del derecho natural, los enciclopedistas la situaban en el terreno de la crítica al absolutismo; si la religión había sido hasta entonces pilar robusto de la sociedad -el poder emanaba de Dios- la situaban ahora en el terreno de la filosofía y no como el último recurso del conocimiento y de la moral. Éstas fueron las principales aportaciones que hicieron para modificar los patrones que regían los puntos de vista en la sociedad del Antiguo Régimen y que harían posible con el tiempo modificar lo que los científicos cognitivos llaman «inconsciente cognitivo». De este modo se prueba que el uso que se hace de los conceptos tiene un reflejo directo en la sociedad sobre la que inciden y que sólo el cambio de esos usos puede propiciar los cambios de una sociedad.

Hay 2 estructuras que condicionan el resultado que deriva del uso de estos conceptos: una interna; propia del lenguaje, que mediante las palabras viene a ser una representación de los hechos que de este modo «constituyen una imagen o pintura de la realidad» (Tractatus logico philosophicus,Wittgenstein) y otra externa, la social, lo que el lingüista norteamericano Lakoff denomina marcos,»estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo». Son varios los conceptos que hoy en día se usan desde los medios de comunicación (que vienen dados desde el poder político y económico) de forma unívoca y que acaban por conformar un modo de ver el mundo. Así, palabras como democracia, igualdad, libertad, tolerancia, solidaridad, emancipación, terrorismo y respeto (entre otras muchas) son mentadas una y otra vez con un valor determinado que responde intrínsecamente a la voluntad y mantenimiento de un estatus.

Es pues un posicionamiento preciso el que desde el mundo del arte y la cultura actual cabe tener en relación a esto. Quien pretenda a corto, medio, o largo plazo un cambio radical de las estructuras sociales debe entender que antes hay que propiciar una forma colectiva de ver el mundo opuesta a la que impera hoy en día. Por eso mismo que podemos alimentar el cambio del «inconsciente cognitivo» aportando viveza semántica desde cualquier aportación en el formato que sea (literatura, cine, música, arte, ciencia, etc..). Actualizar, acotar y marcar los significados, representar acepciones, doblando esfuerzos en retomar conceptos sujetos a la apropiación indebida para recuperar el valor simbólico que nos representa a nosotros y no a ellos.

* El autor es director de Doropaedia y miembro de Producciones Doradas (http://www.doropaedia.net)